Otra duda que soléis plantear a la hora de hacer los comentarios de texto es el registro. En el libro de 1ª Bachillerato teníais una buena explicación en la páginas 12 y 13. Enfocamos la explicación de este apartado de forma práctica, es decir, hacíamos referencia a los niveles de uso lingüístico en los comentario de texto. Como parece que no quedó muy claro, echarle un vistazo al libro del año pasado. De todas formas, aquí os dejo un resumen de los aspectos más importantes.
CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE VULGAR, MARGINAL Y COLOQUIAL.
1. INTRODUCCIÓN: VARIEDADES SOCIOCULTURALES EN EL USO DE LA LENGUA
2. NIVEL CULTO
3. NIVEL COLOQUIAL
4. NIVEL VULGAR
5. LAS JERGAS
1. INTRODUCCIÓN: VARIEDADES SOCIOCULTURALES EN EL USO DE LA LENGUA
Resulta difícil discernir si las personas se asocian porque
hablan igual, o hablan igual porque están juntas; pero lo que sí resulta
evidente es que lengua y sociedad se hallan comprometidas, vinculadas,
interrelacionadas. “El lenguaje es el hecho social por excelencia, resulta de
los contactos sociales”. En este sentido, la Sociolingüística trata del estudio de la lengua en relación con los
aspectos sociales del individuo (sexo, edad, profesión, nivel económico,
cultura...)
A cada una de las variedades socioculturales o diastráticas
existentes en una lengua se le llama dialecto social o sociolecto. Las causas
de la existencia de un determinado dialecto social no son de índole lingüística
sino que son ajenas a la lengua misma y las estudiamos en el tema anterior, a
pesar de ello, conviene recordarlas:
El sexo.
Aunque en la sociedad actual la igualdad entre hombre y mujeres en aspectos
legales y de educación institucional sea plena, en realidad perviven usos
educativos diferentes a nivel familiar, trabajos y actividades que se
consideran más apropiados de un sexo que de otro (servicio militar, por
ejemplo). Estas diferencias educacionales, laborales o de norma social
favorecen que el habla de los hombres y de las mujeres sea diferente.
La edad.
Generalmente, los jóvenes suelen ser más asistemáticos e innovadores en el uso
del idioma, mientras que las personas maduras aceptan mejor la norma y los
ancianos son arcaizantes. La influencia de la televisión, por otra parte, es la
causa de que entre los jóvenes se tienda a abandonar algunos rasgos dialectales
que perviven en los adultos.
En entorno
. El entorno rural o urbano condiciona el uso de la lengua, hasta el punto de
aparecer jergas de ciudad que intentan diferenciar al hablante de la gran urbe
del campesino. En el plano léxico, la ciudad suele ser más innovadora.
La actividad
laboral es también motivo de
diversidad, sobre todo en el plano léxico-semántico. Garlopa, escofina, gubia,
raedera... son términos propios del habla de los carpinteros, desconocidos por
personas que no tengan ese oficio.
Las jergas
de determinados grupos sociales que persiguen la ocultación o la
diversificación premeditada (malhechores, estudiantes, soldados...)
El nivel social del hablante. No se puede
afirmar que haya una jerga de clase social, sino que es el individuo el que,
dependiendo de su formación y del cuidado que ponga en el uso del idioma,
declara a través del habla su pertenencia a un nivel de cultura superior, medio
o ínfimo.
A pesar de que los factores señalados son difíciles de clasificar
desde el punto de vista de la lógica gramatical por ser inestables, poco
perdurables y amplísimos, podríamos agruparlos en torno a tres variedades
socioculturales o niveles de lenguaje: culto, coloquial y vulgar, los cuales
son perceptibles tanto en la lengua oral como en la escrita, aunque en ésta
última, por el carácter artificial que tiene -ya que es producto de una
enseñanza regulada y sistemática- las diferencias no están tan marcadas como en
la oral.
La principal diferencia entre los tres niveles
socioculturales señalados estriba en la utilización que cada uno de ellos hace
del código: en el nivel culto se respeta, en el nivel coloquial se ignora a
veces aun conociéndolo y en el vulgar se desconoce. Debe quedar claro de
antemano que la verdadera cultura lingüística reside en saber adecuar el
registro utilizado a la situación comunicativa y al interlocutor. Una persona
que maneje el código elaborado (culto) debe cambiar de registro en una
conversación espontánea coloquial, o cuando hable con individuos que sólo
manejan el código restringido (vulgar); por el contrario, estos últimos están
incapacitados para variarlo y se mantienen siempre en el nivel vulgar.
Vamos ahora a ver por separado cada uno de estos niveles con
sus características:
2. NIVEL CULTO
Se caracteriza por ser el que más se ajusta a la norma y la
respeta:
- Pronunciación cuidada.
- Uso de frases y construcciones sintácticas ordenadas y
correctamente enlazadas.
- Vocabulario amplio, preciso y matizado.
- Riqueza de recursos morfosintácticos (elementos de enlace,
conjunciones variadas y precisas...)
- Es el nivel que habilita al hablante para establecer
comunicaciones formalizadas.
3. NIVEL COLOQUIAL
Obedece a una forma de expresarse sencilla, espontánea,
relajada y familiar propia de la conversación . Sus principales características
serían las siguientes:
- Abundancia de interrogaciones, exclamaciones e
interjecciones que favorecen la función expresiva o fática de la comunicación.
- Frases inacabadas o frases que presentan un orden de
palabras subjetivo o alterado: “Como te coja...”, “A la bebida invitáis
vosotros”.
- Vocabulario coloquial que incluso el propio hablante
siente como inapropiado para situaciones más formales: “pillar”, “muermo”, “a
tope”, “pelas”...
