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GUIÓN DE LECTURAS 3ª
EVALUACIÓN. 2º BACHILLERATO.
LA COLMENA,
CAMILO JOSÉ CELA.
Cela concibe en 1945 una
serie novelesca a la que da el título de “Caminos inciertos”. La
colmena será la primera y la
única obra de tal ciclo. La comenzó en 1945 en Madrid y la remató
en el verano del 48, aunque ya había entregado a la censura una
versión más corta en 1946, pero ésta la rechazó por “inmoral y
pornográfica”. Por fin verá la luz en Buenos Aires en 1951. Aún
pasarían unos años hasta su publicación en España, pero pronto
circuló entre los lectores y hoy es una obra clave en la novelística
española contemporánea.
ESTRUCTURA
Y CONTENIDO.
Cela
señaló la complejidad de su arquitectura y la denominó “novela
reloj”.
Desde el punto de vista
más externo, la novela se compone de seis capítulos y un
“Final”. Cada capítulo está integrado por una serie de
secuencias separadas por un espacio en blanco de longitud
variable. Cada una de ellas se centra, en general, en un personaje o
en varios relacionados. A menudo se trata de una composición
simultánea: varias secuencias transcurren en un mismo momento.
La suma de esas secuencias (213 en total), es el conjunto de las
“celdillas” de la colmena. El resultado es un ir y venir de
personajes, que el autor va tomando, dejando y volviendo a tomar en
rápidos apuntes (es lo que se conoce como estructura
caleidoscópica). Son vidas que transcurren paralelas o
entrecruzadas: la vida de cada uno podría considerarse como un
cuento si fueran independientes, de hecho, podría considerarse la
obra como una serie de cuentos imbricados gracias a un hábil
montaje.
Todas ellas tejen un
vivir colectivo, que es el objetivo primordial del novelista:
la vida de Madrid en 1942 o 1943.
La unidad de la
novela viene dada por las múltiples relaciones que el autor
establece entre los personajes y por la impresión dominante del
ambiente social y moral, así como por la reducción espacial y
temporal.
En cuanto al tiempo,
abarca poco más de dos días invernales del año 42 o 43. Su
disposición se ha prestado a diversas interpretaciones, en las que
no nos vamos a detener (hoy se ha impuesto la de Sobejano). Lo
importante es que esta organización del tiempo, indisolublemente
unida al entrecruzamiento de personajes, se debe la impresión de
laberinto o caos humano que produce la novela. En ella las
cosas van, como dijo el autor, “como van por la vida”.
Responde, por tanto, su
estructura, al modelo llamado “novel abierta”, que
se opone a la “novela cerrada”, que cuenta con un argumento
sólido y un final cerrado, de acuerdo con un plan previo. La
colmena carece de “argumento”
y de desenlace. No sabemos qué será de los personajes más allá de
la última página, todo queda inconcluso, y la incertidumbre
es un elemento decisivo tanto de la estructura como de aquellas
vidas.
PROTAGONISTA
COLECTIVO.
La
novela llamada colectiva no era nueva: Dos Passos, Thomas Mann,
Huxley o Sartre, y en España, “El ruedo ibérico” de Valle
Inclán, habían escrito obras en esta línea, pero Cela no sigue
exactamente ninguno de estos modelos.
En
la obra 296
personajes
(además de 50 personas reales) bullen por sus páginas. Los que
alcanzan cierto relieve son 45, y de éstos hay todavía algunos que
destacan aún más. Ante todos, Martín
Marco
“no es uno de tantos, no es un hombre vulgar”. Pero ello es
irónico: en realidad, ese escritor no pasa de ser un pobre hombre
que va dando tumbos por la vida. Asistimos a su desvalimiento, sus
miedos, sus preocupaciones, sus mezquindades... Y es él el centro
del capítulo central, en el que se refuerza aquella sensación de
incertidumbre propia de esta novela abierta.
