TEMA
5. EL NOVECENTISMO Y LA VANGUARDIA.
Contexto
histórico.
El
siglo XX comienza, según Hauser, tras la Primera Guerra Mundial
(1914-1918). España, pese a su neutralidad, también sufrirá hondos
cambios a partir de la misma fecha. La crisis de 1917, con sus
conflictos sociales, significa el fin de los partidos turnantes.
Frente a la vieja oligarquía se alza con fuerza una creciente
pequeña burguesía reformista, a la vez que las masas obreras ganan
protagonismo. La decadencia de la Monarquía llevaría al golpe de
estado de Miguel Primo Rivera en 1923. El cambio fue aceptado en un
principio por los intelectuales, aunque después se opondrán al
convertirse en una dictadura que prohíbe los partidos y pone fin al
parlamentarismo. Tras el paréntesis de la dictadura (1923-1930), las
nuevas fuerzas políticas propiciarán el advenimiento de la Segunda
República (1931), aunque la pugna entre estas nuevas fuerzas y el
viejo bloque dominante explicará los avatares de la República y el
desencadenamiento de la Guerra Civil (1936-1939).
Históricamente
la literatura de Vanguardia es la que corresponde a la posguerra que
siguió a 1918, aunque algún movimiento como el Futurismo o el
Cubismo sea inmediatamente anterior. Durante 10 años el viejo
continente disfruta de una de una visible prosperidad y reina el
optimismo: se siente el deseo de olvidar los horrores de la guerra y
se practica una literatura de “evasión”, momento que Ortega
llamó “la deshumanización del arte”. El clima es semejante en
España, que había permanecido neutral a la contienda y que, pese a
los cambios operados, vivió un periodo de relativa tranquilidad que
coincide con los felices años veinte, el cansancio de lo bélico y
las vanguardias artísticas europeas, aunque ya se están gestando
los movimientos radicales que darían lugar al fascismo italiano y al
nazismo alemán.
Sin
embargo, esta situación dura aproximadamente hasta 1930: la
depresión económica de Occidente, producto del Crack del 29,
coincide con una honda crisis espiritual en la que naufragan el
optimismo y los ideales que se habían forjado en la década
anterior. La crisis afecta también a España, cuya descomposición
no favorecía alegres evasiones. Se llega a tal extremo
deshumanizador que a partir de los años treinta la literatura se
debate entre el nuevo arte y la literatura de compromiso. En España,
el estallido de la Guerra Civil impondrá el compromiso en toda
actividad creadora.
LA
GENERACIÓN DEL 14.
Los
autores novecentistas configuran la segunda generación
literaria del siglo XX,
inmediatamente posterior a la Generación del 98. Tienen, por tanto,
nuevas orientaciones ideológicas y estéticas
que no son ni las de la Generación del 98 ni las del Modernismo
(aunque autores como Juan Ramón Jiménez se iniciaran en la estética
modernista), pero no suponen aún la ruptura radical de la
Vanguardia, con la excepción del pionero Ramón Gómez de la Serna.
Fue Eugenio D'Ors quien acuñó el término Novecentismo.
El
Novecentismo se gesta en la primera década del siglo XX. El 1910 se
fundan el Centro de Estudios Histórico y la Residencia de
Estudiantes, encaminada a la formación de una clase rectora
consciente, leal e informada. Ortega y Gasset insiste en rigor
científico en los estudios históricos y en la formación de una
minoría preparada para el ejercicio de su misión rectora, dos de
las preocupaciones clave de esta generación, que presenta dos
direcciones: hacia la minoría intelectual y hacia la educación de
la mayoría de los españoles.
Ideología
del Novecentismo.
En
lo político, la mayoría procedía de reformismo burgués. Hombres
como Ortega, Azaña o Marañón defendieron los ideales republicanos.
En
lo cultural, aparece un nuevo tipo de intelectual: se imponen la
pulcritud (VS bohemia modernista), una sólida formación
universitaria (VS el autodidactismo noventayochista) y un examen
sereno, objetivo, o al menos distanciado de los problemas: la
claridad racional (VS posturas irracionalistas o exaltadas). Muchos
tuvieron una vocación magistral orientada a la formación y
educación de la mayoría a través de la cátedra, la prensa...
