martes, 18 de octubre de 2016

2º C. TEMA 3. MODALIDADES DISCURSIVAS I. LA DESCRIPCIÓN Y LA NARRACIÓN.


TEMA 3. MODALIDADES DISCURSIVAS I. LA DESCRIPCIÓN Y LA NARRACIÓN.

TEXTOS DESCRIPTIVOS

CONCEPTO: Describir es representar cosas o personas por medio del lenguaje, explicando sus partes, cualidades o circunstancias. Es decir, representamos lingüísticamente el mundo real o imaginado, expresamos la manera de percibir el mundo a través de los sentidos y a través de nuestra mente que recuerda, asocia, imagina e interpreta.
El contenido de la descripción responde a preguntas del tipo ¿Qué es? ¿Cómo es? ¿Qué partes tiene? ¿Para qué sirve? ¿Qué hace?...
La descripción puede ser la modalidad discursiva dominante de un texto (informe médico, tratado de botánica, presentación de vinos...), pero en gran cantidad de textos aparece como secuencia combinada o incrustada. En el ámbito literario forma parte sustancial de los relatos: junto con la secuencia narrativa y la dialogal es parte esencial de la representación del mundo de ficción; junto con la secuencia expositiva y argumentativa, aparece en textos científicos y didácticos. Atendiendo a diferentes criterios, podemos clasificar las descripciones:
Podemos clasificar los textos descriptivos atendiendo a distintos criterios:

Según la actitud del hablante

Objetiva: fin utilitario, se intenta reproducir la realidad tal como es. El autor no da su opinión personal: se limita a exponer las cualidades del objeto descrito. Predominio de la función representativa o referencial.
Subjetiva: fin estético o literario. El autor mezcla la información sobre lo descrito con valoraciones e interpretaciones propias. Predominio de las funciones expresiva y poética. Puede ser estática ( el autor nos ofrece el aspecto de las cosas de manera estática, como si, inmovilizadas, permanecieran fuera del tiempo) o dinámica (no de trata de fijar una imagen sino de ofrecer una visión viva y animada).
Según el propósito de la descripción (convencer, informar, conmover, criticar...), predominará una u otra función de la lengua:

Referencial: si lo importante es lo que se describe, el referente.

Expresiva: si el emisor describe sentimientos implicándose emocionalmente.

Apelativa: puede haber una intención apelativa, por ejemplo, en publicidad, pues se pretende persuadir e inducir al receptor para que haga algo.

Función estética o poética: si más que lo que describe destaca el cómo está descrito, es decir, la imagen que de lo descrito está creando el lenguaje con el uso de ciertos recursos expresivos que llaman la atención sobre el propio código.

Según el objeto de la descripción:

-personas o personajes:

Autorretrato: si el retratado es el propio autor de la descripción.
Prosopografía: descripción de rasgos físicos (externos) de personas.
Etopeya: descripción de la psicología, el carácter o la conducta de las personas.
Retrato: descripción exterior e interior de personas.
Caricatura: descripción de una persona de la que se deforman sus rasgos.

-lugares, paisajes o ambientes:

Topografía

-sensaciones
-objetos: se incluyen generalmente sus partes, sus características y los rasgos que los definen.

Según la intención comunicativa:

-Técnica: finalidad práctica. Presenta las características del objeto con la intención de instruir al receptor. Está muy próxima a la exposición. Con ella comparte además la descripción técnica su objetividad (léxico denotativo, adjetivación especificativa), su precisión y su claridad. Aparece en textos expositivos de carácter científico, histórico, sociológico, manuales... Terminología específica (tecnicismos) símbolos lógicos y cifras.
Literaria: se caracteriza por su subjetividad y su expresividad. Predomina la finalidad estética sobre la informativa y práctica. El lenguaje es connotativo y está cargado de imágenes y otras figuras retóricas.

