LAS PARADOJAS DEL CONSUMISMO
Hace algunos años, en
plena efervescencia económica, unos grandes almacenes en Londres anunciaban con
un lema perturbador: “Compro, luego soy.” Ya diversos antropólogos y sociólogos
consideraban que uno es lo que consume, un grado más fino que el dicho “de lo
que se come se cría”. La crisis económica está llevando a los españoles a
cambiar sus pautas de consumo. Para gastar menos, de la mano de unos ingresos
más bajos o de la creciente percepción de que pueden bajar en un futuro próximo.
No todo es negativo. Puede cambiar, para bien, nuestra manera de ser.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas y otras
encuestas, en lo que hemos reducido nuestros gastos los españoles es en ocio en
general y en alimentación, lo que resulta preocupante. Compramos menos carne y
pescado y más pollo. Algunos comercios pierden, pero los que se han adaptado
para presentar una oferta de crisis, es decir, más barata, crecen. La
hostelería ve cómo hay menos gente que cena fuera entre semana, mas no es una
mala cosa, especialmente para los privilegiados
que tienen que ir a trabajar al día siguiente. Y reunirse en casas en vez de
salir por ahí contribuye a reforzar los vínculos sociales directos.
Los roperos están inflados, por lo que no es extraño que
la gente se lo piense dos veces antes de gastar en una prenda que probablemente
no necesite. Resulta muy positivo que se ahorre en transporte, usando más el
público, en beneficio del medio ambiente. Los proveedores de servicios se ven
sometidos a una nueva presión por los consumidores, que vuelven a ser clientes,
y que miran mucho más la factura de agua, gas, electricidad o telefonía,
terrenos en los que también estamos cambiando saludablemente nuestros hábitos
apagando la luz y cerrando los grifos. Lo que resulta más preocupante es que se
aplacen las visitas al dentista en un país en el que el nivel socioeconómico se
deja ver aún en la dentadura.
Ahora bien, si la crisis logra que algunos de estos
cambios de hábitos se afiancen, estaremos mejorando nuestro entorno. Paradojas:
sin más consumo, no saldremos de esta.
El país (12-12-2012)
¿POR
QUÉ LA LITERATURA?
Desde
tiempos lejanos, la sociedad se pregunta por qué existe la
literatura. Sirve para enseñar y entretener, y alcanza la perfección
quien mezcla lo útil con lo dulce, explicó Horacio a unos alevines
de poeta. La literatura es una actividad noble nacida de la propia
condición humana, que la necesita para penetrar en la naturaleza del
mundo más allá de donde llegan las ciencias experimentales. La
literatura intuye los misterios de la realidad, ilumina nuestros
secretos más privados, ilustra la vida social, incita a ser mejores
o más justos, permite vivir otras vidas que nunca estarían a
nuestro alcance y también nos consuela, en ocasiones.
Que
cumplía algunos de estos fines estaba claro para escritores y
lectores hasta hace poco. Hoy, en cambio, anda sumida en una gran
crisis de identidad. Nunca se había dado juntas tantas
circunstancias capaces de ponerla en peligro. Las nuevas tecnologías
se ven como una grave amenaza, pero son más un reto que un problema.
Lo audiovisual hará distinta la literatura del futuro y el
hipertexto en la Red, abre caminos insospechados, pero será
literatura. Otro cantar es la trivialización a la que estamos
llegando.
Nuestro
tiempo ha llevado a primer plano ambiciones espurias. Hoy, todo el
mundo quiere ser escritor, o, para ser precisos, novelista.
Telefamosos, periodistas, políticos, profesores, historiadores,
críticos... La escritura ha dejado de ser dedicación silenciosa de
alguien que necesitaba decir su verdad para convertirse en un medio
de satisfacer la vanidad, ganas un buen dinero, lograr fama o
adornarla con el prestigio de la cultura. Que se escriba da igual.
Las librerías se llenan de templarios enloquecidos, policías listos
como el hambre, conspiradores de catacumba y frenéticos aventureros.
Esas ambiciones no pasarían a mayores si buena parte de los editores
no trataran la cultura como puro objeto de consumo, bienes de moda
con fecha de caducidad y reciclables. El monetarismo más crudo mueve
a muchos escritores, que compiten por ver quién vende más o
presumen de haber conseguido mayor adelanto. Todos andamos al menos
un poco pillados por esta situación y la crítica, que podría
servir de cortafuegos, o participa aún sin quererlo en la trampa o
resulta inútil. Así que el lector común está inerme. En los
grandes almacenes compra productos de grado cero de la escritura
tomándolos por literatura. En realidad, se lleva mercancía con
marca, el nombre de un habitual de la tele, la radio o la prensa. El
objeto libro le contará simplezas o no se enterará, porque en la
escuela nadie se preocupó de educar la sensibilidad. Le hablará,
además, de asuntos absurdos o esotéricos, mientras el planeta
podría tener los días contados y el capitalismo rampante desarma a
los individuos. Y no se tache esto de demagogia alegando que el arte
es ante todo arte. Arte sí, para la vida, no para el
embrutecimiento.
Por
suerte, quedan núcleos de resistencia entre autores, lectores y
editores, pero la situación general es más que preocupante. ¿Por
qué la literatura? La banalización y el mercantilismo dan
actualidad rabiosa a esta pregunta. Debería tomarse en serio para
que la encrucijada actual no desemboque en una agonía de fatal
desenlace.
Santos
Sanz Villanueva, El Mundo,
7 de noviembre de 2007.
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