Reaccionaron contra actitudes decimonónicas (antirrealismo y
antirromanticismo) y se sintieron europeístas, atendiendo
a lo universal (VS casticismo: Ortega y Gasset dijo de los españoles
que es una raza “que se muere por instinto de conservación), lo
que también les llevó a una preferencia por lo urbano frente a lo
rural.
El
problema de España sigue
patente, pero con tintes menos patéticos, por reacción al pesimismo
noventayochista, aunque pervive la concepción “castellanocéntrica”
de España en autores como Ortega y Gasset. Son temas frecuentes la
idea de la revolución desde el poder (heredera del regeneracionismo)
y un elitismo cuya expresión máxima será la España
invertebrada de Ortega.
Estética
del Novecentismo.
Supone
una superación tanto del Modernismo como de la Generación del 98 y
un rechazo al Romanticismo y al Realismo trivial: se huye del
sentimentalismo (se refrena lo dionisíaco y se potencia lo
apolíneo), con lo que se abandona el tono apasionado y vehemente
como el de Unamuno. Tres principios presiden la labor creadora:
pulcritud, distanciamiento y equilibrio. Se crea bajo un imperativo
de selección, lo que da como resultado una literatura para minorías,
y se impone el intelectualismo para evitar lo sentimental. Todo
conduce a un arte puro, que es mero placer estético, dado que tanto
el arte como la literatura son creación, no reflejo de valores
extrínsecos (de ahí el antirrealismo, antirromanticismo y
antinoventayochismo). Este arte ha de liberarse de las
contaminaciones demasiado humanas y ser intrascendente, fuente de
goce intelectual, sin otra función social o redentora.
Se
cuidan obsesivamente el lenguaje y el estilo, presidido este último
por una idea de “tensión” (huida de lo fácil y desmañado).
Conciencia de obra bien meditada, “bien hecha”.
Géneros
literarios.
1.
El ensayo.
Los
ensayistas ocupan un lugar prioritario en esta generación.
Destacaremos, entre todos:
Ortega
y Gasset. Guía y maestro de la
generación, funda en 1913 la “Liga para la Educación Política”,
en 1915 la revista “España” y en 1923 la “Revista de
Occidente”, que recoge las nuevas corrientes europeas y españolas
de todos los ámbitos del pensamiento y la creación.
Máxima
figura de la filosofía española del siglo XX, recogió en la España
invertebrada su
postura europeísta y su denuncia del aislamiento de nuestro país.
Nos centraremos en sus ideas estéticas, expuestas en La
deshumanización del arte. En
este ensayo, constata la existencia de un nuevo arte pictórico,
musical y literario, la Vanguardia, un arte que resulta minoritario e
impopular porque la masa no lo entiende, debido a que es un arte
puro: si en el siglo XIX se valora el arte por lo que tenga de humano
y real, ahora sólo se valoran las calidades formales. De ahí la
tendencia a la deshumanización, que relega las emociones humanas en
favor de la pura emoción estética. Es, por tanto, un arte
intelectual que no se basa en el contagio emocional. Por ello la
poesía es antirromántica, pura creación verbal cuyo instrumento
fundamental es la metáfora. Tiende a convertirse en juego, lejos de
todo patetismo, de ahí la ironía y hasta un pirueteo cercano a lo
deportivo. En Ideas
sobre la novela
lleva a cabo un análisis del género narrativo, mientras que
Meditaciones del
Quijote es
un ensayo sobre los géneros literarios.
Eugenio
D'Ors. definió
a la nueva generación como europeísta, antibohemia, universitaria y
laica. Obras: Glosario
(anotaciones
breves); Tres
horas en el Museo del Prado y
Lo barroco,
que le dieron autoridad como crítico de arte;
Oceanografía del tedio
es la cima de su prosa, cuidada, limpia y de gran plasticidad.
Gregorio
Marañón.
2.
Novela.
Gabriel
Miró. Gran
capacidad para captar sensaciones y sentido lírico, en sus obras la
acción se convierte en mero soporte para descripciones
impresionistas. Domina el lenguaje, lleno de imágenes vivísimas, de
emoción y belleza. Insinúa sin mostrar explícitamente. Estilo
denso, gran detallismo, uso del estilo nominal, abundancia de
sinestesias y ritmo lento. Obras: Las
cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel, El obispo leproso.
Ramón
Pérez de Ayala. Comienza
con un relato autobiográfico de corte noventayochista y evoluciona
hasta la novela intelectual. Obras: Tinieblas
en las cumbres, A.M.D.G, Luz de domingo.
