LAS PARADOJAS DEL CONSUMISMO
Hace algunos años, en plena
efervescencia económica, unos grandes almacenes en Londres se anunciaban con un
lema perturbador: "Compro, luego soy". Ya diversos antropólogos y
sociólogos consideraban que uno es lo que consume, un grado más fino que el
dicho "de lo que se come se cría". La crisis económica está llevando
a los españoles a cambiar sus pautas de consumo. Para gastar menos, de la mano
de unos ingresos más bajos o de la creciente percepción de que pueden bajar en
un futuro próximo. No todo es negativo. Puede cambiar, para bien, nuestra
manera de ser.
Según el Centro de
Investigaciones Sociológicas y otras encuestas, en lo que más hemos reducido
nuestros gastos los españoles es en ocio en general y en alimentación, lo que
resulta preocupante. Compramos menos carne y pescado y más pollo. Algunos
comercios pierden, pero los que se han adaptado para presentar una oferta de
crisis, es decir, más barata, crecen. La hostelería ve cómo hay menos gente que
cena fuera entre semana, mas no es una mala cosa, especialmente para los
privilegiados que tienen que ir a trabajar al día siguiente. Y reunirse en las
casas en vez de salir por ahí contribuye a reforzar los vínculos sociales
directos.
Los roperos están inflados, por
lo que no es extraño que la gente se lo piense dos veces antes de gastar en una
prenda que probablemente no necesite. Resulta muy positivo que se ahorre en
transporte, usando más el público, en beneficio del medio ambiente. Los
proveedores de servicios se ven sometidos a una nueva presión por los
consumidores, que vuelven a ser clientes, y que miran mucho más la factura de
agua, gas, electricidad o telefonía, terrenos en los que también estamos
cambiando saludablemente nuestros hábitos apagando la luz y cerrando los grifos.
Lo que resulta más preocupante es que se aplacen las visitas al dentista en un
país en el que el nivel socioeconómico se deja ver aún en la dentadura.
Ahora bien, si la crisis logra
que algunos de estos cambios de hábitos se afiancen, estaremos mejorando
nuestro entorno. Paradojas: sin más consumo no saldremos de esta.
Editorial, “El País”, (7 de
febrero de 2012)
Es un texto que combina las
modalidades expositiva y argumentativa. Expone un anécdota, la del cartel de
unos grandes almacenes londinenses (sobreentendemos que se tratará de Harrod’s)
con un lema perturbador, o sucesos factuales como los hábitos de consumo a la
baja por culpa de una crisis económica profunda y duradera (que algunos
expertos catalogan peor que la del crack de 1929 en la Bolsa de Nueva York). Y
argumenta con citas de autoridad vagas o amplias (“antropólogos y sociólogos”),
con argumentos de datos (encuestas, Centro de Investigaciones Sociológicas), de
ejemplificación (“Compro, luego soy”), lógicos (“reunirse en las casas en vez
de salir por ahí contribuye a reforzar los vínculos sociales directos”), y de
hechos (“para gastar menos de la mano de unos ingresos más bajos”). Su carácter
es inductivo porque la tesis o postura defendida aparece al final, después de
habernos ido conduciendo a ella con razonamientos previos.
Está elaborado por un periodista
anónimo que refleja la línea ideológica del periódico. Este emisor puede ser
alguien con la tarea habitualmente encomendada, como por ejemplo el subdirector
o un jefe de sección, así como también dos o más redactores que se hayan puesto
manos a la obra por encargo del responsable del área. En muchas ocasiones el
editorial de un periódico llega a ser escrito por el director mismo. El canal
es el papel en el que está impreso el periódico o bien la pantalla del
ordenador donde se haya leído el texto. Los receptores son los lectores de este
medio de comunicación que, en general, responden a un perfil político
progresista. El mensaje es el contenido textual sintetizado en el tema que
vendría a quedar insinuado en el título, “Las paradojas del consumismo”, un
epígrafe que alerta sobre una de las contradicciones inherentes al capitalismo
en su fase de crecimiento. En efecto, el expansionismo siempre conduce al
descalabro por no poder ser indefinidamente sostenible. El referente o contexto
situacional es la crisis en su recta final porque, a juzgar por la fecha de
publicación (7 de febrero de 2012), la depresión económica ya llevaba cuatro
años (desde 2008) padeciéndola la población. El código al que se recurre es el
de un español estandarizado con un registro lingüístico elaborado aunque
aséptico, pretendida o simuladamente objetivo y neutro en el plano conceptual;
conciso, sencillo y claro en el formal.
La función primordial es la referencial
o representativa, dado que se nos aportan datos extraídos de la actualidad
informativa que nos ilustran sobre los nuevos hábitos consumidores en una
situación de penuria económica sobrevenida. En segundo lugar, podemos advertir
la función apelativa o conativa, puesto que se nos da a entender que los
receptores podríamos o deberíamos revertir la crudeza de la crisis consumiendo
y gastando más. En tercer lugar, se aprecia la función expresiva o emotiva
porque el texto está matizado por la percepción del autor o los autores del
texto acerca de lo que está pasando. Por último cabría reseñar leves indicios
de la función estética o poética en la personificación o prosopopeya “los
roperos están inflados”, en el recurso al refranero popular (“de lo que se come
se cría”), e incluso en el empleo de una cita trastocada e irónica (“Compro,
luego soy” en lugar del cartesiano “Pienso, luego existo”).
El tema es la depauperación de la
capacidad adquisitiva de los consumidores españoles y la consiguiente
disminución de las ventas de productos, lo cual empeora la crisis económica. La
tesis o postura que se sugiere es la de la reactivación de la economía a través
del resurgimiento del consumo masivo. Debemos comprar más para poder ir
superando, siquiera sea lentamente, esta crisis.
La estructura es inductiva o
sintetizante, como ya se ha dicho, y además se amolda a la del estilo clásico o
lineal, pues el primer párrafo cumple el papel de introducción, los dos
siguientes forman el cuerpo principal (o desarrollo), y el último aporta la
conclusión final.
En resumidas cuentas, el texto
nos viene a decir que la crisis actual está modificando los hábitos de consumo
entre la población y esto puede suponer un cambio positivo en nuestra forma de
vida y en el entorno medioambiental. El ahorro en ocio, alimentación,
hostelería, vestidos, transporte, facturas de suministros básicos y odontólogos
presenta claroscuros, pues por un lado beneficia a la naturaleza y a nuestra
manera de comunicarnos, pero por otro puede afectar a nuestra salud al
empobrecer nuestra dieta o descuidar las caries. Lo paradójico en el fondo es
que, si no consumimos más, no podremos vislumbrar el final de esta recesión
económica.
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