APUNTES
LITERATURA. 2ª EVALUACIÓN.
TEMA
4. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98.
A
fines del siglo XIX y principios del siglo XX Europa vive un periodo
de inestabilidad que desembocará en la Primera Guerra Mundial.
España
está inmersa en una crisis económica, política, social y
espiritual. La Gloriosa no dio los frutos que se esperaba de ella y
llegó el desencanto. La Restauración no fue capaz de paliar los
graves problemas, aunque supuso un periodo de relativa tranquilidad,
marcado por la alternancia en el gobierno de liberales y
conservadores. En 1898 el gobierno de Sagasta lleva a España a una
guerra desigual que termina con el conocido Desastre del 98, en que
España pierde Cuba, Filipinas y Puerto Rico, muchas vidas e
influencia económica. La situación se agrava y la crisis económica
se convierte en social, cuyo máximo exponente de violencia fue la
Semana Trágica de Barcelona en 1909. La brutal represión provocó
el rechazo de la sociedad española y de Europa. Llegará después el
golpe de estado y la dictadura de Primo de Rivera, que puso fin al
turno de partidos y al parlamentarismo. En 1931 se proclama la 2ª
República, que intentará resolver los graves problemas del país,
pero que encontró todo tipo de obstáculos. España se despeña
entonces en la Guerra Civil (1936-1939).
A
principios de siglo España era un país atrasado en todos los
sentidos. Por ello, se analiza la realidad española en profundidad
para intentar regenerar
el país y se vuelven los ojos a autores como Larra, Cadalso o
incluso Quevedo. Ya a fines del siglo XIX el interés recayó en la
educación como única
vía posible de regeneración. El krausismo
evolucionó al institucionismo
y los viejos líderes intelectuales fueron sustituidos por Giner de
los Ríos ( que fundó la Institución Libre de Enseñanza), Galdós,
Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo.... De todo este caldo de cultivo
nació el movimiento regeneracionista: Joaquín
Costa, Ramiro de Maeztu y Francisco Silvela intentaron buscar lo
propio del alma española, labor que será clave para el 98 y que
después continuarán hombres como Menéndez Pidal, Américo Castro y
Ortega y Gasset.
A
fines de siglo XIX en España, Europa e Hispanoamérica surgen
movimientos de tipo disidente e inconformista fruto de la crisis
de la conciencia burguesa.
Nacen en el seno de la burguesía pero son de signo antiburgués. En
la literatura cunden los impulsos renovadores,
radicalmente opuestos a
las tendencias vigentes (realismo, naturalismo, prosaismo
poético...). En un principio se llamó “modernistas” a
los jóvenes escritores movidos por esta ansia de de renovación,
pero con el tiempo el término fue reservándose a aquellos,
especialmente poetas, que
se separan del mundo al que odian y encauzan su inconformismo en la
búsqueda de la belleza, lo
raro, lo exquisito: se propusieron una renovación
estética. Junto a ellos, otros
escritores, fundamentalmente prosistas, movidos
por el mismo afán renovador, dan especial cabida en su temática a
los problemas del momento histórico
y recibieron el nombre de Generación del 98.
Ambos
movimientos coinciden cronológicamente y buscan una renovación
literaria, pero las diferencias
entre ellos son notorias. El Modernismo quiso ser una superación
de las fronteras nacionales y
soñó con París, Oriente y países exóticos. Tal y como llega a
España de la mano de Rubén Darío ( su segunda estancia en España
pone en contacto a modernistas y noventayochistas), es una literatura
de los sentidos, deslumbrante
de cromatismo y atractivos sensuales. Impulsados por la búsqueda de
la belleza, utilizaron
un lenguaje minoritario y
retoricista de
intención predominantemente estética. La Generación del 98 enfocó
su alma en su preocupación por España y
redescubrió Castilla como
cuna de lo español. Se trata de una literatura que constituye un
examen de conciencia y que
busca la verdad. Su
lenguaje huye del barroquismo, del artificio recargado, del
casticismo y del preciosismo literario. Desean una lengua válida
para todos, y para ello había
que conseguir mayor ligereza y precisión.
Modernismo
y Generación del 98 rechazan del ochocientos el cliché lingüístico
y la frase hecha. Ambos comienzan la llamada Edad de Plata o Segunda
Edad de Oro de las letras españolas.
MODERNISMO
Podemos
definir el Modernismo literario como un movimiento de ruptura con la
estética vigente que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo
fundamental llega hasta la Primera Guerra Mundial, aunque autores
como Machado o Juan Ramón lo abandonaran antes, o podamos percibir
su eco en momentos posteriores entrelazado con movimientos ya
distintos.
El
término “modernista” fue utilizado en un principio con un matiz
despectivo, pero Rubén Darío, junto a otros escritores, asume con
orgullo ese mote a partir de 1890. Rubén Darío publica en 1888 su
obra Azul (18
cuentos y siete poemas), que supone la obra inaugural del movimiento
y que le convirtió en padre del Modernismo ya que supuso una
revolución formal por la modernización de recursos
expresivos y el cuidado del ritmo.
En el prólogo de Prosas profanas
(1896) formula las bases de la nueva estética: afán de
originalidad, exotismo, exaltación de países lejanos (Grecia,
China, Japón), armonía de la palabra y verso deslumbrante.
Enriqueció el léxico con voces de gran sonoridad, introdujo el
soneto en alejandrinos y cultivó el dodecasílabo y el verso libre.
Evoluciona hacia un tono más reflexivo y abandona el preciosismo en
Cantos de vida y esperanza
(1905), poesía trascendental
en la que reflexiona sobre la vida y en la que aparecen junto a lo
pagano y lo erótico tonos graves, inquietud,
amargura, desengaño. También aparece su preocupación
social y denuncia los peligros
de la dominación americana para la cultura hispana.
El
modernismo triunfante en España coincidió con la segunda estancia
de Rubén en España en 1899, momento en que se encauzó
definitivamente el cambio poético. El afán renovador de los jóvenes
escritores españoles será guiado de la mano de Rubén y de la nueva
poesía de José Martí (Cuba) o M. Gutiérrez Nájera (Méjico). La
aludida crisis de la conciencia burguesa produjo actitudes distintas:
la rebeldía política, como la de José Martí, muy parecida a la
postura de los jóvenes del 98 en España, aunque la más
característica es la de aquellos que expresan literariamente su
repulsa por vía de un aislamiento aristocrático
y un refinamiento estético,
acompañados no pocas veces de actitudes inconformistas como la
bohemia o el
dandismo, y ciertas
conductas asociales y
amorales.
La
primacía de Hispanoamérica en la constitución del Modernismo es
indiscutible. En un principio se rechazó la tradición española y
la poesía dominante en la antigua metrópoli (a excepción de
Bécquer), de ahí que volvieran los ojos a otras literaturas. La
influencia francesa
en fundamental. Además de los grandes románticos (Víctor Hugo),
hubo dos movimientos claves: el Parnasianismo, y
la máxima de T. Gautier “el arte por el arte”, hace que se
instaure el culto a la perfección formal y una poesía serena y
equilibrada de formas puras y escultóricas. Los temas predilectos de
Leconte Lisle reaparecerán en el Modernismo: evocación de los mitos
griegos, de exóticos ambientes orientales, de épocas y
civilizaciones pasadas, el mundo bíblico, el antiguo Egipto, los
pueblos germánicos o la Edad Media española.
El
Simbolismo, corriente de
idealismo poético que arranca de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y
Mallarmé, sin abandonar las metas estéticas, postula que el mundo
sensible no es más que el reflejo o símbolo de las realidades
escondidas, y la misión del poeta es descubrirlas, de
ahí que los versos se llenen de misterios, sueños y
símbolos (ej, el ocaso=vejez o
muerte, río=vida...) Es una poesía que propone sugerir
mediante un lenguaje fluido y musical.
El
modernismo hispánico es una síntesis de ambos movimientos, aunque
también son destacables otras influencias: E.A.
Poe y Walt Whitman (EEUU), Oscar Wilde (Inglaterra) y poetas de la
propia tradición española: Bécquer y los poetas antiguos: Berceo,
Manrique, el Arcipreste y los poetas de los Cancioneros del siglo XV.
El retorno a las raíces españolas se incrementará tras el 98.
En
cuanto a la temática modernista, apunta
en dos direcciones: la exterioridad sensible
(lo legendario, lo pagano y lo exótico) y la intimidad
del poeta (vitalismo y
sensualidad pero también melancolía y angustia).
Sienten
una desazón romántica (malestar
y rechazo a la sociedad), de la que se deriva una sensación de
soledad y desarraigo.
Se exaltan de nuevo las pasiones y lo irracional frente
a la razón y reaparece el misterio, lo fantástico, el sueño. Pero
lo más importante son las manifestaciones de tedio, tristeza y
profunda melancolía, a veces angustia, de ahí la importancia de la
presencia de lo otoñal. De la necesidad de soñar mundos
de belleza en los que refugiarse de un ambiente mediocre procede
su escapismo, en el
espacio (lo exótico y lo oriental) y el tiempo (hacia el pasado
medieval o el de los mitos clásicos): los versos se llenan de
ninfas, sátiros, vizcondes, caballeros y castillos. La misma
necesidad de evasión supone el cosmopolitismo, que
desemboca en la devoción por París.
En
cuanto al tema del amor y el erotismo, hay un fuerte contraste
entre un amor delicado y una
idealización del amor y la mujer, acompañado casi siempre de
languidez y melancolía (nuevo cultivo del amor imposible) y un
erotismo desenfrenado: Rubén y otros escritores nos muestran
descripciones sensuales y notas orgiásticas, que se interpretan a
veces como un desahogo vitalista ante las frustraciones, y otras
enlaza con actitudes amorales y asociales.
Serán
también importantes los temas americanos: al
principio como evasión a los mitos del pasado, después como
búsqueda de unas raíces comunes.
En
cuanto a los temas hispanos, después
del 98 se produce un acercamiento a lo español y un “panhispanismo”
frente a EEUU (Cantos de
vida y esperanza).
Rubén Darío saludó a España como la la Patria Madre, pero su
mirada fue crítica, vecina en algún punto a los noventayochistas.
En los modernistas españoles será difícil encontrar muestras de
una actitud crítica por la realidad española del momento, pero sí
se aprecian finas captaciones impresionistas del paisaje, presididas
por metas estéticas o evocaciones de figuras a modo de estampa.
La
estética modernista tiene como base la búsqueda de belleza, armonía
y perfección, de ahí el esteticismo que
lo invade todo, al menos en la primera etapa del movimiento. De ahí
la búsqueda de valores sensoriales (para Salinas el Modernismo es
una literatura de los sentidos). Para ello, el manejo del idioma será
imprescindible.
El
enriquecimiento estilístico apunta
en dos direcciones: en el sentido de la brillantez y
los grandes efectos por
un lado; en el sentido de lo delicado, por
otro. Así sucede con el color y
los efectos sonoros.
Los
modernistas se valdrán de todos aquellos recursos estilísticos que
se caractericen por su valor ornamental, su valor sugeridor o ambos:
aliteraciones (la
libélula vaga de una vaga ilusión), sinestesias (verso
azul, sol sonoro), imágenes (nada
más triste que un titán que llora / hombre montaña encadenado a un
lirio) y enriquecimiento del léxico con cultismos o
voces exóticas o
adjetivación ornamental
(dromedario, ebúrneo cisne)
No
podemos olvidarnos de las innovaciones métricas.
En su anhelo de ritmo, usaron con preferencia el verso alejandrino,
de influencia francesa será el
dodecasílabo y el
eneasílabo, aunque
no dejaron los versos tradicionales como el endecasílabo o
el octosílabo. En
cuanto a las estrofas, lo importante era no ceñirse a las estrofas
consagradas, de ahí que el soneto ofrezca múltiples variedades.
Los
principales representantes del Modernismo son:
1.
Ramón María del Valle Inclán.
Su
amplia producción literaria abarca todos los géneros
y nos muestra también una profunda evolución:
desde el Modernismo elegante
y nostálgico, que es una evasión hacia la belleza, a
una literatura crítica basada en la distorsión de la realidad: el
esperpento supone una
evasión hacia lo trágico y miserable del alma humana.
La
etapa modernista de Valle coincide con sus primeros años de creación
literaria. En esta etapa predominan las obras donde aparece una
Galicia primitiva, mezcla de lo patriarcal y lo popular, lo
legendario y lo realista.