Destacan
igualmente doña Rosa, la intemperante y despreciable dueña del
café; la hermana de Martín Marco, Filo, ejemplo de mujer
sacrificada por las estrecheces económicas, y su marido, don
Roberto, el pobre pluriempleado; la familia de los Moisés, con doña
Visi, beata y ciega para lo que la rodea; su marido, el rijoso don
Roque, y sus hijas, especialmente Julita, que se reúne con su novio
en la casa de citas; la señorita Margarita, buscona marchita
condenada a la soledad; Victorita, la muchacha que se vende para
llevarle medicamentos y comida a su novio enfermo de tuberculosis; o
Petrita, criada de pobres...
En torno a ellos pululan el poeta joven, el ridículo, el señorito
vividor, el pedantón...., y las mujeres de todas clases: beatas,
prostitutas del más variado nivel, dueñas de casas de citas,
alcahuetas....
En
general se trata de gentes
mediocres
y , a menudo, de baja
talla moral.
Pocos se salvan de la vulgaridad. Abundan los despreciables
(especialmente entre los acomodados). Son frecuentes lo hipócritas y
ridículos. Pero también hay figuras conmovedoras, desvalidas,
apaleadas por la vida; a veces, con una chispita de nobleza.
Como
ya hemos señalado, las relaciones
que se van estableciendo son fundamentales y responsables de esa
“novela reloj” “de múltiples ruedas y piececitas que se
precisan las unas a las otras para que aquello marche”.
En
cuanto a la
caracterización de los personajes,
la técnica dominante es la de la novela “behaviorista”:
conocemos a los personajes por fuera, a través de sus propios actos
y de sus palabras. Es, por tanto, el diálogo,
el que ocupa un lugar eminente en su caracterización: lo que dicen y
cómo lo dicen, de ahí la variedad de registros y la adaptación del
habla a la índole del personaje. Sin embargo, no es procedimiento
exclusivo: hay también verdaderos retratos
hechos de prosopografía y etopeya, principalmente en el caso de los
personajes poco desarrollados.
El ambiente de
la obra es, sobre todo, humano: la suma de personajes. Pero, aunque
menos que éstos, también interesa el marco en que se mueven: una
precisa geografía urbana, el Madrid de la época, dentro de
la que destacan ciertos bares y cafés, algunas casas particulares y
casas de citas...
Las técnicas de
descripción o ambientación son variadas: la mayoría de las veces
recurre a la técnica impresionista para lograr el ambiente
que persigue con pinceladas precisas (el café de doña Rosa, varias
casas particulares...). En algunas ocasiones hay descripciones
relativamente detalladas, aunque nunca largas (la habitación de la
casa de la citas).
LA ACTITUD DEL AUTOR
Y EL PROBLEMA DEL REALISMO.
Cela
se considera un “autor oculto”, acorde con el enfoque objetivista
o behaviorista, aunque algún crítico lo sigue considerando presente
y omnisciente. Lo que ocurre es que en la obra no faltan las
intervenciones del autor (ya dijimos), se dirige a los lectores (ya
sabéis) y son frecuentes las reflexiones sobre el comportamiento o
la índole de los personajes y de la vida en general; su presencia
se percibe además en los rasgos humorísticos o lúdicos y en el
sarcasmo o ternura que le inspiran unos y otros.
Es,
pues, un autor omnipresente, por ello no podemos hablar de
objetivismo en sentido estricto, y esto nos plantea el problema del
realismo. ¿Hasta qué punto puede considerarse realista la novela de
Cela? El propio autor afirma que La
colmena “no
es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sobra de la
cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad”. Abundan,
entre la crítica, opiniones contrarias al autor que pueden resumirse
en dos posturas: a) Cela opera una selección de la realidad, por
tanto, no es parcial; b) Cela realiza una estilización deformante,
con rasgos muy cercanos al esperpento (animalización, cosificación,
contraste, mordacidad...).
