GUIÓN DE LECTURAS 2ª EVALUACIÓN. 1º
BACHILLERATO.
LA
VIDA ES SUEÑO.
CALDERÓN DE LA BARCA.
Calderón
de la Barca es, junto con Lope de Vega, el creador del teatro nacional español.
El Barroco está en su plenitud y el lenguaje natural y espontáneo se llena de
artificios estilísticos. Se observa en sus obras un mayor cuidado constructivo,
una mayor preocupación ideológica y doctrinal y una mayor estilización de los
personajes hasta convertirlos a veces en símbolos.
FUENTES.
La
obra ocupa el primer puesto entre los
dramas filosóficos de Calderón. Su composición data de 1635, cuando el
autor está alcanzando su madurez.
Para
su asunto, aprovechó Calderón elementos preexistentes, como la leyenda de Buda (a quien se intentó
mantener aislado del mundo para que no se cumplieran las desdichas que predijo
su horóscopo) y un cuento de Las mil y
una noches (el mendigo que despierta un día siendo rey para despertarse
otro día como mendigo). Amabas historias eran ya conocidas en nuestra
literatura. Además, la idea de la vida como sueño era frecuentísima en la
literatura ascética del momento y entroncaba con el tema barroco de la inconsistencia
de la vida.
El
acierto de Calderón fue dar cuerpo escénico a tales elementos, desarrollando y
apurando sus posibilidades ideológicas y dramáticas.
ESTRUCTURA.
En
esta obra Calderón rompe con la unidad de acción y presenta una doble trama: de una parte, la historia
de Segismundo: su prisión, la prueba a que es sometido, su liberación y su
“conversión”. De otra parte, la historia de Rosaura: su llegada a Polonia para
reparar su honor, las zozobras de Clotaldo al descubrir que es su hija, etc.
Las
desdichas de ambos personajes son paralelas. Así aparece en el primer diálogo
de ambos. Y sus destinos seguirán entrelazándose. Además, la presencia de
Rosaura en los tres actos en circunstancias tan diversas es un lazo entre los
diversos “sueños” del príncipe. Ello acrecienta la perplejidad de éste sobre lo
que le acontece.
Rosaura,
además, juega un papel fundamental en la “conversión” del príncipe que,
prendado de ella, ha de vencer su inclinación para erigirse en defensor de su
honor.
COMPLEJIDAD TEMÁTICA.
En
la obra se entrecruzan temas que constituían algunas de las preocupaciones más
profundas de la época.
El
punto de partida es, sin duda, el libre
albedrío, cuestión que enfrentaba a teólogos y filósofos: ¿en qué medida
puede decirse que el hombre es libre, si Dios ya sabe de antemano
(“omnipresencia”) cuál va a ser su destino? Por otro lado, ¿puede un hombre
vencer las inclinaciones con que lo ha marcado la naturaleza?, Basilio, basado
en un sueño y en un horóscopo, cree saber el funesto destino que los cielos (o
la naturaleza) han trazado para Segismundo. Al tratar de neutralizarlo, niega
implícitamente la libertad de éste. Más adelante, duda y somete a su hijo a una
prueba, pero Segismundo se muestra como un ser feroz: ¿se cumple el destino?
¿no ha sido Basilio responsable de ello? El desarrollo de la obra, sin embargo,
prueba que el hombre es libre y capaz de vencer sus más poderosas
inclinaciones. La solución de Calderón se adapta perfectamente a la doctrina
ortodoxa de los teólogos de su época: el
hombre posee la “gracia suficiente” para llevar su propia vida por el camino
del bien.
Pero
de la trama que Calderón recurrió para ilustrar este tema surgió otro: la comparación de la vida como un sueño. Éste
se relaciona con el del juego entre apariencia y realidad y con el sentimiento
de la inconsistencia de la vida. ¿Cómo saber qué es realidad y qué es ilusión?
Calderón no se detiene a resolver racionalmente el problema, en cierto modo lo
esquiva y descubre una salida moral: “sea sueño o verdad, obrar bien es lo que
importa”. Lo único seguro es prepararse para el definitivo despertar. Por eso
afirma que “aun en sueños/ no se pierde el hacer bien”. Calderón supera la duda
universal no por la razón, sino por los caminos de la fe y la moral.
