PROPUESTA DE RESUMEN. NOVECENTISMO Y VANGUARDIA.
La literatura de
Vanguardia corresponde a la posguerra
que sigue a la Primera Guerra Mundial. Europa vive un periodo de estabilidad y
reina el optimismo. Se intentan olvidar los horrores de la guerra y se cultiva
una literatura de evasión, momento que Ortega y Gasset llamó “la deshumanización del arte”. España vive
un periodo de relativa “tranquilidad”
durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) que coincide con los felices veinte y participa del cansancio
de lo bélico y del entusiasmo de las vanguardias. Pero en los años treinta, la crisis económica
derivada del Crack del 29 coincide con una crisis espiritual en la que naufragan los valores anteriores y que también
afecta a España, cuya situación política
no favorece precisamente alegres evasiones: tras la proclamación de la Segunda República luchan las nuevas
fuerzas políticas y el viejo bloque oligárquico. La literatura se debate entre “el
arte nuevo” y la literatura de compromiso. En España el estallido de la Guerra Civil (1936) impondrá el compromiso en toda actividad creadora.
LA GENERACIÓN DEL 14
Los autores
novecentistas configuran la segunda
generación literaria del siglo XX, inmediatamente posterior a los
modernistas y a la Generación del 98, y tienen unas nuevas orientaciones estéticas e ideológicas, aunque no suponen la
ruptura radical de las vanguardias (a excepción hecha de Ramón Gómez e la Serna).
En 1910 se fundan el Centro de Estudios Históricos y la
Residencia de Estudiantes. Ortega y Gasset, figura clave de esta
generación, insiste en la formación de una minoría intelectual y en la
educación de la mayoría de los españoles.
Desde el punto de vista ideológico, la mayoría procede de un reformismo burgués. En lo cultural se
imponen la pulcritud, una sólida
formación universitaria y un examen objetivo, o al menos
distanciado, de los problemas del momento. Se sintieron europeístas y dieron preferencia a lo urbano. El problema de España
sigue patente y desde una percepción “castellanocéntrica”,
pero con tintes menos patéticos que
en el 98.
Desde el punto de vista estético han superado a la generación
anterior, rechazan el Realismo y el
Romanticismo, huyen del sentimentalismo
y abandonan el tono vehemente en
favor del intelectualismo. Pulcritud, distanciamiento y equilibrio
presiden la labor creadora. Se impone una literatura para minorías: el “arte puro” es fuente de goce intelectual, intrascendente y está liberado de “contaminaciones demasiado
humanas”.
En cuanto a los géneros literarios, en el terreno
del ENSAYO encontramos nombres tan
relevantes como Eugenio D’Ors, que
acuñó el término novecentismo, o Gregorio
Marañón, pero es sin duda Ortega y
Gasset la figura más relevante. Fundó la Revista de Occidente, que difundió las nuevas corrientes europeas
y bajo cuyo sello editorial se publicará buena parte de la obra de los poetas
del 27. En su ensayo La
deshumanización del arte, analiza
el arte de vanguardia como minoritario e
impopular: la poesía se vuelve antirromántica porque es pura creación verbal
cuyo instrumento fundamental es la metáfora. En otro de sus ensayos, Ideas
sobre la novela, afirma que
la decadencia del género se encuentra en la dificultad para encontrar nuevos
temas y las exigencias estéticas de un público más selecto que rechaza el enfoque realista.
La NOVELA encuentra diferentes caminos en la segunda y tercera décadas
del siglo XX. La novela lírica está representada por la obra de Gabriel Miró, cuyos títulos más
representativos son Nuestro padre San
Daniel, La cerezas del cementerio y
El obispo leproso. Ramón Pérez de Ayala evoluciona de
relatos autobiográficos de corte noventayochista a la novela intelectual en obras como Berlamino y Apolonio o Tigre
Juan. Junto a ellos, destacan otros autores como Wenceslao Fernández Flórez (humorismo tradicional) o Benjamín Jarnés (novela deshumanizada).
Un autor difícil de
encasillar es Ramón Gómez de la Serna.
Ejemplo de escritor puro fue el pionero de la vanguardia en España. Su creación
más personal son las greguerías: “Humorismo + Metáfora = Greguería”. Son
apuntes breves que encierran una pirueta conceptual o una metáfora insólita,
algunas son chistes y otras se acercan ala máxima filosófica. También cultivó
la novela, con la que supera el
canon tradicional realista-naturalista con obras como Piso bajo o El doctor inverosímil; y un teatro simbólico que dio títulos como La utopía o Los medios seres.
En la POESÍA los autores tienden a la depuración estilística: son los años de
la superación del Modernismo que Salinas llamó “del cisne al búho”. Poetas
destacables serán Tomás Morales,
Mauricio Bacarisse, Juan José de Domenchina o José Moreno Villa, pero sobre
todos ellos se alza la figura de Juan
Ramón Jiménez.
Juan Ramón Jiménez cultiva una poesía minoritaria (“A la minoría, siempre”) y superó el Modernismo
mediante un proceso de depuración
poética que dará lugar a una poesía de gran hermetismo y dificultad.
Su obra está presidida
por una triple sed: de Belleza, de Conocimiento y de Eternidad, y aunque su obra puede clasificarse en varias etapas,
todas ellas son diferentes formas de acercamiento a lo inefable.
De su época sensitiva (de sus comienzos a
1915) es su primer gran libro, Arias tristes, en el que se observa
un neorromanticismo que penetra en el
espíritu modernista o un intimismo simbolista que le alejan del Modernismo
más ornamental y sonoro. Otros título influenciados por el Modernismo serán Elejías, La soledad sonora o Poemas májicos y dolientes.
En su época intelectual (1916-1936) rompe con el Modernismo. Diario
de un poeta recién casado es muestra de una poesía pura, desnuda, en la que se ha eliminado todo lo anecdótico.
Predominan los poemas breves, en versos escuetos y preferentemente sin rima o
leves asonancias, o poemas en prosa que influirán en la poesía de Vanguardia.
Esta etapa está coronada por La estación total, en la que muestra
su deseo de abolir el tiempo.
En su época suficiente (1936-1958) cultiva
una poesía de gran hermetismo y
dificultad y muestra su deseo de fundirse con la naturaleza en obras como En el
otro costado o Dios deseado y deseante.
Juan Ramón Jiménez
servirá de faro a los poetas puros y los
jóvenes poetas del 27.
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