Sin embargo, llevar a cabo una selección resulta forzoso en toda
novela, así como una estilización deformante resulta legítimo
artísticamente.
ALCANCE
SOCIAL Y EXISTENCIAL DE LA OBRA.
El
tema central de la obra es la incertidumbre
de los destinos humanos. En
torno a ello, hay otros
temas
o motivos dominantes: el hambre, el dinero, el sexo, el recuerdo de
la guerra... Y todos ellos confluyen en una misma idea: la
alienación.
La
obra es un testimonio
social,
a pesar de que algunos críticos hayan señalado que no hay en ella
un enfoque dialéctico propio de la novela “social” en el sentido
más estricto. Sus personajes pertenecen a diferentes estratos
sociales: los ricos y triunfadores, que son los avasalladores,
insolentes o inconscientes; y por debajo, diferentes escalones: desde
los del “quiero y no puedo” hasta la pura miseria.
Dentro
de los temas
sociales,
con frecuencia se habla del hambre y la penuria económica, y entre
las miserias morales, resultan claras los casos en que la degradación
tiene causas sociales concretas.
Con
lo social también se enlazan las alusiones
políticas y la sátira a la moral conservadora,
rayana en la batería o aliada con la hipocresía social.
Las
notas comunes al mundo de La colmena serían la insolidaridad
y la impotencia
(nadie parece rebelarse), por lo que estamos ante una masa alienada.
Cela
ha paseado su espejo (deformante, si se quiere) ante la sociedad
madrileña de la posguerra, y aun deformada, esa sociedad
está en la novela.
Junto
a la significación social, la obra posee un amplio alcance
existencial
cuya raíz estaría en la desesperanza del autor, en su desolada
concepción del mundo. El enfoque existencial amplía el alcance de
La colmena, a
la vez que restringe su alcance o enfoque social: lo social existe
como contenido ineludible, no como actitud dialéctica ni como
propósito explícito de reforma.
La
colmena es
la precursora de la NOVELA SOCIAL DE LOS AÑOS 50, aunque, como
acabamos de explicar, se encuentra en el gozne entre lo existencial y
lo social. Además, en el plano técnico, su papel fue innovador y su
influencia indiscutible.
EL TRAGALUZ,
BUERO VALLEJO.
El tragaluz se
estrenó en octubre de 1967 y su éxito superó ámpliamente el de
las anteriores obras del autor: la crítica fue elogiosa, con escasas
salvedades.
La obra se sitúa en la
segunda época del autor, que abarca obras que van de 1958 a
1970. El predominio del enfoque social corresponde a esta
época, pero esto no supone un descenso en la atención por el
individuo concreto o por las facetas morales, aunque se
insiste más en las relaciones entre el individuo y su entorno.
Los actos individuales quedan enmarcados en un tiempo y unas
estructuras sociales concretas, con sus tensiones, sus formas de
explotación o de opresión. Y se hace hincapié en las raíces y las
consecuencias sociales de los actos. Así, los problemas de la
justicia, de la libertad, de la responsabilidad, etc, adquieren
dimensiones nuevas y más precisas. Por tanto, lo social cobra una
importancia vital, sin merma de lo existencial y siempre entrelazado
fuertemente con el enfoque moral. Además, la obra ilustrará las
novedades técnicas de aquella época.
EL EXPERIMENTO.
El tragaluz es,
en cierto sentido, una obra “histórica”: desde un momento del
futuro (el siglo XXV o XXX, según Buero), “dos investigadores”
proponen al espectador un experimento:
volver a una época pasada, el siglo XX, para estudiar el drama de
una familia cuyos miembros sufrieron una guerra civil con sus
secuelas.
