viernes, 28 de marzo de 2014

2º BACHILLERATO. COMENTARIO DE TEXTOS HUMANÍSTICOS.

TEXTO I

Me permitiré, también, una reflexión previa. La palabra televisión se nos ha hecho ya tan usual como el instrumento, el artilugio, en el que tiene lugar ese ‘ver lejos’. Porque esto parece ser que significa la palabra: ver algo que no está en el espacio en el que tiene lugar nuestro acto de ver, nuestra visión.
‘Tele’ es un término griego, utilizado en otros neologismos, y quiere decir ‘lejos’, ‘alejado’, ‘distante’. Sin embargo, los elementos que componen la palabra ‘televisión’ ocultan una cierta ambigüedad. Lo que vemos por ese aparato que nos permite ver lo que ‘no estamos viendo’, o lo que vemos sin nuestro ‘estar’ coincida con el estar de aquello cuya representación nos aparece, no es un ver lejano. Lo que vemos está aquí, en el espacio en el que están nuestros ojos. La pantalla, que nos facilita la visión, se encuentra en el espacio donde está nuestro cuerpo. La lejanía significará, entonces, que aunque lo que vemos se hace presente en el mismo espacio en el que se hayan nuestros ojos, suponemos que su realidad, lo que no es mera imagen, su producción, está en otro sitio. Lo lejano no es, por consiguiente, un punto en el espacio ante el que nos situamos y que apenas distinguimos. Lo lejano es el reconocimiento de que eso que vemos no tiene su estar en el mismo lugar en el que lo estamos viendo.
Imágenes y palabras (fragmento) de Emilio Lledó.
 
TEXTO 2 


Aquí, en efecto, empieza ya a definirse la alteración mental iniciada desde años atrás.
Olivares se daba cuenta de que todo estaba perdido. Aquel mismo año, 1641, hace un testamento, pieza esencial para juzgarle, en el, enfrentado con Dios y con la Historia, cerrados de momento los oídos a las desdichas que le rodeaban, resurge todavía, ya tocado de neto delirio, su espíritu de grandeza. No es de los rasgos menos llamativos de este delirio su absurda esperanza de tener hijos todavía con su mujer Doña Inés. Pero, por si acaso, reconoce al hijo del amor clandestino, a Julián, a la vez que el Monarca reconoce al Don Juan, hijo de Calderona.
Después ya es todo triste declinación, salvo el arranque magnífico de la publicación del Nicandro, el papel con que se defiende de los que cobardemente le atacan después de caído y en el que, por vez primera, su cuerpo decrépito se alza altaneramente ante el Rey —el ídolo— y le amenaza. Un destello más, el postrero, allá en Toro, próximo a morir, cuando pide al Rey que le permita alzar gente de a caballo para socorrer la frontera de Portugal. Son los últimos fulgores de su ambición genial. Después, se fue poco a poco hundiendo en la demencia, que será estudiada en el último capítulo.
Así fue la vida interior del Conde-Duque, torturada por el vaivén descomunal entre la desesperación y la gloria. Pocos, repitámoslo, sospecharán tan hondas, tan entrañables miserias humanas en aquel gigante, que los retratos y los cuentos nos han hecho ver como un monstruo de vanidad y de astucia.

NOTA. El texto I será el que tendréis que entregar el martes día 1 de abril. El texto II, se corregirá en clase el mismo día, con lo que sólo tendréis que llevar un esquema para seguir la corrección en clase. 

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