Tangencialmente,
también se plantea el problema político
de la legitimidad del poder, de la razón de estado y de la tiranía. Basilio, en nombre de los intereses de su
reino, anula los derechos de Segismundo. Éste le acusará de tiranía por haber
obrado contra el derecho y la moral. Y en nombre de estos principios, se
produce la rebelión popular. Pero Segismundo, a su vez, ha estado a punto de
convertirse en un tirano que en nombre de sus gustos, pisotea normas y
personas. Una vez más, resolverá Calderón el conflicto con un enfoque moral:
Basilio saldrá de su error y Segismundo se convertirá en un modelo de príncipe
prudente.
Finalmente,
el tema del honor es el eje de la
acción secundaria. La ley del honor está por encima de todo: el deshonor de
Rosaura sólo puede repararse haciendo que Astolfo cumpla con su palabra de
matrimonio o con la muerte. Segismundo habrá de acallar su amor y renunciar a
Rosaura.
Y
en relación a la trama principal, la
educación: Segismundo es educado pero recibe educación asilado del mundo
real, encerrado, por eso necesita distinguir entre lo bueno y lo malo, lo real
y lo ficticio, necesita ser reeducado pero en sociedad. Esto lo aprende el
protagonista de Rosaura: a tener compasión.
Calderón
se inclina a las soluciones más tradicionales y tranquilizadoras que cabía dar
a los arduos problemas planteados.
ARGUMENTO
Segismundo
es encerrado por su padre, el rey de Polonia, tras conocer éste por unos vaticinios
que su hijo sería un rey injusto y cruel. El rey decide, sin embargo, probar a
Segismundo y lo libera tras administrarle un somnífero que hace a
Segismundo pensar que todo lo ocurrido
en palacio ha sido un sueño.
PERSONAJES
Calderón
tiende a construir personajes esquemáticos, de carácter simbólico, atendiendo
más a la tesis de la obra que a la matización psicológica. Así, Segismundo
encarna la lucha entre las violentas inclinaciones naturales y los imperativos
de la moral, a la vez que representa lo incierto del vivir humano. El autor le
da la dimensión de un mito, más que la consistencia de un carácter.
El primer encuentro de Rosaura y
Segismundo los define para el resto de la obra:
a.
Rosaura:
se la presenta cayendo de una montaña, portando una espada y
vestida de hombre. En su primer
encuentro con Segismundo ya se nos revela la personalidad de este personaje, la
violencia: amenaza con hacerla pedazos porque “soy hombre de las fieras y una
fiera de los hombres”. En este primer encuentro es fácil percibir la visión
platónica de la mujer: el poder civilizador de la belleza. La actitud contradictoria de Segismundo
frente a Rosaura, que no sabe todavía que es mujer, desde este primer encuentro
hasta el último, es un ejemplo de la paradoja de la belleza femenina: “enciende
el corazón y lo refrena”. Rosaura es, como Segismundo, un personaje
contradictorio: es mujer y soldado, viene vestida de hombre y tiene ánimo
viril, y en la escena décima del tercer acto actuará como mujer y varón a la
vez. Tanto Rosaura como Segismundo son víctimas de una injusticia inicial: el
abandono por parte de los padres. Por ello Rosaura es una mujer noble a la que
se ha privado de su derecho al honor, y Segismundo es un príncipe al que se le
han arrebatado sus derechos al trono. Todas estas contradicciones se
solucionarán al final de la obra, pero hasta ese momento quedan perfectamente
establecidos dos grupos de personajes: los verdugos y las víctimas. Los
conflictos dramáticos surgen del encuentro entre esos dos grupos.
Rosaura y Clarín (el gracioso de la comedia clásica española), han
quebrantado sin saberlo el decreto real por el que se prohibía entrar en la
torre. Cuando Clotaldo los apresa, conocemos el motivo que la ha traído hasta
Polonia: vengarse de un agravio. Sabe
que la espada que su madre le dio “encierra mil
misterios grandes”, pero desconoce cuáles son. Se niega a desvelar quién
le dio la espada, sólo adelanta que fue una mujer que la envió a Polonia para
que la vieran nobles y principales. Clotaldo se da cuenta de que es “hijo
suyo”, pero decide callar: el público sabe ya el secreto que Rosaura desconoce.