Sus
Sonatas representan
la cima de la prosa modernista: son cuatro novelas breves que recogen
las memorias del Marqués de Bradomín, un don juan “feo, católico
y sentimental”. Cada una de ellas supone un paisaje, una estación
y una edad de la vida diferentes: La Sonata de estío
nos cuenta una relación
amorosa en Méjico; la Sonata de otoño,
su relación con una enferma de tuberculosis en Galicia; la Sonata
de primavera la relación
con una novicia a orillas del Tirreno; y la Sonata de
invierno, su pérdida del
brazo por Carlos VII en Navarra.
Domina
en ellas un romanticismo decadente
en el que las mujeres son etéreas y enfermizas y los jardines
descuidados pero hermosos. Constantemente se enfrentan en el héroe
la religiosidad y el
erotismo: mezcla la
elegancia y la amoralidad en una exaltación de un mundo decadente.
Su prosa es rítmica, refinada y bellísima.
2.
Antonio Machado.
A
pesar de ser uno de los principales representantes de la poesía de
la Generación del 98, se adhirió en un principio a la estética
modernista, al igual que Juan Ramón o Valle Inclán, que queda
representada en su obra de 1903 Soledades, que
será ampliada en 1907 a Soledades,galerías y otros
poemas. Se trata de un
modernismo intimista ya
que Machado escribe mirando hacia dentro, en un íntimo
monólogo. En sus 42 poemas
destaca el tema de abril, el
culto a la primavera y
temas con asociaciones religiosas como la irreversibilidad del tiempo
(tempus irreparabile fugit)
o la inexorabilidad del destino.
Intenta apresar sentimientos universales que giran en torno a los
problemas de la condición humana. La soledad, la
melancolía y la
angustia traspasan su
versos. Las expresiones y asociaciones corresponden al simbolismo
francés en el que se formó.
La metáfora de la vida como agua que corre es constante. destaca la
personificación del paisaje y las visiones de la mujer con
resonancia becqueriana. Nunca abandonará la terminología religiosa
en su obra, pero a partir de aquí la usará con otra función.
Es
una etapa de expresión modernista y de influencia simbolista y
parnasiana, aunque ya domina en él el intimismo de épocas
posteriores como se puede apreciar en “Del camino”.
3.Manuel
Machado (1884-1947)
Destaca junto a su
hermano en la poética modernista con obras como Tristes y
alegres, en la que esboza su personalidad, o Alma (1901)
donde es observable un modernismo simbolista mezclado con el
andalucismo colorista y sensual típico del autor. Se trata de una
obra sensual pero con melancolía rubeniana.
El resto de su
producción será un desarrollo de los temas apuntados en Alma.
En la etapa que va desde sus Caprichos (1905) a su Ars
moriendi (1922) se nos aparece como el más fiel de los
modernistas españoles. Los rasgos más destacados de su poesía:
suave sonoridad de los versos, combinación de formas y ritmos
franceses y el sentir popular de Andalucía vestido en los moldes de
la copla, hasta el punto que su poesía se integró en el pueblo
olvidando el nombre de su creador, hecho que, en palabras del propio
autor, constituía la mayor gloria del poeta.
4.
Juan Ramón Jiménez.
(Os lo pongo aquí
porque al menos hay que hacer referencia a su etapa modernista, pero
lo estudiaremos en otros temas en profundidad: el Novecentismo.)
Su
trayectoria poética está marcada por unos temas constantes: la
belleza, la poesía, el amor, la eternidad, Dios. En su creación se
distinguen varias etapas. Dentro de la que él mismo llamó “época
sensitiva”, entre 1908 y 1915, sus obras Elejías y
La soledad sonora, representan su poesía “vestida
con los ropajes del Modernismo” pero sin llegar a la exuberancia de
aquél. Es un Modernismo intimista, orientada hacia la contemplación
y la confesión sentimental.
GENERACIÓN DEL 98
Fue
Azorín quien acuñó el término de Generación de 98 en unos
artículos de 1913. En su nómina aparecen nombres tan sorprendes
como el de Rubén Darío o Benavente, y queda fuera Antonio Machado.
Señala como características comunes de estos jóvenes escritores su
espíritu
de protesta, un profundo amor al arte y las influencias que
recibieron del parnasianismo de Gautier y del simbolista de Verlaine,
con lo que no se presenta aún desligado al grupo del Modernismo.
Sin embargo, autores como Baroja o Unamuno rechazaron o pusieron
reticencias a esta denominación, pero pronto el término hizo
fortuna y Ortega y Gasset lo adopta en seguida.
Se dio el
nombre de Generación del 98 a aquellos autores que compartían una
serie de características generacionales: nacieron
en años poco distantes (10 años separan al mayor, Unamuno, del más
joven, Machado), tuvieron una formación intelectual semejante
(Salinas señala el autodidactismo),
eran un grupo de jóvenes escritores que pronto entraron en contacto,
acudieron a las mismas tertulias y colaboraron en las mismas revistas
(Juventud, Alma española, Helios)
y participaron en actos colectivos
propios, como la
visita a la tumba de Larra. Obviamente el desastre
del 98 aunó voluntades. Unamuno será el
guía de estos jóvenes
cuyo lenguaje generacional
supone importantes novedades estilísticas,
una ruptura con el Realismo y el Naturalismo y una clara voluntad
antirretórica.
Para
Azorín un “espíritu de protesta”
y rebeldía animaba a la juventud del 98, lo cual es una muestra de
la crisis de la conciencia pequeño-burguesa:
procedentes de las clases medias, es la primera generación de
intelectuales que intentó pasarse al enemigo.
A excepción de Valle Inclán y Machado, que tuvieron un proceso
evolutivo inverso, la labor inicial de los noventayochistas se
emparienta con movimientos políticos
revolucionarios: Unamuno está afilado al
marxista PSOE y escribe en revistas subversivas, Maeztu comparte los
anhelos socialistas que vierte en Hacia otra
España, Azorín se declara anarquista y
Baroja siente también simpatía por esta ideología, aunque no
adopte una postura tan activa como la de sus compañeros. Valle, por
el contrario, profesa ideas netamente tradicionalistas y Machado sólo
se conoce por un libro de poesía intimista, Soledades, en el que aún
no aparecen sus ideas liberales.
En 1901 el
“grupo de los tres” publica un Manifiesto
con el fin de cooperar a la generación de un nuevo estado
social: de nada sirven el dogma religioso, ni
el doctrinarismo republicano y socialista ni el ideal democrático.
Sólo la ciencia social
puede mejorar la vida de los miserables. Su posición ahora es la de
un reformismo de tipo regeneracionista.
Pero la
campaña fue fracaso y con ello llega el desengaño.
En 1905 se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas
y sienten en el alma el fracaso de los
anhelos juveniles. La preocupación por España
sigue siendo clave, pero ahora desde la actitud contemplativa del
soñador o desde un escepticismo desconsolado.
En 1910
cada autor ha forjado ya una fuerte
personalidad. Hay una serie de
características que configuran lo que tradicionalmente se conoce
como mentalidad del 98, además del ya mencionado idealismo. Se
intensifica el entronque con corrientes
irracionalistas europeas: Nietzsche,
Schopenhauer, Kierkegaard (puede hablarse de un neorromanticismo
coincidente con el de los modernistas). Adquieren especial relieve
las preocupaciones existenciales:
los interrogantes acerca del sentido de la vida, la muerte o el
tiempo producen en los escritores o en sus personajes hastío vital o
angustia, en especial
en Unamuno. El tema de España
se enfocará con tintes subjetivos,
de forma que los anhelos y angustias íntimas de los autores se
proyectan sobre la
realidad española. Y la historia,
es otro de los campos de reflexión: al principio se acude a ella
para rastrear las raíces
de los males presentes, pero después se buscan los valores
permanentes de Castilla y de España. Les
atrajo también lo que Unamuno llamó “intrahistoria”:
la vida callada de los millones de hombres sin historia que, con su
labor diaria, han hecho la historia más profunda”. Y junto al amor
por España, el anhelo de europeización,
aunque con el tiempo dominará en casi todos ellos la exaltación
casticista.
En la
evolución ideológica los noventayochistas, Azorín derivó a
posturas tradicionalistas, Maeztu se convirtió en el adalid de la
derecha nacionalista; Unamuno, en constante contradicción, se
encerró cada vez más en sí mismo y después de una postura ambigua
ante el alzamiento, pronunció su famosa proclama “vencerán pero
no convencerán”. Baroja se recluye en un escepticismo radical.
Valle, por el contrario, se acerca a posturas progresistas cada vez
más radicales y la evolución ideológica de Machado le lleva cada
vez a la izquierda.
La
Generación del 98, como fenómeno estético,
lleva a cabo una renovación literaria
a principios del siglo XX que rechaza la estética precedente, con
significativas excepciones:
Maeztu siente afinidad con Galdós,
y valora con criterios modernos a Bécquer
y a Rosalía. Se toma
a Larra como precursor
y sienten veneración por algunos clásicos:
Fary Luis, Quevedo o Cervantes y la literatura
medieval, en especial el Cantar
de Mio Cid, Berceo, el Arcipreste de Hita o
Manrique.
Con una
clara voluntad antirretórica
quiere ir a las ideas, al fondo,
de ahí el sentido de la sobriedad
y el cuidado del estilo:
desprecian por igual el prosaísmo y el exceso de retórica. Amplían
el léxico español con palabras tradicionales o terruñeras
que toman del habla de los pueblos o de las fuentes clásicas. Como
ya apuntamos, el subjetivismo
se convierte en un rasgo esencial, de ahí que el lirismo
impregne un gran número de páginas que desvelan el sentir personal
de cada autor (intimismo).
Frente al tema de España,
se mezclan amor y
dolor, de ahí que
junto a la visión de atraso y pobreza, encontremos cada vez más una
exaltación lírica de
los pueblos y del paisaje, fundamentalmente de Castilla,
en la que vieron la cuna de la nación, de la tradición literaria y
de la cultura, que tiene como máximo exponente a Don
Quijote. Su atracción por lo austero
de las tierras castellanas supuso una nueva
sensibilidad.
Además,
innovaron en el campo
de los géneros literarios: se observan profundos cambios en la
novela y se configura
el ensayo moderno.
Menor éxito tuvieron los intentos de renovación en el teatro, a
excepción de Valle.
La estética
y el espíritu noventayochista se manifiesta en todos los géneros
literarios: novela, poesía, ensayo y teatro. Sus principales
representantes son:
- Miguel de Unamuno (1864-1936)
Considerado
el guía de los
noventayochistas, estuvo en constante lucha
con los demás,
fundamentalmente contra la ramplonería, y consigo
mismo: varias crisis de fe le hicieron hundirse en los problemas de
la muerte y la nada, y su eterno debate entre fe e incredulidad
llenarán sus páginas de angustia.
Cultivó
todos los géneros literarios y todas su obras se hayan vertebradas
en torno a dos ejes
temáticos
fundamentales: el tema de España
y el sentido de la vida humana.
Su
inmenso amor por la patria le arranca su famoso grito “me duele
España”. En su ensayo En torno al
casticismo, analiza el carácter nacional
a través de la intrahistioria y plantea otras cuestiones
fundamentales del 98: la valoración de Castilla, la articulación de
españolismo y europeización… Vida de
Don Quijote y Sancho es
una interpretación muy personal de la obra cervantina en la que
llega a la conclusión de que los males de la patria residen en que
ya no hay Quijotes. Cambia sus anhelos de europeizar España por el
de españolizar Europa. El tema de España estará presente en otros
ensayos como Por tierras de Portugal y España,
Andanzas y visiones españolas, en
cientos de artículos y en buena parte de su obra poética.
El
tema del sentido de la vida humana cobra acentos muy personales en
este autor. Su pensamiento existencial también se vierte en ensayos,
novelas, teatro y poesía, así como en artículos. En el ensayo Del
sentimiento trágico de la vida nos
muestra su miedo a la Nada,
al anonadamiento tras la muerte, lo que supone la angustia
de despertar a la trágica condición humana. La inmortalidad
se convierte en una idea monomaníaca, de ahí su hambre
de Dios, pero la razón
le niega la esperanza. Los mismos temas aparecerán en La
agonía del cristianismo. Unamuno
contribuyó con éstos y otros ensayos a la creación
de la retórica del ensayo español.
En cuanto a su obra poética, despreció la rima y
prefirió el verso libre. Entiende la poesía como una asociación
poética de las imágenes, con una rima interna y robusta de
pensamiento y con un argumento lírico. Su estilo es sobrio, denso
conceptualmente. Su temática: la inmortalidad, la identidad del ser,
la intucición como forma de conocimiento... Destacaremos Poesías,
Rosario de sonetos líricos, El Cristo de Velázquez y
Cancionero.