El
espectador se ve obligado a adoptar, en cierto modo, una perspectiva
futura para enfrentarse con una época que es la suya. Y los
investigadores dicen que “debemos
recordar..., para que el pasado no nos envenene”,
palabras que juegan una función esencial de la Historia: conocer el
pasado para asumirlo y superarlo, desechando odios, venciendo
tendencias nocivas y extrayendo lecciones para caminar hacia el
futuro. En este sentido, pues, estamos ante un drama “histórico”,
aunque nos traslade al mismo momento en que se estrena la obra y
evoque nuestra historia cercana: la guerra civil.
En
este “experimento”,
Buero ha recurrido a conocidos elementos de la ciencia
ficción: se habla de
“detectores” de hechos pretéritos y de “proyectores
espaciales”. Asistimos, pues, a un montaje
de imágenes traídas del pasado y a su proyección estereoscópica
(hoy hablaríamos, tal
vez, de un vídeo tridimensional). La reconstrucción de los diálogos
es importantísima, pero no sólo se nos van a dar imágenes reales,
sino también pensamientos,
cosas imaginadas por algún personaje: fundamental será el ruido del
tren, que traduce un recuerdo y una obsesión claves.
La
“proyección” será interrumpida por los investigadores con
diversos comentarios.
Para Buero, estos personajes eran fundamentales para conseguir del
público determinada actitud y dar a la obra la significación que se
proponía.
LA
“HISTORIA”.
Se
nos presentan unas vidas doblemente marcadas por la guerra:
por sus secuelas (muerte de una hija, pobreza...), pero, sobre todo,
por un dramático episodio del final de la guerra que separó al hijo
mayor, Vicente, de los demás: fue el único que pudo escapar en un
tren hacia Madrid. Las consecuencias de tal hecho serán funestas. Y
pronto surgirá ante el espectador la duda acerca de la
responsabilidad de Vicente. En cualquier caso, las vidas de todos han
ido por caminos muy distintos desde entonces: en los años 60,
cuando comienza la obra (el “experimento”), Vicente estará bien
situado, “instalado” en la sociedad; en cambio Mario, el hermano
menor, vive pobremente en un semisótano con sus padres: una madre
resignada y un padre que ha perdido la razón. Las relaciones de los
dos hermanos con Encarna -secretaria y amante de Vicente, pero
enamorada de Mario- completarán el tejido de estas vidas.
En
las raíces del drama se articulan lo
público
(la guerra, las circunstancias políticas) y lo
privado
( la conducta de Vicente, la situación de la familia). Lo primero
seguirá en la obra hasta donde podía tolerar la censura: está
claro que la diferencia de posición de Vicente y los demás
reproduce la división entre vencedores y vencidos, entre integrados
en el sistema y marginados. Lo privado, será la base del proceso
dramático: el suceso del tren es el hecho desencadenante,
y la obra consiste en el lento descubrimiento
de la verdad que aquel hecho encierra, con las terribles tensiones
que conlleva tal proceso y la trágica consecuencia de la revelación
final.
TEMAS
FUNDAMENTALES.
- La interrelación entre lo individual y lo social. Vemos cómo se pasa del plano singular al plano colectivo.
- La insistente pregunta que hace el padre, “Quién es ése?”. Poco a poco vamos descubriendo el sentido profundo de lo que en un principio parecía una obsesión fruto de la locura. Se tratará precisamente de la atención al “caso singular”, el afán por conocer y valorar a cada hombre en concreto. Pero, como dirán al final los investigadores, esa pregunta conduce a descubrir al otro como prójimo, como “otro yo”: “Ése eres tú, y tú y tú.” Y ello, a su vez, nos descubre el imperativo de solidaridad.
- Buero introduce con los “investigadores” lo que podría llamarse un horizonte utópico: nos hablan de un mundo solidario y, además, de un mundo que ha vencido la guerra, la injusticia y demás lacras del pasado, o sea, del siglo XX.