Otros
autores: Wenceslao Fernández Flores, Benjamín Jarnés.
3.
Ramón Gómez de la Serna es
imposible de encasillar, ejemplo de escritor puro. Para él, el mundo
es un circo grotesco, sólo descriptible en términos de humor,
aunque con un poso de amargura. Encarna el espíritu de vanguardia al
estar en perpetua ruptura con los convencionalismos. Atendió a todos
los géneros, menos a la poesía lírica. Su creación más personal
son las greguerías (Humorismo + Metáfora = Greguería), publicadas
por primera vez en 1910 en la revista “Prometeo”. Son apuntes
breves que encierran una pirueta conceptual o una metáfora insólita,
algunas son chistes y otras se acercan a la máxima filosófica. En
el ámbito de la novela, supone la superación del canon tradicional
realista-naturalista por su ingenio, su humor y los personajes
estrafalarios; la acción es escasa, a menudo irreal y están llenas
de greguerías que sorprenden al lector. Obras: Piso
bajo, El doctor inverosímil. Escribió
un teatro simbólico e insólito. Obras: La
utopía, Los medios seres.
4.
Poesía.
Los
poetas tienden a una depuración estilística: son los años de
superación del Modernismo que Pedro Salinas llamó “del cisne al
búho”. La poesía de esta generación está presidida por la
figura de:
Juan
Ramón Jiménez. En
1900 se fue a Madrid a “luchar por el Modernismo”. Rubén Darío
le influirá en este primer momento lírico impregnado de
Romanticismo que luego repudiaría. En sus diversas estancias en
Madrid frecuentó la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia
de Estudiantes. Se casó en NY en 1916 con Zenobia Camprubí.
Residieron en Madrid hasta que estalló la Guerra Civil; a partir de
entonces residirán en varios países hispanoamericanos hasta que en
1951 se asientan definitivamente en Puerto Rico, donde murió, dos
años después de ganar el Premio Nobel.
Lleva a cabo la
superación del Modernismo mediante un trabajo constante de
depuración poética y gracias a una sensibilidad abierta a todo
movimiento renovador. Es un poeta consagrado a su obra, aislado por
su hiperestesia, que vivió en una persecución inacabable de
belleza y palabra fundamental. Su poesía es minoritaria (“A la
minoría, siempre”), de gran dificultad y hermetismo.
Su obra está
presidida por un triple sed: de Belleza (expresión de un goce
exaltado de lo bello, entreverado de melancolía e incluso de dolor),
de Conocimiento (poesía como modo de penetración en la esencia de
las cosas) y de Eternidad (como posesión inacabable de Belleza y
verdad; preocupación angustiosa de la fugacidad de las cosas e idea
muy particular de Dios, al que identifica con la Naturaleza, la
Belleza absoluta o la propia conciencia creadora). Sus temas
constantes: belleza, poesía, amor, eternidad, Dios.
Su obra se puede
clasificar en varias etapas, aunque todas ellas son formas diferentes
de acercamiento a lo inefable:
--Etapa
sensitiva:
de los comienzos a 1915. Sus primeros versos son muestra de un
postromanticismo becqueriano y un tono adolescente, pero se aprecia
pronto la impronta del Modernismo, como en Almas
de violeta, Ninfeas. En
1903 escribe su primer gran libro, Arias
tristes,
poesía “vestida de inocencia”, sencilla de formas, contenida,
transparente de emoción. Acento becqueriano evidente: sentimiento de
soledad y melancolía y temas como el paso del tiempo o la muerte son
propios de este neorromanticismo que penetra en el espíritu
modernista o de un intimismo simbolista, que le aleja del Modernismo
más ornamental y sonoro.
De
1908 a 1915 encontramos títulos como Elejías,
La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Sonetos espirituales:
adopta
los ropajes del Modernismo pero de un Modernismo intimista orientado
hacia la contemplación y la confesión sentimental. Pero también
compone libros de estilo más sencillo que presagian la inminente
depuración del lenguaje poético: El
viaje definitivo, Primavera amarilla. Su
obra en prosa Platero
y yo
combina rasgos modernistas con rasgos de voluntad de pureza.
