miércoles, 7 de enero de 2015

2º BACHILLERATO. APUNTES LITERATURA. SEGUNDA EVALUACIÓN.



APUNTES LITERATURA. 2ª EVALUACIÓN.
 
TEMA 4. MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX Europa vive un periodo de inestabilidad que desembocará en la Primera Guerra Mundial.
España está inmersa en una crisis económica, política, social y espiritual. La Gloriosa no dio los frutos que se esperaba de ella y llegó el desencanto. La Restauración no fue capaz de paliar los graves problemas, aunque supuso un periodo de relativa tranquilidad, marcado por la alternancia en el gobierno de liberales y conservadores. En 1898 el gobierno de Sagasta lleva a España a una guerra desigual que termina con el conocido Desastre del 98, en que España pierde Cuba, Filipinas y Puerto Rico, muchas vidas e influencia económica. La situación se agrava y la crisis económica se convierte en social, cuyo máximo exponente de violencia fue la Semana Trágica de Barcelona en 1909. La brutal represión provocó el rechazo de la sociedad española y de Europa. Llegará después el golpe de estado y la dictadura de Primo de Rivera, que puso fin al turno de partidos y al parlamentarismo. En 1931 se proclama la 2ª República, que intentará resolver los graves problemas del país, pero que encontró todo tipo de obstáculos. España se despeña entonces en la Guerra Civil (1936-1939).
A principios de siglo España era un país atrasado en todos los sentidos. Por ello, se analiza la realidad española en profundidad para intentar regenerar el país y se vuelven los ojos a autores como Larra, Cadalso o incluso Quevedo. Ya a fines del siglo XIX el interés recayó en la educación como única vía posible de regeneración. El krausismo evolucionó al institucionismo y los viejos líderes intelectuales fueron sustituidos por Giner de los Ríos ( que fundó la Institución Libre de Enseñanza), Galdós, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo.... De todo este caldo de cultivo nació el movimiento regeneracionista: Joaquín Costa, Ramiro de Maeztu y Francisco Silvela intentaron buscar lo propio del alma española, labor que será clave para el 98 y que después continuarán hombres como Menéndez Pidal, Américo Castro y Ortega y Gasset.
A fines de siglo XIX en España, Europa e Hispanoamérica surgen movimientos de tipo disidente e inconformista fruto de la crisis de la conciencia burguesa. Nacen en el seno de la burguesía pero son de signo antiburgués. En la literatura cunden los impulsos renovadores, radicalmente opuestos a las tendencias vigentes (realismo, naturalismo, prosaismo poético...). En un principio se llamó “modernistas” a los jóvenes escritores movidos por esta ansia de de renovación, pero con el tiempo el término fue reservándose a aquellos, especialmente poetas, que se separan del mundo al que odian y encauzan su inconformismo en la búsqueda de la belleza, lo raro, lo exquisito: se propusieron una renovación estética. Junto a ellos, otros escritores, fundamentalmente prosistas, movidos por el mismo afán renovador, dan especial cabida en su temática a los problemas del momento histórico y recibieron el nombre de Generación del 98.
Ambos movimientos coinciden cronológicamente y buscan una renovación literaria, pero las diferencias entre ellos son notorias. El Modernismo quiso ser una superación de las fronteras nacionales y soñó con París, Oriente y países exóticos. Tal y como llega a España de la mano de Rubén Darío ( su segunda estancia en España pone en contacto a modernistas y noventayochistas), es una literatura de los sentidos, deslumbrante de cromatismo y atractivos sensuales. Impulsados por la búsqueda de la belleza, utilizaron un lenguaje minoritario y retoricista de intención predominantemente estética. La Generación del 98 enfocó su alma en su preocupación por España y redescubrió Castilla como cuna de lo español. Se trata de una literatura que constituye un examen de conciencia y que busca la verdad. Su lenguaje huye del barroquismo, del artificio recargado, del casticismo y del preciosismo literario. Desean una lengua válida para todos, y para ello había que conseguir mayor ligereza y precisión.
Modernismo y Generación del 98 rechazan del ochocientos el cliché lingüístico y la frase hecha. Ambos comienzan la llamada Edad de Plata o Segunda Edad de Oro de las letras españolas.
MODERNISMO
Podemos definir el Modernismo literario como un movimiento de ruptura con la estética vigente que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental llega hasta la Primera Guerra Mundial, aunque autores como Machado o Juan Ramón lo abandonaran antes, o podamos percibir su eco en momentos posteriores entrelazado con movimientos ya distintos.