Características lingüísticas de la descripción:
Estilo nominal: predominio de adjetivos (especificativos, explicativos o epítetos) y sustantivos.
—Los verbos más frecuentes son los existenciales (haber, ser) y los de estado (estar, permanecer, quedarse) en descripciones estáticas y verbos de movimiento en descripciones dinámicas. Estos verbos forman el conjunto de unidades que sirven para presentar las entidades y sus rasgos. Suelen aparecer en presente y pretérito imperfecto que tienen aspecto imperfectivo.
Sintaxis: predomina la yuxtaposición y la coordinación.
Estilo figurado: en las descripciones literarias aparecen numerosos recursos expresivos.


PRÁCTICA DE TEXTOS DESCRIPTIVOS

Realiza un comentario de texto indicando: a) tema;  b) características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes; c) qué tipo de texto es.

[PARTÍCULAS ELEMENTALES. PROPIEDADES FUNDAMENTALES]

Todas las partículas elementales (p.e.) son objetos de masas y dimensiones extremadamente pequeñas. La mayor parte de las partículas tienen masas del orden de la masa del protón, igual a 1,6.10-24 g. (entre las partículas con masa no nula, resulta bastante menor sólo la masa del electrón: 0,9.10-27 g.). Las dimensiones del protón, pion y otros hadrones son del orden de 10-13 cm. y las del electrón y el muon no se han determinado, pero son menores que 10-16 cm. Las masas y las dimensiones microscópicas de las p.e. ocasionan la específica forma cuántica de su comportamiento. Las longitudes de De Broglie de las p.e., por lo general, son comparables o mayores que sus dimensiones típicas. De acuerdo con esto las regularidades cuánticas son determinantes en la conducta de las p.e.

(M. Projórov, dir., Diccionario enciclopédico de la Física, Ed. Mir, 1996)

EL SOMBRERO DE TRES PICOS, PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN.
El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables habrá echado Dios al mundo. Prendado de su viveza, de su ingenio y de su gracia, el difunto obispo se lo pidió a sus padres, que eran pastores, no de almas, sino de verdaderas ovejas. [...] Fuele tan fácil al tío Lucas rendir el corazón de la señá Frasquita, como fácil le había sido captarse el aprecio del general y del prelado. La navarra, que tenía a la sazón veinte abriles, y era el ojo derecho de todos los mozos de Estella, algunos de ellos bastante ricos, no pudo resistir a los continuos donaires, a las chistosas ocurrencias, a los ojillos de enamorado mono y a la bufona y constante sonrisa, llena de malicia, pero también de dulzura, de aquel murciano tan atrevido, tan locuaz, tan avisado, tan dispuesto, tan valiente y tan gracioso, que acabó por trastornar el juicio, no sólo a la codiciada beldad, sino también a su padre y a su madre.
Lucas era en aquel entonces, y seguía siendo en la fecha a que nos referimos, de pequeña estatura (a los menos con relación a su mujer), un poco cargado de espaldas, muy moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y picado de viruelas. En cambio, su boca era regular y su dentadura inmejorable. Dijérase que sólo la corteza de aquel hombre era tosca y fea; que tan pronto como empezaba a penetrarse dentro de él aparecían sus perfecciones, y que estas perfecciones principiaban en los dientes. Luego venía la voz, vibrante, elástica, atractiva; varonil y grave algunas veces, dulce y melosa cuando pedía algo, y siempre difícil de resistir. Llegaba después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso, persuasivo... Y, por último, en el alma del tío Lucas había valor, lealtad, honradez, sentido común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su categoría social, y cierto espíritu de ironía, de burla y de sarcasmo, que le hacían pasar, a los ojos del académico, por un don Francisco de Quevedo en bruto.

 LA REGENTA, LEOPOLDO ALAS CLARÍN.
La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.

Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.


TEXTOS NARRATIVOS

CONCEPTO: Consiste en contar o relatar sucesos, historias que se suceden en el tiempo. Narramos para informar, para cotillear, para persuadir, para divertir, para entretener... Se puede combinar con cualquier otro tipo de organización del discurso (diálogos, descripciones, explicaciones, etc.)


