TEMA 1. MODERNISMO Y
GENERACIÓN DEL 98. SELECCIÓN DE TEXTOS I.
TEXTO I
¿QUÉ ES EL
MODERNISMO?, EDUARDO LÓPEZ
CHAVARRI.
El Modernismo, en cuanto movimiento artístico,
es una evolución y, en cierto modo, un renacimiento.
No
es precisamente una reacción contra el naturalismo, sino contra el espíritu
utilitario de la época, contra la brutal indiferencia de la vulgaridad. Salir
de un mundo en que todo lo absorbe el culto del vientre, buscar la emoción de
arte que vivifique nuestros espíritus fatigados en la violenta lucha por la
vida, restituir al sentimiento lo que le roba la ralea de egoístas que domina
en todas partes…, eso representa el espíritu del Modernismo.
El
artista, nacido de una generación cansada por labor gigantesca, debe sentir el ansia de liberación, influida por
aquel vago malestar que produce el vivir tan aprisa y tan materialmente. No
podía ser de otro modo: nuestro espíritu encuéntrase agarrotado por un progreso
que atendió al instinto antes que al sentimiento; adormecióse la imaginación y
huyó la poesía; desaparecen las leyendas misteriosas profundamente humanas en
su íntimo significado; el canto popular libre, impregnado de naturaleza, va
enmudeciendo; en las ciudades, las casas de seis pisos impiden ver el centelleo
de las estrellas, y los alambres del teléfono no dejan a la mirada perderse en
la profundidad azul; el piano callejero mata la musa popular: ¡estamos en pleno
industrialismo! En medio de este ambiente, vemos infiltrarse cada vez más en el
alma de las gentes la “afectación de trivialidad”, especie de lepra que todo lo
infecciona y lo degrada: entre nosotros se traduce por el chulapismo y el
flamenquismo, los cuales triunfan con su música patológica y su “poesía”
grosera, haciendo más y más imposible todo intento de dignificación colectiva…
En oposición a esto, entran nella
commedia dell’arte las máscaras groseras del pedantismo y el diletantismo, entecos, asexuales y tan
perniciosos como los anteriores. Y he ahí la materia que ha venido a formar al
“público” (es decir, lo contrario del “pueblo”-gens), masa trivial y distraída, que no tiene voluntad para la obra de arte, masa indiferente y hastiada, que
protesta con impaciencia cuando se la quiere hacer sentir. ¿No había de
sublevarse todo espíritu sincero contra estas plagas?
Tal
es la aspiración de donde nació la nueva tendencia de arte, tendencia que puede
ser considerada, en último término, como una palpitación más del romanticismo.
TEXTO II
“SONATINA”, PROSAS PROFANAS, RUBÉN DARÍO.
La
princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los
suspiros se escapan de su boca de fresa,
que
ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La
princesa está pálida en su silla de oro,
está
mudo el teclado de su clave sonoro;
y
en un vaso olvidada se desmaya una flor.
El
jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina,
la dueña dice cosas banales,
y,
vestido de rojo, piruetea el bufón.
La
princesa no ríe, la princesa no siente;
la
princesa persigue por el cielo de Oriente
la
libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa
acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o
en el que ha detenido su carroza argentina
para
ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O
en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
en
el que es soberano de los claros diamantes,
o
en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!
La pobre princesa de la boca de rosa,
quiere
ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener
alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir
al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar
a los lirios con los versos de Mayo,
o
perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya
no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni
el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni
los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y
están tristes las flores por la flor de la corte,
los
jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de
Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita
princesa de los ojos azules!
Está
presa en sus oros, está presa en sus tules,
en
la jaula de mármol del palacio real;
el
palacio soberbio que vigilan los guardas,
que
custodian cien negros con sus cien alabardas,
un
lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh
quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La
princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh
visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién
volara a la tierra donde un príncipe existe
(La
princesa está pálida. La princesa está triste)
más
brillante que el alba, más hermoso que Abril!
¡Calla,
calla, princesa -dice el hada madrina-,
en
caballo con alas, hacia acá se encamina,
en
el cinto la espada y en la mano el azor,
el
feliz caballero que te adora sin verte,
y
que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a
encenderte los labios con su beso de amor!
TEXTO III
FRAGMENTO, CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA, RUBÉN DARÍO.
Yo
soy aquel que ayer no más decía
el
verso azul y la canción profana,
en
cuya noche un ruiseñor había
que
era alondra de luz por la mañana.
El
dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno
de rosas y de cisnes vagos;
el
dueño de las tórtolas, el dueño
de
góndolas y liras en los lagos;
y
muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y
muy moderno; audaz, cosmopolita;
con
Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y
una sed de ilusiones infinita.
Yo
supe del dolor desde mi infancia,
mi
Juventud… ¿fue juventud la mía?
Sus
rosas aún me dejan su fragancia,
una
fragancia de melancolía…
Potro
sin freno se lanzó mi instinto,
mi
juventud montó potro sin freno;
iba
embriagada y con puñal al cinto;
si
no cayó, fue porque Dios es bueno.
En
mi jardín se vio una estatua bella;
se
juzgó mármol y era carne viva;
un
alma joven habitaba en ella,
sentimental,
sensible, sensitiva.
Y
tímida ante el mundo, de manera
que
encerrada en silencio no salía,
sino
cuando en la dulce primavera
era
la hora de la melodía…
Hora
de ocaso y de discreto beso;
hora
crepuscular y de retiro;
hora
de madrigal y de embeleso,
de
«te adoro», de «¡ay!» y de suspiro.
TEXTO IV
“LO FATAL”, CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA, RUBÉN DARÍO.
–
XLI –
Lo
fatal
Dichoso
el árbol que es apenas sensitivo,
y
más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues
no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni
mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser,
y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y
el temor de haber sido y un futuro terror…
Y
el espanto seguro de estar mañana muerto,
y
sufrir por la vida y por la sombra y por
lo
que no conocemos y apenas sospechamos,
y
la carne que tienta con sus frescos racimos,
y
la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y
no saber adónde vamos,
ni
de dónde venimos!…
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