El término “modernista” fue utilizado en un principio con un matiz despectivo, pero Rubén Darío, junto a otros escritores, asume con orgullo ese mote a partir de 1890. Rubén Darío publica en 1888 su obra Azul (18 cuentos y siete poemas), que supone la obra inaugural del movimiento y que le convirtió en padre del Modernismo ya que supuso una revolución formal por la modernización de recursos expresivos y el cuidado del ritmo. En el prólogo de Prosas profanas (1896) formula las bases de la nueva estética: afán de originalidad, exotismo, exaltación de países lejanos (Grecia, China, Japón), armonía de la palabra y verso deslumbrante. Enriqueció el léxico con voces de gran sonoridad, introdujo el soneto en alejandrinos y cultivó el dodecasílabo y el verso libre. Evoluciona hacia un tono más reflexivo y abandona el preciosismo en Cantos de vida y esperanza (1905), poesía trascendental en la que reflexiona sobre la vida y en la que aparecen junto a lo pagano y lo erótico tonos graves, inquietud, amargura, desengaño. También aparece su preocupación social y denuncia los peligros de la dominación americana para la cultura hispana.
El modernismo triunfante en España coincidió con la segunda estancia de Rubén en España en 1899, momento en que se encauzó definitivamente el cambio poético. El afán renovador de los jóvenes escritores españoles será guiado de la mano de Rubén y de la nueva poesía de José Martí (Cuba) o M. Gutiérrez Nájera (Méjico). La aludida crisis de la conciencia burguesa produjo actitudes distintas: la rebeldía política, como la de José Martí, muy parecida a la postura de los jóvenes del 98 en España, aunque la más característica es la de aquellos que expresan literariamente su repulsa por vía de un aislamiento aristocrático y un refinamiento estético, acompañados no pocas veces de actitudes inconformistas como la bohemia o el dandismo, y ciertas conductas asociales y amorales.
La primacía de Hispanoamérica en la constitución del Modernismo es indiscutible. En un principio se rechazó la tradición española y la poesía dominante en la antigua metrópoli (a excepción de Bécquer), de ahí que volvieran los ojos a otras literaturas. La influencia francesa en fundamental. Además de los grandes románticos (Víctor Hugo), hubo dos movimientos claves: el Parnasianismo, y la máxima de T. Gautier “el arte por el arte”, hace que se instaure el culto a la perfección formal y una poesía serena y equilibrada de formas puras y escultóricas. Los temas predilectos de Leconte Lisle reaparecerán en el Modernismo: evocación de los mitos griegos, de exóticos ambientes orientales, de épocas y civilizaciones pasadas, el mundo bíblico, el antiguo Egipto, los pueblos germánicos o la Edad Media española.
El Simbolismo, corriente de idealismo poético que arranca de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, sin abandonar las metas estéticas, postula que el mundo sensible no es más que el reflejo o símbolo de las realidades escondidas, y la misión del poeta es descubrirlas, de ahí que los versos se llenen de misterios, sueños y símbolos (ej, el ocaso=vejez o muerte, río=vida...) Es una poesía que propone sugerir mediante un lenguaje fluido y musical.
El modernismo hispánico es una síntesis de ambos movimientos, aunque también son destacables otras influencias: E.A. Poe y Walt Whitman (EEUU), Oscar Wilde (Inglaterra) y poetas de la propia tradición española: Bécquer y los poetas antiguos: Berceo, Manrique, el Arcipreste y los poetas de los Cancioneros del siglo XV. El retorno a las raíces españolas se incrementará tras el 98.
En cuanto a la temática modernista, apunta en dos direcciones: la exterioridad sensible (lo legendario, lo pagano y lo exótico) y la intimidad del poeta (vitalismo y sensualidad pero también melancolía y angustia).
Sienten una desazón romántica (malestar y rechazo a la sociedad), de la que se deriva una sensación de soledad y desarraigo. Se exaltan de nuevo las pasiones y lo irracional frente a la razón y reaparece el misterio, lo fantástico, el sueño. Pero lo más importante son las manifestaciones de tedio, tristeza y profunda melancolía, a veces angustia, de ahí la importancia de la presencia de lo otoñal. De la necesidad de soñar mundos de belleza en los que refugiarse de un ambiente mediocre procede su escapismo, en el espacio (lo exótico y lo oriental) y el tiempo (hacia el pasado medieval o el de los mitos clásicos): los versos se llenan de ninfas, sátiros, vizcondes, caballeros y castillos. La misma necesidad de evasión supone el cosmopolitismo, que desemboca en la devoción por París.