 Las narraciones se pueden clasificar en:

-Literarias: se cuentan unos hechos o acontecimientos de forma artística y elaborada.
-No literarias: se utiliza  constantemente en la vida cotidiana con los más diversos fines: informar, informar para influir sobre el receptor, compartir experiencias, sensaciones...


Rasgos lingüísticos

-Formas verbales: predominan los verbos en tiempo pasado: indefinido (acciones puntuales terminadas), pretérito perfecto compuesto (acciones pasadas que continúan en el presente o que han sucedido en un pasado cercano), pluscuamperfecto (acción pasada anterior a otra acción pasada)y pretérito imperfecto ( momentos descriptivos o de presentación de marco de la acción). Se emplea también con frecuencia el presente histórico: uso del presente de indicativo como pasado para acercar los hechos al momento en que se cuentan. Lo encontramos en narraciones históricas, resúmenes de relatos, narraciones dentro de una conversación espontánea..., y en general aquellas narraciones en las que se pretende dar más visos de realidad a lo que se cuenta.

-Conectores: fundamentalmente se utilizan conectores temporales: entonces, después, desde que, al día siguiente, etc.


Elementos de la narración

1. Los personajes

Son los que realizan las acciones que relata el narrador. Hay distintos tipos de personajes:

-protagonista: lo que hace, o lo que le sucede, es lo que centra el interés del narrador. En muchos relatos se trata de alguien que pretende conseguir alguna cosa o resolver algún problema; entonces puede aparecer también otro personaje:
-el antagonista, que es el personaje que se opone a las acciones del protagonista e intenta que no consiga su propósito.
-secundarios: los demás personajes que intervengan en la historia acompañando a los anteriores y participando en la acción son los personajes secundarios.

El protagonista puede ser individual, como Lazarillo de Tormes, o colectivo, como la ciudad de Vetusta en La Regenta o el pueblo de Fuenteovejuna.

Según su caracterización pueden ser planos, es decir, no evolucionan ni representan conflictos psicológicos, siempre actúan como se espera de ellos, como los héroes épicos; o redondos, representan conflictos psicológicos propios de los seres humanos, no pueden describirse de una vez, evolucionan a lo largo del relato y su mundo interior es muy complejo, como Jaime Lannister en Juego de Tronos.

2. La acción narrativa

En todo texto narrativo se cuenta una historia: serie de acontecimientos que están relacionados entre sí y que han sucedido en un determinado orden.
Pero una misma historia puede ser contada de formas muy distintas y dar lugar a narraciones diferentes. Compremos el anterior relato de la historia de San Francisco y el leproso con el siguiente:

San Francisco baja de su caballo, abraza al pobre leproso, besa sus llagas y le llama: “¡Hermano!”. El leproso se lo agradece con una sonrisa luminosa que le hace a San Francisco sentir su corazón, ahora sí, aliviado. Se había cruzado con él momentos antes, y le había dado unas monedas, sólo monedas, como limosna. Y se había marchado. Pero reflexionó y volvió sobre sus pasos.
San Francisco monta de nuevo y sigue su camino. Cuando se vuelve para saludar con la mano al leproso, este ya no está. En su lugar ha florecido una rosa.

La historia es la misma pero el orden en que se narran los acontecimientos es distinta: ahora el cuento comienza con el abrazo, y lo que había sucedido antes se narra como para explicar la razón por la que el personaje se comporta así. La estructura de la acción narrativa es diferente. La estructura de la acción es la peculiar manera en la que en un relato concreto se han organizado los acontecimientos que constituyen la historia.
En un relato la acción está constituida por episodios. En este distinguimos claramente tres que coinciden con cada uno de los párrafos: la limosna, el abrazo y la mágica transformación del leproso en una rosa. En una narración más larga los episodios pueden ser más largos.
El orden de estos episodios depende del sentido del texto, es decir, de qué pretenda decirnos el narrador. Pero siempre es posible distinguir, al menos, una situación inicial y una situación final. Los sucesos que ocurren y los actos que realizan los personajes son los que hacen pasar de la una a la otra.
A este esquema básico de situación inicial-actos de los personajes-situación final corresponde un tipo de habitual en muchos relatos: planteamiento, nudo y desenlace.