- Otros temas se entretejen con éstos: la confrontación entre dos actitudes frente al mundo, la acción y la contemplación, procedente de la dicotomía de Schopenhauer y algo que ya conocemos de El árbol de la ciencia.Ligada también al tema central, la problemática de la libertad y de la responsabilidad tan característica del autor. En la raíz de la obra hay una transgresión moral, de ahí la fuerza que cobra la idea de culpa, la cual lleva aparejada las de juicio y castigo o expiación.Pero todo ello se encarna en unos personajes y en los conflictos que los enfrentan.
- Vicente: representa, por un lado, la acción. Es el que ha cogido el tren en muchos sentidos: se ha integrado en el sistema, está al servicio (o es cómplice) de los sectores dominantes. Puede tachársele de egoísta, de oportunista. Su comportamiento con el escritor Beltrán y, sobre todo, con Encarna, inspirará toda nuestra reprobación. Pero atenderemos también a otro rasgos suyos: ciertos síntomas de tormento íntimo, entre los que se haya, el ruido del tren: la culpa. ¿Por qué, por ejemplo, se siente atraído de modo creciente hacia el sótano?
- Mario encarna, frente a su hermano, la contemplación. Se sitúa, además, al margen del sistema, se niega a ingresar en una sociedad cuya estructura rechaza; escoge ser víctima. Y frente al supuesto culpable, se erige como acusador y juez. Pero su pretendida pureza contemplativa, ¿no permite que el mundo siga siendo como es? Por otra parte, ¿no cabe hacer reservas ante su rigidez moral, ante su comportamiento implacable con su hermano? Buero no quería hacer una obra de buenos y malos: su ideal sería una mezcla de los dos, de acción y contemplación.
- El padre es uno de esos personajes “anormales” que desempeñan papeles clave en las obras de Buero. Su locura se presenta, de una parte, como producto de los sufrimientos de la guerra, concrétamente del suceso del tren y sus consecuencias; es pues, otra víctima; pero el autor lo ha elegido para lanzar insistentemente la pregunta ¿Quién es ése?, cuya importancia es fundamental. Y con ello se relaciona su manía de recortar figuras de postales: “al que puedo, lo salvo”, es decir, lo hace subir al tren. Otras frases análogas nos conducirán a plantear la significación última de este personaje. ¿es Dios? ¿Es algo así como el super-yo, especie de conciencia moral superior. ¿Es, en un plano más abstracto, el Juicio que toda acción humana merecerá de otros hombres, presentes o futuros, como los investigadores? Nos movemos en las dimensiones simbólicas que abundan en la obra de Buero.
- La madre, víctima como el padre, es, sin embargo, su antítesis. Frete al Juicio o la Justicia, ella encarna el amor y el perdón.
- Encarna, al igual que su madre, dice que “hay que vivir”, y aunque la frase tenga en ella otros matices, es también una justificación de la vida -con sus impurezas- ante la pureza radical de Mario.
- Beltrán no aparece mucho en escena, pero de él se habla mucho. Representa al escritor disconforme e íntegro, pero su principal función es la de contribuir a la caracterización de los dos hermanos. Para Mario, es un modelo. Y Vicente queda definido desde la primera línea por su comportamiento con Beltrán.ESTRUCTURA, TÉCNICAS ESCÉNICAS Y LENGUAJE.El desarrollo de la obra es una avance paulatino , gradual, hacia el descubrimiento de la raíz secreta del drama (aquel “pecado original”). Buero va descubriendo progresivamente el fondo del asunto: la guerra, el tren, la muerte de Elvirita, la locura del padre.... y así hasta la revelación última, estructura emparentada con la del relato policiaco. A ello se une la índole de drama judicial, que la obra adquiere en sus últimas escenas.Por lo demás, la construcción de la obra se presenta en sus dos Partes, como una sucesión de grandes bloques separados por por intervenciones de los investigadores en las que, entre otras cosas, se marcan unas elipsis temporales.La acción, que dura en total algo menos de un mes, se articula como una sucesión de