PRIMERA EVALUACIÓN.
TEMA 1. LA LITERATURA DEL SIGLO XVIII.
CONTEXTO
HISTÓRICO Y CULTURAL
El
esplendor cultural de la España de los siglos XVI y SVII no volverá
a repetirse hasta el primer tercio del siglo XX. A finales del siglo
XVII España está sumida en la decadencia política y económica que
continuará en los primeros años del siglo XVIII. El país está
políticamente escindido. Reinaron durante este siglo en España:
Felipe V (1700-1746), con quien se instaura la casa de Borbón, tras
haber ganado la Guerra de Sucesión (1701-1714). La guerra no sólo
provocó la división, sino que las consecuencias políticas,
económicas y culturales fueron enormes. La nación era un mero
esqueleto de lo que había sido. El monarca fue sucedido por su hijo,
Fernando VI (1746-1759). Durante su reinado, a pesar de ciertos
progresos en la economía y de que la población volvía a crecer, la
conciencia de decadencia era patente. Será su hermano, Carlos III
(1759-1788), el gran reformador y modernizador del país. Carlos IV
(1788-1808) puso todos sus esfuerzos en evitar que las ideas de la
Revolución Francesa, que estalló en 1789, penetraran en España.
Con
la dinastía de los borbones aumenta la centralización del poder, lo
que propiciará un absolutismo monárquico que postuló la
separación entre la Iglesia y el Estado (expulsión de los jesuitas
/ aparición de la Enciclopedia en
Francia), llevó a cabo intentos de reforma y racionalización de la
economía (buscaban mejorar el potencial agrícola y mercantil de la
nación; se criticó con acritud la ociosidad, privilegios y el
parasitismo de las clases elevadas y se intentó mejorar las
condiciones de vida de los ciudadanos: alumbrado y empedrado de las
calles y mejoras en el área de la educación. En 1714 se funda la
Real Academia y la uniformidad en lo que a la lengua y literatura se
refiere dio como fruto el diccionario) e incrementó el aparato
administrativo y la burocracia.
A
este sistema político se le conoció con el nombre de Despotismo
Ilustrado, cuyo lema era
“Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, porque a éste se le
tutela —y se le teme— procurando su felicidad, sin que intervenga
en los asuntos públicos. Para mejorar su vida y hacerlo más culto y
razonable se establecen industrias públicas, academias, museos,
escuelas, centros de investigación... Es, por tanto, un sistema en
el que hay súbditos, no ciudadanos, y en el que el rey ya no es rey
por la gracia de Dios.
A
finales de siglo, todo el fermento ideológico de bases igualitarias
y reformistas, culmina en la Revolución
Francesa (1789), que
producirá reacciones defensivas contra aquellas ideas en muchos
países, incluida España: Europa experimenta una gran convulsión
social que desemboca en la sociedad contemporánea en la que el
hombre será valorado por sus acciones y manera de prosperar, y no
por su nacimiento (pierde importancia el origen por la sangre). Lo
que, lógicamente, provoca el pánico entre las clases dominantes por
su progresiva pérdida de poder y la llegada de un nuevo orden
social.
CRISIS
DE LA CONCIENCIA EUROPEA.
Las
dos corrientes fundamentales que, partiendo del Renacimiento, se
concretaron en el siglo XVII, el racionalismo y el empirismo, fueron
minando los cimientos de la estructura social e ideológica aceptada
por Europa hasta provocar a principios de del siglo XVIII lo que se
ha calificado como “crisis
de la conciencia europea”.
El choque entre razón y tradición dio lugar en el siglo XVIII a un
proceso de revisión
de todo lo heredado por la mentalidad tradicional y presidió el
despliegue de la llamada “era
de las luces”.
Todas las creencias y convicciones (religiosas, políticas,
filosóficas, científicas o seudocientíficas....) dominantes hasta
el siglo XVII se someten a discusión.
Comienza
el predominio de la burguesía sobre la aristocracia que, sin los
prejuicios de ésta, fomenta el espíritu crítico. Fruto de él es
el gran movimiento cultural que dominó el siglo XVIII y que
conocemos como Ilustración,
de
origen francés, y que impuso el racionalismo
sobre
la fe, la tradición o lo comúnmente aceptado, de ahí que el siglo
XVIII se haya denominado el “Siglo de las luces”. Se rechaza el
principio de autoridad y todo ha de ser sometido a comprobación,
de
ahí que se valore por encima de todo la experiencia
y
la observación
(empirismo). Se
proponen reformas sociales, económicas y educativas. Los
intelectuales
ilustrados
buscan el utilitarismo:
que
todo sirva al progreso, los conocimientos han de ser útiles a una
sociedad dominada por la ignorancia y la superstición, y la
educación es la única vía para que el hombre sea capaz de pensar
por sí mismo y se cuestione el mundo. Se impone el
ideal de “enseñar deleitando”.
España
a principios de siglo se encuentra sumida en una profunda crisis. En
líneas generales, la preocupación por el estado de la nación
consiguió mejoras económicas y aumentó su población (de 8 a 11
millones), se introdujeron nuevos cultivos, se abrieron nuevas vías
de comunicación y el animal fue sustituyéndose paulatinamente por
los carros como medios de transporte. Aunque no se dio tanta
actividad industrial como en otros países europeos, la aparición de
los prestamistas fomentó una mayor actividad económica.
La
sociedad aún seguía dividida en estamentos. Los nobles vivían de
las rentas e impuestos de sus tierras y acaparaban los cargos
municipales. El clero poseía una inmensa riqueza (tierras, rentas,
donaciones). Los artesanos y comerciantes van creando una incipiente
clase media que intenta progresar gracias a su economía (aunque
intentaban integrarse en la nobleza mediante la compra de títulos).
Los campesinos vivían en condiciones precarias y peor aún los
mendigos, los gitanos y los esclavos de las colonias.
A
imitación de Francia, se crean nuevas bibliotecas e instituciones
culturales: Biblioteca Nacional (1712), Real Academia
Española (1713), cuyo lema “limpia, fija y da esplendor”
intentaba mantener la pureza del idioma; Real Academia de la Historia
(1735), con la que se pretendía rescatar y estudiar el pasado de
España; Academia de las Artes, Museo del Prado (1785) y Jardín
Botánico.
Otras
instituciones atendieron a las reformas económicas y culturales,
como las Sociedades Económicas de Amigos del País y las Juntas de
Comercio.
Pero
en España la virulencia de la Revolución Francesa supuso un paso
atrás: horrorizada ante los sucesos acaecidos en Francia, cierra de
nuevo las vías de comunicación con el país vecino por temor a que
se reproduzcan en suelo español. Con Carlos IV y Fernando VII la
nación se divide en dos bandos: afrancesados o liberales y
conservadores, que protagonizarán las luchas políticas que marcarán
el siglo XIX español.
A
pesar de todo, la Ilustración supuso el comienzo del fin de la
sociedad estamental y del absolutismo y el inicio del pensamiento
moderno en toda Europa.
LA
ILUSTRACIÓN EUROPEA. PRINCIPALES REPRESENTANTES.
FRANCIA
- Montesquieu: su obra más influyente es Cartas persas, antecedente de Cartas Marruecas de Cadalso, que supone una dura crítica contra la sociedad de la época.
- Voltaire: su obra más importante es Cartas filosóficas en las que, a través de la ironía, reflexiona sobre cuestiones religiosas, políticas y literarias.
- Rousseau: condenó las costumbres de su tiempo y exaltó una filosofía y una moral naturales. Frente a otros pensadores que identificaron felicidad con progreso, él defendió la naturaleza como fuente de felicidad y consideró que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad le corrompe. Su obra más representativa es el Contrato social, en el que propone un pacto entre individuo y sociedad para el bien de la comunidad.
En
un temprano clima prerromántico que tiende hacia lo sentimental se
desarrollará la novela epistolar. Sus representantes más
importantes son: Rousseau con La nueva Eloísa, en la que se
propone un ideal de la vida en el campo, y Pierre Chordelos de Laclos
con Las amistades peligrosas, en la que personajes mundanos
juegas con los sentimientos ajenos.
En
el teatro el género más representativo es la comedia de
intriga, que ofrece una crítica contra las instituciones y las
costumbres, y en la que destacaron Beaumarchais y Marivaux.
INGLATERRA
NOVELA
- Daniel Defoe: Robinson Crusoe. Encaja con el pensamiento ilustrado: el hombre puede dominar la Realidad a través de la razón.
- Jonathan Swift: Viajes de Gulliver. Crítica al hombre racional y burla a las novelas de viaje como las de Defoe.
- Henry Fielding: inaugura la novela de aprendizaje con Tom Jones.
- Ann Radcliffe: novela gótica, en la que el sentimiento se une a paisajes misteriosos y sombríos, antecedente del paisaje prerromántico.
POESÍA
E.Young:
sus Pensamientos nocturnos, obra prerromántica, influirá
en las Noches lúgubres de Cadalso.
ALEMANIA
Destaca
el movimiento prerromántico Sturm und Drang (tempestad y pasión),
que tiene como principales representantes a:
- Goethe: inauguró el Romanticismo alemán y después se opuso a él. Destaca su novela Werter y el poema dramático Fausto, en el que su protagonista vende su alma al diablo (Mefistófeles), ante la incapacidad de alcanzar la verdad última de las cosas.
- Schiller: creador del drama nacional. Guillermo Tell: prototipo de resistencia a la autoridad. En poesía destaca Himno a la alegría.
LA
LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVIII. INSTRUMENTALIDAD DEL IDIOMA Y
LITERATURA DIDÁCTICA.
La
crítica señala la ausencia de auténticas obras maestras en los
géneros que tradicionalmente se consideraban como tales (lírica,
novela y drama), si lo comparamos con los siglos de Oro o con las
producciones contemporáneas europeas.