-planteamiento:  se cuenta quiénes son los personajes, a veces dónde y cuándo sucede la historia y cuál es el problema o conflicto que se les afecta.
-nudo: se desarrolla ese conflicto narrando todo lo que los protagonistas hacen para lograr su propósito o resolver su problema. En los relatos largos suele ser la parte más extensa: múltiples episodios que se van encadenando.
-desenlace: o episodio final, se narra cuál es el resultado, es decir, si el personaje alcanza o no lo que se propone.

No todos los textos narrativos se ajustan a este esquema. Un relato que comienza directamente en la mitad del asunto se denomina “in medias res”, que es lo que sucede, por ejemplo, en Lazarillo de Tormes. A veces se comienza directamente por la situación final, para contar más tarde qué es lo que ha llevado a ese desenlace. Es la llamada narración “in extrema res”, que es lo que sucede, por ejemplo, en el cuento de William Faulkner, Una rosa para Emilia. Comienza con el funeral de la señorita Emilia Grierson, a continuación se cuenta la vida de este personaje para, finalmente, volver al funeral y al descubrimiento que se produce al curiosear en la casa de la difunta.

Cuando murió la señorita Emilia Grierson, casi toda la ciudad asistió a su funeral; los hombres, con esa especie de respetuosa devoción ante un monumento que desaparece; las mujeres, en su mayoría, animadas de un sentimiento de curiosidad por ver por dentro la casa en la que nadie había entrado en los últimos diez años, salvo un viejo sirviente, que hacía de cocinero y jardinero a la vez. […]
El negro recibió en la puerta principal a las primeras señoras que llegaron a la casa, las dejó entrar curioseándolo todo y hablando en voz baja, y desapareció. Atravesó la casa, salió por la puerta trasera y no se volvió a ver más. Las dos primas de la señorita Emilia llegaron inmediatamente, dispusieron el funeral para el día siguiente, y allá fue la ciudad entera a contemplar a la señorita Emilia yaciendo bajo montones de flores, y con el retrato a lápiz de su padre colocado sobre el ataúd, acompañada por las dos damas sibilantes y macabras.

En otras ocasiones el autor prefiere no contarnos cuál es el desenlace de la historia, dejando que sea el lector el que se imagine cómo termina; es lo que se llama final abierto. Un ejemplo sería el siguiente cuento:

Una misteriosa noche de invierno en que llovía sin parar, se me ocurrió bajar al sótano de mi casa en busca de una estufa, pues el ambiente se volvía cada vez más frío por la humedad reinante. Ya abajo, empecé a sentir el sonido de un goteo ininterrumpido. Justo cuando agudicé el oído para definir de dónde provenía, sentí unos pasos firmes, cuya fuerza retumbaba en la oscuridad del lóbrego recinto. Nítidamente percibí que se acercaban cada vez más. De pronto, se cerró la puerta de un solo golpe seco, estruendoso..., entonces, me asusté.

Estuve horas atrapado. Cada vez que intentaba abrir, se sentía un pisotón en la puerta y al rato una risa chillona. Luego de varios intentos me cansé. En eso, vi que la manija se movía produciendo un chirrido espeluznante. Traté de definir a quién pertenecía y me encontré con una cara tan grande como pálida de pelo castaño, largo, unos ojos blancos como la nieve, y una bocaza de labios chuecos con unos dientes negros y torcidos.

Del susto, grité con todas mis fuerzas y “eso” me tapó la boca con su manaza, me golpeó, fue tan fuerte que me desmayé, desde ese momento no tengo nada claro, solo esos ojos blancos...

3. El tiempo narrativo

Hay que distinguir entre tiempo de la historia y del discurso (o de la narración).