confrontaciones diversas: Vicente-Encarna, Vicente-Mario, Mario-Encarna... Así hasta culminar en la escena conjunta que precede al desenlace. Al hilo de tales confrontaciones se van perfilando los personajes y aumenta la tensión dramática que conduce inexorablemente a la tragedia.El espacio escénico es un escenario múltiple (construcción abierta en la que Buero renuncia a los espacios únicos trazados con criterio realista) en el que se suscita la impresión de varios lugares: el semisótano, la oficina... Esta disposición tiene un alcance simbólico: la oficina es el ámbito del sistema, la conexión con el ámbito de los sectores dominantes. A ella se opone el sótano, ámbito de las víctimas, de los sojuzgados o marginados, “los de abajo”. Y el tragaluz es la metáfora escénica fundamental: comunicación de “los de abajo” con el mundo (y con los espectadores), lugar sobre el que cada personaje proyecta sus obsesiones.Otros aspectos técnicos merecen ser destacados: los efectos luminotécnicos y los efectos sonoros (metáfora escénica: el ruido del tren) son efectos de inmersión, pues nos hacen penetrar en las obsesiones de los personajes.SIGNIFICACIÓN DE EL TRAGALUZ.La significación de la obra es compleja y debemos unir varios planos:1. En el plano más concreto, el histórico, hay un testimonio y protesta ante nuestra guerra civil y sus secuelas, apuntando especialmente a quienes “tomaron el tren” de los vencedores. Fue la primera obra teatral que, dentro de España, enfocaba la guerra desde el lado de quienes la perdieron.2. En un plano social más amplio, la obra contiene un juicio de nuestra época, de la sociedad actual -no sólo española- dividida en dominadores y dominados, con las frustraciones y sufrimientos que ello conlleva.3. En un plano más general (a la vez social, ético y filosófico), es una llamada a armonizar lo individual y lo colectivo, una exigencia de atender al caso “singular” con un talante fraterno que conlleva el deber de solidaridad. Y ello con la mirada puesta en un mundo de paz y de justicia hacia el que hay que avanzar, aunque esté lejano.
LOS
PERSONAJES.
Son piezas bastante esquemáticas, pues están concebidas
como piezas de la dialéctica dramática que le interesa a Buero.
Podrían dividirse en dos categorías: los que han cogido el tren y
quienes lo han perdido.
El papel de los investigadores y el propósito del experimento se
entenderá con estas palabras: “Si no os habéis sentido en
algún instante verdaderos seres del siglo XX, pero observados y
juzgados por una especie de conciencia futura; si no os habéis
sentido en algún otro momento como seres de un futuro hecho ya
presente que juzgan, con rigor y piedad, a gentes muy antiguas y
acaso iguales a vosotros, el experimento ha fracasado”. Estas
palabras apuntan a esa participación del espectador que siempre
busca Buero: invitación, con actitud crítica, a que éste juzgue y
se juzgue, y a saber que seremos juzgados por el futuro. Tal es la
justificación del experimento.
El
final es un buen ejemplo de final
abierto,
tendente a que el espectador prolongue con su reflexión la obra. Las
últimas palabras de Mario: “Quizá
ellos algún día, Encarna... Ellos... sí, algún día”, son
interrogantes lanzados al espectador, ¿quiénes son ellos? ¿Nosotros
mismos? ¿y qué se espera quizá de ellos? Este final encierra una
llamada a la
esperanza. Y
junto a ello, Buero busca una respuesta: un
esfuerzo de superación moral y una voluntad de caminar hacia un
mundo mejor.
PIDO
LA PAZ Y LA PALABRA, BLAS
DE OTERO.
Blas
de Otero nació en Bilbao en 1916. Recibió una educación religiosa
con la que luego rompería. Cursó Bachillerato en Madrid y Derecho
en Valladolid, pero nunca ejerció la carrera. Durante algún tiempo
se dedica a la enseñanza, tarea
que abandona cuando es un poeta reconocido internacionalmente para
dedicarse a su obra y a sus actividades de conferenciante. Viajó por
toda España y reside temporadas en Francia, Rusia, China,Cuba... El
resto del tiempo vive en Madrid, donde muere en junio de 1979.