En su terato representó directamente los conflictos
íntimos, así en Fedra, Raquel encadenada,
La esfinfe, Soledad y El
otro.
Pero prestaremos más atención a la novela, dada la
renovación del género
que supusieron sus obras, cauce de los conflictos existenciales.
Comenzó, sin embargo, con una novela
histórica o intrahistórica,
que necesitó más de doce años de
preparación (novelista ovíparo), Paz
en la guerra. Amor
y pedagogía ya
es una novela ideas (novelista vivíparo).
A su siguiente novela, Niebla,
la subtitula nivola como
reacción a la crítica: se trata de una naracción
breve en la que apenas hay descripciones, el
diálogo juega un
papel fundamental y sus personajes son agonistas,
anhelosos de serse, que luchan por su
existencia contra la muerte y la disolución de su personalidad.
Después, vendrán otros dramas: Abel
Sánchez (cainismo),
La tía Tula
(maternidad) o San Manuel, bueno, mártir
(un cura pierde la fe pero guarda las
apariencias para procurarles la felicidad a sus feligreses). También
escribió cuentos y novelas cortas como Tres
novelas ejemplares y un prólogo.
2. Ramón María del valle Inclán (1866-1936).
Después de publicar sus Sonatas
empieza a alejarse del Modernismo para preocuparse por el pueblo, los
oprimidos y el la situación de España. Comedias
bárbaras son tres obras teatrales en las
que recupera Galicia pero
ahora con toda su miseria: personajes
violentos, extraños o tarados, y todo ello presidido por Don Juan de
Montenegro, tirano que representa un mundo heroico en descomposición.
El lenguaje se vuelve
más fuerte y hasta
agrio, pero musical
y brillante. Esta
tendencia se acentúa en la trilogía de novelas La
guerra carlista en la que, junto a
resabios modernistas, aparece
un lenguaje desgarrado y
bronco, acentuado por un léxico rústico. En
las novelas de la última etapa, como Tirano
Banderas o el ciclo de novelas históricas
El ruedo ibérico,
el estilo, como en los
esperpentos, es desgarrado, agrio
en su humor, con una fuerte carga crítica,
pero sigue siendo una prosa
de cuidada
elaboración.
Tras esta etapa de transición llega el esperpento,
cuyo máximo exponente es su obra teatral Luces
de bohemia. Pone su estética al servicio
de las ideas del 98:
lo trágico y lo grotesco se mezclan para dar como resultado una
estética que pretende ser la superación del dolor y la risa.
Deforma la realidad para realizar un profundo
análisis crítico de la sociedad.
3. José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967)
Su pensamiento se centra en la obsesión
por el tiempo, la fugacidad de la vida, una
melancolía que fluye mansamente unido al deseo de apresar lo que
permanece por debajo de lo que huye o de fijar en el recuerdo las
cosas que pasaron. Es un contemplativo y un
espíritu nostálgico que vive para evocar. Es
el mejor ejemplo de compenetración
novenatyochista con el paisaje
castellano. En sus novelas se difumina
la línea divisoria entre novela y ensayo,
apenas hay trama argumental,
mero pretexto para hilvanar una galería de personajes
fracasados y sensibles. Autor impresionista
atento a la belleza de lo nimio.
Su estilo fluye lento,
con un lirismo
contenido: precisión, claridad y uso de la
palabra justa y la frase breve; técnica miniaturista
en sus descripciones.
Sus tres primeras novelas son de carácter
autobiográfico y de ella toma su pseudónimo: La
voluntad, Azorín y
Confesiones de un pequeño filósofo. En
su segunda etapa recupera a los grandes clásicos y culmina su
percepción del tiempo como en Castilla.
Intentó renovarse con las vanguardias,
pero después volvió al tema del tiempo.
4. Pío Baroja (1872-1956)
Dos son las notas que caracterizan la personalidad de
este autor: pesimismo e
individualismo.
Se dedicó casi en exclusiva a la novela.
Sus personajes, son siempre un reflejo
del autor. Anheló ser un hombre de acción,
pero era un ser abúlico,
de ahí que encontremos personajes en los que
se proyecta este ideal de hombre de acción que siempre quiso ser, y
otros, como Andrés Hurtado, se muevan por el mundo con esa monomanía
deambulatoria tan característica en Baroja.
Su concepción de la vida se inscribe en el pesimismo
existencial: el escepticismo
preside la raíz de todas sus ideas. El mundo
carece de sentido, la
vida es absurda y no
alberga ninguna confianza en el hombre,
lo que explica el hastío
vital de muchos de sus personajes.
De su primera etapa destacaremos Camino
de perfección y dos trilogías La
raza (El árbol de
la ciencia, La dama errante y La
ciudad de la niebla)y La
lucha por la vida (La
busca, Mala hierba, Aurora roja). En la
segunda vuelve con otra trilogía, Las
ciudades, y una tetralogía, El
mar, de la que destacaremos Las
inquietudes de Shanti Andía. Entre 1913
y 1935 se consagró a Memorias de un hombre
de acción. Sus últimos años los dedicó
a sus memorias, Desde la última vuelta del
camino.
5. Antonio Machado (1875-1939)
Pensaba que la poesía es sobre todas las cosas una
honda palpitación del espíritu.
Su estancia en Soria le marcará para el resto de su vida: allí se
enamora de Leonor, con la que se casa en 1909. Pero 3 años más
tarde fallece prematuramente y abandona Castilla, aunque su corazón
queda en “el alto espino”, cementerio en el que reposa su esposa.
Baeza, Segovia, Madrid, Valencia, Barcelona y finalmente Collioure,
donde fallece en el 39. En su obra se distinguen varias etapas
marcadas por los acontecimientos de su vida.
Soledades, un libro
inmerso en el Modernismo pero lejos de lo deslumbrante y lo exótico,
debido a su fuerte influencia simbolista, será
ampliada en 1907 en Soledades, galerías y
otros poemas, en el que se puede ver que
su poesía se personaliza, se depura va
eliminando lo modernista y da entrada al paisaje castellano.
En su tercera etapa, coronada por Campos
de Castilla (1912) el autor se define a
partir de su preocupación por España y
el paisaje castellano es el máximo
protagonista y en el que se basa su reflexión sobre el hombre. Todo
el libro es un itinerario temporal que va desde Castilla la Vieja
hasta Andalucía pasando en el centro de este viaje por la muerte de
Leonor. Vamos de una Castilla vivida,
a una Castilla recordada y meditada.
Predominan como temas meditaciones
sobre la muerte y la existencia de Dios, sátiras y proverbios
morales.
En su etapa final, de 1912 a 1928, disminuye su cultivo
de la poesía. Destaca en este momentos Nuevas
canciones y Poesías
completas. Aparecen elementos de carácter
elegíaco por la muerte de Leonor y
vuelve a u poesía el paisaje andaluz.
Desde este momento hasta su muerte, Machado escribe
poesía de circunstancias como
La muerte fue en Granada
y escribe lo que podríamos denominar un “diario de ideas” en su
Juan de Mairena,
Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos
de un profesor apócrifo. Además publica
bajo el seudónimo de Juan de Mairena algunos escritos en revistas de
la época. Por último, hizo algunas de teatro en colaboración con
se hermano Manuel como La Lola se va a los
puertos o Juan de
Mañara.
TEMA
5. EL NOVECENTISMO Y LA VANGUARDIA.
Contexto
histórico.
El
siglo XX comienza, según Hauser, tras la Primera Guerra Mundial
(1914-1918). España, pese a su neutralidad, también sufrirá hondos
cambios a partir de la misma fecha. La crisis de 1917, con sus
conflictos sociales, significa el fin de los partidos turnantes.
Frente a la vieja oligarquía se alza con fuerza una creciente
pequeña burguesía reformista, a la vez que las masas obreras ganan
protagonismo. La decadencia de la Monarquía llevaría al golpe de
estado de Miguel Primo Rivera en 1923. El cambio fue aceptado en un
principio por los intelectuales, aunque después se opondrán al
convertirse en una dictadura que prohíbe los partidos y pone fin al
parlamentarismo. Tras el paréntesis de la dictadura (1923-1930), las
nuevas fuerzas políticas propiciarán el advenimiento de la Segunda
República (1931), aunque la pugna entre estas nuevas fuerzas y el
viejo bloque dominante explicará los avatares de la República y el
desencadenamiento de la Guerra Civil (1936-1939).
Históricamente
la literatura de Vanguardia es la que corresponde a la posguerra que
siguió a 1918, aunque algún movimiento como el Futurismo o el
Cubismo sea inmediatamente anterior. Durante 10 años el viejo
continente disfruta de una de una visible prosperidad y reina el
optimismo: se siente el deseo de olvidar los horrores de la guerra y
se practica una literatura de “evasión”, momento que Ortega
llamó “la deshumanización del arte”. El clima es semejante en
España, que había permanecido neutral a la contienda y que, pese a
los cambios operados, vivió un periodo de relativa tranquilidad que
coincide con los felices años veinte, el cansancio de lo bélico y
las vanguardias artísticas europeas, aunque ya se están gestando
los movimientos radicales que darían lugar al fascismo italiano y al
nazismo alemán.
Sin
embargo, esta situación dura aproximadamente hasta 1930: la
depresión económica de Occidente, producto del Crack del 29,
coincide con una honda crisis espiritual en la que naufragan el
optimismo y los ideales que se habían forjado en la década
anterior. La crisis afecta también a España, cuya descomposición
no favorecía alegres evasiones. Se llega a tal extremo
deshumanizador que a partir de los años treinta la literatura se
debate entre el nuevo arte y la literatura de compromiso. En España,
el estallido de la Guerra Civil impondrá el compromiso en toda
actividad creadora.
LA
GENERACIÓN DEL 14.
Los
autores novecentistas configuran la segunda generación
literaria del siglo XX,
inmediatamente posterior a la Generación del 98. Tienen, por tanto,
nuevas orientaciones ideológicas y estéticas
que no son ni las de la Generación del 98 ni las del Modernismo
(aunque autores como Juan Ramón Jiménez se iniciaran en la estética
modernista), pero no suponen aún la ruptura radical de la
Vanguardia, con la excepción del pionero Ramón Gómez de la Serna.
Fue Eugenio D'Ors quien acuñó el término Novecentismo.
El
Novecentismo se gesta en la primera década del siglo XX. El 1910 se
fundan el Centro de Estudios Histórico y la Residencia de
Estudiantes, encaminada a la formación de una clase rectora
consciente, leal e informada. Ortega y Gasset insiste en rigor
científico en los estudios históricos y en la formación de una
minoría preparada para el ejercicio de su misión rectora, dos de
las preocupaciones clave de esta generación, que presenta dos
direcciones: hacia la minoría intelectual y hacia la educación de
la mayoría de los españoles.
Ideología
del Novecentismo.
En
lo político, la mayoría procedía de reformismo burgués. Hombres
como Ortega, Azaña o Marañón defendieron los ideales republicanos.
En
lo cultural, aparece un nuevo tipo de intelectual: se imponen la
pulcritud (VS bohemia modernista), una sólida formación
universitaria (VS el autodidactismo noventayochista) y un examen
sereno, objetivo, o al menos distanciado de los problemas: la
claridad racional (VS posturas irracionalistas o exaltadas). Muchos
tuvieron una vocación magistral orientada a la formación y
educación de la mayoría a través de la cátedra, la prensa...
Reaccionaron contra actitudes decimonónicas (antirrealismo y
antirromanticismo) y se sintieron europeístas, atendiendo
a lo universal (VS casticismo: Ortega y Gasset dijo de los españoles
que es una raza “que se muere por instinto de conservación), lo
que también les llevó a una preferencia por lo urbano frente a lo
rural.
El
problema de España sigue
patente, pero con tintes menos patéticos, por reacción al pesimismo
noventayochista, aunque pervive la concepción “castellanocéntrica”
de España en autores como Ortega y Gasset. Son temas frecuentes la
idea de la revolución desde el poder (heredera del regeneracionismo)
y un elitismo cuya expresión máxima será la España
invertebrada de Ortega.
Estética
del Novecentismo.