-Tiempo de la historia.
¿Cuándo suceden los hechos? Es frecuente que el narrador haga alguna indicación más o menos concreta de la época o del momento: Ayer me pasó una cosa…; El año pasado…; Hace mucho, mucho tiempo… En otros casos el lector puede deducir la época a partir de cómo son los personajes, cómo visten, etc. Pero también puede suceder que no se haga ninguna referencia al tiempo, porque se quiere que el relato tenga una validez universal.

-Tiempo del discurso.
¿En qué orden se han relatado los hechos? En una narración lineal se cuentan en el mismo orden en que sucedieron, pero el narrador puede alterar  ese orden mediante técnicas diferentes. Ya henos explicado el concepto de “in medias res” y “in extrema res”. Además, si lo considera oportuno, el narrador puede introducir en un determinado momento de la historia hechos que sucedieron mucho antes (retrospección, analepsis  o flashback), que suceden más tarde (prolepsis o anticipación) o que están ocurriendo al mismo tiempo en otro lugar (simultaneidad).

4. El espacio narrativo.

Está constituido por el conjunto de referencias que el narrador hace al lugar o lugares donde suceden los hechos. Éste puede ser único (como en el caso de la película Buried (Enterrado), que transcurre en un ataúd de madera en el que el protagonista se encuentra sepultado, o variar de un lugar a otro, como en el caso de El Señor de los Anillos (la Comarca, Rohan, Gondor, Mordor).
En ocasiones el espacio puede estar sólo indicado y en otras descrito por extenso. E este caso, se contribuye e crear un determinado ambiente que produce diferentes sensaciones en el lector.
Para concluir, podemos decir que el espacio puede ser real (Lazarillo va de Salamanca a Toledo) o imaginario (Gondor o Mordor); interior o exterior, etc.

5. El narrador

Es el elemento estructural de la narración, que consiste, en esencia, en la mirada que contempla los hechos narrados y la voz que los cuenta. Autor y narrador no son siempre la misma cosa. Lee detenidamente este breve cuento de Navidad:

Era la primera vez que estaba colgada; las luces a mi lado parpadeando, rojas, azules, amarillas, la sensación de ingravidez… y luego la alegría en la cara de los niños, esas caras de narices grandotas cuando se acercaban a mirarme…
Lo mejor de todo fue la mañana en que, con ojos de sueño, abrieron los regalos primorosamente envueltos, todo lazos, colores, risas, sorpresas.
Pero todo toca a su fin, con mucho cuidado me bajaron del árbol junto con mis hermanas y ahora espero la próxima Navidad desde la oscuridad de una caja de cartón.
Paloma Casado Marco: Memorias de una bola.

La autora se llama Paloma Casado, pero la voz que narra la historia, el narrador, es la propia bola, que habla de sí misma y de y todo lo que sucede se está contemplando desde su punto de vista. El punto del vista de la narración viene condicionado por los siguientes factores:

-Dependiendo de la participación del narrador en la historia, podemos diferenciar entre:

a.     Narrador interno: el autor construye el relato fingiendo que la historia la cuenta uno de sus participantes.
El más frecuente es el protagonista (es el propio personaje el que habla de sí mismo y de lo que le pasó). Este tipo de relato se conoce como narración en primera persona (narración autobigráfica). Es el caso del cuento anterior.
Pero a veces el narrador no coincide con el personaje principal, sino con un personaje secundario que da cuenta de lo que el protagonista hace: es el narrador testigo. Un narrador testigo sería, por ejemplo, Watson en la mayoría de los relatos de Sherlock Holmes.
b.     Narrador externo: relata los acontecimientos desde fuera, no participa de la acción por lo que no suele hacer referencias a sí mismo. Se trata de relatos con narración en tercera persona, como La Regenta de Clarín.