--Época
intelectual:
“Más se fue desnudando”(1916-1936). Estío
(1915)
da paso a una sensibilidad. Diario
de un poeta recién casado (1916)
supone la ruptura con el Modernismo: poesía desnuda en la que
elimina todo lo anecdótico y tiende a la concentración conceptual y
emotiva. Son poemas breves, densos, en versos escuetos y
preferentemente sin rima o leves asonancias y también poemas en
prosa que influirán en la poesía de vanguardia.
Siguen
otros libros: Eternidades,
Piedra y cielo, Poesía...,
en los que continúa el proceso de depuración e interiorización que
se traduce en una gran dificultad. llevado por la sed de conocimiento
su palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad. La
estación total
corona esta etapa: anhelo de abolir el tiempo y de llegar a una
posesión total de la belleza, la realidad y el propio ser.
--Época
suficiente
(1936-1958). Encontramos títulos como En
el otro costado, Dios deseado y deseante, Animal de fondo. “Espacio”
(poema
incluido en la primera) es su obra cumbre de esta etapa: representa
la síntesis definitiva de una visión panteísta de la la
naturaleza, con la que acaba fundiéndose. Poema de gran riqueza
rítmica y metafórica.
Servirá de faro a
los poetas puros y a los jóvenes del 27, y ya en la segunda mitad
del siglo serán los “novísimos” los que recuperen la estima que
había perdido durante la guerra.
Otros
poetas contemporáneos: Tomás Morales, Mauricio Bacarisse, Juan José
Domenchina y José Moreno Villa.
En
este momento Europa ya vive inmersa en las Vanguardias, que pronto
llegarán a España. A partir de entonces hay fundamentalmente dos
tendencias poéticas, que a veces se dan en un mismo autor, incluso
fundidas la una con la otra: por un lado, continúa la tendencia de
poesía pura al modo juanramoniano; por otro, la influencia de las
vanguardias europeas hace que los autores experimenten nuevas formas
de poesía y den cabida a nuevos temas poco habituales en el género.
Los
poetas de la Generación del 27 aunarán estas dos tendencias, entre
otras, y darán a la literatura española la Segunda Edad Dorada de
la literatura española.
LAS
VAGUARDIAS. EL ARTE NUEVO.
El
vanguardismo, tanto en Europa como en España, constituye una etapa
de enorme interés: un bullir de experiencias que supone una
ruptura y conduce a una fecunda renovación del
concepto de la literatura y del lenguaje poético.
En
1920 el Modernismo está totalmente superado. En Europa,
fundamentalmente en Francia, soplan aires nuevos. La expresión del
arte de “vanguardia” expresa bien la actitud
combativa de sus corifeos. El
movimiento se escinde en numerosos “ismos”:
tras el futurismo italiano,
vienen cubismo, dadaísmo y surrealismo
en Francia; imaginismo en Inglaterra y
en los EEUU; ultraísmo y creacionismo
en España e Hispanoamérica.
Si
la literatura novecentista había supuesto una depuración e
innovación en el ámbito literario, los movimientos de vanguardia
suponen una auténtica ruptura —quizá la más radical que
se ha dado en la historia de las artes y de las letras. Todas
ellas suponen un ejercicio de experimentación creadora,
coexisten en pugna y se suceden unos a otros rápidamente.
Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al
arte escénico o al cinematográfico, a las letras
e incluso al pensamiento (aunque no todos abarcaron todas las
manifestaciones artísticas).
En
este momento de experimentación renovadora se rechaza todo o
casi todo lo anterior
—aunque sólo en teoría—, aunque fundamentalmente se repudian
Realismo y Romanticismo, tan cargados de humanidad, de
sentimientos y de realidad. Los autores vanguardistas, sobre todo en
sus inicios, fueron doctrinalmente muy radicales. Y una de las
consecuencias de este radicalismo creador fue que los
géneros que más necesitaban apoyarse en la realidad como la novela
o el teatro, cedieron terreno al género que lo permite todo: la
poesía.
Las
características de la literatura vanguardista pueden resumirse en
los siguientes puntos:
·Afán
de originalidad: en esta ruptura total
con lo anterior se buscan un más allá
inexplorado (como el futurismo
o el ultraísmo)
o un “más acá” anterior a toda
cultura: la humanidad primitiva, el
mundo del niño... La innovación
se produce tanto en el lenguaje
(palabras inusitadas en el lenguaje poético) como en la
métrica (se prescinde del verso y de
la rima, de ahí la preferencia por el verso
libre) o en los temas:
los grandes temas como la vida, la muerte, el amor Dios..., se
abandonan o se abordan sin
trascendencia, con ingenio o incluso con humor.