Supone
una superación tanto del Modernismo como de la Generación del 98 y
un rechazo al Romanticismo y al Realismo trivial: se huye del
sentimentalismo (se refrena lo dionisíaco y se potencia lo
apolíneo), con lo que se abandona el tono apasionado y vehemente
como el de Unamuno. Tres principios presiden la labor creadora:
pulcritud, distanciamiento y equilibrio. Se crea bajo un imperativo
de selección, lo que da como resultado una literatura para minorías,
y se impone el intelectualismo para evitar lo sentimental. Todo
conduce a un arte puro, que es mero placer estético, dado que tanto
el arte como la literatura son creación, no reflejo de valores
extrínsecos (de ahí el antirrealismo, antirromanticismo y
antinoventayochismo). Este arte ha de liberarse de las
contaminaciones demasiado humanas y ser intrascendente, fuente de
goce intelectual, sin otra función social o redentora.
Se
cuidan obsesivamente el lenguaje y el estilo, presidido este último
por una idea de “tensión” (huida de lo fácil y desmañado).
Conciencia de obra bien meditada, “bien hecha”.
Géneros
literarios.
1.
El ensayo.
Los
ensayistas ocupan un lugar prioritario en esta generación.
Destacaremos, entre todos:
Ortega
y Gasset. Guía y maestro de la
generación, funda en 1913 la “Liga para la Educación Política”,
en 1915 la revista “España” y en 1923 la “Revista de
Occidente”, que recoge las nuevas corrientes europeas y españolas
de todos los ámbitos del pensamiento y la creación.
Máxima
figura de la filosofía española del siglo XX, recogió en la España
invertebrada su
postura europeísta y su denuncia del aislamiento de nuestro país.
Nos centraremos en sus ideas estéticas, expuestas en La
deshumanización del arte. En
este ensayo, constata la existencia de un nuevo arte pictórico,
musical y literario, la Vanguardia, un arte que resulta minoritario e
impopular porque la masa no lo entiende, debido a que es un arte
puro: si en el siglo XIX se valora el arte por lo que tenga de humano
y real, ahora sólo se valoran las calidades formales. De ahí la
tendencia a la deshumanización, que relega las emociones humanas en
favor de la pura emoción estética. Es, por tanto, un arte
intelectual que no se basa en el contagio emocional. Por ello la
poesía es antirromántica, pura creación verbal cuyo instrumento
fundamental es la metáfora. Tiende a convertirse en juego, lejos de
todo patetismo, de ahí la ironía y hasta un pirueteo cercano a lo
deportivo. En Ideas
sobre la novela
lleva a cabo un análisis del género narrativo, mientras que
Meditaciones del
Quijote es
un ensayo sobre los géneros literarios.
Eugenio
D'Ors. definió
a la nueva generación como europeísta, antibohemia, universitaria y
laica. Obras: Glosario
(anotaciones
breves); Tres
horas en el Museo del Prado y
Lo barroco,
que le dieron autoridad como crítico de arte;
Oceanografía del tedio
es la cima de su prosa, cuidada, limpia y de gran plasticidad.
Gregorio
Marañón.
2.
Novela.
Gabriel
Miró. Gran
capacidad para captar sensaciones y sentido lírico, en sus obras la
acción se convierte en mero soporte para descripciones
impresionistas. Domina el lenguaje, lleno de imágenes vivísimas, de
emoción y belleza. Insinúa sin mostrar explícitamente. Estilo
denso, gran detallismo, uso del estilo nominal, abundancia de
sinestesias y ritmo lento. Obras: Las
cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel, El obispo leproso.
Ramón
Pérez de Ayala. Comienza
con un relato autobiográfico de corte noventayochista y evoluciona
hasta la novela intelectual. Obras: Tinieblas
en las cumbres, A.M.D.G, Luz de domingo.
Otros
autores: Wenceslao Fernández Flores, Benjamín Jarnés.
3.
Ramón Gómez de la Serna es
imposible de encasillar, ejemplo de escritor puro. Para él, el mundo
es un circo grotesco, sólo descriptible en términos de humor,
aunque con un poso de amargura. Encarna el espíritu de vanguardia al
estar en perpetua ruptura con los convencionalismos. Atendió a todos
los géneros, menos a la poesía lírica. Su creación más personal
son las greguerías (Humorismo + Metáfora = Greguería), publicadas
por primera vez en 1910 en la revista “Prometeo”. Son apuntes
breves que encierran una pirueta conceptual o una metáfora insólita,
algunas son chistes y otras se acercan a la máxima filosófica. En
el ámbito de la novela, supone la superación del canon tradicional
realista-naturalista por su ingenio, su humor y los personajes
estrafalarios; la acción es escasa, a menudo irreal y están llenas
de greguerías que sorprenden al lector. Obras: Piso
bajo, El doctor inverosímil. Escribió
un teatro simbólico e insólito. Obras: La
utopía, Los medios seres.
4.
Poesía.
Los
poetas tienden a una depuración estilística: son los años de
superación del Modernismo que Pedro Salinas llamó “del cisne al
búho”. La poesía de esta generación está presidida por la
figura de:
Juan
Ramón Jiménez. En
1900 se fue a Madrid a “luchar por el Modernismo”. Rubén Darío
le influirá en este primer momento lírico impregnado de
Romanticismo que luego repudiaría. En sus diversas estancias en
Madrid frecuentó la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia
de Estudiantes. Se casó en NY en 1916 con Zenobia Camprubí.
Residieron en Madrid hasta que estalló la Guerra Civil; a partir de
entonces residirán en varios países hispanoamericanos hasta que en
1951 se asientan definitivamente en Puerto Rico, donde murió, dos
años después de ganar el Premio Nobel.
Lleva a cabo la
superación del Modernismo mediante un trabajo constante de
depuración poética y gracias a una sensibilidad abierta a todo
movimiento renovador. Es un poeta consagrado a su obra, aislado por
su hiperestesia, que vivió en una persecución inacabable de
belleza y palabra fundamental. Su poesía es minoritaria (“A la
minoría, siempre”), de gran dificultad y hermetismo.
Su obra está
presidida por un triple sed: de Belleza (expresión de un goce
exaltado de lo bello, entreverado de melancolía e incluso de dolor),
de Conocimiento (poesía como modo de penetración en la esencia de
las cosas) y de Eternidad (como posesión inacabable de Belleza y
verdad; preocupación angustiosa de la fugacidad de las cosas e idea
muy particular de Dios, al que identifica con la Naturaleza, la
Belleza absoluta o la propia conciencia creadora). Sus temas
constantes: belleza, poesía, amor, eternidad, Dios.
Su obra se puede
clasificar en varias etapas, aunque todas ellas son formas diferentes
de acercamiento a lo inefable:
--Etapa
sensitiva:
de los comienzos a 1915. Sus primeros versos son muestra de un
postromanticismo becqueriano y un tono adolescente, pero se aprecia
pronto la impronta del Modernismo, como en Almas
de violeta, Ninfeas. En
1903 escribe su primer gran libro, Arias
tristes,
poesía “vestida de inocencia”, sencilla de formas, contenida,
transparente de emoción. Acento becqueriano evidente: sentimiento de
soledad y melancolía y temas como el paso del tiempo o la muerte son
propios de este neorromanticismo que penetra en el espíritu
modernista o de un intimismo simbolista, que le aleja del Modernismo
más ornamental y sonoro.
De
1908 a 1915 encontramos títulos como Elejías,
La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Sonetos espirituales:
adopta
los ropajes del Modernismo pero de un Modernismo intimista orientado
hacia la contemplación y la confesión sentimental. Pero también
compone libros de estilo más sencillo que presagian la inminente
depuración del lenguaje poético: El
viaje definitivo, Primavera amarilla. Su
obra en prosa Platero
y yo
combina rasgos modernistas con rasgos de voluntad de pureza.
--Época
intelectual:
“Más se fue desnudando”(1916-1936). Estío
(1915)
da paso a una sensibilidad. Diario
de un poeta recién casado (1916)
supone la ruptura con el Modernismo: poesía desnuda en la que
elimina todo lo anecdótico y tiende a la concentración conceptual y
emotiva. Son poemas breves, densos, en versos escuetos y
preferentemente sin rima o leves asonancias y también poemas en
prosa que influirán en la poesía de vanguardia.
Siguen
otros libros: Eternidades,
Piedra y cielo, Poesía...,
en los que continúa el proceso de depuración e interiorización que
se traduce en una gran dificultad. llevado por la sed de conocimiento
su palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad. La
estación total
corona esta etapa: anhelo de abolir el tiempo y de llegar a una
posesión total de la belleza, la realidad y el propio ser.
--Época
suficiente
(1936-1958). Encontramos títulos como En
el otro costado, Dios deseado y deseante, Animal de fondo. “Espacio”
(poema
incluido en la primera) es su obra cumbre de esta etapa: representa
la síntesis definitiva de una visión panteísta de la la
naturaleza, con la que acaba fundiéndose. Poema de gran riqueza
rítmica y metafórica.
Servirá de faro a
los poetas puros y a los jóvenes del 27, y ya en la segunda mitad
del siglo serán los “novísimos” los que recuperen la estima que
había perdido durante la guerra.
Otros
poetas contemporáneos: Tomás Morales, Mauricio Bacarisse, Juan José
Domenchina y José Moreno Villa.
En
este momento Europa ya vive inmersa en las Vanguardias, que pronto
llegarán a España. A partir de entonces hay fundamentalmente dos
tendencias poéticas, que a veces se dan en un mismo autor, incluso
fundidas la una con la otra: por un lado, continúa la tendencia de
poesía pura al modo juanramoniano; por otro, la influencia de las
vanguardias europeas hace que los autores experimenten nuevas formas
de poesía y den cabida a nuevos temas poco habituales en el género.
Los
poetas de la Generación del 27 aunarán estas dos tendencias, entre
otras, y darán a la literatura española la Segunda Edad Dorada de
la literatura española.
LAS
VAGUARDIAS. EL ARTE NUEVO.
El
vanguardismo, tanto en Europa como en España, constituye una etapa
de enorme interés: un bullir de experiencias que supone una
ruptura y conduce a una fecunda renovación del
concepto de la literatura y del lenguaje poético.
En
1920 el Modernismo está totalmente superado. En Europa,
fundamentalmente en Francia, soplan aires nuevos. La expresión del
arte de “vanguardia” expresa bien la actitud
combativa de sus corifeos. El
movimiento se escinde en numerosos “ismos”:
tras el futurismo italiano,
vienen cubismo, dadaísmo y surrealismo
en Francia; imaginismo en Inglaterra y
en los EEUU; ultraísmo y creacionismo
en España e Hispanoamérica.
Si
la literatura novecentista había supuesto una depuración e
innovación en el ámbito literario, los movimientos de vanguardia
suponen una auténtica ruptura —quizá la más radical que
se ha dado en la historia de las artes y de las letras. Todas
ellas suponen un ejercicio de experimentación creadora,
coexisten en pugna y se suceden unos a otros rápidamente.
Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al
arte escénico o al cinematográfico, a las letras
e incluso al pensamiento (aunque no todos abarcaron todas las
manifestaciones artísticas).
En
este momento de experimentación renovadora se rechaza todo o
casi todo lo anterior
—aunque sólo en teoría—, aunque fundamentalmente se repudian
Realismo y Romanticismo, tan cargados de humanidad, de
sentimientos y de realidad. Los autores vanguardistas, sobre todo en
sus inicios, fueron doctrinalmente muy radicales. Y una de las
consecuencias de este radicalismo creador fue que los
géneros que más necesitaban apoyarse en la realidad como la novela
o el teatro, cedieron terreno al género que lo permite todo: la
poesía.
Las
características de la literatura vanguardista pueden resumirse en
los siguientes puntos:
·Afán
de originalidad: en esta ruptura total
con lo anterior se buscan un más allá
inexplorado (como el futurismo
o el ultraísmo)
o un “más acá” anterior a toda
cultura: la humanidad primitiva, el
mundo del niño... La innovación
se produce tanto en el lenguaje
(palabras inusitadas en el lenguaje poético) como en la
métrica (se prescinde del verso y de
la rima, de ahí la preferencia por el verso
libre) o en los temas:
los grandes temas como la vida, la muerte, el amor Dios..., se
abandonan o se abordan sin
trascendencia, con ingenio o incluso con humor.
La
exhibición del sentimiento
se considera de mal gusto y la falta de
sentido lógico les lleva a abolir
signos de puntuación, la distinción entre mayúsculas y
minúsculas...
·Hermetismo:
buscan la impopularidad,
como Góngora o Juan Ramón (“A la minoría, siempre.”). Se trata
de un arte minoritario.
El artista se convierte en un profesional,
en un técnico, un virtuoso cuyo oficio es “hacer” poemas.