-Dependiendo del conocimiento que el narrador tiene de los hechos, hay dos tipos fundamentales:

a.     Omnisciente: conoce todos los aspectos y detalles del mundo que crea: lo que piensan y sienten los personajes, sus intenciones, su historia anterior e incluso lo que va a pasar con ellos después. La mayoría de los narradores de las novelas realistas del siglo XIX serían un ejemplo.
b.     Objetivista: sólo muestra lo que los personajes hacen o dicen, es como si captara su conducta y sus palabras con una cámara de vídeo. Éste fragmento sería un ejemplo:

Entonces una joven del laboratorio llamó y entró. Vestía pantalones y blusa blanca, y llevaba una bandejita con cosas que puso sobre la mesilla de noche. Sin decir palabra, sacó sangre del brazo del niño. Howard cerró los ojos cuando la enfermera encontró el punto adecuado para clavar la aguja.
Raymond Carver: Parece una tontería.

-dependiendo de cuándo el narrador cuenta los hechos (tiempo del narrador), nos encontramos con:

a.     Narraciones en pasado: los hechos supuestamente han sucedido con anterioridad.
b.     Narraciones en presente: los acontecimientos están sucediendo en el mismo momento en que el narrador los cuenta (sería el caso de las retransmisiones deportivas por radio y televisión).
c.     Narraciones en futuro: mucho más infrecuentes, en las que el narrador cuenta los hechos como si aún no hubieran sucedido. Un ejemplo es el siguiente fragmento del cuento de Carlos Donatucci Tiempo futuro:

Mañana iré a encontrarme con mi destino. Lo haré sin temor alguno, como corresponde a una persona de coraje. Tomaré el colectivo para dirigirme a la empresa que publicó el aviso de trabajo que tanto necesito. Me sentaré en uno de los asientos de a uno, junto a la ventanilla, como suelo hacerlo. Me quedaré irremediablemente dormido. Un hilo de baba caerá sobre mi saco para desagrado de todos los presentes. Me despertaré y trataré de limpiarlo con el pañuelo. No sé si lo lograré.

-dependiendo de si el narrador opina o no de los hechos que relata:

a.     Objetivo: se limita a contar lo que los personajes hacen o dicen sin hacer valoración alguna.
b.     Subjetivo: interviene en algunos momentos, a veces interrumpiendo el hilo del relato, para valorar y juzgar los hechos y dar su propia opinión, con lo que condiciona la interpretación del lector.

En los relatos la voz del narrador alterna con la de los personajes (diálogo).

PRÁCTICA DE TEXTOS NARRATIVOS

Realiza un comentario de texto indicando: a) tema;  b) características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes; c) qué tipo de texto es.


SONATA DE OTOÑO, VALLE INCLÁN.

«¡Mi amor adorado, estoy muriéndome y sólo deseo verte!». ¡Ay! Aquella carta de la pobre Concha se me extravió hace mucho tiempo. Era llena de afán y de tristeza, perfumada de violetas y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé. Hacía cerca de dos años que no me escribía, y ahora me llamaba a su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos blasonados traían la huella de sus lágrimas, y la conservaron largo tiempo. La pobre Concha se moría retirada en el viejo Palacio de Brandeso, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, las manos que yo había amado tanto, volvían a escribirme como otras veces. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Yo siempre había esperado en la resurrección de nuestros amores. Era una esperanza indecisa y nostálgica que llenaba mi vida con un aroma de fe: Era la quimera del porvenir, la dulce quimera dormida en el fondo de los lagos azules, donde se reflejan las estrellas del destino. ¡Triste destino el de los dos! El viejo rosal de nuestros amores volvía a florecer para deshojarse piadoso sobre una sepultura.

¡La pobre Concha se moría!

Yo recibí su carta en Viana del Prior, donde cazaba todos los otoños. El Palacio de Brandeso está a pocasleguas de jornada. Antes de ponerme en camino, quise oír a María Isabel y a María Fernanda, las hermanas de Concha, y fui a verlas. Las dos son monjas en las Comendadoras. Salieron al locutorio, y a través de las rejas me alargaron sus manos nobles y abaciales, de esposas vírgenes. Las dos me dijeron, suspirando, que la pobre Concha se moría, y las dos, como en otro tiempo, me tutearon. ¡Habíamos jugado tantas veces en las grandes salas del viejo Palacio señorial.

