LOCALIZA
LOS MECANISMOS DE COHESIÓN LÉXICA Y COHESIÓN GRAMATICAL QUE SE UTILIZAN EN ESTE
TEXTO PARA MANTENER EL REFERENTE PAPARAZZI.
El paparazzi
vendería a su queridísima y anciana madre por una exclusiva. Pero, mientras
tanto, tiene que trabajar. Su feudo son las islas del Mediterráneo, sobre todo
Mallorca, que tiene, además de paisajes lindos, todos los ingredientes para
estos profesionales de la liturgia mundana. Su oficio es arriesgado, ya que,
para lograr una fotografía rentable de un famoso, igual hay que escalar una
montaña, subirse a un globo, disfrazarse de empleado de la Telefónica o de
lagarterana o enfundarse un traje de buzo. Y los riesgos no acaban aquí. Entre
los miembros de este gremio, casi tan excéntrico como el de los corresponsales
de guerra, circulan leyendas de fotógrafos que fueron atacados por los doberman
de un traficante de armas, por los guardaespaldas de una top model que
pretendía destruir el carrete con las valiosas fotos o por los puños de una
estrella de cine más agresiva de lo normal.
LOCALIZA
LOS MECANISMOS DE COHESIÓN LÉXICA Y GRAMATICAL QUE SE UTILIZAN EN ESTE TEXTO
PARA MANTENER EL REFERENTE PORTERO.
El portero estaba
muy triste aquella mañana. Su perro había muerto y, teniendo en cuenta que era
el único amigo que tenía, se sentía
mucho más solo que de costumbre. Abrió el portal a las siete, como todos los
días, le pasó la fregona a las escaleras de entrada, sacó los cubos de basura y
se sentó en la portería, su trono vecinal, a esperar que pasaran las horas. La
señora Gómez fue la primera en saludarle aquella mañana, pero él no podía
escucharla. Su cabeza no paraba de repetirle que esa mañana sería la primera de
una existencia solitaria y lamentable, vacía. No tendría excusa para bajar a la
calle a las tantas de la madrugada sin la reprobación de las viejas cotillas
que se asomaban al quicio de las ventanas en las noches de verano para mirarle
a él o a cualquiera que tuviera que hacer en esta vida algo más que contar las
penas de las vidas ajenas.
El guardián de la
calle del Limón no se molestó en contarle a la cacatúa la tragedia que se había
cernido sobre su vida. ¿Para qué? A los vecinos de su comunidad no les
importaba en absoluto la muerte de su fiel compañero, insignificante hecho
comparado con las borracheras de orujo de la habitante del cuarto o con el
desfile de amantes del respetable notario del octavo.
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