La
exhibición del sentimiento
se considera de mal gusto y la falta de
sentido lógico les lleva a abolir
signos de puntuación, la distinción entre mayúsculas y
minúsculas...
·Hermetismo:
buscan la impopularidad,
como Góngora o Juan Ramón (“A la minoría, siempre.”). Se trata
de un arte minoritario.
El artista se convierte en un profesional,
en un técnico, un virtuoso cuyo oficio es “hacer” poemas.
·Autosuficiencia
del arte: el arte aspira a convertirse
en una entidad dotada de vida independiente
y autónoma (al romper el vínculo con
la realidad). La poesía se convierte en poesía
pura, inmanente, sin
elementos no poéticos (es decir,
humanos, como sentimientos, anécdotas...).
·Antirrealismo
y antirromanticismo: se elimina la
referencia a lo humano y se elude la confesión personal. “El poema
no dice, es”.
·Sobrerrealismo:
del naufragio de la historia y la
realidad salvaron el mundo infantil,
promesa de futuro y reino de la incoherencia, una etapa de la vida
imaginativa aún pura, sin contaminaciones, en la que la mente
funciona de un modo primitivo y elemental; y el
mundo de los sueños y del subconsciente
(principalmente el Surrealismo), que contiene fuerzas que escapan al
dominio del hombre.
·Intrascendencia:
el arte debe carecer
de toda finalidad extraestética, de
toda trascendencia moral, social o filosófica.
·La
metáfora: como recurso capaz de
apresar y expresar asociaciones sin
referirse a lo real.
·Escritura
onírica: automatismo psíquico puro.
El Surrealismo propugna trasladar el dictado puro de la mente con
ausencia del control de la razón.
·Atomización:
ya señalamos antes que para el poeta
vanguardista la creación
es un “hacer”;
sin embargo, los surrealistas,
al querer quebrantar los nexos lógicos, practicar la incoherencia y
entregarse al azar, la convierten en un “deshacer”,
que quiere ser reflejo del carácter fragmentario del mundo y de las
visiones oníricas que lo expresan. Ortega diría gráficamente: “El
espejo de la belleza se ha roto en mil pedazos”.
LOS
ISMOS INTERNACIONALES.
FUTURISMO
Nace en 1909, año
en que el escritor italiano Marinetti publica su primer
manifiesto vital e iconoclasta en un periódico francés:
Manifiesto técnico de la literatura futurista. Resueltamente
antirromántico (“¡Matemos el claro de luna!”), exalta la
civilización mecánica y técnica: “Un automóvil de carreras
es más hermoso que la Victoria de Samotracia.” Se tratarán temas
como el avión, la máquina, la energía eléctrica, el deporte...
El estilo busca el dinamismo, la rapidez verbal, rompe
con la sintaxis para dejar “las palabras en libertad”, lleva a
cabo innovaciones tipográficas y crean palabras de manera
arbitraria. No dio frutos notables ni en Italia ni en el resto
de Europa, salvo en Rusia.
CUBISMO
Nace
hacia 1907 como escuela pictórica,
pero el llamado cubismo literario
arranca en 1913 gracias a Guillaume Apollinaire
y a otros poetas franceses. Se propone descomponer
la realidad para proceder a
composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. Defiende lo
intelectual
sobre lo sensorial, se elimina lo anecdótico y desprecia lo
sentimental. A ello se añaden (sobre todo los famosos
Caligramas
de Apollinaire) especiales disposiciones
tipográficas de los versos que forman
“imágenes visuales”.
Éste y otros artificios como el “collage”
serán aprovechados por posteriores movimientos de vanguardia.
DADAÍSMO
Encabezado por
Tristán Tzara surge en Suiza durante la Primera Guerra
Mundial en 1916. Su nombre, elegido al azar abriendo un
diccionario con un cuchillo, es el de un balbuceo infantil. Es
un movimiento de rebeldía pura que se levanta contra la
lógica, contra el sentido común y contra las convenciones estéticas
o sociales. Rompen con la coherencia del discurso y vuelven al
primitivismo e ilogicismo de la infancia. Surge de un rechazo a
la “racionalidad” que condujo al absurdo de la guerra. Preparó
el camino para el Surrealismo.