En
contra, los valores lingüísticos y el hallazgo de una prosa apta
para las nuevas exigencias resaltan en medio de esta pobreza. En
contra de la norma barroca (el idioma como exhibición) y que se
afianzará con el triunfo del Neoclasicismo, se impone el empleo
instrumental de la lengua. Ésta alcanzará su mejor calidad
cuanto más transparente se ofrezca el pensamiento del escritor
(resultado consecuente con las nuevas tendencias científicas y
racionales del siglo). Para expresar un nuevo estado de cosas fundado
en la seriedad y en la reconstrucción del mundo, el lenguaje del
Barroco no era adecuado: el ingenio queda desplazado por la única
facultad valorable, la razón. Los neoclásicos perfilan el
lenguaje literario: será fiel reflejo del pensamiento, no de
la fantasía ni la emoción. Los ornamentos sobran en la prosa
y sólo se aceptan tímidamente en la poesía. Quedan proscritos los
excesos: arcaísmos y vulgarismos. El único modelo
será la lengua media culta de las personas ilustradas.
De
esta manera, la lengua poética del siglo XVIII resulta desustanciada
y poco apta para la creación literaria propiamente dicha, pero su
permeabilidad para las voces nuevas, su culto a la medida y a la
discreción, configuró el español moderno.
Convivieron
tres estilos artísticos en la época ilustrada:
- Primera mitad de siglo.
Supone
una época de transición. Hay una continuación del estilo artístico
y literario del barroco precedente que se denominó rococó
y que se manifiesta fundamentalmente en poesía. Se
caracteriza por el gusto por lo galante, lo sensual, el bucolismo.
Arte superficial y ligero: despreocupación moral y capricho.
Representantes:
García de la Huerta, N. Fernández de Moratín.
Contra
el barroco decadente luchan la Academia Española e importantes
escritores:
—Ignacio
Luzán (1702-1754), que pretende regular la literatura mediante
reglas (Poética, 1737). Es precursor del Neoclasicismo,
aunque los jóvenes neoclásicos prefirieron beber las doctrinas en
teóricos franceses, Boileau principalmente.
—Feijoo,
que cultivó un solo género, el ensayo: Teatro crítico universal
y Cartas eruditas.
—Francisco
Isla: ridiculizó el barroquismo de la oratoria sagrada en su célebre
Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias
Zotes.
El
único escritor “interesante” fiel a los gustos barrocos fue
Diego Torres Villarroel: cuadros costumbristas Visiones y visitas
de Torres con Quevedo por Madrid, y su obra más importante, el
relato de su Vida.
- Mediados de siglo.
Hasta
finales del siglo dominará el Neoclasicismo,
que significaba una vuelta a los clásicos en todos
los sentidos: autoridad de los clásicos, pureza y
principio de imitación. Defienden la existencia pura de los
géneros literarios, la contención frente a la pasión, la razón
frente al corazón. En el teatro, se vuelven a instaurar de
nuevo las tres unidades (lugar, tiempo y acción) y se separa
radicalmente lo cómico de lo trágico. En la lengua, respeto por
el decoro: uso del lenguaje en función del nivel social, la
educación, la situación...
Decretado
el aborrecimiento del arte barroco, los jóvenes se encuentran sin
una tradición nacional que seguir. El prestigio cultural de Francia
es inmenso, de ahí que vuelvan los ojos a la tradición vecina en
busca de orientación y modelos.
Representantes:
L. Fernández de Moratín.
En
poesía se tratan temas pastoriles, anacreónticos (exaltación
de placeres elementales) o filosóficos, con escaso compromiso
sentimental. La lengua evita el colorido: se impone un estilo
prosaico. Es, en realidad, una actividad marginal: Jovellanos
recomienda a un amigo que quiere ser poeta que escriba “cosas más
útiles”
Representantes:
L.Fernández de Moratín, aunque también haría poesía
prerromántica.
No
hay prácticamente narrativa a partir del padre Isla, pero sí
prosa satírica (Cadalso), de viajes (Moratín) y
doctrinal (Jovellanos).
- Convivencia desde la segunda mitad de siglo de neoclasicismo y prerromanticismo.
Este
último se manifestó sobre todo a partir de 1790: se opone a la
pureza y frialdad del gusto neoclásico, dominado por estrictas
reglas de composición literaria. Rehabilita la acción del
sentimiento en el arte por influjo inglés. Se tratan,
en todos los géneros, temas emotivos, nocturnos y lacrimosos,
que preludian el Romanticismo del siglo siguiente: se afirman los
derechos del sentimiento frente a la razón y la expresión de
los mismos podrá hacerse arrebatadamente, sin el pudor que
imponen las buenas maneras. Domina la manifestación del dolor.
Hay un claro recelo ante las reglas, aunque no se manifiesta
abiertamente. Frente a la naturaleza apacible de los
neoclásicos, ésta se asocia ahora al sentimiento arrebatado de los
autores, que describen espectáculos poco tranquilos: tormentas,
escenas nocturnas y tumbales...
Representantes:
Cienfuegos, Meléndez Valdés, Blanco White...
GÉNEROS
DE LA LITERATURA DIECIOCHESCA EN ESPAÑA
El
respeto a las normas clásicas y el ideal de enseñar deleitando
regirán la creación literaria. Sin embargo, el siglo XVIII no es un
siglo de creación, sino de revisión, inquietudes y proyectos en la
que el pasado es sometido a un radical examen. No triunfaron la
lírica, la novela y dramática, pero floreció el pensamiento, la
erudición, la investigación histórica, la medicina... las ciencias
experimentales logran un ingente avance al amparo del despotismo
ilustrado y de los centros oficiales destinados al respecto. Es
fundamental el surgimiento del periodismo ya que asociado a él se
van perfilando los géneros periodísticos actuales tales como el
artículo de opinión y la crítica literaria.
POESÍA
- Poesía rococó: léxico cortesano, refinado, de metros cortos y ritmo marcado en estrofas breves. Los temas preferidos: amor y belleza femenina. Vinculada a la poesía bucólica y anacreóntica. Representantes: Nicolás Fernández de Moratín.
- Poesía ilustrada: unión de los temas propios del pensamiento ilustrado a los temas característicos de autores clásicos. Representantes: Juan Meléndez Valdés, Quintana, Cienfuegos, Nicasio Gallego.
- Poesía didáctica: buena muestra de ella son las fábulas de Tomás de Iriarte y de Félix María de Samaniego.
- Poesía neoclásica: de gusto refinado y severo. Representantes: Leando F. Moratín, Quintana y Alberto Lista.
- Poesía satírica: Nicolás fernández de Moratín, Samaniego o Jovellanos.LA PROSADiego Torres Villarroel.
Único
escritor fiel a los gustos barrocos, destaquemos: Vida, que se
considera como una continuación del género picaresco, género que
ya había acabado su ciclo; Visiones y visitas de torres con
Quevedo por la Corte, cuadros costumbristas donde ofrece una
sátira mordaz.
Francisco
José de Isla. (Padre Isla)
Con
su obra Fray Gerundio de Campazas ridiculizó el barroquismo
de la oratoria sagrada y pretendió devolverle su dignidad y fines,
inspirándose en las mismas ideas que Luzán en su Poética y
Feijoo en su Teatro crítico: combatir los excesos barrocos.
Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764)
Benedictino
y catedrático de Teología de Oviedo, en su obra utiliza el género
del discurso, precedente del ensayo moderno: género
híbrido en el que se mezcla lo literario y lo científico, lo
subjetivo y lo ameno. Escribe para todo el mundo con el objetivo de
combatir los errores comunes, las supersticiones y las falsas
creencias populares. Escribe con una fe religiosa profunda pero
empleando la razón: su religiosidad no fue obstáculo para poner en
tela de juicio su ortodoxia y atacó los falsos milagros por
considerarlos como un insulto a la divinidad. . Trató una gran
variedad de temas, entre los
que destacan la defensa de la mujer, la repulsa a la
sociedad estamental y la defensa por los más desfavorecidos y por la
igualdad de todos los hombres. Su crítica equivale a la
negación del principio de autoridad en que se fundamentaba toda
la cultura precedente. Se propone ser “desengañador de las
españas” y su obra responde al planteamiento de Voltaire
“atrévete a pensar por ti mismo” o al kantiano “atrévete a
saber”. Se caracterizó por una tolerancia admirable, se
preocupó por la reforma de los estudios y se mostró reacio ante la
falsa piedad (la de apariencia) contra la que dirigió sus críticas.
En
cuanto al estilo, emplea una
lengua de gran viveza y espontaneidad, opuesta al retoricismo.
Su prosa posee un tono familiar y natural, sin afectación, fruto de
una gran depuración y elaboración, a pesar de que él afirmara que
su estilo había surgido espontáneamente. El acierto de su prosa se
debe a lo que él llamó “tino mental”. Sus obras más
destacables son Teatro Crítico Universal, en laque abundan
paralelismos y contrastes, y Cartas eruditas y curiosas, de
estilo más llano, como requería el género epistolar. Dice usar los
recursos expresivos no con fines estéticos, sino para llamar la
atención y hacer el mensaje más eficaz. Influyó en Cadalso,
Jovellanos y Larra.
Gaspar
Melchor de Jovellanos (1744-1811)
Ocupó
importantes cargos públicos y participó de forma activa en la
política del país. Firmaba sus escritos con el pseudónimo de
Jovino.
Su
obra estrictamente literaria es escasa: dos dramas, El Pelayo y
El delincuente honrado, y varios poemas. Sus escritos
más importantes están en prosa y son didácticos:
políticos, históricos, económicos, filosóficos,
filológicos... En ellos instruye, formula críticas y propone
reformas para elevar la dignidad espiritual y material de España.
Entre sus obras destacan Memoria sobre espectáculos y diversiones
e Informe sobre la ley
agraria, en el que propugnaba una valiente reforma de la
propiedad agrícola. En Elogio a Carlos III exalta la política
que el monarca había desarrollado en su reinado, en especial las
reformas económicas. Fue un ilustrado reformador, no un
revolucionario, pero las que hoy nos parecen moderadas reformas
debieron resultarles a los tradicionalistas de entonces peligrosos
alardes de subversión.
José
Cadalso (1741-1782)
Recoibió
una educación cosmopolita. En Madrid tuvo amores con una joven
actriz, Filis en sus poemas, que murió a los 25 años, hecho que
puede estar reflejado en sus Noches lúgubres. Participó
activamente en la vida política y cultural de España pero acabó
desengañado de la vida de la Corte.