Clotaldo, que de no saber que es descendiente suyo los habría matado, decide
llevarlos ante el rey para implorarle perdón, pero ya no es necesario y quedan
libres. Queda muy agradecida a Clotaldo, que a partir de entonces va a
protegerla, e insiste en su venganza. Animada por su padre le revela el fin de
su viaje: Astolfo ha mancillado su honor y ha venido a Polonia a casarse con
Estrella, así que es en él en quien recae la venganza.
En la siguiente jornada y también aconsejada por su padre aparece
ya vestida de mujer y se hace pasar por sobrina de Clotaldo, Astrea,
convirtiéndose así en dama de Estrella. En el suceso del medallón, su monólogo
nos revela el carácter impulsivo y pasional de este personaje: no sabe qué
hacer, pues si desvela su auténtica identidad, faltará el respeto a su
protector, quien le ha aconsejado que calle y espere la reparación de su honor.
Pero Astolfo la reconoce en cuanto la ve, aunque ella continúe fingiendo. Le pide a Clotaldo que la vengue con la
muerte de Astolfo, pero ahora su padre se encuentra con un gran dilema: Astolfo
le ha defendido cuando Segismundo quería matarle, así que le debe la vida. Ante
tal tesitura, le ofrece su patrimonio y que se interne en un convento. Pero
ella se niega y prefiere vengar su honor por ella misma aunque le cueste la
vida, así que acude a pedirle ayuda a Segismundo, que ya ha accedido a las peticiones
de los sublevados. Se dirige a él
recordándole las tres ocasiones en las que se han visto (hombre-torre /
dama-palacio / vestida como mujer pero armada como hombre en este momento) y le
pide: como mujer, que vengue su honra, como hombre, le alienta para que
recupere su trono y se levante contra su padre, deshaciendo así las bodas de
Astolfo y Estrella: “Mujer vengo a que me valgas / en mi agravio y mi congoja,
/ y varón vengo a valerte, con mi acero y mi persona”. Los dos personajes
objeto de violencia paterna, funden sus destinos: ella también luchará contra
su padre. Las dos acciones se hacen una con su lado masculino (la guerra y el
derecho) y el femenino (honor sexual). En el desenlace de la obra, cuando
Astolfo se niega a casarse con ella por ser una mujer que no es noble, será
cuando Clotaldo se descubra como su legítimo padre. Astolfo, al ver que es una
mujer noble, acepta el matrimonio.
b.
Segismundo: en
el primer acto le vemos encerrado en la torre. Sabe que está allí por algo
relacionado con su nacimiento, pero
desconoce que es un príncipe, y se lamenta de su destino: el único pecado que
ha podido cometer es nacer. El príncipe en la torre ha estudiado
incluso artes liberales, pero desconoce totalmente la educación que le
corresponde como príncipe. Segismundo es, pues, una fiera porque es un ser
contradictorio: es un hombre que ha nacido libre y que está preso sin culpa
desde el nacimiento y es el heredero legítimo de un reino que no ha sido
educado entre hombres y cortesanos. Por eso él tiene la grandeza del alma
propia de un príncipe, incluso la fortaleza física, pero le ha faltado lo
fundamental: la educación. Cuando se encuentra en palacio, su razón funciona en
sus discusiones como una cuchilla: aparece su padre y le recrimina, con toda la
razón, que él se portara con rigor y le encerrara a causa del hado, negándole
la educación que le correspondía y que era su obligación como padre y rey
proporcionarle. Por ello afirma que, si es una fiera, suya es la
responsabilidad y le recuerda, con soberbia, que él no le debe nada: es
príncipe por derecho y ley, por tanto, tiene todo el derecho a pedirle cuentas
porque le privó de su libertad. Estas afirmaciones hieren profundamente a
Basilio, que no puede responder. Para Basilio significan la confirmación del
hado y le advierte de que tal vez esté soñando.