SURREALISMO
Surge
de la decadencia del Dadaísmo y convierte su risa jovial en protesta
literaria, metafísica y social. Su
principal representante es André
Breton, que publica en 1924 el
Manifiesto surrealista.
No sólo es una renovación estética, es una renovación
integral: una total liberación del
hombre de los impulsos reprimidos en el subconsciente (Freud) por una
razón sumisa a convenciones morales y sociales, y de la represión
que ejerce sobre el hombre la sociedad burguesa (Marx). La vida no es
más que la cara más gris de la realidad y hay que conquistar la
verdadera vida, acceder a una realidad más alta, la superrealidad
que se halla amordazada en lo más hondo de las conciencias. En el
ámbito literario, quieren alejar la
razón del proceso creador para que la escritura sea fruto del
subconsciente. El resultado fueron
textos herméticos,
que hicieron ver la necesidad de introducir una técnica
que elaborara lo que dicta el subconsciente. Influyó en escritores
como Lorca, en pintores como Dalí y en cineastas como Buñuel.
EXPRESIONISMO
Surge en Alemania
y en literatura su máximo representante fue B. Bretch, que
combinó lo grotesco y lo patético, lo lírico y lo realista.
EXISTENCIALISMO
En este ismo se
debate el sentido de la existencia, la eternidad, los problemas de
identidad.... Tiene conexiones con autores como Unamuno, Ortega
o Machado.
LA
VANGUARDIA ESPAÑOLA
La
crítica continúa dudando de la existencia de una auténtica
producción artística vanguardista
en España. Los vanguardistas españoles se resistieron a ser
encasillados en una u otra tendencia, pero lo cierto es que se puede
hablar de manifestaciones vanguardistas
en la producción de muchos autores.
Los límites cronológicos de la Generación de las Vanguardias son
1920 y 1939.
A pesar de que la crítica se ha centrado en estudiar y destacar la
producción de los poetas de la Generación del 27, lo cierto es que
hubo otros autores en los que encontramos rasgos vanguardistas. Los
antecedentes de esta generación: Ramón
Gómez de la Serna ,(que con la
publicación del Manifiesto futurista
de Marinetti en la revista Prometeo
abrió el camino del arte nuevo en
España, principalmente del Ultraísmo,
con su prosa
y sus greguerías),
Juan Ramón Jiménez (que
influirá en las manifestaciones de vanguardia que tienden a la
poesía pura)
y Ortega
y Gasset (que con su Deshumanización
del arte llevó a cabo la
confirmación teórica del impulso renovador y que acogió los
escritos de los jóvenes escritores vanguardistas en la Revista
de Occidente.)
La
vanguardia hispana se caracteriza por combinar e integrar rasgos
de distintos ismos.
Sin
embargo, también hubo una tendencia
clasicista que surge en torno a la
figura de Góngora,
debido a la elaboración técnica a la que sometía sus escritos. Los
autores de esta tendencia crearon novísimos cancioneros y romanceros
en los que mezclaron ritmos tradicionales con imágenes vanguardistas
(Lorca o Alberti). A medida que el arte se rehumaniza, se tiende a
incluir elementos populares.
ULTRAÍSMO
Su
primer manifiesto aparece en 1919 en la revista Cervantes:
defienden la creación de imágenes mediante metáforas y rechazan
lo anecdótico y sentimental. Su nombre indica la voluntad de ir
“más allá” del Novecentismo imperante. En la línea
del antisentimentalismo y la deshumanización, incluye los
temas maquinistas y deportivos, busca imágenes nuevas,
recurre a disposiciones tipográficas al modo de Apollinaire y
suprime la puntuación en los escritos. Supone el resumen en
España e Hispanoamérica de los movimientos de vanguardia
“alegre”.
Su
principal promotor fue Guillermo de la Torre con sus “poemas
visuales” Hélices. Destacan también obras de otros
autores: Imagen, de Gerardo Diego, y Urbe,
de César M. Arconada. También se considera cercano a
este ismo el Romancero gitano de Federico García Lorca. En
Argentina entró en contacto con el Expresionismo alemán en la obra
de J.Luis Borges.
CREACIONISMO
Fue
iniciado en París por el poeta chileno Vicente
Huidobro y el francés Pierre Reverdy,
pero fue el primero el que lo dio a conocer
en España. Querían un arte que no
imitara ni tradujera la realidad, su máxima poética: la
creación de la realidad en el poema.