Comienza
escribiendo poesías en su exilio aragonés que culminan en
sus Ocios de juventud, colección de sonetos, poemas satíricos
y anacreónticos. Escribió también dos tragedias, pero sus
obras más importantes están escritas en prosa:
—Cartas
marruecas: 90 epístolas en total, cuyo eje principal
son las opiniones de un extranjero que tiene una cultura diferente y
que ponen de relieve, por contraste, los defectos de la sociedad
occidental, un recurso que ya había utilizado Montesquieu en sus
Cartas persas. La obra es en realidad un ensayo sobre
España en el que se analizan los males del país como una vía para
encontrar un posible remedio. Tres personajes o corresponsales nos
hablan sobre diversos aspectos de la época: Nuño, un español que
conoce bien su patria; Gazel, un marroquí que viaja por España, y
Ben Beley, un sabio marroquí que está por encima de lo accidental,
con lo que se nos ofrecen diferentes perspectivas sobre una misma
realidad. Los temas más recurrentes son la frivolidad de
ideas y costumbres, la crítica injustificada de España, la
decadencia de la industria, la crítica de la nobleza que vive de la
herencia y no quiere educarse, etc. El motivo principal, según él,
del retraso de España reside en las continuas guerras (que han
dejado yermo el país y han destruido el hábito de trabajo), el gran
capital que se traía de América y que también propició que no
hubiera obligación de trabajar y el atraso científico y la
degeneración de la cultura española en superficialidad y
pedantería, así como el orgullo y el espíritu de rutina. Nos
muestra una España que es el esqueleto de un gigante y propone como
soluciones el cultivo de la ciencia y de la virtud y el ejemplo de
otras naciones más prósperas, aunque se deja llevar por cierta
indolencia ensoñadora, un tanto pesimista.
—Noches
lúgubres: obra póstuma que nos ofrece a un Cadalso retórico
y efectista, que en nada recuerda al irónico y reflexivo de las
Cartas. Está dividida en varias “noches” en las que se
desarrolla, de forma dialogada, el episodio que luego habían de
atribuir realmente al autor: Tediato, enajenado por la muerte de su
amada, intenta, con la ayuda del sepulturero Lorenzo, desenterrarla
para morir junto a su cadáver en casa, aunque la intervención del
juez le impide conseguir su propósito.
La
obra supone la primera manifestación del prerromanticismo en
España, aunque la mayoría de la crítica coincide al afirmar que se
trata más bien de una obra filosófica que trata de la injusticia
del mundo (la prematura muerte en la juventud), que coincidió
cronológicamente con el advenimiento del movimiento romántico. Son
rasgos típicamente románticos el ambiente tétrico
(relámpagos, cementerios, cárceles, gritos en la noche...), el Dios
de Tediato, que es el Dios de los elegidos para el dolor, las
exclamaciones pesimistas, la naturaleza como reflejo de su estado de
ánimo y la manifestación de un dolor altruista por el prójimo. El
héroe romántico se regodea en su propio dolor y quiere vengarse del
mundo privándole de su presencia. Se han señalado como posibles
fuentes Pensamientos nocturnos de Young y la leyenda
folklórica de la Difunta pleiteada.
El
estilo se caracteriza por el predominio del estilo nominal,
numerosas aposiciones y escasez de verbos, que convierten la
narración en una prosa rítmica. Vocabulario típicamente romántico.
—Eruditos
a la violeta está compuesta a modo de siete lecciones que un
profesor imparte a sus discípulos. La sátira y la ironía son
transparentes: el profesor, con el objeto de preparar a los alumnos
para su triunfo y lucimiento en sociedad sin esforzarse en serio, les
enseña las cuatro nociones indispensables que les permitan aupar su
petulancia de supuestos sabios y escritores de moda.
Ignacio
Luzán.
Autor
de la Poética más importante del siglo XVIII, que se
convirtió en manual y programa de la nueva poesía. Recomienda un
empleo moderado y cuidadoso del lenguaje figurado, regido siempre por
la claridad (pureza), el orden y la proporción. Exige además a la
poesía que sea útil y deleitable.
TEATRO
Hubo
una gran afición al teatro en este siglo, marcado también por las
constantes polémicas entre los defensores del teatro posbarroco y
los partidarios de una renovación neoclásica. Se distinguen
claramente dos líneas:
Continuaban
las fórmulas de Calderón: se repiten temas y argumentos pero se
complican la intriga y el montaje. Se basan más en el espectáculo
que en el texto. Fueron las que gozaron de mayor éxito entre el
público. Entre ellas destaca No hay plazo que no se cumpla ni
deuda que no se pague de Antonio Zamora.
Este
teatro sería el blanco de las críticas de autores como
Moratín, que les acusaban principalmente de la falta de
verosimilitud en las obras, aunque también apuntaban a principios
éticos y religiosos: “escuela de maldad” y “espejo de
lascivia” llegó a calificar Moratín padre al teatro barroco.
TEATRO
NEOCLÁSICO.
Los
ilustrados concibieron el teatro como instrumento idóneo para las
reformas de índole social y moral, dándole una trascendencia
política de la que hasta entonces había carecido y convirtiéndolo
en espejo de costumbres (razón, moral pública y orden social). Sus
partidarios rechazaron el resto de obras dramáticas por su falta de
verosimilitud y por atentar contra el decoro poético (falta de
adecuación entre los personajes y su habla).
Son
obras en las que prima el texto sobre el espectáculo que
respetaban la regla de las tres unidades (lugar, tiempo y
acción). Se trata de comedias que tienen una intención
didáctica y que presentan tipos y conflictos universales de los
que se pudiera extraer una enseñanza útil. Lo cierto es que,
a excepción de la obra de Moratín, las obras neoclásicas tuvieron
un público muy minoritario. Esta comedia usó el verso hasta que
Moratín introdujo la prosa.
Leandro
Fernández de Moratín encarna a la perfección el ideal de
hombre ilustrado y su obra dramática es el mejor exponente de la
comedia neoclásica española
(respeto de las tres unidades, enseñar deleitando, imitación
verosímil de la realidad, presentación de una sociedad fundamentada
en la clase media como motor del país y decoro poético). Su
vida posee los sinsabores de una época convulsiva: tomó partido por
José Bonaparte durante la invasión, por lo que después tuvo que
huir de España. Murió en París.
Escribió
su obra dramática a fines del siglo XVIII y principios del XIX y
creó la comedia española moderna, en la que el público ya no
espera sorpresas de una intriga complicada sino la evolución lógica
y razonable de los acontecimientos. Nos presenta a gente normal con
problemas domésticos de forma instructiva y agradable. Escribe sobre
costumbres nacionales, sobre lo que conoce, y quiere con ellos
denunciar errores comunes, al igual que hacía el padre Feijoo. Sus
cinco comedias, en realidad, giran en torno al tema de la
inautenticidad como forma de vida:
—El
viejo y la niña (1786) inicia el tema que iba a ser
dominante en su teatro: la práctica de estipular matrimonios
violentando el deseo de los contrayentes. La tesis del autor no es
tanto defender que la mujer tenga libertad a la hora de escoger
marido como denunciar los peligros de las bodas irracionales.
—El
barón (1787): el tema es la elección libre del marido.
—La
comedia nueva o El Café (1792) responde al deseo de censurar
los dramas que a finales del XVIII representaban la última
degeneración del teatro barroco, que están plagados de
inverosimilitudes y que carecen de un fin didáctico o útil a la
sociedad. Refleja esta obra la situación del teatro del momento, que
queda satirizado.
—La
mojigata (1804) es una crítica al vicio, a la hipocresía y
se incide en el tema de las mujeres sometidas a la voluntad paterna.
Moratín no censura la autoridad de los padres sino el uso despótico
y el abuso de ella.
—El
sí de las niñas fue
estrenada en 1806 y llevaba a escena una realidad social de la época:
las bodas arregladas por padres y tutores sin contar con la voluntad
de la novia. La finalidad de la obra no era tanto proponer soluciones
(el divorcio era impensable) como concienciarse del problema y
denunciar las conductas que lo ocasionaban.
El
lenguaje que usa Moratín es sencillo y natural sin caer en la
vulgaridad. Fue el primer autor en introducir en este tipo de teatro
la prosa, lo que suponía además una toma de postura ideológica,
pues se desvinculaba de los cánones heredados del teatro del siglo
XVII. El respeto de las tres unidades se consigue sin la menor
inverosimilitud. Todo en la obra es moderado: el sentimiento, la
gracia, la amistad, el amor.
La
mujer cobra una inusitada importancia para la época en esta obra. El
tema, como también señalamos al principio, es la imposición
paterna en el casamiento, frente a lo natural y racional, que es el
amor entre dos jóvenes, aunque la educación de la mujer también
juega un papel fundamental. Moratín nos dice con esta comedia que la
autoridad paterna debe ejercerse de una manera no despótica.
La
preocupación de aquellos que como Moratín defendían la libertad de
la mujer en la elección del marido no era tanto por considerarla
capacitada para adquirir las mismas libertades que los hombres, sino,
muy al contrario, porque se pensaba que las bodas irracionales a la
larga provocarían que las mujeres buscaran fuera del matrimonio, y
por lo tanto en una situación de adulterio, el pretendiente que les
gustara.
Estuvo
representándose 26 días seguidos y gustó a todos los públicos
(clases acomodadas y clase media). La clase media se sentía
identificada con la historia. El éxito demostró que el respeto por
la regla de las tres unidades no era incompatible con la popularidad
de una obra, de lo que se deduce que el público permanecía en su
mayoría totalmente ajeno a la polémica.
También
se compusieron tragedias neoclásicas que, como las comedias,
se atienen a las tres unidades dramáticas. Solían mostrar
personajes históricos y estaban ambientadas e inspiradas en la Edad
Media española o en la antigüedad grecolatina. Algunos ejemplos
destacables son: La Raquel de García de la Huerta, Guzmán
el Bueno de Moratín padre o Pelayo de Jovellanos.
OTRAS
PIEZAS QUE SE REPRESENTABAN.
—sainetes:
son piezas breves y humorísticas que reflejan tipos y costumbres
populares, y que se convirtieron en el espejo de los aspectos
pintorescos y cómicos de la vida cotidiana, del lenguaje y usos del
pueblo. Su finalidad era divertir al público mediante los
diálogos cómicos e ingeniosos y la caricatura.