La
obra de Blas de Otero resume las etapas cubiertas por
nuestra poesía durante varias décadas: nos hablará en un primer
momento de sus problemas personales, existenciales y religiosos;
después se enfrentará desde postulados marxistas con los problemas
colectivos (etapa de poesía social) y tras 1965 se advertirá en su
obra la búsqueda de nuevos caminos.
Su
primera etapa de poesía existencial está representada por obras
como Ángel fieramente
humano (1050) y
Redoble de
conciencia (1951), cuyos
poemas aparecerán fundidos en 1958 en un solo volumen titulado
Ancia.
Pido
la paz y la palabra
(1955) pertenece ya a la segunda época del autor, la
de la poesía social,
junto con En
castellano
(1959) y Que trata
de España (1964).
En
esta etapa el poeta abandona sus angustias y sus preocupaciones
metafísicas. El camino que no encontró en la religión lo busca
ahora en la solidaridad
con los que sufren.
La tarea inmediata es “demostrar hermandad con la tragedia viva, y
luego, lo antes posible, superarla”. Y añade: “Creo en la poesía
social a condición de que el poeta, el hombre, sienta estos temas
con la misma sinceridad y la misma fuerza que los tradicionales”.
Por supuesto, esta poesía estará centrada en su ámbito concreto:
España.
A
estas orientaciones responde el hecho de que Otero se dirija ahora “a
la inmensa mayoría”,
por lo que buscará un lenguaje
más sencillo,
aunque esa sencillez sea muchas veces sólo aparente y pueda encubrir
una considerable concentración. También puede apreciarse una menor
tensión poética,
por el deseo de ser más
accesible
y contribuir, así, “a
transformar el mundo con la poesía”.
Pido
la paz y la palabra se
haya presidido por unas palabras de Sancho Panza a Don Quijote: “No
se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo”. Suponen
una invitación del pueblo a que el poeta supere sus angustias. En el
primer poema del libro A
la inmensa
mayoría anuncia
el abandono de su anterior poesía angustiada y declara “Yo doy
todos mis versos por un hombre / en paz”. Es la solidaridad, el
volcarse en lo demás, lo que le ha permitido superar su angustia,
como bien dicen algunos versos del poema Juntos:
“¡(...) jamás podrán vencerme, / porque mi mano se me va y se
agarra / a otra mano de hombre y a otra mano, / que me encadenan,
madre inmensa, a ti!”
De
esa “madre inmensa”, España,
se propone el poeta ser testigo; ella será la piedra sobre la que se
edifique su obra. Como en Machado, los sentimientos de Otero sobre
España son amor
y dolor, como
se aprecia en estos versos “porque soy hijo de una patria triste /
y hermosa”. Con dolor evoca en el poema Hija
de Yago su
pasado remoto (“la más ardua historia que la historia registre”)
o su pasado cercano: el odio, la sangre, la guerra. Y con amor evoca
sus tierras, evocación que se hará aún más intensa en Que
trata de España.
Ante
todo el poeta concibe la poesía como
lucha y como construcción. Pide,
reclama, la paz,
la justicia,
la libertad.
Y proclama su esperanza en una
España mejor
(“Creo en ti, patria”, dirá en Fidelidad).
Una nota optimista,
a pesar de los pesares, domina su poesía: “No esperéis que me dé
por vencido”.
En
cuanto al estilo,
pasa de los tonos dramáticos de los libros anteriores a tonos más
transparentes y sencillos. Aunque, insistimos, esta sencillez esconde
a menudo un trabajo férreo visible en la rigurosa construcción de
algunos poemas por la presencia de paralelismos, de juegos fonéticos
y léxicos...
Los
mismos rasgos de contenido y de estilo se prolongan en los siguientes
libros de este ciclo: En
castellano
y Que trata de
España.
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