·Autosuficiencia
del arte: el arte aspira a convertirse
en una entidad dotada de vida independiente
y autónoma (al romper el vínculo con
la realidad). La poesía se convierte en poesía
pura, inmanente, sin
elementos no poéticos (es decir,
humanos, como sentimientos, anécdotas...).
·Antirrealismo
y antirromanticismo: se elimina la
referencia a lo humano y se elude la confesión personal. “El poema
no dice, es”.
·Sobrerrealismo:
del naufragio de la historia y la
realidad salvaron el mundo infantil,
promesa de futuro y reino de la incoherencia, una etapa de la vida
imaginativa aún pura, sin contaminaciones, en la que la mente
funciona de un modo primitivo y elemental; y el
mundo de los sueños y del subconsciente
(principalmente el Surrealismo), que contiene fuerzas que escapan al
dominio del hombre.
·Intrascendencia:
el arte debe carecer
de toda finalidad extraestética, de
toda trascendencia moral, social o filosófica.
·La
metáfora: como recurso capaz de
apresar y expresar asociaciones sin
referirse a lo real.
·Escritura
onírica: automatismo psíquico puro.
El Surrealismo propugna trasladar el dictado puro de la mente con
ausencia del control de la razón.
·Atomización:
ya señalamos antes que para el poeta
vanguardista la creación
es un “hacer”;
sin embargo, los surrealistas,
al querer quebrantar los nexos lógicos, practicar la incoherencia y
entregarse al azar, la convierten en un “deshacer”,
que quiere ser reflejo del carácter fragmentario del mundo y de las
visiones oníricas que lo expresan. Ortega diría gráficamente: “El
espejo de la belleza se ha roto en mil pedazos”.
LOS
ISMOS INTERNACIONALES.
FUTURISMO
Nace en 1909, año
en que el escritor italiano Marinetti publica su primer
manifiesto vital e iconoclasta en un periódico francés:
Manifiesto técnico de la literatura futurista. Resueltamente
antirromántico (“¡Matemos el claro de luna!”), exalta la
civilización mecánica y técnica: “Un automóvil de carreras
es más hermoso que la Victoria de Samotracia.” Se tratarán temas
como el avión, la máquina, la energía eléctrica, el deporte...
El estilo busca el dinamismo, la rapidez verbal, rompe
con la sintaxis para dejar “las palabras en libertad”, lleva a
cabo innovaciones tipográficas y crean palabras de manera
arbitraria. No dio frutos notables ni en Italia ni en el resto
de Europa, salvo en Rusia.
CUBISMO
Nace
hacia 1907 como escuela pictórica,
pero el llamado cubismo literario
arranca en 1913 gracias a Guillaume Apollinaire
y a otros poetas franceses. Se propone descomponer
la realidad para proceder a
composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. Defiende lo
intelectual
sobre lo sensorial, se elimina lo anecdótico y desprecia lo
sentimental. A ello se añaden (sobre todo los famosos
Caligramas
de Apollinaire) especiales disposiciones
tipográficas de los versos que forman
“imágenes visuales”.
Éste y otros artificios como el “collage”
serán aprovechados por posteriores movimientos de vanguardia.
DADAÍSMO
Encabezado por
Tristán Tzara surge en Suiza durante la Primera Guerra
Mundial en 1916. Su nombre, elegido al azar abriendo un
diccionario con un cuchillo, es el de un balbuceo infantil. Es
un movimiento de rebeldía pura que se levanta contra la
lógica, contra el sentido común y contra las convenciones estéticas
o sociales. Rompen con la coherencia del discurso y vuelven al
primitivismo e ilogicismo de la infancia. Surge de un rechazo a
la “racionalidad” que condujo al absurdo de la guerra. Preparó
el camino para el Surrealismo.
SURREALISMO
Surge
de la decadencia del Dadaísmo y convierte su risa jovial en protesta
literaria, metafísica y social. Su
principal representante es André
Breton, que publica en 1924 el
Manifiesto surrealista.
No sólo es una renovación estética, es una renovación
integral: una total liberación del
hombre de los impulsos reprimidos en el subconsciente (Freud) por una
razón sumisa a convenciones morales y sociales, y de la represión
que ejerce sobre el hombre la sociedad burguesa (Marx). La vida no es
más que la cara más gris de la realidad y hay que conquistar la
verdadera vida, acceder a una realidad más alta, la superrealidad
que se halla amordazada en lo más hondo de las conciencias. En el
ámbito literario, quieren alejar la
razón del proceso creador para que la escritura sea fruto del
subconsciente. El resultado fueron
textos herméticos,
que hicieron ver la necesidad de introducir una técnica
que elaborara lo que dicta el subconsciente. Influyó en escritores
como Lorca, en pintores como Dalí y en cineastas como Buñuel.
EXPRESIONISMO
Surge en Alemania
y en literatura su máximo representante fue B. Bretch, que
combinó lo grotesco y lo patético, lo lírico y lo realista.
EXISTENCIALISMO
En este ismo se
debate el sentido de la existencia, la eternidad, los problemas de
identidad.... Tiene conexiones con autores como Unamuno, Ortega
o Machado.
LA
VANGUARDIA ESPAÑOLA
La
crítica continúa dudando de la existencia de una auténtica
producción artística vanguardista
en España. Los vanguardistas españoles se resistieron a ser
encasillados en una u otra tendencia, pero lo cierto es que se puede
hablar de manifestaciones vanguardistas
en la producción de muchos autores.
Los límites cronológicos de la Generación de las Vanguardias son
1920 y 1939.
A pesar de que la crítica se ha centrado en estudiar y destacar la
producción de los poetas de la Generación del 27, lo cierto es que
hubo otros autores en los que encontramos rasgos vanguardistas. Los
antecedentes de esta generación: Ramón
Gómez de la Serna ,(que con la
publicación del Manifiesto futurista
de Marinetti en la revista Prometeo
abrió el camino del arte nuevo en
España, principalmente del Ultraísmo,
con su prosa
y sus greguerías),
Juan Ramón Jiménez (que
influirá en las manifestaciones de vanguardia que tienden a la
poesía pura)
y Ortega
y Gasset (que con su Deshumanización
del arte llevó a cabo la
confirmación teórica del impulso renovador y que acogió los
escritos de los jóvenes escritores vanguardistas en la Revista
de Occidente.)
La
vanguardia hispana se caracteriza por combinar e integrar rasgos
de distintos ismos.
Sin
embargo, también hubo una tendencia
clasicista que surge en torno a la
figura de Góngora,
debido a la elaboración técnica a la que sometía sus escritos. Los
autores de esta tendencia crearon novísimos cancioneros y romanceros
en los que mezclaron ritmos tradicionales con imágenes vanguardistas
(Lorca o Alberti). A medida que el arte se rehumaniza, se tiende a
incluir elementos populares.
ULTRAÍSMO
Su
primer manifiesto aparece en 1919 en la revista Cervantes:
defienden la creación de imágenes mediante metáforas y rechazan
lo anecdótico y sentimental. Su nombre indica la voluntad de ir
“más allá” del Novecentismo imperante. En la línea
del antisentimentalismo y la deshumanización, incluye los
temas maquinistas y deportivos, busca imágenes nuevas,
recurre a disposiciones tipográficas al modo de Apollinaire y
suprime la puntuación en los escritos. Supone el resumen en
España e Hispanoamérica de los movimientos de vanguardia
“alegre”.
Su
principal promotor fue Guillermo de la Torre con sus “poemas
visuales” Hélices. Destacan también obras de otros
autores: Imagen, de Gerardo Diego, y Urbe,
de César M. Arconada. También se considera cercano a
este ismo el Romancero gitano de Federico García Lorca. En
Argentina entró en contacto con el Expresionismo alemán en la obra
de J.Luis Borges.
CREACIONISMO
Fue
iniciado en París por el poeta chileno Vicente
Huidobro y el francés Pierre Reverdy,
pero fue el primero el que lo dio a conocer
en España. Querían un arte que no
imitara ni tradujera la realidad, su máxima poética: la
creación de la realidad en el poema.
El poema será un objeto autónomo,
creación absoluta, no imitación:
“¿Por qué, cantáis la rosa, ¡oh, poetas? / ¡Hacedla florecer
en el poema!”
SURREALISMO
Posiblemente
el país europeo donde la repercusión del Surrealismo fue mayor, a
pesar de que se discuta su existencia por no existir una
conciencia de grupo ni un manifiesto teórico, pero las
manifestaciones poéticas son amplias y de gran calidad. Fue conocido
tempranamente a través de la traducción del Manifiesto en
1925; a ello hay que añadir las vistas de Bretón a Barcelona
y la de Aragon a la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde
vivían, entre otros, Buñuel, Lorca o Dalí. El poeta Juan Larrea
jugó un papel fundamental en la difusión del Surrealismo en nuestro
país.
El
Surrealismo español no fue ortodoxo: no practicaron la
escritura automática ni llegaron a la pura creación inconsciente, y
en sus poemas se percibe siempre una intencionada línea creadora
como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo fue una
liberalización de la imagen y un enriquecimiento del lenguaje
poético. Fusionó, además, Ultraísmo, Creacionismo y la
tradición autóctona.
El
Surrealismo significó la crisis
del ideal de poesía pura y
deshumanización que había prevalecido
durante unos años. Lo humano, e incluso
lo social y lo político, penetran de
nuevo en la literatura precisamente por los cauces de la expresión
surrealista: así lo prueban las trayectorias de Lorca, Alberti y
Neruda.
En
el vanguardismo español se aprecia una clara evolución que va desde
la depuración de la realidad y el objetivismo al subjetivismo final
de los años treinta. En esta evolución hacia lo subjetivo grotesco
y absurdo juega un papel fundamental el Surrealismo y las greguerías
de Ramón Gómez de la Serna (operación mental que subraya
relaciones remotas que despiertan la hilaridad y la sospresa).
En
cuanto a los géneros
literarios, ya dijimos en la introducción que fue LA
LÍRICA el que mejores frutos dio. En
el periodo de entreguerras
domina la poesía pura,
que fue cultivada por autores Salinas, J.Guillén, Lorca, Alberti,
Aleixandre, Gerardo Diego, Cernuda o Emilio Prados. La rehumanización
llegará en los años treinta de
la mano de la influencia del Surrealismo:
destaca el uso del verso libre
y del versículo
(verso largo que basa el ritmo en el juego semántico de
paralelismos), la eliminación de la lógica y las creaciones
metafóricas. Esta influencia se
aprecia en Poeta en Nueva York
(Lorca), Sobre los ángeles
(Alberti) o Espadas como labios
(Aleixandre, así como en la obra de Cernuda.
En
el ámbito de la prosa, la NOVELA sigue los pasos que
había marcado Ramón: humorismo e irracionalidad, frases
breves y ligazón caprichosa. Su prosa tiene rasgos que se usarán en
la poesía vanguardista. Destacan sus obras La viuda blanca y
negra y El gran hotel.
También
se dio una tendencia realista de tipo social que mezcló la
captación del lenguaje coloquial con el nuevo arte, pero sin caer en
el realismo tradicional.
Una
segunda etapa correspondería a la narrativa vanguardista,
desarrollada durante la dictadura de primo de Rivera. Son
obras libres de compromiso que incorporan el estilo
metafórico de la poesía. Destacan autores como Benjamín Jarnés
(El profesor inútil), Mario Verdaguer (La isla del tesoro)
o A.Espinosa (Crimen), que incluyen en sus obras elementos
surrealistas y ultraístas.
Durante
los años veinte y junto a todos ellos, también hay autores que se
oponen al arte deshumanizado y cultivan poesía y novela cercana al
realismo social como F. De Cossío o J.Díaz Fernández.
En
el TEATRO se da un movimiento de renovación dramática
que va desde Tic-tac de Claudio de la Torre hasta
Escaleras de Gómez de la Serna, pero no triunfaría
entre el público. Continúa la producción de autores consagrados
como Benavente o Muñoz Seca. El teatro novecentista de Gómez
de la Serna no arraigó y tan sólo triunfó Lorca con sus
dramas poéticos y tragedias rurales, pero no con sus creaciones
vanguardistas cercanas al Surrealismo El público y Así
que pasen cinco años. De atmósfera surrealista es también
El hombre deshabitado de Rafael Alberti.
TEMA
6. LA POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 27
Contexto
histórico.
Los
“felices veinte” constituyen una época de relativa tranquilidad
en toda Europa, tras la Primera Guerra Mundial, que propició el
desarrollo de una intensa vida
cultural y la experimentación de nuevas formas artísticas.