En
la composición de estas piezas menores debemos destacar a Ramón
de la Cruz, que fue convertido por la crítica en defensor del
casticismo frente al afrancesamiento. Su obra más importante fue El
Manolo, un remedo a la tragedia neoclásica en la que hace que
mueran todos sus personajes sólo para respetar las normas del
género.
—teatro
musical o tonadillas, antecedentes del género chico.
—comedias
de teatro, que suponen el precedente del teatro
romántico. El texto es un pretexto para crear espectáculo. Son
comedias de santos, de magia y de militares; también tuvieron mucho
éxito las comedias lacrimosas o sentimentales, en las que abundaban
las escenas patéticas para poner en evidencia la falta de
comprensión de la sociedad. La obra que dio el espaldarazo al género
fue El delincuente honrado de Jovellanos.
TEMA 2. LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX: EL ROMANTICISMO.
CONTEXTO
HISTÓRICO
El
siglo XIX español se abre con la Guerra de la Independencia y se
cierra con el llamado “Desastre del 98”.
Tras
la invasión francesa de 1808, sube al trono español José I,
hermano de Napoleón, hecho que desencadenará la Guerra de la
Independencia y que provocará que el país se divida entre
afrancesados,
que apoyan la invasión (algunos ilustrados que defendieron la
ocupación fueron Moratín o Meléndez Valdés) y los
que se oponen a la invasión extranjera,
grupo muy heterogéneo ideológicamente y que inluía tanto a
ilustrados liberales (como Jovellanos) como a nobles y gran parte del
clero español que veían peligrar su poder y privilegios.
En
1812 se aprueba la Constitución, de signo liberal, en las Cortes de
Cádiz, pero dos años después queda anulada al llegar al trono
Fernando VII. Su reinado se abre con seis años de rígido
absolutismo y continúa con un periodo liberal de tres años conocido
como “Trienio Liberal” (1820-1823) que impone el levantamiento de
Riego en 1820, pero de nuevo se restaura el poder real absoluto,
periodo que durará hasta la muerte del monarca en 1833. El reinado
de Fernando VII se caracteriza por una etapa de fuerte represión que
obligó a muchos intelectuales liberales a huir a Francia o a
Inglaterra, hecho también de gran trascendencia pues a su regreso
trajeron consigo las nuevas ideas y tendencias culturales que
estaban cuajando en Europa.
Durante
la minoría de edad de Isabel II (1833-1843), asume la Regencia su
madre, María Cristina. En este periodo se dan los primeros pasos
hacia la instauración de un régimen liberal y comienzan a
regresar los liberales exiliados.
Pero
la relativa tranquilidad que supone la muerte de Fernando VII se va a
ver pronto rota: el reinado de Isabel II (1843-1868) fue perturbado
por las Guerras carlistas, que enfrentó a los conservadores o
carlistas y los liberales, y que ensangrentaron el país y
ralentizaron el progreso. En su conjunto, el reinado de Isabel II fue
una etapa de rápido desarrollo económico y de afianzamiento de la
burguesía.
En
1868 la revolución conocida como la Gloriosa acaba temporalmente con
la monarquía borbónica y hace que los liberales vean de nuevo la
posibilidad de gobernar el país. El Sexenio Revolucionario
(1868-1874) se vio marcado por los continuos cambios de gobierno.
La
Restauración borbónica llegará en 1875 con Alfonso XII. Es una
época de paz y estabilidad que produjo una cierta pacificación de
los espíritus, aunque no dio solución a los graves problemas
españoles y desembocó en la derrota del 98.
La
muerte del rey en 1885 hace que liberales y conservadores lleguen a
un acuerdo de alternancia en el poder. Es un período de grandes
transformaciones sociales, pero el desarrollo económico resulta
insuficiente en comparación con el crecimiento de la población.
Mientras
tanto, las colonias americanas españolas empiezan a luchar por su
independencia, que irá siendo progresiva durante todo el siglo XIX
hasta que en el desastre del 98 España pierde Cuba, Puerto Rico y
Filipinas.
EL
ROMANTICISMO
El
Romanticismo es un movimiento no sólo literario, sino también
ideológico, que alcanzó a todas las manifestaciones de la
cultura del siglo XIX. Tuvo su origen en la Alemania del siglo XVIII
( “Sturm und drang”)y surgió como un movimiento cultural que se
opone a los principios de la Ilustración y que es
consecuencia de la profunda crisis social de un mundo en acelerado
cambio. El declive de los valores tradicionales, la
despersonalización del individuo ante la masa, el auge del
materialismo..., condujeron al rechazo de la nueva realidad
bien añorando un pasado perdido, bien forjando mundos ideales, bien
reivindicando un progreso que tuviera un modelo social más humano y
en el que tuviera cabida la imaginación, la espiritualidad y la
justicia.
Como
movimiento estético supuso
una reacción contra el
Neoclasicismo
francés de los siglos XVII y XVIII, internacional y racionalista,
que suponía una interpretación rígida y escueta de las normas y
preceptos de la literatura grecolatina. Se rompe
con las reglas
y con la moderación y el buen gusto: los románticos mezclaron los
géneros, combinaron prosa y verso en muchas obras, recurrieron a la
polimetría en la lírica y en el teatro, rompieron con las tres
unidades dramáticas y mezclaron de nuevo, tanto en novelas como en
dramas, lo trágico con lo cómico.
El
subjetivismo y
el individualismo
adquieren categoría de dogma, por eso el romántico despreciaba el
aspecto externo del poema, la forma por la forma, atento únicamente
a la creación individual y subjetiva. En las obras se expresa el
alma exaltada del autor, cuyas ansias infinitas chocan con los
límites que les impone la realidad circundante. Esos anhelos son de
amor, pero también de justicia social, de añoranza del tiempo ido,
de deseos de felicidad frustrada.... El genio
creador
se impone por encima de todo.
Se
defiende el instinto,
la intuición
y la imaginación
como formas de conocimiento, ya que la razón es incapaz de descubrir
la esencia de la vida (irracionalismo).
Ahora
bien, ese subjetivismo exacerbado tenía que llevar forzosamente a
buscar la soledad, el
aislamiento, la lejanía y el drama: el
romántico se siente distinto a los demás y afirma constantemente su
yo frente
al resto del universo, por eso busca la evasión
hacia un mundo ideal, del que procede el gusto por la Edad
Media,
que en España lleva a la revalorización del romance
y
a la exaltación y dramatización de tantas y tantas leyendas
medievales
que andan dispersas en crónicas y romanceros (por eso también
despreció lo pastoril). Cobra por ello importancia también el
elemento mágico y
maravilloso, presente
en casi todas las leyendas, lo mismo en prosa que en verso (ej: Maese
Pérez, el organista de
Bécquer o A
buen juez, mejor testigo de
Zorrilla).
El
paisaje
se convierte en la proyección
espiritual del poeta: se
exaltan las ruinas, la nocturnidad, lo tormentoso y sepulcral, lo
triste y melancólico. Cambia la visión serena y dulce, clásica,
del paisaje, y se da paso a la devoción por una naturaleza
agreste,
dura, sin pulimentos, en libertad, virgen.
Es
frecuente el contraste entre lo
feo y lo desagradable
(elogio del patíbulo, de los bajos fondos, por Espronceda) y la
exaltación
de la mujer y del amor. La
mujer es un producto de la circunstancia del poeta y aspira a que sea
una proyección de su espíritu. La mujer, como el paisaje o la
sociedad, es una creación subjetiva. Naturalmente, este choque entre
lo real y lo ideal, entre la hipersensibilidad del hombre romántico
y el mundo prosaico que le rodea, le ocasiona un tremendo desengaño,
una decepción que
se traduce en el suicidio
(como Larra) o en esa desesperación
y melancolía romántica
tan enfermiza y tan fácil de distinguir en la lectura de muchos
poemas, como es el caso de Canto
a Teresa de
Espronceda o las Rimas
de
Bécquer.
Su
Idealismo
les
hizo buscar, no lo bello, lo justo o lo libre, sino la Belleza, la
Libertad y la Justicia en términos absolutos, lo que les provoca una
sensación de insatisfacción constante.
En
oposición al internacionalismo dieciochesco, el Nacionalismo
reivindica
el concepto de pueblo como entidad espiritual a la que pertenecen un
conjunto de hombres con características comunes (historia, lengua,
costumbres). Se exalta lo peculiar de cada país, y fruto de ello
serán el costumbrismo
y la preferencia por los temas legendarios e históricos. Además,
se desea conferir rango literario a las lenguas vernáculas:
aparición de regionalismos y nacionalismos.
El
Romanticismo en España es impulsado e introducido de manos de los
emigrados
en
Europa que huyeron durante la época absolutista como Ángel
Saavedra, Espronceda o Martínez de la Rosa. El
apogeo del Romanticismo español comprende los años que van desde
1834 a 1850.
EL
ROMANTICISMO EUROPEO.
ALEMANIA
El
Romanticismo europeo tiene su cuna en la Alemania del siglo XVIII en
la que se creó el movimiento conocido como Sturm und Drang, que
pronto se extendió por toda Europa. Será la poesía lírica el
género que mejor se preste a la expresión del sentimiento
romántico. Entre sus autores tenemos que destacar:
—F.
Hölderlin, cuyo
modelo es la Grecia clásica: El
archipiélago.
—Novalis:
sus
Himnos
a la noche
son la consecuencia de la muerte de su amada y en ellos nos muestra
la nueva forma subjetiva e intuitiva de entender el mundo.
—H.Heine:
gran
sensibilidad y feroz estilo satírico. Destaquemos Sueños.
En
la narrativa destacan los cuentos de E.T.A. Hoffman y en el teatro H.
von Kleist.
INGLATERRA
La
publicación de las Baladas
líricas de
Wordsworth
y Coleridge
en 1798 inaugura el Romanticismo inglés. En ellas se ensayan nuevas
posibilidades poéticas. Los autores más destacados fueron: L.
Byron
(canalizó la crítica a la sociedad contemporánea a través de sus
poemas), P.
Shelley
(poesía inconformista e irreverente debido a la injusticia y a la
tiranía generadas por la sociedad; destaca Adonais,
elegía que dedicó a Keats), J.
Keats
(poesía subjetiva e individualista cuyo eje central es el amor a la
belleza; destaca Endimion).