En cuanto al tema del amor y el erotismo, hay un fuerte contraste entre un amor delicado y una idealización del amor y la mujer, acompañado casi siempre de languidez y melancolía (nuevo cultivo del amor imposible) y un erotismo desenfrenado: Rubén y otros escritores nos muestran descripciones sensuales y notas orgiásticas, que se interpretan a veces como un desahogo vitalista ante las frustraciones, y otras enlaza con actitudes amorales y asociales.
Serán también importantes los temas americanos: al principio como evasión a los mitos del pasado, después como búsqueda de unas raíces comunes.
En cuanto a los temas hispanos, después del 98 se produce un acercamiento a lo español y un “panhispanismo” frente a EEUU (Cantos de vida y esperanza). Rubén Darío saludó a España como la la Patria Madre, pero su mirada fue crítica, vecina en algún punto a los noventayochistas. En los modernistas españoles será difícil encontrar muestras de una actitud crítica por la realidad española del momento, pero sí se aprecian finas captaciones impresionistas del paisaje, presididas por metas estéticas o evocaciones de figuras a modo de estampa.
La estética modernista tiene como base la búsqueda de belleza, armonía y perfección, de ahí el esteticismo que lo invade todo, al menos en la primera etapa del movimiento. De ahí la búsqueda de valores sensoriales (para Salinas el Modernismo es una literatura de los sentidos). Para ello, el manejo del idioma será imprescindible.
El enriquecimiento estilístico apunta en dos direcciones: en el sentido de la brillantez y los grandes efectos por un lado; en el sentido de lo delicado, por otro. Así sucede con el color y los efectos sonoros.
Los modernistas se valdrán de todos aquellos recursos estilísticos que se caractericen por su valor ornamental, su valor sugeridor o ambos: aliteraciones (la libélula vaga de una vaga ilusión), sinestesias (verso azul, sol sonoro), imágenes (nada más triste que un titán que llora / hombre montaña encadenado a un lirio) y enriquecimiento del léxico con cultismos o voces exóticas o adjetivación ornamental (dromedario, ebúrneo cisne)
No podemos olvidarnos de las innovaciones métricas. En su anhelo de ritmo, usaron con preferencia el verso alejandrino, de influencia francesa será el dodecasílabo y el eneasílabo, aunque no dejaron los versos tradicionales como el endecasílabo o el octosílabo. En cuanto a las estrofas, lo importante era no ceñirse a las estrofas consagradas, de ahí que el soneto ofrezca múltiples variedades.
Los principales representantes del Modernismo son:
1. Ramón María del Valle Inclán.
Su amplia producción literaria abarca todos los géneros y nos muestra también una profunda evolución: desde el Modernismo elegante y nostálgico, que es una evasión hacia la belleza, a una literatura crítica basada en la distorsión de la realidad: el esperpento supone una evasión hacia lo trágico y miserable del alma humana.
La etapa modernista de Valle coincide con sus primeros años de creación literaria. En esta etapa predominan las obras donde aparece una Galicia primitiva, mezcla de lo patriarcal y lo popular, lo legendario y lo realista.
Sus Sonatas representan la cima de la prosa modernista: son cuatro novelas breves que recogen las memorias del Marqués de Bradomín, un don juan “feo, católico y sentimental”. Cada una de ellas supone un paisaje, una estación y una edad de la vida diferentes: La Sonata de estío nos cuenta una relación amorosa en Méjico; la Sonata de otoño, su relación con una enferma de tuberculosis en Galicia; la Sonata de primavera la relación con una novicia a orillas del Tirreno; y la Sonata de invierno, su pérdida del brazo por Carlos VII en Navarra.
Domina en ellas un romanticismo decadente en el que las mujeres son etéreas y enfermizas y los jardines descuidados pero hermosos. Constantemente se enfrentan en el héroe la religiosidad y el erotismo: mezcla la elegancia y la amoralidad en una exaltación de un mundo decadente. Su prosa es rítmica, refinada y bellísima.
2. Antonio Machado.
A pesar de ser uno de los principales representantes de la poesía de la Generación del 98, se adhirió en un principio a la estética modernista, al igual que Juan Ramón o Valle Inclán, que queda representada en su obra de 1903 Soledades, que será ampliada en 1907 a Soledades,galerías y otros poemas. Se trata de un modernismo intimista ya que Machado escribe mirando hacia dentro, en un íntimo monólogo. En sus 42 poemas destaca el tema de abril, el culto a la primavera y temas con asociaciones religiosas como la irreversibilidad del tiempo (tempus irreparabile fugit) o la inexorabilidad del destino. Intenta apresar sentimientos universales que giran en torno a los problemas de la condición humana. La soledad, la melancolía y la angustia traspasan su versos. Las expresiones y asociaciones corresponden al simbolismo francés en el que se formó. La metáfora de la vida como agua que corre es constante. destaca la personificación del paisaje y las visiones de la mujer con resonancia becqueriana. Nunca abandonará la terminología religiosa en su obra, pero a partir de aquí la usará con otra función.