TIEMPO DE SILENCIO, LUIS MARTÍN SANTOS.

“Cuando llegué, ya estaba muerta”, fue lo primero que contra toda evidencia dijo y se puso rojo de vergüenza porque aquello no era más que una disculpa dirigida a calmar el odio de la madre, la cual no había nacido para odiar, sino que intentó consolarle: “Usted hizo todo lo que pudo”, antes de empezar a gritar, antes de arrojarse sobre la hija muerta y besar los labios que probablemente no había besado desde que –cuando era una niña– tuvieron, tras haber mamado, el propio sabor de la propia leche, antes de golpear al hombre que tenía al lado y de arañarle el rostro que hoy se dejaría arañar a pesar de su naturaleza de señor que, mañana indeclinablemente, volvería a adoptar y que continuaría oprimiéndola como un aro de hierro contra el suelo.

Cuando la madre comenzó a gritar, todas a una gritaron también las plañideras. Como si desde siempre estuvieran preparadas a las muertes prematuras, las plañideras vestían ya previamente ropajes negros al irrumpir en el máximo número posible (que no era mucho) en la cámara mortuoria.

–¡Desgraciado!– gritó una ante el cirujano como si fuera a escupirle, alzando dos manos crispadas que, cuando ya iban a alcanzarle, se volvieron contra el propio rostro golpeándolo con fuerza–. ¿Qué has hecho de mi florecita? –¡Mirarla! ¡Como un ángel!– se extasió una mujer de brazos remangados que, quizá por haber tomado parte antes en las manipulaciones del mago, creyera haber colaborado en la obra de arte.

Efectivamente, habiendo perdido la excesiva turgencia de su edad pudenda y de sus comidas bastas, estaba la pobre embellecida.
–Como si durmiera, se ha quedado.

MEDIUM, PÍO BAROJA.

Román languidecía, y para distraerle, su madre le compró una hermosa máquina fotográfica. Todos los días íbamos a pasear juntos, y llevábamos la máquina en nuestras expediciones.

Un día se le ocurrió a la madre que los retratara yo a los tres, en grupo, para mandar el retrato a sus parientes de Inglaterra. Román y yo colocamos un toldo de lona en la azotea, y bajo él se pusieron la madre y sus dos hijos. Enfoqué, y por si acaso me salía mal, impresioné dos placas. En seguida Román y yo fuimos a revelarlas. Habían salido bien; pero sobre la cabeza de la hermana de mi amigo se veía una mancha oscura.
Dejamos a secar las placas, y al día siguiente las pusimos en la prensa, al sol, para sacar las positivas.
           
Ángeles, la hermana de Román, vino con nosotros a la azotea. Al mirar la primera prueba, Román y yo nos contemplamos sin decirnos una palabra. Sobre la cabeza de Ángeles se veía una sombra blanca de mujer de facciones parecidas a las suyas. En la segunda prueba se veía la misma sombra, pero en distinta actitud: inclinándose sobre Ángeles, como hablándole al oído. Nuestro terror fue tan grande, que Román y yo nos quedamos mudos, paralizados. Ángeles miró las fotografías y sonrió, sonrió. Esto era lo grave.

Yo salí de la azotea y bajé las escaleras de la casa tropezando, cayéndome, y al llegar a la calle eché a correr, perseguido por el recuerdo de la sonrisa de Ángeles. Al entrar en casa, al pasar junto a un espejo, la vi en el fondo de la luna, sonriendo, sonriendo siempre.

¿Quién ha dicho que estoy loco? ¡Miente!, porque los locos no duermen, y yo duermo... ¡Ah! ¿Creíais que yo no sabía esto? Los locos no duermen, y yo duermo. Desde que nací, todavía no he despertado.





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