En narrativa cabe destacar Walter
Scott,
autor de la novela Ivanhoe
y
cuya muerte marca el final del Romanticismo inglés.
FRANCIA
La
introducción del Romanticismo en Francia corre a cargo de Madame
de Stäel
y de Chateaubriand.
Otros autores a destacar en el ámbito de la novela: George
Sand
(Aurore Dupin), que defendió los derechos de la mujer y su
independencia; Alejandro
Dumas,
autor de Los
tres mosqueteros y
El
conde de Montecristo.
; Victor
Hugo:
principal novelista de la primera mitad de siglo en cuya obra toma
partido por los oprimidos como en Nuestra
Señora de París o
en Los
Miserables (denuncia
de la injusticia social de la época a través de su protagonista).
En
poesía podemos destacar a Lamartine
y a Musset.
ROMANTICISMO
ESPAÑOL.
POESÍA.
La
libertad y el rechazo a las normas convierten la poesía lírica en
el mejor vehículo de expresión del yo romántico. Sus temas
habituales son la melancolía o el hastío y el tono pesimista y
desalentado, o, por el contrario, la exaltación y la protesta contra
las normas sociales o contra la vida misma. Sus ambientes preferidos
son la noche, los lugares apartados, los cementerios, el mar
embravecido, la tormenta.
En
cuanto a la métrica: polimetría
y combinación de distintos metros y estrofas en el mismo poema.
Fundamental será también la adopción de un lenguaje
simbólico
(por ejemplo, las desilusiones se comparan con las hojas caídas de
los árboles), la búsqueda de imágenes
nuevas
diferentes a los tópicos clasicistas, y el uso de expresiones
y palabras llamativas
por su sonido, por su significado, por ser poco frecuentes o
demasiado vulgares y poco "poéticas" ”( piélago,
aquilón, fulgor, harapo...). Abundan también las exclamaciones
e interrogaciones
retóricas en correspondencia con la exaltación sentimental.
Pero
no fue la poesía lírica la que gozó de más éxito en este
período, sino la llamada poesía narrativa. El verdadero
lirismo romántico se dará en la poesía española más tarde que en
los demás géneros con las figuras de G.A Bécquer y Rosalía de
Castro (ya en la segunda mitad). En esta época destacan como
cultivadores de la poesía lírica el Duque de Rivas, Martínez de la
Rosa, Gertrudis Gómez de Avellaneda... pero sin duda el poeta que
más se ha valorado en la historia literaria es José de
Espronceda.
José
de Espronceda (1808-1842)
Fue
un joven rebelde, inconformista y defensor del liberalismo de cuya
vida cabe reseñar su relación amorosa con Teresa Sancha, una mujer
casada que murió joven y que dejó una honda huella en el poeta.
Dos
son los poetas extranjeros que influyeron fuertemente en Espronceda:
Ossian, del
que tomó temas como la huida irreparable del tiempo, la impotencia
del hombre, que sobrevive a todo lo que ama, el deseo de conservar en
la memoria los tiempos que no han de volver con una actitud añorante,
la nada de las esperanzas humanas o la apóstrofe a los astros; y
Lord Byron.
La
base más sólida de la fama de Espronceda la constituyen sus cinco
Canciones
(Canción del pirata, El canto del cosaco, El mendigo, El reo de
muerte, El verdugo) junto
con sus dos poemas largos: El
Estudiante de Salamanca y
El
diablo mundo.
Las
Canciones.
En
ellas destaca unitariamente el inconformismo
y la rebeldía
ante una sociedad que está podrida, por eso busca la libertad
al margen de las estructuras establecidas. La crítica apunta a que
las cinco figuras (pirata, cosaco, mendigo, reo de muerte o verdugo)
son creaciones simbólicas de su ideal de libertad. Sin duda la más
famosa de todas ellas es la Canción
del pirata,
que supuso una innovación
rítmica
(variedad) y temática,
al concentrar en ella todos los rasgos
típicos del romanticismo. En
el Pirata Espronceda canta desde dentro de él, en primera persona:
El
Estudiante de Salamanca
El
poema consta de 1704
versos y es una leyenda
fantástica de contenido simbólico,
con la que el autor pretende expresar el concepto romántico del
mundo. Se ha señalado la influencia de L.
Byron
y de Tirso
de Molina
para la creación del personaje del poema, Don Feliz de Montemar, un
personaje insolente y vanidoso que pasa la vida entre amores y juego,
desafiando a hombres y cortejando a mujeres a las que después
abandona sin ningún remordimiento
El
poema se estructura polimétricamente
en cuatro partes: la métrica se adapta al movimiento del asunto. En
la primera parte asistimos a la descripción del protagonista y al
abandono de Elvira, ángel de amor, que en la segunda parte enloquece
de pesar y muere. En la tercera (que es como un intermedio en forma
dramática), don Félix asesina al hermano de Elvira. En la cuarta
parte entramos en los dominios de lo sobrenatural y lo fantástico y
el Romanticismo se apodera del poema y el estruendo
macabro
resuena en todo el poema. Hay, además, una perfecta conjunción
entre los pasajes
narrativos,
lo
dramático
(el diálogo de las escenas de la parte tercera) y las
partes líricas
(parte segunda).
El
diablo mundo
Es
un extenso
poema
inconcluso simbólico-filosófico
que consta de una Introducción
y
seis Cantos,
de
los que destaca por su belleza el Canto II, Canto
a Teresa,
que según el propio autor es “un desahogo de mi corazón; sáltelo
el que no quiera leerlo, sin escrúpulo, pues no está ligado de
manera alguna con el poema”. Este Canto
no
es sólo la elegía
por
la muerte
de Teresa
Sancha (con la tuvo un hijo y que luego lo abandonó), mujer que
vivió su vida intensamente, sino la elegía por el
fracaso vital,
del que es el amor la más exacta cifra, la elegía a
la juventud y los placeres perdidos.
La vida de Teresa se traduce en un ritmo: el movimiento tranquilo de
la pureza (río), la marcha agitada de la pasión (torrente) y la
inmovilización pútrida del estanque.
Recoge
los temas
típicos de la tradición elegíaca como el ubi sunt y el carpe diem.
En El
diablo mundo expresa
el autor su
rebeldía contra el mundo,
el vivir agobiado por la edad y amargado por las experiencias. El
mundo
no es bueno ni armónico,
está mal hecho. El protagonista, Adán, es un hombre sin pasado ni
recuerdos, un anciano rejuvenecido enfrentado a una sociedad regida
por el mal. La salida es la contemplación.
Tras
una primera generación de poetas románticos en la que destacó
Espronceda los autores se lanzan a la búsqueda de un romanticismo
más espiritual y sencillo en su expresión. Mucho más tarde, pasado
ya el movimiento romántico en Europa y cuando dominan otras
tendencias artísticas, aparecen en nuestro país las mayores figuras
del romanticismo español: G.A. Bécquer y Rosalía de Castro.
Gustavo
Adolfo Bécquer (1836-1870)
Nació
en Sevilla, pero se trasladó a Madrid, donde vivió de su oficio de
redactor del periódico El
Contemporáneo,
en el que publicó muchas de sus leyendas, tradujo obras de teatro y
fue censor de novelas. Se casó y se separó, aunque al final de su
vida volvió a vivir con su mujer. Fue un hombre que sintió devoción
por el pasado, pero también admiración por el progreso y fe en el
porvenir. Murió en Madrid a causa de una pulmonía a la edad de 34
años.
Destacaremos
de su poesía las Rimas
y de
su obra en prosa las Leyendas.
Las
Rimas
Un
total de 79 poemas que constituyen un
solo poema de amor
en el que el poeta habla de su vida interior a un “tú”
como si de una carta o conversación se tratara, y que muestran un
proceso que va de la inocencia al pecado, de la ingenuidad a la
decepción.
Se
suele decir que la poesía de Bécquer es “ natural,
breve, seca”.
En efecto, sus poesías son breves y en ellas utiliza un número
limitado,
pero suficiente, de recursos retóricos entre lo que prefiere la
comparación, ya que el “como” explícito le da un aire de
sinceridad. Prefiere la rima
asonante
y se vale de una gran riqueza
de combinaciones estróficas:
utiliza los versos de la tradición española, con dominio del
endecasílabo
y del heptasílabo,
y con un uso frecuente del pie
quebrado
que le permite eficaces giros en el ritmo. Su poesía es un ejemplo
de conciliación
entre poesía culta y popular. La crítica afirma la musicalidad de
los poemas de Bécquer. Como vemos, bajo la aparente sencillez se
esconde una gran
elaboración.
Logra la apariencia de una poesía
confidencial
en tono de conversación íntima entre el lector y el poeta.
Su
expresión es sencilla,
nada grandilocuente, y se le puede considerar antecedente del
Simbolismo ya que más que describir alude
a
ideas y sentimientos interiores mediante vocablos que designan
realidades exteriores. En el léxico abundan los vocablos que se
refieren a la luz
(símbolo del bien, de la alegría; es el ideal, y la forma de unirse
al ideal, es el beso) y a la
oscuridad (es
el misterio, el pesar).
Suelen
dividirse temáticamente en cuatro partes:
—Rimas
I-XI:
suponen una reflexión sobre la misma poesía y el fenómeno
espiritual de la creación literaria.
—Rimas
XII-XXIX:
el poeta trata del amor y de sus efectos en el alma (exaltación
amorosa). El amor aparece identificado con la mujer, que es la
expresión máxima de la belleza, pero que es un ideal porque es
inaccesible, un misterio que se desvanece o un sueño.
—Rimas
XXX-LI:
se centran en la decepción y el desengaño.
—Rimas
LII-LXXIX:
es el grupo más variado y recoge la depuración última de la
experiencia vivida por el poeta, realizada sobre todo en la soledad
en que queda frente al mundo y a la muerte. El sentimiento dominante
es el dolor y la angustia que se proyecta sobre la condición humana,
la muerte, la pregunta por la inmortalidad.
La
obra en prosa: Leyendas
Son
veintiocho relatos cortos de carácter fantástico y ambientación
romántica. En ellas tratará temas
como
la mujer ideal y el amor imposible (El
rayo de luna), lo
exótico (El
caudillo de las manos rojas), el
ansia del amor absoluto... Sus dos temas centrales son la fuerza
del amor
y la presencia en la vida cotidiana de lo sobrenatural
y maravilloso.