En España, el golpe de estado de Primo Rivera supuso el comienzo de
una dictadura que gozó del consenso popular: el desarrollo económico
y la paz social marcan este primer momento. Pero cuando pasa esta
euforia económica vuelve de nuevo el descontento. Los años treinta
se abren con una crisis económica y social que deriva de la crisis
económica mundial de 1929. Así, en 1931 se proclama la República.
Es el momento conocido como bienio progresista, pero el gobierno se
desgastó y la derecha se hizo con el poder en 1933. Su reacción
contra las medidas del gobierno anterior provocó una revolución
popular que preparó el triunfo de un Frente Popular de izquierdas y
el posterior golpe militar de derechas. El alzamiento nacional supuso
el comienzo de la Guerra Civil (1936-1939) y un paréntesis de varios
años para la vida cultural del país.
La
Generación del 27.
El
conjunto de poetas que se escalonan desde Salinas a Altoaguirre ha
recibido muchos nombres en la historia de la literatura. Nosotros
usaremos Generación del 27 por el acto conmemorativo del tercer
centenario de la muerte de Góngora que organiza en 1927 el Ateneo de
Sevilla. Por la gran afinidad entre ellos, pronto constituyeron un
grupo de auténticos amigos que, aun careciendo de un programa común,
sintieron el mismo deseo de pureza y de renovación lírica. La
Residencia de Estudiantes, con sus tertulias y actividades
culturales, el Centro de Estudios Históricos y los cafés
madrileños, fueron punto de encuentro y enriquecimiento para todos
ellos.
Profesores
universitarios y escritores como Alejandro Casona o F.García Lorca,
que con la compañía teatral “La Barraca” quiso dar a conocer
nuestro teatro clásico por toda España, tomaron pronto medidas para
acercar la cultura al pueblo.
Colaboraron
además en las mismas revistas. Las más importante fueron la Revista
de Occidente, que
publicó varios libros fundamentales del grupo, y La
Gaceta Literaria,
pero hubo muchas más: Litoral
(fundada
por Altoaguirre y Prados), Verso
y prosa, Cruz y raya
(dirigida
por Bergamín), Caballo
Verde para la poesía (dirigida
por Neruda)...
Sin embargo, la
Guerra Civil sumió al país en el dolor y terminó con esta intensa
vida literaria y cultural, de ahí que, a excepción de Lorca, muerto
en 1936, y V.Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso, que
permanecieron en España, los demás marcharon durante o al finalizar
la contienda al exilio al igual que otros muchos intelectuales. Este
partida supone un giro artístico en su producción: comienza la
rehumanización.
Los
poetas del 27, aunque en conexión y dependencia respecto los
movimientos vanguardistas europeos, no extremaron la posición
novedosa y conjugaron en sus obras tradición y revolución
(vanguardia), desarrollándose a su modo. Respecto a la Vanguardia,
bebieron de la influencia de varios ismos, pero nos centraremos en la
influencia del Surrealismo, Creacionismo y Ultraísmo. De la
generación precedente, Juan Ramón Jiménez servirá de faro a los
que cultivaron la poesía pura; de la poesía de Ramón Gómez de la
Serna, que con sus greguerías había abierto el camino de la
Vanguardia, recogerán el uso de la metáfora y la tendencia lúdica
y evasiva; y Ortega y Gasset será en mentor y defensor de estos
jóvenes renovadores de la poesía que vieron publicadas sus obras en
la Revista de
Occidente
y que habían leído con entusiasmo la deshumanización del arte. De
la tradición literaria española, junto a Góngora, debido al
carácter deshumanizado de gran parte de su obra y de la importancia
que en ella adquiere lo conceptual sobre lo emotivo, y a los poetas
gongorinos, se sintieron atraídos por la obra de Manrique,
Garcilaso, Fay Luis, San Juan, Quevedo o Bécquer. especial interés
suscitó Lope de Vega, sobre todo por sus poemillas de corte popular.
1.
La poesía de la Generación del 27
Calificada
esta etapa como segunda “Edad de Oro” de la literatura española,
la mayoría de los poetas cambiaron su modo de hacer poesía a lo
largo de 40 años aunque algunos, como Guillén, fueran fieles a una
línea determinada. A pesar de la heterogeneidad dentro del grupo, a
grandes rasgos se aprecia una evolución paralela que parte de la
intrascendencia de la Vanguardia para llegar, después de varias
fases, a un compromiso humanizado o político. En una primera etapa
que se prolonga más o menos hasta 1928 ó 1929, se aprecia en ellos
un afán de pureza y desnudez, que le vino de la mano de Juan Ramón
Jiménez, que les lleva al cultivo de una poesía en la que están
ausentes lo narrativo y la hojarasca retórica. Perfección técnica,
depuración expresiva o desdén por lo demasiado humano (aunque sólo
en teoría). Consideraban el poema como obra artística autónoma y
autosuficiente, y sintieron el anhelo de precisión y exactitud
léxica. Fueron acusados en sus comienzos de herméticos y fríos
debido a la contención en la expresión del sentimiento y el
intelectualismo, pero el propio Guillén apostó por el poema “con
poesía y otras cosas humanas”, y su predilección por la poesía
popular (tan impregnada de “impurezas sentimentales”) los aleja
de la pureza extrema. Al matizar la influencia de las vanguardias con
la herencia de la poesía moderna posterior al Romanticismo (Bécquer,
Darío, Machado o Juan Ramón) sintetizaron en los poemas material
sentimental con material conceptual, por lo que nunca llegaron a
considerarse deshumanizados o puros.
Toda
esta síntesis de influencias se aprecia también formalmente
(métrica y estrofas). Tras los experimentos vanguardistas, en los
que prefirieron el verso libre, el verso blanco y el versículo, a
partir de 1925 aumenta el uso de estructuras métricas tradicionales
como el soneto, la décima, la canción, el romance o el villancico,
que se renuevan al verter en ellas una temática e ideología
modernas (como las famosas décimas de Guillén o el Romancero
gitano
de Lorca).
Sintieron
predilección por el poema breve, en el que converjieran tradición y
modernidad, y experimentaron con estructuras exóticas como el haiku,
que trata de describir de forma brevísima una escena, vista o
imaginada.
En cuanto al
lenguaje poético, la metáfora y la imagen son los recursos
fundamentales de evocación y asociación. Distinguieron entre
realidad poética y realidad objetiva: la poesía crea un mundo
independiente o revela la esencia que hay bajo lo real. Sintieron
atracción por el objeto cotidiano, que adquiere entidad poética.
La
influencia del Surrealismo será fundamental en ellos a partir de la
publicación del Manifiesto
surrealista
de Bretón. Lo adaptaron y combinaron (el Surrealismo) con el humor y
lo grotesco de la poesía popular. Algunos autores acogen el
Surrealismo en sus poemas con imágenes oníricas y violentas y con
la exploración del subconsciente con cierto tono angustioso. La
imaginación, los procesos oníricos, el humor corrosivo, la pasión
erótica e incluso la crueldad son instrumentos para luchar contra la
cultura burguesa y las hipocresías de un orden moral establecido.
Normalmente las obras que reflejan esta corriente son resultado de
una crisis personal de los poetas: ya que encontraron la posibilidad
de expresar con este nuevo lenguaje sus conflictos íntimos y su
rechazo a unas normas sociales caducas. Tiene, dos vertientes: como
innovación poética puede conducir a un arte de preocupación
social; como refugio o evasión se manifiesta en la distorsión
lingüística.
A partir de loa
años treinta se siente la profunda crisis histórica y la poesía se
va rehumanizando, se funden de nuevo arte y vida y vuelve la poesía
de compromiso social (el poeta siente que su poesía debe estar al
servicio de fines sociales). Esta rehumanizaión es el resultado de
la expresión abierta de los problemas íntimos, de la tendencia a
alejarse de los postulados del purismo y de prestar mayor atención
al mundo contemporáneo.
Tras un primer
momento, que corresponde a la primera producción del grupo, en el
que bajo la influencia de las vanguardias se concibe la poesía como
antirrealidad, como creación de un mundo nuevo, a partir de 1929
aproximadamente y coincidiendo con la crisis de personalidad de
varios autores del grupo, la poesía pasa a ser un instrumento de
comunicación intersubjetiva y de reforma moral de la sociedad.
Corrientes
literarias más destacables.
Neopularismo.
Se
trata de una poesía popular actualizada que vuelve los ojos a los
poetas anónimos del Romancero
viejo
y del Cancionero
tradicional. A
la cabeza de esta corriente están:
Federico
García Lorca. Esta
corriente abarca su obra Libro
de poemas, Canciones, Poema del cante jondo y
Romancero gitano. Con
ellas penetra en las entrañas andaluzas para destacar lo hondo y
profundo de esta región, no lo pintoresco. En
Romancero gitano destacan
las metáforas, el sensualismo y la transformación por vía poética
del maltratado pueblo gitano. Exalta la dignidad de esta raza
marginada y perseguida e ilustra el tema del destino trágico que
aparece en toda su obra: sus personajes son seres al margen de un
mundo convencional y hostil y por ello marcados por la frustración y
abocados a la muerte. Es el punto más alto de la fusión de lo
culto, incluso lo vanguardista, y lo popular. Tras esta obra, Lorca
dará un giro al Surrealismo.
Rafael
Alberti. En
sus obras Marinero
en tierra, La amante y El alba de alhelí compone
canciones en las que se mezclan inspiración popular (estilo nominal,
paralelismos, concisión, condensación expresiva a través de la
elipsis, sencillez léxica...) y expresión culta. En todas ellas
expresa en poemas cortos y sugerentes la nostalgia de un paraíso
perdido lejos del mar. Nunca abandonó del todo el neopopularismo
pero tras El alba
de alhelí
compone obras que se inscriben en otras corrientes del momento como
el neogongorista Cal
y canto
o el surrealista Sobre
los ángeles.
Recuperará el neopopularismo en 1954 con sus Baladas
y canciones del Paraná.
Poesía
pura.
Jorge
Guillén. Compone
Cántico como expresión jubilosa de la realidad y del hombre. Su
tema, la afirmación del ser y del vivir. Es un libro de poesía
pura, pero después de sucesivas ampliaciones e incorporaciones de
poemas, se observa en ellos una vena de sentimiento y humanidad:
consigue un equilibrio entre emoción e inteligencia mediante la
expresión contenida y refrena del sentimiento. La luz se convierte
en palabra fundamental en su poesía. Sus décimas constituyen
modelos de impecable perfección.
Pedro
Salinas. Supera
con La voz a ti
debida y
Razón de amor
libros anteriores como Seguro
azar
y Fábula y signo.
La voz a ti debida es
un extenso poema amoroso que relata una historia personal y vivida
desde la pasión, pasando por la unión plena, hasta el umbral de la
separación, dado que la ruptura tiene lugar el Razón
de amor. Se
trata de un amor intelectualizado cuyo objeto puede ser la mujer o la
propia poesía. Tras estas obras su poesía no cambia
sustancialmente, aunque en El
contemplado se
abre más allá de su mundo íntimo. Entre los rasgos de su obra:
intelectualismo y un permanente diálogo mediante el que los
interlocutores profundizan en sí mismos y en sus contrarios y se
enriquecen mutuamente. La poesía se convierte en la forma de acceder
a la esencia de la realidad.
Surrealismo.
En
Federico García
Lorca la
experiencia surrealista llega tras un cansancio del neopopularismo y
un viaje a NY con Poeta
en Nueva York, en
el que nos ofrece una visión negativa de la ciudad y el rechazo a
una civilización mecanizada que destruye la libertad del hombre y lo
auténtico humano, aunque junto a ella exprese la fascinación que le
produce la mezcla de razas, el cine, el jazz..., mediante elementos
oníricos, de forma dislocada, sin apenas nexos lógicos. La métrica
es variada. Otra obra de esta corriente es el poema elegíaco Llanto
por Ignacio
Sánchez Mejías,
en el que nos presenta en una atmósfera irreal a una figura mítica
que la muerte arrastra a la nada desde la cogida del toro hasta la
muerte del espíritu.
Rafael
Alberti compone
como resultado de una crisis espiritual, religiosa, amorosa y
estética Sobre
los ángeles, en
la que el surrealismo es vía de expresión de sus obsesiones,
angustias y contradicciones internas, y en la que los ángeles son
objetivaciones poéticas de fuerzas oscuras que le oprimen y a cuyo
arbitrio se encuentra. Al final el poeta acepta el proceso como una
experiencia vital aleccionadora.
