Haga un comentario del texto que se propone respondiendo a las siguientes preguntas:
a. Enuncie el tema.
b. Detalle las características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes.
c. Indique qué tipo de texto es.
ARENA APLASTADA
Desde hace nueve años los hombres de ciencia han venido
discutiendo sobre una nueva explicación de la desaparición de los
dinosaurios 65 millones de años atrás. Pero esa cuestión parece haberse
dilucidado al fin.
En 1980 se informó de que en una delgada capa de
sedimentos de tal antigüedad había una desusada concentración de un
metal raro, el iridio. Se sugirió que podía proceder de una colisión o
impacto de un asteroide de tamaño apreciable o de un cometa con la
Tierra. El impacto habría perforado la corteza, provocado la explosión
volcánica, causado enormes incendios y aguajes y lanzado tanto polvo a
la estratosfera que bloqueó durante largo tiempo la luz solar. Esto
habría hecho perecer gran parte de la vida terrestre, incluidos todos
los dinosaurios. No existe duda de que hace 65 millones de años hubo una
“gran mortandad” y que se produjo una catástrofe, pero no todos los
científicos estaban dispuestos a aceptar que era resultado de un gran
impacto. En 1987, por ejemplo, se puso de relieve que si la Tierra
sufrió súbitamente un período de vulcanismo explosivo, con numerosos
volcanes en erupción más o menos simultáneamente, eso habría bastado
para provocar una catástrofe de la envergadura suficiente para ocasionar
las extinciones en masa.
El caso es que estas cosas han llegado a originar teorías en contraposición de “impacto frente a vulcanismo”.
La cuestión no es justamente académica, dado que
podemos enfrentarnos de nuevo algún día a una u otra catástrofe (aun
cuando, en el caso de un objeto que golpee la Tierra, quizá lleguemos a
aprender el modo de prevenir el impacto). Necesitamos saber todo lo
posible sobre los efectos de estos hechos para que podamos intentar
planear alguna clase de medidas de emergencia, que se tomarían en el
caso de enfrentarnos a tales fenómenos en el futuro.
En 1961 un científico soviético llamado S. M. Stishov
descubrió que si se somete a gran presión el anhídrido de silicio (arena
muy pura), sus átomos se ven forzados a agruparse estrechamente, con lo
que el material se hace muy denso. Un centímetro cúbico de esta arena
aplastada pesaba considerablemente más que la misma medida de arena
corriente. Desde entonces se llamó “stishovita” a esa arena más densa.
La “stishovita” no es realmente estable. Los átomos se
hallan muy juntos y tienden a separarse y a convertirse de nuevo en
arena ordinaria. Sin embargo, se mantienen tan apretados que ese cambio
tiene lugar muy lentamente, por lo que la “stishovita” puede conservarse
como es durante millones de años.
Lo mismo pasa con los diamantes. Los átomos de carbono
en los diamantes se encuentran apretados de modo tan inusitado que
tienden a esparcirse y tornarse carbón negro corriente, pero también ese
proceso requiere millones de años en condiciones normales.
Sin embargo, se puede acelerar ese cambio si se eleva
suficientemente la temperatura, lo que añade energía a dos átomos y les
permite separarse de sus vecinos y recobrar su configuración usual. Así,
si se calienta “stishovita” a 850 grados centígrados durante treinta
minutos, se transformará en arena corriente.
Por ejemplo, la “stishovita” se ha encontrado en
lugares donde existen pruebas de que un meteorito de tamaño apreciable
chocó en alguna ocasión contra el suelo. La gran presión del impacto
formó la “stishovita”. Ésta se halló asimismo en sitios donde hubo
explosiones nucleares experimentales. Las enormes presiones de una bola
de fuego en expansión la generaron.
Parece cierto que la “stishovita” debe de darse
igualmente a gran profundidad bajo la corteza terrestre, donde las
presiones son extremadamente altas. En ese caso podría aflorar a la
superficie por medio de las erupciones volcánicas. Sin embargo, esas
erupciones son enormemente calientes y la roca está fundida. Cualquier
“stishovita” que surgiera de un volcán se convertiría en anhídrido de
silicio ordinario. Y en realidad nunca se ha detectado “stishovita” en
lugares de actividad volcánica.
Pues bien, en marzo pasado John F. McHone y varios
colaboradores de la Universidad del Estado de Arizona estudiaron capas
rocosas en Raton (Nuevo México), capas que tenían 65 millones de años de
antigüedad y que, por tanto, databan de la época en que desparecieron
los dinosaurios.
Emplearon técnicas modernas para determinar los
ordenamientos atómicos en materias sólidas –resonancia nuclear
magnética, así como difracción de rayos X- y se dieron cuenta de haber
detectado definidamente la clase de ordenamiento atómico hallado en la
“stishovita”.
Eso parece indicar que hace 65 millones de años se
produjo un gran impacto que formó toneladas de “stishovita”, la cual fue
lanzada a la estratosfera antes de posarse en tierra. No fue la acción
volcánica lo que mató a los dinosaurios, parece evidente; tuvo que ser
el impacto.
Isaac ASIMOV.
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