Ambos expresan la insuficiencia
de la razón
para comprender el mundo, ya que la realidad no es racional.
Sus
personajes representan ideas:
suelen ser caballeros, galanes, artistas o bellas mujeres. Aquellos
que aspiran al amor no lo consiguen, pero sí quienes miran a Dios.
El
acierto de Bécquer fue crear un nuevo
género:
la
leyenda lírica
o poemas
en prosa,
prosa que destaca por su ritmo y por la insistencia en imágenes
plásticas y sonoras.
Bécquer
sitúa las leyendas en un tiempo
lejano (suele
remontarse a la Edad Media), aludido vagamente. Los espacios son
naturales
o ámbitos
sagrados,
es decir, lugares no
contaminados por la
razón
o la civilización. La estructura
argumental
de las leyendas está poco desarrollada: lo que ocurre en el interior
de los personajes es más importante que los hechos exteriores. No
todas se narran de manera novelesca, sino que el escritor dice haber
llegado hasta ellas de algún modo, a través de una experiencia
personal y este marco de la pesquisa para dar con la información se
integra en el relato legendario.
Las
leyendas siempre transmiten un mensaje
ético: casi
todos los personajes están aprisionados en su falta de fe, en su
orgullo o en su vanidad, y la única salida es la
conversión
o el
infierno.
Muchas veces las fuerzas del mal están representadas por una mujer
que lleva al hombre a la perdición. La figura femenina suele ser la
mejor caracterizada, pero de los rasgos físicos sólo conocemos una
belleza abstracta.
Destacan
entre otras: El
rayo de luna, El monte de las ánimas, Los ojos verdes, El beso,
Maese Pérez el organista...
Rosalía
de Castro (1837-1885)
Nació
en Santiago. El hecho de tener que abandonar su Galicia natal produjo
en ella un sentimiento de profundo desarraigo. Sintió hacia Castilla
un resentimiento tanto social como estético.
Como
Bécquer, escribe una poesía intimista,
une lo
culto y lo popular,
busca la expresión natural y sencilla
de los sentimientos y tiene preferencia por la asonancia.
Pero ella estaba inserta en el mundo, y se hace portavoz de los temas
del proletariado
gallego, expresando con gran lirismo y economía de recursos poéticos
la miseria, el desempleo y la crisis que conducen a la tragedia de la
inmigración.
Escribió
en gallego sus Cantares
gallegos
y Follas
novas. De
su producción es castellano destaca como la mejor En
las orillas del Sar,
en la que domina, como en sus obras gallegas, el dolor, aunque ahora
provocado por el desengaño y la pérdida de las primeras ilusiones.
Cantares
gallegos
(1863) es su primera gran obra y en la que intenta dar a conocer su
tierra. Hay en ella un tono alegre que no volverá a repertirse.
Follas
novas (1880)
tiene dos partes: una primera parte de poemas
subjetivos
en la que destaca la desolada
visión
de la existencia de una persona que está en la plenitud de la vida
(siente que vivir es padecer: identifica vida y dolor); la segunda,
es de carácter
social
y se centra en las familias de los inmigrantes para revelarnos el
carácter heroico de las madres que cuidan a sus hijos en soledad,
sin amor ni consuelo.
En
las orillas del Sar ((1884)
desaparece el mundo exterior y se centra más en su propio
espíritu.
La naturaleza le sirve para expresar sus sentimientos (soledad,
dolor, nostalgia). Su visión del mundo es de extremada desolación.
Destaca la referencia a los “tristes”: seres predestinados
únicamente al dolor. Se refleja también la contradicción que
siente entre la existencia del dolor en el mundo y Dios.
Cabe
destacar en esta autora sus innovaciones
métricas:
deforma las estrofas clásicas y prefiere la asonancia. Escribe en
combinaciones
de versos sin medida regular
que riman en asonante. Sus metros más renovadores son los versos de
14, 16 y 18 sílabas.
Su
estilo: en su afán de claridad no abusa de la metáfora y emplea
numerosas comparaciones.
El recurso más usado es el símbolo,
junto a repeticiones
y contrastes.
Destaca la naturalidad con que se refiere a lo extraordinario.
TEATRO
El
género que
realmente contribuye al éxito del Romanticismo en España es el
teatro, por ser espectáculo, porque llega a más gente.
El
principal género dramático del Romanticismo es el drama, que
es una mezcla de todo, que refleja la complejidad de la vida con su
variedad de clases sociales, mezcla del lenguaje coloquial y culto,
de penas y alegrías.
Los
cuatro o cinco dramas más representativos del Romanticismo español
tienen unas características comunes que son las siguientes:
—la
voluntad de romper
con las estructuras del drama neoclásico
impone la libertad
como principio creador, de ahí la ruptura de las fronteras que
separan los
géneros dramáticos
(búsqueda de nuevas sensaciones y emociones) o la mezcla
de la prosa
(escenas narrativas) y el verso
(escenas líricas) de acuerdo con los estados internos (después se
escribirá sólo en verso con una rica polimetría.)
Se rompen
también las unidades
de espacio, tiempo y acción., se amplían los lugares escénicos
(predilección por el panteón, paisaje abrupto y solitario,
tormentas, mazmorras...) y la acción se desarrolla siempre en épocas
pasadas,
con preferencia por la Edad Media, a veces tomando acontecimientos
históricos como marcos del drama.
El
drama romántico se divide en jornadas,
que suelen ser cinco,
y éstas a su vez en escenas.
Las
jornadas suelen llevar títulos,
que resultan a veces muy efectistas (ej, en Don
Álvaro o
Don
Juan Tenorio.)
En
cuanto a los personajes,
los
rasgos definitorios del héroe
del drama romántico son el misterio
(origen desconocido) y la pasión
fatal,
signo y símbolo de la nueva concepción romántica de la vida. Es
portador de un destino adverso para él y para todo el que le rodea.
Hermoso, con una belleza tanto física como espiritual, hay a la vez
en él algo de angélico y diabólico. En medio de esta borrascosa
existencia, la heroína
romántica es un “ángel de luz”, un ser divinizado capaz del
mayor sacrificio y heroísmo y predestinada, desde el momento en que
ama, a la muerte. Alrededor de ellos los demás personajes parecen
existir para oponerse
al
cumplimiento del amor de la pareja protagonista, o para asistir
impotentes
a la catástrofe final.
Los
temas
predilectos serán el
amor,
que se desarrolla en complejas tramas argumentales, y el sino,
que genralemente viene impuesto por una serie de casualidades e
infortunios que conducen a los personajes a la tragedia final. El
dolor y el sufrimiento marcan la vida del héroe.
Es
un teatro muy espectacular, con muchos cambios de luz, peleas
en escena y mucho colorido. La ambientación es muy importante.
Es
evidente que estos elementos no se dieron en todos los dramas
románticos de igual medida: hay primero una introducción, después
un momento de plenitud y exaltación frenética y finalmente,
truncada la trayectoria romántica, triunfa el drama histórico.
Son
pocas las obras que configuran el teatro propiamente romántico:
La
conjuración de Venecia, Martínez
de la Rosa (1834): es un drama político lleno de efectismo y
sentimentalismo romántico. Parte de un hecho histórico, las luchas
por el poder en la Venecia del siglo XIV, al que añada la historia
de amor entre Ruggiero y Laura, casados secretamente. El autor
defiende la libertad, pero una libertad que respete las normas de la
sociedad.
Macías,
Larra
(1834): tema del amor adúltero que lleva a la muerte, obsesión para
el autor, que se identificaba con el protagonista. Cuenta los amores
y la muerte del trovador gallego Macías, enamorado de Elvira, dama
de la corte que está casada con otro hombre.
Don
Álvaro o la fuerza del sino, Duque
de Rivas (1835): su estreno causó mucho asombro debido a que su
autor incorpora los grandes temas
del
Romanticismo: el hombre marginado, el amor, la superstición, el
pesimismo, la melancolía, la incorporación del lenguaje
cotidiano... Por encima de todos, la fuerza del
destino
que se impone a la voluntad del hombre y que es producto de una serie
de casualidades fatídicas que le empujarán al suicidio como única
salida. La fatalidad es el verdadero eje del drama.
Rompe,
además, con la regla de las tres unidades dramáticas y mezcla prosa
y verso.
El
Trovador, García
Gutiérrez (1836): sus dos temas centrales son el amor
y
la venganza.
Está
inspirado en un suceso del siglo XV de Aragón: Manrique, el
trovador, es víctima de la venganza pero héroe de amor pues logra
conquistar a Leonor.
Los
amantes de Teruel, E.
Hartzenbusch (1837): dramatiza los amores de Diego Mansilla e Isabel
Segura, asunto que parece ser una tradición local de Teruel.
Don
Juan Tenorio, Zorrilla(1844):
es la obra más representativa del teatro romántico junto con Don
Álvaro.
Fue subtitulada como “drama religioso fantástico” y en ella el
autor retoma el tema
del
libertino que recupera la fe. El drama se basa en la obra de Tirso de
Molina (siglo XVII) El
burlador de Sevilla,
pero el final cambia gracias a su mejor creación: Inés,
ángel
de amor que logra la salvación del libertino y la redención
romántica del héroe. La obra se divide en dos partes bien
diferencias: una comedia de capa y espada (gran despliegue de acción
y violencia, y concentración de tiempo) que consta de cuatro actos
en los que nos presenta la personalidad del héroe (lances, apuestas,
armas de seducción), el encuentro amoroso entre Inés y Don Juan
(rapto de la joven, escena de amor) y la huida del protagonista. Es
una parte muy dinámica invadida de motivos románticos (peleas,
elementos carnavalescos, apuestas, tapias de convento...) La 2ª
parte tiene lugar cinco años después, cuando Don Juan regresa a
Sevilla. Hay una lucha de fuerzas hasta que finalmente triunfa el
amor que redime su vida del libertinaje.
No
dejan de aparecer motivos románticos: sepulcros, cipreses, nostalgia
del protagonista, campanas fúnebres... el ritmo es más lento,
acorde con el estado meditabundo del protagonista. Destacar: el
convidado de piedra y la cena macabra.