Vicente
Aleixandre
se dio a conocer con una obra de tono tradicional, Ámbito,
pero tras la lectura de Freud dará un giro al Surrealismo con Pasión
de la tierra,
poemas en prosa en los que expresa su deseo de fundirse con la
naturaleza, lo que le lleva a la defensa de lo elemental, lo desnudo,
lo auténtico, y a atacar las normas y trabas sociales que limitan la
libertad y los impulsos espontáneos del hombre. Comparte el dolor
del universo pero también el goce de la vida, a la que desea libre
de inhibiciones. En Espadas
como labios
y La
destrucción o el amor
el amor aparece como fuerza destructora que paradójicamente conduce
a la fusión con lo cósmico. Destacan la presencia de elementos
oníricos y una expresión afectada de ilogicismo. En Sombra
del paraíso
su poesía se hace más clara y comunicativa.
Luis Cernuda.
Dentro de las varias etapas de su obra recogida en el volumen La
realidad y el deseo, el
Surrealismo ocupa la segunda de ellas con obras como Un
río, un amor y Los
placeres prohibidos. El
Surrealismo le ofrece una puerta abierta para expresar sin
inhibiciones su mundo interior (amor, nostalgia, insolidaridad...,
sentidas como un romántico) y su rebeldía frente a las convenciones
sociales y artísticas.
Otros
poetas.
Autores
como Gerardo Diego, Emilio Prados o Manuel Altoaguirre son difíciles
de clasificar debido a la heterogeneidad de su obra.
Gerardo
Diego. Su obra sorprende por
su inusitada variedad de temas, de tonos y de estilos. En síntesis
presenta dos direcciones: la poesía de vanguardia y la poesía
“clásica” o “tradicional”. Ambas han sido cultivadas
paralelamente por el autor, aunque con un progresivo dominio de la
segunda. Su primer libro, El
romancero de la novia, está
impregnado aún de tono becqueriano, pero este año empiezan ya sus
experimentos de vanguardia: destaca como representante español del
Creacionismo. Así en Imagen
y Manual de espumas.
A la misma línea vanguardista corresponde la Fábula
de Equis y Zeda. Y por los
mismos años también prosigue su obra de corte tradicional: Versos
Humanos, SoriaViacrucis o Versos Divinos...
Emilio
Prados. Sus comienzos están
marcados por un doble signo: las formas populares y la influencia de
Juan Ramón. Así en los poemas que van de Tiempo
a Cuerpo perseguido.
También hay en él una etapa surrealista que coincide con un
momento de crisis: La voz
cautiva y Andando,
andando por el mundo. Sigue
una breve etapa de poesía política con obras como Llanto
en la sangre o
Cancionero menor para los combatientes.
En el exilio se hace punzante su nostalgia de la tierra española. En
Jardín cerrado
se encierra en su intimidad y ahonda en los problemas existenciales.
Dámaso
Alonso sigue una trayectoria
muy diferente a los demás. Inicia su obra con Poemas
puros, que le revelan como un
“pionero” de la poesía pura. Pero su obra más importante es
Hijos de la ira,
poesía existencial que supone en realidad una autobiografía
espiritual del poeta, la más desnuda confesión de su desamparo, a
la vez que un grito de protesta contra el odio, la injusticia y la
podredumbre.
Miguel
Hernández. Poeta que no
puede clasificarse como miembro de la Generación del 27, pero su
corta vida de 1910 a 1942 hace difícil su inclusión en cualquier
movimiento. En 1933 publica su primera obra importante Perito
en lunas como aprendizaje de
técnicas modernas. Comienza su poesía amorosa que evoluciona hasta
El rayo que no cesa
que supone su consagración, de tono neopetrarquista. En su poesía
toca temas como la religión, el amor y otros de carácter
existencial. También encontramos en su creación la vertiente de
poesía social motivada por los acontecimientos de la guerra como se
refleja en Viento del pueblo
y en El hombre
acecha.
Con
la Guerra Civil y la posterior Guerra Mundial, los poetas del 27
fueron zarandeados por los acontecimientos, llevados al exilio o
asesinados, como Lorca. Pero no podían menos que hacerse eco
angustiado de las circunstancias y denunciar a través de sus
versos. Muestra de esta protesta e indignación son obras como Clamor
de Guillén o la posterior Hijos
de la ira de Dámaso Alonso.
CONTENIDO NO EXIGIDO EN LA
PRUEBA PAU.
2. Novela de la
generación del 27.
Desde
tiempo atrás, el género de la novela se encontraba en crisis
porque las posibilidades que brindaba a comienzos del siglo XX el
canon realista-naturalista eran ya muy escasas. Los novelistas del 98
habían intentado otra novela, Miró y Pérez de Ayala, por su parte,
continúan el intento que culmina en cierto modo en Ramón Gómez de
la Serna. Tales son los antecedentes españoles de los novelistas del
grupo Nova Novorum
, así llamados por la colección que sacó algunos de sus libros.
Fueron ellos, junto a diversos ensayistas, periodistas y críticos
los cultivadores de la prosa de la Generación del 27.
Hay
una serie de novelistas que cultivan el humorismo ramoniano y ofrecen
en sus relatos una presentación dislocada de la trama y de los
personajes. Así, Jardiel
Poncela sorprende al lector
dejando en sus novelas páginas en blanco (porque en ese momento los
personajes guardan silencio) o jugando con el formato (por ejemplo
reduce el tamaño de la letra para indicar que los personajes hablan
en voz baja) y la disposición tipográfica. También cultivaron este
tipo de novelas Mauricio Bacarisse, Antonio Espina, Pedro Salinas y
Benjamín Jarnés.
Bacarisse
evolucionó desde el Modernismo al arte de Vanguardia. Entre sus
obras destaca Los terribles
amores de Agliberto y Celedonia ,
caracterizada por el propio autor como relato erótico-burlesco en el
que pretende demostrar la supremacía de la sugestión verbal y la
superioridad de los mitos de la realidad sobre los de la fantasía.
Antonio
Espina es ejemplo del
escritor ingenioso, de humor desgarrado y chocante. Importante
biógrafo, mostró sus dotes narrativas en Pájaro
Pinto (conjunto de seis
relatos) y Luna de copas
y defendió la superación de la realidad por vía de la fantasía.
La
excelente prosa narrativa de Pedro
Salinas nos ha dejado obras
como Vísperas del gozo
(conjunto de relatos), Volverla
a ver y Mundo
cerrado. Crea personajes que
esperan que ocurra un hecho pero en circunstancias imprevisibles que
provocarán un goce estético o intelectual, nunca carnal. Abundan
las comparaciones, los epítetos y las imágenes.
Benjamín
Jarnés rechaza el tipo de
novela que reproduce la realidad sin más. Admira de sus
contemporáneos a Azorín y a Miró por la elegancia al primero y por
la sensualidad al segundo. Escribió novelas de escasa peripecia, con
pocos personajes y situaciones inverosímiles. Predominan en su
lengua juegos de ingenio, metáforas al modo ramoniano y digresiones.
Destacan sus novelas Mosén
Pedro y Teoría
del zumbel.
3. Teatro de la
Generación del 27.
A
partir de 1926 se produce en España un teatro distinto del imperante
consecuencia de la necesidad de renovación dramática. Este momento
abarca desde el estreno de Tic-tac
de Claudio de la Torre hasta el estreno de Escaleras
de Gómez de la Serna.
En
1927 García Lorca estrena Mariana
Pineda en verso, a la que
siguieron tres farsas en prosa (Amor
de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, La zapatera prodigiosa y
El Retabillo de Don Cristóbal); en
su etapa neoyorquina y surrealista escribe Así
que pasen cinco años y El
público, pero el teatro de
Lorca que triunfa se corresponde con sus tragedias rurales Yerma,
Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba.
En ellas Lorca pinta personajes desgarrados por hondas pasiones que
los llevan al desenlace trágico.
El primer estreno de
Rafael Alberti fue El hombre
deshabitado de atmósfera
marcadamente surrealista. En la época del exilio destacan Noche
de guerra en el Museo del Prado y
El adefesio.
TEMA
7. EL TEATRO ANTERIOR A 1939. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS MÁS
REPRESENTATIVAS.
Desde
principios del siglo XX van relegándose paulatinamente las formas
del drama romántico, lleno de pasiones desmesuradas y lenguaje
altisonante y afectado, cuyo mejor exponente fue José de Echagaray
(1832-1916). El espectador comienza a interesarse por historias de
la realidad cotidiana que le atañen más directamente, pero rechaza
lo que se aparta de los temas tradicionales tratados con la técnica
de siempre, de ahí que hubiera tres tendencias que tuvieran éxito
comercial mientras que autores más inquietos estéticamente que
ensayaron procedimientos novedosos no llegaron al gran público.
TEATRO
QUE TRIUNFA
1.
TEATRO REALISTA
Llamada
también “alta comedia”, continúa la tendencia realista
de la segunda mitad del siglo XIX. Es el teatro burgués por
excelencia: sus temas oredominantes son las costumbres sociales, se
desarrolla en un marco urbano y se dirige a la media y alta
burguesía. Decorados, mobiliario, vestuarios y todo el atrezo son
elegidos para producir un realismo escénico que refleje fielmente
los ambientes cotidianos.
Máximo
representante: Jacinto Benavente. Comenzó su carrera
denunciando los defectos y convenciones de la clase media y alta,
atacando el arribismo y la hipocresía., lo que le granjeó la
admiración de los jóvenes escritores del momento por su carga
crítica y su renovación del lenguaje teatral, pero su obra El
nido ajeno (1894), tuvo muy mala acogida por parte del público
por lo que en adelante el autor prefirió ir acomodando la temática
de sus obras a los gustos y preocupaciones de la sociedad. Se
convirtió en una especie de cronista de la buena sociedad,
escenificando con tono condescendiente sus prejuicios e
intolerancias, actitud que no le perdonaron los intelectuales de la
época. Entre sus obras destacan los dramas rurales La malquerida
y Señora ama, y otras
que están en la línea de la llamada “comedia de salón” como La
noche del sábado, Rosas de otoño..., pero su obra maestra es
Los intereses creados, farsa que utiliza los personajes y el
ambiente de la vieja comedia dell'arte, pero que encierra una cínica
visión de los ideales burgueses, aunque prudentemente edulcorada.
Benavente
hizo un teatro sin grandilocuencia, con una fina de presentación de
ambientes cotidianos y una “filosofía” trivialmente desengañada.
Destaca su habilidad escénica, su ingenio y la fluidez de sus
diálogos. Su línea fue seguida por Gregorio Martínez Sierra,
Manuel Linares Rivas o más modernamente Luca de Tena o Calvo Sotelo.
2.
TEATRO EN VERSO.
Hacia
1910 comienza a elaborase un teatro en verso de signo antirrealista,
heredero del teatro romántico de mediados del siglo XIX, y
modernista por su lenguaje y la presentación de ambientes y
personajes. Con resonancias del teatro del Siglo de Oro, su temática
principal fue el drama histórico. Su postura es anticrítica y
apologética, en oposición a la Generación del 98: se exaltan
personajes y situaciones de la España medieval e imperial,
idealizando y mitificando la grandeza del imperio español. Se trata
de un teatro briullante pero vacío, puro ejercicio de virtuosismo
dramático. Un teatro verdaderamente poético requerirá el ingenio
de un Valle o un Lorca. Sus máximos representantes fueron:
Eduardo
Marquina (1879-1946), que
ensalzó los valores tradicionales de valentía, nobleza, nostalgia
del pasado imperio y patriotismo en En
Flandes se ha puesto el sol
y Las hijas del cid.
Francisco
Villaespesa (1877-1936). En El
Alcázar de las perlas, Abén Humeya y otras, evoca la España árabe,
el mundo oriental y la historia de España, y se ambienta en lujosos
salones habitados por atractivas princesas.
En
este estilo modernista harán también teatro los hermanos
Machado, coautores de La
Lola se va a los puertos
obra ambientada en la Andalucía popular del cante jondo.
3.
TEATRO CÓMICO
Toma
la tradición de los pasos de Lope de Rueda, los entremeses y los
sainetes. Engloba dos géneros que alanzaron gran éxito entre el
público: la comedia costumbrista y el sainete (fue a finales del
siglo XIX la modalidad característica del “género chico”, en la
mayoría de corta de extensión; ahora se amplía y va perdiendo la
parte musical). representantes:
Carlos
Arniches (1886-1946). Su obra
original se clasifica en dos garndes grupos:
--Género
chico: sainetes de ambiente madrileño, como El
Santo de la Isidra, Los guapos o
La Doloretes.