El poema será un objeto autónomo,
creación absoluta, no imitación:
“¿Por qué, cantáis la rosa, ¡oh, poetas? / ¡Hacedla florecer
en el poema!”
SURREALISMO
Posiblemente
el país europeo donde la repercusión del Surrealismo fue mayor, a
pesar de que se discuta su existencia por no existir una
conciencia de grupo ni un manifiesto teórico, pero las
manifestaciones poéticas son amplias y de gran calidad. Fue conocido
tempranamente a través de la traducción del Manifiesto en
1925; a ello hay que añadir las vistas de Bretón a Barcelona
y la de Aragon a la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde
vivían, entre otros, Buñuel, Lorca o Dalí. El poeta Juan Larrea
jugó un papel fundamental en la difusión del Surrealismo en nuestro
país.
El
Surrealismo español no fue ortodoxo: no practicaron la
escritura automática ni llegaron a la pura creación inconsciente, y
en sus poemas se percibe siempre una intencionada línea creadora
como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo fue una
liberalización de la imagen y un enriquecimiento del lenguaje
poético. Fusionó, además, Ultraísmo, Creacionismo y la
tradición autóctona.
El
Surrealismo significó la crisis
del ideal de poesía pura y
deshumanización que había prevalecido
durante unos años. Lo humano, e incluso
lo social y lo político, penetran de
nuevo en la literatura precisamente por los cauces de la expresión
surrealista: así lo prueban las trayectorias de Lorca, Alberti y
Neruda.
En
el vanguardismo español se aprecia una clara evolución que va desde
la depuración de la realidad y el objetivismo al subjetivismo final
de los años treinta. En esta evolución hacia lo subjetivo grotesco
y absurdo juega un papel fundamental el Surrealismo y las greguerías
de Ramón Gómez de la Serna (operación mental que subraya
relaciones remotas que despiertan la hilaridad y la sospresa).
En
cuanto a los géneros
literarios, ya dijimos en la introducción que fue LA
LÍRICA el que mejores frutos dio. En
el periodo de entreguerras
domina la poesía pura,
que fue cultivada por autores Salinas, J.Guillén, Lorca, Alberti,
Aleixandre, Gerardo Diego, Cernuda o Emilio Prados. La rehumanización
llegará en los años treinta de
la mano de la influencia del Surrealismo:
destaca el uso del verso libre
y del versículo
(verso largo que basa el ritmo en el juego semántico de
paralelismos), la eliminación de la lógica y las creaciones
metafóricas. Esta influencia se
aprecia en Poeta en Nueva York
(Lorca), Sobre los ángeles
(Alberti) o Espadas como labios
(Aleixandre, así como en la obra de Cernuda.
En
el ámbito de la prosa, la NOVELA sigue los pasos que
había marcado Ramón: humorismo e irracionalidad, frases
breves y ligazón caprichosa. Su prosa tiene rasgos que se usarán en
la poesía vanguardista. Destacan sus obras La viuda blanca y
negra y El gran hotel.
También
se dio una tendencia realista de tipo social que mezcló la
captación del lenguaje coloquial con el nuevo arte, pero sin caer en
el realismo tradicional.
Una
segunda etapa correspondería a la narrativa vanguardista,
desarrollada durante la dictadura de primo de Rivera. Son
obras libres de compromiso que incorporan el estilo
metafórico de la poesía. Destacan autores como Benjamín Jarnés
(El profesor inútil), Mario Verdaguer (La isla del tesoro)
o A.Espinosa (Crimen), que incluyen en sus obras elementos
surrealistas y ultraístas.
Durante
los años veinte y junto a todos ellos, también hay autores que se
oponen al arte deshumanizado y cultivan poesía y novela cercana al
realismo social como F. De Cossío o J.Díaz Fernández.
En
el TEATRO se da un movimiento de renovación dramática
que va desde Tic-tac de Claudio de la Torre hasta
Escaleras de Gómez de la Serna, pero no triunfaría
entre el público. Continúa la producción de autores consagrados
como Benavente o Muñoz Seca. El teatro novecentista de Gómez
de la Serna no arraigó y tan sólo triunfó Lorca con sus
dramas poéticos y tragedias rurales, pero no con sus creaciones
vanguardistas cercanas al Surrealismo El público y Así
que pasen cinco años. De atmósfera surrealista es también
El hombre deshabitado de Rafael Alberti.
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