En
todos los pasajes del segundo acto, Segismundo se deja llevar pos la pasión
alternándola con razonamientos irrefutables, pero le falla el conocimiento de
la legislación palaciega: es el caso de Astolfo (el sombrero), del criado que
le incomoda y que acaba saliendo por la ventana (para él el poder tiene la
connotación de primaria fuerza física), de Clotaldo (intenta matarle porque le
acusa de traidor)...
En
él se da todo un proceso de humanización:
—la
primera fuerza en su educación, que va de la violencia de los primeros versos a
la prudencia de los últimos, es la belleza (Rosaura).
—cuando
le vuelven a dormir y despierta, será la brevedad de las grandezas humanas lo
que le lleva a hacer las reflexiones de su famoso monólogo, que cierra el acto
segundo. Pero aún tendrá que luchar contra su pasión.
—en
el acto tercero (un poco ambiguo en sus conclusiones respecto al monólogo
anterior), se convence de que la vida es sueño, por tanto todas sus acciones se
basan en un cálculo para evitar el desengaño al despertar.
También
es ambiguo Calderón en otro aspecto: no quiere mostrar que sea lícito
levantarse contra el Rey (el príncipe podría haberse mostrado racional en otros
muchos casos y demostrarle a su padre que era capaz de reinar), pero Calderón
quiere castigar a Basilio por su negligencia como padre y rey. Por una parte,
es totalmente legítimo que Segismundo libre a su pueblo de la esclavitud
extranjera (Astolfo); pero es soberbia que quiera ver a su padre debajo de sus
plantas. Al levantarse contra su padre, aún rey legítimo, es el más pecador de
todos, pero por eso él mismo se postra a los pies del padre para que le mate,
premia a Clotaldo por haber sido fiel al rey y encierra en la torre al soldado
que ha levantado al pueblo en su favor (por supuesto, es el populacho bajo).
—en
el último monólogo ya está totalmente humanizado: actúa guiado por la prudencia
y la templanza: “¡qué condición tan mudada!” (Astolfo); “¡Qué discreto y qué
prudente!” (Rosaura).
En
realidad asistimos a una lucha constante entre la pasión y la razón, que
comienza con el predominio de la primera y termina con el triunfo de la
segunda.
c.
Basilio:
para Calderón y el público de la época, Basilio es un hombre que,
dedicándose a la astronomía, se ha distraído de su auténtica obligación,
gobernar; es un padre tirano que ha matado a su hijo en el momento mismo de
nacer, y un rey tirano que priva al pueblo de su príncipe legítimo. Dada su
edad, debería ser prudente, pero no lo es. Es más, él interpretó demasiado
rápido el mensaje de los astros, y confiesa que se dejó llevar por el amor
propio al creer en ellos.
Realmente
en la solución que propone a su pecado lo que busca es la culpa en Segismundo
para producir un segundo encarcelamiento supuestamente justo: si realmente no
es capaz de reinar, esta vez será castigo y no será crueldad encerrar a su
hijo. Pero ¿cómo puede gobernar un príncipe que no ha sido educado para tan
grande empresa?.
Basilio
vio en los astros que su hijo sería el príncipe más tirano que había conocido,
pero él culpó a Segismundo y no se dio cuenta de que la causa de esos males era
él mismo: su negligencia como padre y rey.
Segismundo
se lo dice al final y el padre reconoce que él ha preparado su propia caída con
una imprudencia culpable.
d.
Clotaldo:
es “el viejo”. Tiene la retórica, la garrulería y la seguridad del
viejo de comedia, y además una bondad y una buena intención que le hacen
siempre simpático.
e.
Astolfo
y Estrella: no tienen carácter propiamente dicho. Son el galán y la dama
exigidos por la estructura del género.
f.
Clarín: es el
gracioso de la comedia clásica: criado, conformista (por eso puede ser traidor
a cualquiera de sus amos) cuyos valores son la comida y el hablar sin mesura;
posee astucia e ingenio, no verdadera inteligencia, y es un cobarde, lo que le
llevará a la muerte cuando precisamente lo que intenta es huir de ella.
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