Lea con detenimiento los siguientes fragmentos textuales y responda a las siguientes preguntas:
a. Enuncie el tema.
b. Señale las características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes.
c. ¿Qué tipo de texto es?
TEXTO 1
a. Enuncie el tema.
b. Señale las características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes.
c. ¿Qué tipo de texto es?
TEXTO 1
Los mimos siempre han
sabido que los movimientos corporales de un hombre son tan personales
como su firma. Los novelistas también saben que, con frecuencia,
reflejan su carácter.
Las investigaciones
acerca de la comunicación humana a menudo han descuidado al
individuo en sí. No obstante, es obvio que cualquiera de nosotros
puede hacer un análisis aproximado del carácter de un individuo
basándose en su modo de moverse —rígido, desenvuelto, vigoroso—,
y la manera en que lo haga representa un rasgo bastante estable de su
personalidad.
Tomemos por ejemplo la
simple acción de caminar: levantar en forma alterna los pies,
llevarlos hacia adelante y colocarlos sobre el piso. Este solo hecho
nos puede indicar muchas cosas. El hombre que habitualmente taconee
con fuerza al caminar nos dará la impresión de ser un individuo
decidido. Si camina ligero, podrá parecer impaciente o agresivo,
aunque si con el mismo impulso lo hace más lentamente, de manera más
homogénea, nos hará pensar que se trata de una persona paciente y
perseverante. Otra lo hará con muy poco impulso —como si cruzando
un trozo de césped tratara de no arruinar la hierba— y nos dará
una idea de falta de seguridad. Como el movimiento de la pierna
comienza a la altura de la cadera, hay otras variaciones. El hecho de
levantar las caderas exageradamente da impresión de confianza en sí
mismo; si al mismo tiempo se produce una leve rotación,
estamos ante alguien garboso y desenfadado. Si a esto se le agrega un
poco de ritmo, más énfasis y una figura en forma de guitarra,
tendremos la forma de caminar que, en una mujer, hará volverse a los
hombres por la calle.
Esto representa el
"cómo" del movimiento corporal, en contraste con el "qué":
no el acto de caminar sino la forma de hacerlo.
La comunicación no
verbal, Flora Davis.
TEXTO 2
¿Suprimir la telebasura? ¿Sólo suprimirla?
Eso es poco. Habría que extirparla, erradicarla, demolerla, fulminarla,
destruirla, aniquilarla, arrasarla y, si me apuran, hasta regurgitarla y
defecarla. Delenda est telebasura. Arranquémosla de cuajo hasta los cimientos,
prendamos fuego a sus techos y paredes y, finalmente, arrojemos sal sobre sus
humeantes y calcinados restos para que jamás vuelva a surgir vida de entre esos
repugnantes despojos.
Lamentablemente, estamos en una democracia, en un régimen de libertades (confío en que se capte la ironía de ese «lamentablemente») y resulta imposible la adopción de medidas tan expeditivas como necesarias, cual pudiera ser el envío de la división acorazada Brunete para que laminara algunos platós de televisión. Por la misma razón, tampoco el Gobierno tiene las herramientas apropiadas para acabar con este peligroso fenómeno. Las sociedades capitalistas no ven con buenos ojos que se coarte a golpe de decreto ley el inalienable derecho de una empresa a ofrecer porquería a sus clientes.
Hay, pues, que encontrar otros métodos para eliminar esta repugnante marea que surge de las pantallas. El primero, sin duda, es el de la educación. Una persona educada y con cierto criterio puede enredarse ocasionalmente en alguna de estas apestosas algas, pero jamás quedará atrapado en ellas. Por el contrario, hay que convenir que existen muchas posibilidades de que los jóvenes que hoy berrean en el estudio de Crónicas Marcianas, mañana sigan haciéndolo. Cuantas más personas inteligentes y rectamente formadas haya, menos telebasura habrá.
Lamentablemente, estamos en una democracia, en un régimen de libertades (confío en que se capte la ironía de ese «lamentablemente») y resulta imposible la adopción de medidas tan expeditivas como necesarias, cual pudiera ser el envío de la división acorazada Brunete para que laminara algunos platós de televisión. Por la misma razón, tampoco el Gobierno tiene las herramientas apropiadas para acabar con este peligroso fenómeno. Las sociedades capitalistas no ven con buenos ojos que se coarte a golpe de decreto ley el inalienable derecho de una empresa a ofrecer porquería a sus clientes.
Hay, pues, que encontrar otros métodos para eliminar esta repugnante marea que surge de las pantallas. El primero, sin duda, es el de la educación. Una persona educada y con cierto criterio puede enredarse ocasionalmente en alguna de estas apestosas algas, pero jamás quedará atrapado en ellas. Por el contrario, hay que convenir que existen muchas posibilidades de que los jóvenes que hoy berrean en el estudio de Crónicas Marcianas, mañana sigan haciéndolo. Cuantas más personas inteligentes y rectamente formadas haya, menos telebasura habrá.
"Un estercolero que deforma las mentes", Javier Lorenzo.
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