Ruptura
de las unidades dramáticas y rica polimetría.
PROSA
Salvo
contadas excepciones, no hay durante la primera mitad de siglo
prosistas de calidad. Sin embargo, sirve de preparación para la
novela de la etapa posterior. Hay que destacar, por otra parte, el
desarrollo de un entramado editorial que multiplica las publicaciones
periódicas y hace rentable la publicación de fragmentos de
obras extranjeras y la crítica literaria. Nace la figura del
redactor o colaborador periodístico y los escritores
comienzan a poder vivir de su trabajo en prensa.
El
género más representativo de la prosa romántica es la novela
histórica.
Las principales producciones del género son El
doncel de don Enrique el Doliente, de
Larra y Sancho
Saldaña de
Espronceda. Los protagonistas no son grandes figuras históricas sino
personajes de segunda fila o inventados. El narrador es el principal
elemento estructurador de la obra e interviene constantemente en el
relato: recuerda datos históricos al lector, aclarando la
interpretación... El lenguaje está lleno de arcaísmos en
consonancia con la época en que se sitúan.
También
se publican novelas
sentimentales o de terror.
A
mediados de siglo comienzan a publicarse novelas
por entregas
que incrementan la masa de lectores, principalmente de público
femenino.
Vinculado
también a la prensa periódica se desarrolla el género literario en
prosa que llamamos costumbrismo
en
los artículos
de
costumbres. Los autores de estos artículos quieren retratar
personajes o situaciones y costumbres característicos de la vida
colectiva en España. Se suelen distinguir dos variantes del artículo
de costumbres: de
tipo,
si pintan personajes, y de
escena
si pintan situaciones. El costumbrismo que domina es conservador
(a
excepción de Larra) y su finalidad es presentar lo propio español
desde la nostalgia: se pretende recordar las costumbres que se están
perdiendo. En estos textos se unen narración y descripción.
Los
principales autores de este costumbrismo conservador son Estébanez
Calderón,
que recreó una Andalucía pintoresca en sus Escenas
andaluzas, y
Mesonero
Romanos
que se dedicó principalmente a retratar el Madrid de la época con
gran detallismo es sus Escenas
matritenses. A
ambos les falta una visión de conjunto de la sociedad y sólo les
interesa lo marcadamente folclórico. Su observación de lo
cotidiano influirá en la creación de ambientes de la novela
realista, que será el género más importante surgido en el siglo
XIX.
Frente
a ellos, Larra muestra un tono progresista en sus artículos e
insiste que la finalidad de los mismos no es agradar (como Mesonero o
Calderón), sino corregir y educar, con esa ansia reformadora de
los males de la patria. España es el tema central de su obra
crítica y satírica, pero su rebeldía melancólica le irían
llevando a la autodestrucción provocada por un alejamiento
cada vez mayor entre su interior y el contexto social.
En
cuanto al estilo, suele ser claro, directo, evidente, muy gráfico y
sencillo. Utiliza mucho la caricatura, las enumeraciones caóticas y
la ironía (como mecanismo principal para desvelar apariencias).
Contribuyó a crear una lengua moderna liberada de adornos gastados
que no significaban nada.
Seudónimos:
Duende satírico del día, Pobrecito hablador, Bachiller Pérez de
Munguía, Andrés Niporesas, Fígaro.
Nos
dejó mas de doscientos artículos, que se suelen clasificar en tres
grupos:
-Artículos
de crítica literaria y cultural,
en los que trata sobre la libertad de expresión, la censura y la
incultura. Pide utilidad en literatura no sólo forma. Gran
preocupación por le teatro de su tiempo del que tenía una visión
muy negativa (malas condiciones de los locales, poca ayuda del
estado, fallos de dirección de los autores...).
-Artículos
de costumbres y de crítica social:
se aleja de sus contemporáneos Mesonero Romanos y Estébanez
Calderón, que crean definitivamente el cuadro de costumbres, pero
que se limitan a pintar, a describir, unos cuadros alegres,
agradables a la lectura y a la vista de lo que hacen imaginar, pero
vacíos, sin intención ulterior alguna. Larra no busca agradar sino
corregir y educar, en ningún caso intenta divertir ni describir lo
pintoresco simplemente, ni se contenta con hacer reír al lector.
Utiliza una sátira aguda e hiriente, con intención de avispa
(aunque sea para corregir defectos y debilidades de comportamiento),
con una patriótica ansiedad de reformador de su propio país. La
labor del escritor satírico ha de ser trascendental y con una
función regeneradora.
Entre
los vicios nacionales que le irritan y preocupan destacan la pereza,
la hipocresía, la brutalidad y el retraso de España, a la cola del
resto de Europa, por lo que reclama una educación básica y
fundamental para el pueblo. En ningún caso personaliza: crea un tipo
risible y caricaturesco,con la intención de que, quienes pudieran
parecerse a este prototipo irrisorio, se corrigieran los defectos.
-Artículos
políticos. Son escritos de agudísimo ingenio, aunque para
muchos críticos, predomina en ellos una calidad y un valor
extraliterarios. Hay que destacar el valor y la arrogancia de un
escritor que, a veces con velada ironía, a veces de cara, comenta la
mediocre política de su tiempo en una época confusa, de censura
absolutista y en la que podía exponerse incluso la vida. La verdad
y la razón son dos de los temas que más le preocupan.
Artículos
más importantes: “El café”, “El casarse pronto y mal”, “El
castellano viejo”, “Vuelva usted mañana”, “La Nochebuena de
1936”, “Los amantes de Teruel”...
TEMA
3. LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX: REALISMO Y NATURALISMO.
A
partir de 1850 se observa en toda Europa un alejamiento
paulatino de las
formas de vida y de la mentalidad dominantes en la época romántica.
En
lo social, la burguesía
se consolida
como clase y deriva hacia posiciones más conservadoras, mientras que
las masas obreras
luchan por
mejorar sus duras condiciones de vida y empiezan a prender las
doctrinas revolucionarias: marxismo, comunismo y anarquismo. El
positivismo (VS
idealismo romántico) es la filosofía característica del momento:
sólo admite como verdadero lo descubierto mediante la observación
rigurosa y la experimentación. Las aportaciones más importantes de
la ciencia son el método experimental (Bernardl), las teorías sobre
la herencia biológica (Mendel) y el evolucionismo (Darwin).
En
España tendrá gran importancia el krausismo,
que defendía
una religiosidad compatible con la razón y una ética basada en la
tolerancia y la convivencia. Fundarán la Institución Libre de
Enseñanza.
La
literatura se
hará eco de las circunstancias sociales y las doctrinas filosóficas,
políticas y científicas, de ahí que el
novelista se proponga una observación rigurosa de la realidad, a
imitación de lo científico; la Sociología y la Psicología
influirán a la hora de reflejar ambientes o analizar personajes; y
el método experimental, el evolucionismo y las teorías sobre la
herencia estarán en la base del Naturalismo. A
diferencia del Romanticismo, no se huye de la realidad sino que se la
retrata, con mayor o menor dureza, a veces con el propósito de
transformarla.
España,
como ya apuntamos en la introducción del bloque anterior, se ve
acuciada por graves problemas sociales y fuertes tensiones
ideológicas: el desarrollo de la industria y de la economía, así
como el auge de la burguesía, fueron más tardíos que en el resto
de Europa y los sectores tradicionalistas seguirán conservando mucho
poder (nobleza y clero); frente a ellos, las masas obreras comienzan
a organizarse; la burguesía liberal estaba dividida en conservadores
y progresistas; y a la izquierda de éstos, aparecen demócratas y
republicanos, aparte de los movimientos revolucionarios. De ahí los
vaivenes políticos: política moderada hasta el el 68, momento en
que La Gloriosa destrona a Isabel II y abre una época progresista;
la Restauración borbónica (1875) llega con Alfonso XII, cierra esta
etapa e implanta un sistema de “partidos turnantes” (progresistas
y conservadores) que tampoco resolverá los problemas básicos del
país, que cerrará el siglo con el Desastre del 98. La cultura se
hace eco de estas luchas entre tradicionalismo y progresismo dando
lugar a lo que se conoció como “las dos Españas”.
Géneros
literarios de la segunda mitad de siglo.
1.
NOVELA
A
mediados del siglo XIX predominan los principios artísticos del
Realismo,
movimiento
cultural de la clase burguesa que surge como resultado de la
depuración de los elementos románticos más idealistas que
encuentran su mejor cauce de expresión en la novela.
En
la NOVELA
REALISTA
española influyeron la tradición de obras de base realista del
Siglo de Oro (picaresca, Cervantes) y el costumbrismo, pero
abandonaron lo pintoresco del costumbrismo más tradicional,
centraron su mirada en Larra y quisieron ser la expresión total de
la sociedad. De la literatura europea bebieron de los grandes autores
franceses (Flaubert, Zola, Balzac y Stendhal), ingleses (Dickens) y
rusos (Dostoievski y Tolstoi).
En
España la nueva etapa áurea de la novela arranca con la publicación
en 1870 de “La Fontana de Oro” de Galdós.
El
novelista lleva a cabo una observación rigurosa que se traduce en
una descripción objetiva y minuciosa de la realidad (personajes,
objetos, ambientes y paisaje), para lo cual se documenta sobre el
terreno tomando apuntes o recurre a libros en los que encontrar la
exactitud ambiental o psicológica.
Dado
que la ubicación
próxima de los
hechos se convierte en requisito indispensable, la sociedad
española contemporánea
será el tema por excelencia.
A
pesar de que se ocupe de la problemática burguesa y defienda su
sistema de valores, abundan las críticas
desde el propio
seno de la misma, fundamentalmente contra aquella parte de la
burguesía que se fue desnaturalizando y quiso ser como la nobleza o
la aristocracia.
El
interés se centra en la vida
urbana,
representada por Madrid, que se caracteriza positivamente frente al
mundo rural, sede del oscurantismo.
La
novela realista nos muestra a un narrador
omnisciente que
se convierte en un cronista que conoce al dedillo todo lo ocurrido y
sabe la vida y milagros de los personajes.
A
éstos los conocemos a través de las palabras del narrador y sus
descripciones (que condicionan por completo nuestra interpretación).