- Modismos, expresiones o giros coloquiales que confieren
mayor expresividad al lenguaje: “lo tengo claro...”, “de bote en bote”, “no dar
pie con bola”, “echar el resto”, etc.
- Imprecisión léxica: se usan palabras de significado muy
general (palabras comodín): “lío”, “chisme”, “tema”, “cosa”, “rollo”,
“historia”, etc.
- Empleo de diminutivos y aumentativos que subrayan el valor
afectivo de la expresión: “partidita”, “peliculón”, “partidazo”, etc.
- Comparaciones, metáforas e hipérboles coloquiales: “se
puso como una fiera”, “se puso como un tomate”, “es un lince”, “es un animal”,
“estaba que mordía”, etc.
- Palabras, partículas o expresiones no informativas que
actúan como fórmulas de apertura -inicio- (“bueno”, “es que”, “pues”, “sí,
señor”, “oye”) o conclusión -cesión- de turno (“conque ya sabes”, “así que tú
verás”, “¿no te parece?”, “¿eh?”, “¿no?”, etc.).
- Partículas o expresiones de relleno, muletillas, frases
hechas, frases cliché: “y él, dale que dale”, “el caso es que”, “escucha lo que
te digo...”
- Elipsis, vacilaciones, balbuceos: “No sé...”, “ya
sabes...”
- Expresiones enfáticas que intensifican la cantidad o
cualidad (“la tira de gente”, “la mar de sana”, “me gusta un mogollón”, etc.
4. NIVEL VULGAR
Este nivel, también llamado código restringido (por la
imposibilidad que tienen las personas que lo usan de cambiar de nivel y por sus
escasas posibilidades idiomáticas) se caracteriza por:
- Limitación
cuantitativamente considerable del número de vocablos. Escaso empleo de
palabras sinónimas.
- Oraciones cortas, gramaticalmente simples, no acabadas con
frecuencia, de sintaxis pobre.
- Empleo simple y repetitivo de las conjunciones o de las
locuciones conjuntivas (o sea, y entonces, porque, así es que, etc.)
- Empleo (aunque decreciente en las generaciones más
jóvenes) de refranes: “Haz lo que quieras, pero quien mal anda...” “Ahora no me
cambio, por la noche todos los gatos son pardos”.
- Fundamentalmente este nivel se caracteriza por la
aparición de numerosos vulgarismos
en los distintos niveles de la lengua: fonético, morfológico, sintáctico y
semántico.
Los vulgarismos fonéticos son pronunciaciones
descuidadas o incorrectas: pueden consistir en el cambio del acento de una
palabra ( *carácteres, *analisis, *intérvalo, *medico) o en la supresión,
adición, alteración o deformación de los sonidos que componen la palabras. Los
más frecuentes son:
- Pérdida o apócope de la parte final de una palabra (*na).
- Pérdida de /d/, /g/ o /r/ intervocálicas (*too, *pa).
- Desarrollo de /g/ ante el diptongo /ue/ (*güeno, *agüelo).
- Contracciones: de preposición + artículo (*pal pueblo); de
pronombres me , te, la, le, se, ante vocal (*m´ha dicho...).
Los principales vulgarismos
morfológicos son:
- Distorsiones en la conjugación de verbos (*sabiera,
*dijéndola, *cabo, *andara...)
- Adición de -s en segunda persona del pretérito perfecto
simple (tú *dijistes).
Son vulgarismos sintácticos:
- Uso de construcciones sintácticas desordenadas, inacabadas
o de sentido incomprensible.
- Leísmo, laísmo y loísmo: uso de le como complemento
directo (coge ese libro y *ábrele) o de lo y la complemento indirecto (ya *la dije que no
viniera).
- Anteposición de pronombres me y te a se :
(*me se ha caído).
- Dequeísmo: uso de la locución “de que” sustituyendo a
“que” (pensamos *de que la propuesta tendrá éxito).
Los principales vulgarismos léxicos consisten en:
- Uso o expresiones con significado o forma erróneos: “luces
*calógenas”, “el *porsupuesto de la obra”, “el *pograma de la Nieves Herrero
está *mu bien”.
- Uso de palabras, interjecciones o expresiones de baja
consideración social (¡mierda!, ¡la hostia!... y otras muchas que, sin duda,
conocéis).
5. LAS JERGAS
A veces los hablantes se comunican con palabras que no
aparecen en el diccionario y que pertenecen a lenguas especiales usadas por
grupos marginados social y culturalmente: lenguaje de la droga, lenguaje de las
prisiones y delincuentes, etc. Estos vocabularios especiales de sectores
marginados son los argots o jergas.
La jerga de la delincuencia (también llamada “caliente”)
procede de la antigua lengua de germanía
usada por la gente del hampa desde los siglos XVI y XVII y combinada en las
cárceles con el caló (lenguaje de los gitanos). El uso de la jerga sirve para
mostrar la pertenencia al grupo y para permitir la comunicación secreta.
Cada profesión u oficio tiene vocabularios especiales
llamados lenguajes, hablas o jergas profesionales. Se trata de repertorios
léxicos que designan objetos propios de esa ocupación: médicos, mecánicos,
constructores, marineros, etc.
Los aficionados a determinadas actividades sociales (toros,
deportes, cazadores, pescadores, etc.) también comparten un léxico o habla
social específica de esa actividad.
Tienen especial vitalidad en nuestra lengua palabras
características del argot juvenil: tío, chungo, colega, mola, guay, etc.:
palabras excesivamente repetidas, de vida efímera, que se usan a modo de
afirmación personal o señas de identidad que acrediten la integración o pertenencia
a un grupo juvenil diferenciado.
El llamado cheli
es un argot que combina palabras del caló, del caliente y de las jergas
juveniles con términos y cadencias de entonación propias del habla urbana y
castiza de Madrid.
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