domingo, 17 de abril de 2016

1º BACHILLERATO. PRÁCTICA DE COMENTARIO DE TEXTOS EXPOSITIVOS Y ARGUMENTATIVOS.


TEXTO 1

            Las estrellas jóvenes consiguen su energía de las reacciones termonucleares que convierten hidrógeno en helio, en su interior más profundo. Cuando se ha consumido cierta fracción de hidrógeno, el núcleo de helio resultante empieza a contraerse. La evolución subsiguiente de la estrella depende de si su masa es menor o mayor que cierto valor crítico, conocido como límite de Chandrasekhar. Si la masa está por debajo de este valor, la “presión de degeneración” de los electrones detiene el colapso del núcleo de helio antes de que su temperatura alcance un valor suficiente para iniciar las reacciones termonucleares que convierten helio en carbono. Mientras, las capas externas de la estrella que evoluciona se han expulsado con mayor o menor violencia. (Se sospecha que las nebulosas planetarias se han formado de esta manera.) El núcleo de helio, rodeado por una cubierta de hidrógeno más o menos extensa, constituye una enana blanca.
Construcción del universo, David Layzer.

TEXTO 2
            Toda la vida de Dios, el lenguaje castellano ha tenido fresca y pronta una expresión para dar comienzo a un nuevo capítulo, tras los avatares turbulentos o felices que quedaron reseñados en el anterior, cuando el tiempo que media entre ambos es el de la noche que los separa […] ¿Cómo se dice? Adivínelo. ¡Empieza a correr el tiempo!
            La respuesta inmediata parece que podría ser formularla en términos correctos el más inculto, nervioso o pasmado asistente a cualquier concurso televisivo, de esos que ofrecen cifras millonarias por juntar la P con la A. […] “¡Pues vaya un acertijo. ¡Al día siguiente! ¡Está chupado!” Se encienden lucecitas rojas, suena un timbre estridente, llueven las monedas, estallan los aplausos. “¡Ha acertado, señores, lo ha dicho bien! Ya tiene un viaje al Caribe con su esposa y 3,000 euros. ¿Desea continuar?”
            Parece que sería de cajón que contestara eso, ¿no?, sin necesidad de haber leído ni a Cervantes ni a Larra. Pues no, no es de cajón, ni obvio, ni natural, ni nada. […] Lo que oímos por todas partes es un sucedáneo del inglés, que suena a rayos y se propaga como la mala hierba. Lo que oímos y leemos, y la gente traga sin hacer ascos es “el día después”. Incorrección manifiesta porque “siguiente” es un adjetivo que acompaña al nombre (“la página siguiente”, “nos contó la siguiente historia”) o lo sustituye (“que pase el siguiente”). Y a ver quién se atreve a decir: “Que pase el después” o “Nos contó la después historia”. No entra, claro, porque “después” es un adverbio de tiempo que además, en general, se usa con preposición (“mi nombre está después del tuyo” o “después de echar la carta me arrepentí”).
Las renovaciones inútiles, Carmen Martín Gaite.

TEXTO 3
Todas las lenguas tienen formas especiales para codificar diferentes tipos de elementos de la situación: los deícticos. Entre ellos se encuentran no solo los pronombres personales de primera y segunda personas en todas sus formas, los demostrativos, los posesivos, y muchos adverbios de lugar y de tiempo; debemos contar también los morfemas de tiempo de la flexión verbal y las fórmulas de tratamiento. Además, habría que añadir todas las formas anafóricas y catafóricas, es decir, aquellas que se usan en el discurso para hacer referencia a algunas partes del propio discurso. Por todo ello no es de extrañar que más del noventa por ciento de  las oraciones de una lengua contengan unidades de este tipo.
         Una vez más, nos encontramos con que una parte importante de la interpretación de un gran número de enunciados depende decisivamente de los factores extralingüísticos que configuran el acto comunicativo: conocer la identidad del emisor o destinatario y conocer las circunstancias de lugar y tiempo de emisión se ha convertido en un requisito imprescindible para conseguir una interpretación plena. Y una vez más, también resulta evidente que solo desde una perspectiva pragmática se podrá tener acceso al tipo de información necesaria para lograr este objetivo.

Mª Victoria Escandell: Introducción a la pragmática.


TEXTO 4.

Los resultados de la prueba de selectividad de este año revelan, al menos en Cataluña, que la media de alumnos ha obtenido un suspenso en matemáticas aplicadas, en ciencias sociales, en lengua y literatura, en física y química. La estadística de que dispongo no indica qué asignatura es un coladero de tal calibre que ha permitido que el 87% de los alumnos presentados haya aprobado con una nota media de 5,8.
El fenómeno no es nuevo ni nos pilla desprevenidos y las voces que reiteran la gravedad de la situación lo hacen con aire desesperanzado. El mundo es cada día más competitivo y nosotros más incompetentes. Supongo que se refieren a nuestra incompetencia en el terreno de la ciencia y la tecnología, cosa que a mí me preocupa poco. Que la mayoría no pase el examen de química tiene una importancia relativa. Sólo se necesita un número determinado de químicos para atender las necesidades de la comunidad. Al resto nos basta con saber que el detergente de la lavadora no debe ingerirse.
Más preocupante es el pobre resultado obtenido por los estudiantes en el apartado de lengua, porque considero importantísimo que todo el mundo sea capaz de entender y expresar de palabra y por escrito ideas que vayan más allá de lo visceral y lo estrictamente deportivo, y esto, aunque nadie lo crea, sólo se aprende estudiando. Pensar que una cosa es hablar y escribir y otra distinta la gramática es un error muy extendido. Para comprobarlo sólo hay que acudir a los medios de difusión, donde advertirá que, aparte de algunos profesionales, el ciudadano se expresa como un protozoo. En el lenguaje oral, los gritos y los desplantes, algunos acentos locales, la imitación de defectos físicos y un casticismo barato disimulan la magnitud de la catástrofe. Por escrito, ni eso. Frente a esta situación, los políticos encogen sus anchos hombros. La enseñanza es un problema insoluble: alumnos reacios, profesores deprimidos, presupuesto insuficiente y un plan de estudios enmarañado e ineficaz. Sí, el resultado es malo, pero otros años fue peor. El mismo razonamiento que se aplica, por estas mismas fechas, a los incendios forestales. Y expuesto con un rigor y una elocuencia que en la prueba de selectividad sacaría, con suerte, un 3 pelado.
MENDOZA, Eduardo: Selectividad. EL PAÍS, 12-VII-2004.
 


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