Interesantes por su habla castiza (creada en parte por el autor), los
personajes son tipos populares tratados con gran fuerza expresiva y
rasgos melodramáticos, la comicidad se logra con graciosos diálogos
y el chiste fácil.
--Tragicomedia
grotesca: funde lo risible y o conmovedor, con una observación de
las costumbres más profunda y una actitud crítica ante las
injusticias. Un buen ejemplo es La señorita de Trevélez.
Los
hermanos Quintero, Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944).
Nos presentan en sus sainetes una Anadalucía artificial, edulcorada
y sin asomo de problemática, que no representa en absoluto la
Andalucía real. Las obras están pobladas de tipos andaluces,
simpáticos, bondadosos, con sabor local y cierto sentimentalismo.
Dominan la técnica teatral logrando la comicidad con situaciones
disparatadas, juegos de palabras y lenguaje fluido, gracioso y
ocurrente. Conciben el teatro como producto de consumo. Diferenciaron
entre sainete (un sólo acto que refleja tipos y costumbres
populares) y comedia (al menos dos actos y refleja tipos y costumbres
no populares). Escribieron unas 200 obras entre entremeses,
juguetes, sainetes, zarzuelas, comedias y dramas, de las que
destacaremos: La reja,
Abanicos y panderetas, El patio, Las de Caín.
Pedro
Muñoz Seca (1881-1936). Destaca
en el terreno de la parodia: creó un nuevo género llamado astracán,
degeneración de un híbrido teatral que mezcla elementos del juguete
cómico y del melodrama cómico de costumbres. Son piezas
descabelladas sin más objetivo que levantar la carcajada. Destaca La
venganza de Don Mendo.
No
podemos dejar de mencionar el
teatro lírico. El
género chico
tuvo una vida breve. En Madrid y Barcelona había muchas salas de
este género. Es un teatro de consumo con estructura fija, dominado
por las voces del elenco. El sainete y otros géneros se adaptaron
con partes cantables. Con su declive, la zarzuela recobró prestigio
y su repertorio se renovó. Desde los 30 vuelven a estrenarse nuevas
obras aunque con menos éxito.
B.
TEATRO INNOVADOR Y MINORITARIO.
Se
alejan del realismo dominante y ensayan nuevas fórmulas dramáticas.
Entre ellos, se alzan Valle Inclán y Lorca.
1.
TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 98
Unamuno.
Cauce
de expresión para los conflictos humanos que le obsesionan (muerte,
angustia, inmortalidad...). Son dramas de ideas con un diálogo denso
y sin concesiones a las exigencias escénicas, personajes a los que
confiere un carácter filosófico o simbólico, y todo ello presidido
por la concepción unamuniana de la obra como “desnudez”.
Destacaremos La
Raquel encadenada, Fedra, El otro o
La esfinge.
Azorín.
Quería
renovar el teatro apartándolo de la realidad, lo que se traduce en
un teatro antirrealista (que
permita aflorar el mundo del subconsciente lo maravilloso) y
subjetivo, en la línea de lo irreal y simbólico. Destaca Old
Spain y La guerrilla.
Diálogos animados y vivos. Su mejor obra: Angelita
sobre su obsesión por el tema del tiempo.
Valle
Inclán. Su teatro tiene una clara vocación de ruptura, tanto en
la forma como en la temática, lo que le convierte en una de las
cumbres del teatro europeo del siglo XX. En su obra, al igual que en
la novela, se observa un proceso de evolución que va desde los
dramas “decadentistas” de raíz modernista hasta el esperpento,
aunque este desarrollo no es lineal. Podemos dividir sus obras en:
--Tres
obras varias (estética modernista): El Marqués de
Bradomín, Voces de gesta, Cuento de abril. La primera es una
adaptación parcial de Sonata de otoño que inicia la técnica
de múltiples lugares de acción, técnica que se deriva del origen
novelesco de la obra.
--Etapa
de transición: las comedias míticas. En esta etapa cabe destacar:
la trilogía de las Comedias bárbaras, llamadas así porque
su técnica es teatral y por las violentas pasiones que perturban a
sus sombríos y malditos personajes, así como por la visión
apocalíptica del mundo. Supone un alejamiento de los ambientes
esteticistas del Modernismo y la primera muestra de su “teatro en
libertad” (libertad de imaginación creadora). La acción se sitúa
en Galicia. Muestra la descomposición de una sociedad arcaica y
rural. Divinas palabras, que también tiene Galicia por
escenario, se puede incluir ya en la estética del esperpento por su
tema y sus características.
--Las
farsas: las obras de este ciclo aparecen recogidas bajo el título
Tablado de marionetas para la educación de los príncipes.
Elige la farsa para ridiculizar personajes y situaciones, lo que
supone un paso más hacia el esperpento, por cuanto tiene de
antirrealista y de situaciones caricaturescas y extravagantes.
También hay que destacar La Marquesa Rosalinda, obra que
entrecruza elementos procedentes del teatro de marionetas con otros
de la commedia dell’arte y del entremés, dando origen a una farsa
sentimental y grotesca, que es superación y homenaje de la visión
modernista.
--Los
esperpentos: el esperpento se constituye en un método fustigador
contra una determinada sociedad: pretende comunicar el sentido
trágico de la vida española a través de una estética deformadora:
física, espiritual, de lenguaje y de acción (el espejo
cóncavo).Valle Inclán plantea una particular tensión dramática:
belleza y sangre, alegría y crueldad, técnica y absurdo, vida y
muerte. El esperpento supone la superación del dolor y de la risa.
Los personajes, se transforman en marionetas, en fantoches. Las obras
están teñidas de sarcasmo y mordacidad, lo que hace más ácida la
crítica. Los títulos más destacados: Luces de bohemia
(destacar las novedosas y litearias acotaciones del autor y la
gran variedad de registros lingüísticos que recoge, que van
del más culto al más vulgar) y tres piezas breves
recogidas en Martes de carnaval.
Jacinto
Grau. Coetáneo a la Generación del 98 pero con una estética
próxima al Novecentismo, realiza un teatro eminentemente
intelectual, esbozando en sus obras planteamientos filosóficos y
trascendentales. Entre sus títulos, destacaremos El hijo pródigo,
El conde Alarcos y su mayor éxito, El señor de Pigmalión.
2.
TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 14.
Aunque,
como ya hemos señalado, sea un autor difícil de clasificar, el
inigualable Ramón Gómez de la Serna
combinó elementos simbolistas, modernistas, dadaístas y
presurrealistas. Reacciona contra la burguesía puritana y vulgar.
Los medios seres,
Escaleras.
3.
TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 27.
Federico
García Lorca. Es
el suyo un teatro poético. Para Lorca el teatro es “la poesía que
se levanta del libro y se hace humana”, con lo que
defiende la necesidad de un teatro vivo que refleje las tragedias que
constituyen la vida cotidiana del pueblo, un teatro que tiene que ser
emoción y poesía “en la palabra, en la acción y en el gesto”,
un teatro totalmente humano pero con una recreación poética que
vaya más allá de la realidad, que la trascienda. Un teatro, además,
con una clara y firme voluntad didáctica, educativa, pues está
destinado a elevar el nivel cultural de sus destinatarios, el pueblo.
Lorca, además, concibe el teatro como un espectáculo total en el
que se unen poesía, música, baile y coreografía, ya que, en su
opinión, la novedad del teatro viene asociada a la “plástica”.
Un buen ejemplo de esta concepción dramática es Bodas de sangre.
Lorca
toma influencias del teatro modernista (la estructura de dramas en
estampas, preferencia por el mundo rural), del teatro clásico
español ( fusión de música y danza), y del teatro de títeres
(como lugar de encuentro de una dramaturgia primigenia y popular).
Su temática: el
mito del deseo imposible, el conflicto entre la realidad y el deseo,
el choque del autoritarismo y la libertad.... aunque el elemento
neurálgico del universo lorquiano es la frustración. Lorca lleva a
escena destinos trágicos, pasiones condenadas por la soledad o la
muerte, amores marcados por la esterilidad, y en varias obras todo
ello aparece encarnado en personajes femeninos.
Sus personajes
funcionan como arquetipos, como esencias, de ahí su preferencia por
los personajes femeninos (encarnan más dramáticamente el ansia de
libertad en una sociedad patriarcal y machista).
En cuanto al
lenguaje, de nuevo conviven poesía y realidad: habla de un claro
sabor popular y poderoso aliento poético. Destaca por la densa
presencia de símbolos, metáforas y comparaciones.
En cuanto al estilo,
hay que poner especial atención a su uso del verso y la prosa. Sus
dos primeras obras están escritas totalmente en verso: El
maleficio de la mariposa y Mariana Pineda. En prosa
escribió La casa de Bernarda Alba (una prosa profundamente
poética). En el resto de sus producciones combinó prosa y verso.
En la evolución de
su teatro la experimentación es el elemento determinante. Partiendo
del drama modernista, adopta las posibilidades escénicas de la
Vanguardia y los recursos de la tradición popular en busca de la
expresión adecuada para desarrollar todo el conflicto temático de
sus obras:
—Teatro
modernista: Mariana Pineda, escrita en verso.
—Etapa de las
farsas: entroncan con formas populares del teatro de títeres.
Escribe farsas para guiñol (Retablillo de Don Cristóbal),
farsas para personas (La Zapatera prodigiosa, Amor de Don
Perlimplín con Belisa en su jardín). Su farsa, al revés que
Valle, intenta engrandecer a sus personajes por su dimensión
trágica.
—Criptogramas:
denominación que incluye El público y Así que pasen
cinco años. El propio Lorca las calificó como “comedias
imposibles”. Alto grado de experimentación: rupturas de lógica
espacio-temporal, desdoblamientos de personalidad, multiplicación de
interpretaciones posibles... Se sitúan en una línea superrealista.
—Neopopularismo:
destacan sus tragedias Yerma, Bodas de sangre y La casa de
Bernarda Alba. Su secreto consistió en eliminar los estratos
superficiales y ahondar allí donde la superstición, las faenas de
la tierra y las relaciones humanas se hace rito.
Doña Rosita la
soltera o el lenguaje de las flores no es tragedia rural pero
está montada sobre valores populares. Es un drama urbano (Granada)
que simboliza la frustración femenina: su protagonista consume lenta
e inútilmente su vida esperando al amado ausente.
Hay que destacar la
creación de “La Barraca”, con la que realizó una entusiasta
labor representando en los pueblos españoles obras de nuestro teatro
clásico.
Otros autores del
27 o coetáneos a esta generación:
—Alberti:
El hombre deshabitado, El adefesio, Noche de guerra en el Museo
del Prado.
—Miguel
Hernández: Obras con matiz político: Pastor de la muerte.
(lo meto aquí, aunque no sea realmente del 27)
—Salinas:
El director, La cabeza de
Medusa.
—Jardiel
Poncela: Supone la renovación
del teatro cómico: sus obras se acercan al teatro del absurdo.
Eloísa está debajo de
un almendro.
4.
EL TEATRO DE EVASIÓN: ALEJANDRO CASONA.
Dirige
antes de la guerra varios grupos para difundir el teatro clásico.
Rasgos: Ingenio dramático, simbolismo y gran calidad en su lenguaje.
Obra: La sirena varada. En Nuestra Natacha rompe con la
estética del teatro poético y gana en contenidos críticos. Otras
obras: La molinera de Arcos, Los árboles mueren de pie, Prohibido
suicidarse en primavera. Aciertos: ilusión y fantasía mezclados
con misterio e intriga, ambientación.
5.
TEATRO TESTIMONIAL Y REALISTA: MAX AUB.
Su trayectoria
supone una constante experimentación.
—Teatro
de vanguardia: cuando está triunfando Benavente,
escribe un teatro innovador y de minorías. Trata aspectos
existenciales (problemas de comunicación, lo objetivo y o
subjetivo). Tiende a lo discursivo en detrimento de la acción.
Obras: Crimen, Narciso, Jácara del avaro.
—Teatro
de urgencia: De baja calidad. Pedro López García.
—T. de
testimonio: inmerso en el exilio se siente solidario con los
otros exiliados, abocados y víctimas de la tragedia universal, la
guerra, la injusticia, el odio y la deshumanización. Consigue en
esta línea sus mejores obras: Cara y cruz, No, Morir por cerrar
los ojos, Deseada.
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