Los protagonistas
son tanto
individuales como colectivos. Siempre hay cierto número de
personajes redondos
(con una
psicología más o menos compleja que van evolucionando a lo largo
del relato) y otros planos
(caracterizados
por un rasgo o muletilla). Los tipos
sociales que
aparecen son muchos (clero, funcionariado, clase política,
empleados...), pero abunda la antítesis
entre el
conservador que se aferra a la tradición y rechaza el progreso y el
positivista, el burgués progresista que aspira a reformar las
estructuras sociales. Realmente la narrativa realista española
prescindió de la clase obrera y sólo se hicieron referencias
superficiales o excesivamente simplistas.
El
lenguaje juega
un papel fundamental. Hay dos estadios bien diferenciados: la voz
del narrador
(estilo más
cuidado y culto, a veces incluso retórico, aunque participa muchas
veces del estilo coloquial de sus personajes) y la voz de los
personajes, que
se convierte en elemento
esencial de su caracterización y se adapta a cada uno de ellos, de
ahí la amplia gama de idiolectos que van del tono más culto al más
vulgar, pasando por las peculiaridades lingüísticas de cada región.
Los
hechos siguen un orden
cronológico, de
ahí que la estructura narrativa sea lineal.
Todo
ello hace que la verosimilitud impere en todas y cada una de estas
novelas.
Todos
estos rasgos alcanzan su máximo desarrollo en:
LA
NOVELA NATURALISTA. El Naturalismo es
una corriente literaria que se desarrolla en Francia impulsada por
Zola y su obra “La novela experimental”: intenta aplicar a la
novela los principios del método experimental y acercarla así a la
ciencia. El novelista naturalista, como el realista, ha de observar
minuciosamente y asumir los mil aspectos del mundo natural; pero,
además, pasa a la experimentación: intenta formular las leyes que
rigen la realidad para adquirir un conocimiento científico de los
fenómenos. Zola intenta experimentar en el alma humana como el
fisiológo sobre la materia con una finalidad práctica.
Por
ello el novelista debe ser objetivo e impersonal, el narrador
impasible (en la mayoría de los casos se quedó en teoría) y
descripción detallada y exacta. La novela se convierte por ello en
una crónica cotidiana y sus personajes son seres corrientes.
El
determinismo es clave en estas novelas: el hombre está determinado
por la sociedad (determinismo
ambiental) y por
la herencia
biológica
(determinismo biológico), y es producto de ambas factores.
El
narrador naturalista no retrocede ante los aspectos más morbosos,
sombríos y
repugnantes de
la sociedad, antes bien, profundiza en ellos ya que, si no se puede
cambiar la herencia biológica, al menos sí se puede aspirar a
cambiar las condiciones sociales en las que viven los hombres.
Le
lengua literaria
está en consonancia con esa imagen degrada de la realidad y se
vuelve más bronca
y cruda.
A
fines de siglo el Naturalismo entra en crisis y se buscan otras
salidas estéticas como el Impresionismo, el Simbolismo, el
Espiritualismo o el Modernismo.
1.1.
PRINCIPALES REPRESENTANTES DE LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA EN
ESPAÑA.
A.
Del Romanticismo a la novela realista.
Este
proceso de transición está representado por autores como:
Pedro
Antonio de Alarcón, cuya
obra más importante es El
sombrero de tres picos.
Jose
María Pereda,
que se acercó al Naturalismo con las minuciosas descripciones que
hizo de la gente de la montaña en El
sabor de la tierruca,
aunque su concepción moral y religiosa de la vida están en las
antípodas de Zola.
Juan
Valera concibió
la novela como un género libre en el que todo cabe. No huye de la
realidad (aunque sí de los aspectos más desagradables o repulsivos
de la existencia) pero la embellece y exalta, a pesar de su
inclinación por las realidades más palpables como comidas o
costumbres populares, y las descripciones psicólogicas de sus
personajes, que captan con hondura la esencia de lo real. Sus obras
van cargadas de intención ideológica pero nunca planteadas en los
términos maniqueos de las novelas de tesis. Pepita
Jiménez es su
mejor obra.
Fernán
Caballero ( Cecilia Böhl de Faber) publica
en 1849 La
gaviota, que
constituye el primer intento de realismo en España, aunque aún
predomine en ella lo más pintoresco del costumbrismo.
B.
Los grandes escritores realistas.
LEOPOLDO
ALAS CLARÍN
Fue
un liberal aferrado al libre examen y al espíritu crítico
reformardor. Las crisis religiosas marcaron su vida y se reflejaron
en muchos de sus personajes; en esta lucha entre fe y razón terminó
llevándole a una honda religiosidad, aunque no a un catolicismo
ortodoxo, ya que lo que más repudió fue la intransigencia e
intolerancia del dogma, de ahí su profundo anticlericalismo.
Como
crítico
literario fue
muy poco indulgente. Su labor está relacionada con su ansia de
reforma y educación. Destacan en su producción de artículos dos
modalidades: la crítica satírica,
en la que
predomina el humor, la ironía, la censura y el sarcasmo (Solos
y Palique);
y la crítica
expositiva, en
la que realiza un examen elaborado y sugerente de una obra
literaria(Ensayos
y revistas).
En
sus cuentos
recrea las vidas
de personajes humildes víctimas de la sociedad. Destacaremos Pipá
y ¡Adiós
cordera!
Como
novelista
se burla del
Romanticismo en Su
único hijo. En
su obra cumbre, La
Regenta, el
autor pasa revista a toda la sociedad de su época a través de la
historia central de Ana Ozores, que se inspira en Enma Bovary, cuyo
perfil psicológico es extraordinario y rico en matices. La novela
está cargada de crítica social y de un fuerte anticlericalismo:
Vetusta nos muestra una sociedad en la que la revolución burguesa no
se ha consolidado y se ha aliado con el antiguo régimen para
esconder baja una máscara de modernidad los modos de vivir
tradicionales. También hay que destacar el desarrollo del estilo
indirecto libre.
BENITO
PÉREZ GALDÓS.
Fue
un escritor muy prolífico que pudo vivir de su pluma: 32 novelas, 42
Episodios Nacionales, 24 obras dramáticas, prólogos, artículos y
cuentos. Sus muchos viajes por España le pusieron en contacto con la
vida y los problemas de las gentes: no le gustaba lo que veía y
decidió buscar la raíz de los males que acuciaban al país. Captó
como nadie los cambios de la vida colectiva y personal, centrándose
en la vida de Madrid. Se fue desengañando poco a poco de la clase
media: de un “radicalismo” burgués inicial llegó a una crítica
amarga del “quiero y no puedo” de las clases medias. En su
trayectoria novelística podemos destacar:
a.
Los Episodios
nacionales, 46
relatos que reconstruyen la historia de España desde la batalla de
Trafalgar hasta la Restauración borbónica, y con los que crea una
nueva forma de novela histórica en la que ficción y realidad se
funden para dar una imagen verosímil del país.
b.
Novelas de la primera época, entre
las que mencionaremos La
Fontana de Oro, El audaz
o La sombra.
c.
Novelas de la intolerancia religiosa, centradas
en la denuncia del clericalismo, como Doña
Perfecta, Gloria y
La familia de León Roch. De
esta misma época es
Marianela.
d.
Novelas contemporáneas. En
Misericordia da
cabida al naturalismo europeo: el determinismo ambiental pesa a lo
largo de todo el relato. Madrid aparece casi siempre como personaje
colectivo. Esta tendencia continuará en Tormento,
Miau o Tristana.
La cumbre de
este periodo es Fortunata
y Jacinta.
e.
Novelas de la última etapa, en
la que predomina el espiritualismo y la pobreza como modo de vida, y
en las que se aprecia la influencia de Tolstoi o Dostoievski:
Misericordia y
Nazarín.
C.
La novela naturalista.
Está
representada por autores como Emilia
Pardo Bazán,
que ensayó el naturalismo pleno en Los
pazos de Ulloa, y
Blasco Ibáñez, de cuya producción destacaremos Cañas
y barro y Entre
naranjos.
2.
EL TEATRO
Los
géneros dramáticos del Romanticismo persisten y evolucionan a lo
largo de la época realista: el
drama histórico
aún tenía mucho éxito, principalmente la comedia político-moral,
cargada de enseñanza moralizadora.
El
otro gran género dominante es la alta
comedia,
creada en las postrimerías del Romanticismo. A lo largo de 50 años
la comedia burguesa evolucionará considerablemente: se acercará al
realismo con Enrique Gaspar, se cargará de melodramatismo con
Echegaray y desembocará finalmente en la comedia benaventina. La
alta comedia continua con algunos tópicos románticos. Los
personajes están poco desarrollados psicológicamente y la
repetición de caracteres hace que se estereotipen. Son obras de
carácter moralizante en las que siempre hay un final feliz.
Continúa, por tanto, la tradición pedagógica de la comedia
moratiniana. La pretensión de sus creadores es “fundir la mayor
belleza ética con la mayor belleza dramática”. Es un teatro donde
lo fundamental es expresar una ideología, a la que se supeditan
conflictos y personajes. Los temas predilectos de la alta comedia
son la más cumplida expresión del nuevo estado moral traído por el
cambio económico.
Autores:
López de Ayala, José de Echegaray y Manuel Tamayo y Baus.
Los
géneros
musicales
tales como la zarzuela, la ópera bufa, la revista y el sainete
gozaron de gran éxito.
En
la poesía
intimista postromántica
destacaron los dos “románticos rezagados” que estudiamos en el
bloque anterior: Bécquer y Rosalía de Castro.
La
mentalidad burguesa y realista no favoreció el desarrollo del
lirismo: la poesía no es tanto expresión del individuo como
exaltación de los valores familiares y religiosos de esta clase.
Las tendencias típicas del momento son:
—Poesía
realista antirretórica:
se caracteriza por un lenguaje prosaico alejado del Romanticismo. Su
principal representante es Ramón de Campoamor, que defiende un
lenguaje claro y sencillo que acerque la poesía a la prosa. En su
obra destacan Humoradas
y
Pequeños
poemas.
—Poesía
realista grandilocuente:
enlaza con el Neoclasicismo y su principal representante es Gaspar
Núñez de Arce, que compone poemas con un lenguaje cercano a la
oratoraria política del momento. Citaremos Gritos
del combate
(1875).
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