Es una etapa de expresión modernista y de influencia simbolista y parnasiana, aunque ya domina en él el intimismo de épocas posteriores como se puede apreciar en “Del camino”.
3.Manuel Machado (1884-1947)
Destaca junto a su hermano en la poética modernista con obras como Tristes y alegres, en la que esboza su personalidad, o Alma (1901) donde es observable un modernismo simbolista mezclado con el andalucismo colorista y sensual típico del autor. Se trata de una obra sensual pero con melancolía rubeniana.
El resto de su producción será un desarrollo de los temas apuntados en Alma. En la etapa que va desde sus Caprichos (1905) a su Ars moriendi (1922) se nos aparece como el más fiel de los modernistas españoles. Los rasgos más destacados de su poesía: suave sonoridad de los versos, combinación de formas y ritmos franceses y el sentir popular de Andalucía vestido en los moldes de la copla, hasta el punto que su poesía se integró en el pueblo olvidando el nombre de su creador, hecho que, en palabras del propio autor, constituía la mayor gloria del poeta.
4. Juan Ramón Jiménez.
(Os lo pongo aquí porque al menos hay que hacer referencia a su etapa modernista, pero lo estudiaremos en otros temas en profundidad: el Novecentismo.)
Su trayectoria poética está marcada por unos temas constantes: la belleza, la poesía, el amor, la eternidad, Dios. En su creación se distinguen varias etapas. Dentro de la que él mismo llamó “época sensitiva”, entre 1908 y 1915, sus obras Elejías y La soledad sonora, representan su poesía “vestida con los ropajes del Modernismo” pero sin llegar a la exuberancia de aquél. Es un Modernismo intimista, orientada hacia la contemplación y la confesión sentimental.

GENERACIÓN DEL 98
Fue Azorín quien acuñó el término de Generación de 98 en unos artículos de 1913. En su nómina aparecen nombres tan sorprendes como el de Rubén Darío o Benavente, y queda fuera Antonio Machado. Señala como características comunes de estos jóvenes escritores su espíritu de protesta, un profundo amor al arte y las influencias que recibieron del parnasianismo de Gautier y del simbolista de Verlaine, con lo que no se presenta aún desligado al grupo del Modernismo. Sin embargo, autores como Baroja o Unamuno rechazaron o pusieron reticencias a esta denominación, pero pronto el término hizo fortuna y Ortega y Gasset lo adopta en seguida.
Se dio el nombre de Generación del 98 a aquellos autores que compartían una serie de características generacionales: nacieron en años poco distantes (10 años separan al mayor, Unamuno, del más joven, Machado), tuvieron una formación intelectual semejante (Salinas señala el autodidactismo), eran un grupo de jóvenes escritores que pronto entraron en contacto, acudieron a las mismas tertulias y colaboraron en las mismas revistas (Juventud, Alma española, Helios) y participaron en actos colectivos propios, como la visita a la tumba de Larra. Obviamente el desastre del 98 aunó voluntades. Unamuno será el guía de estos jóvenes cuyo lenguaje generacional supone importantes novedades estilísticas, una ruptura con el Realismo y el Naturalismo y una clara voluntad antirretórica.
Para Azorín un “espíritu de protesta” y rebeldía animaba a la juventud del 98, lo cual es una muestra de la crisis de la conciencia pequeño-burguesa: procedentes de las clases medias, es la primera generación de intelectuales que intentó pasarse al enemigo. A excepción de Valle Inclán y Machado, que tuvieron un proceso evolutivo inverso, la labor inicial de los noventayochistas se emparienta con movimientos políticos revolucionarios: Unamuno está afilado al marxista PSOE y escribe en revistas subversivas, Maeztu comparte los anhelos socialistas que vierte en Hacia otra España, Azorín se declara anarquista y Baroja siente también simpatía por esta ideología, aunque no adopte una postura tan activa como la de sus compañeros. Valle, por el contrario, profesa ideas netamente tradicionalistas y Machado sólo se conoce por un libro de poesía intimista, Soledades, en el que aún no aparecen sus ideas liberales.
En 1901 el “grupo de los tres” publica un Manifiesto con el fin de cooperar a la generación de un nuevo estado social: de nada sirven el dogma religioso, ni el doctrinarismo republicano y socialista ni el ideal democrático. Sólo la ciencia social puede mejorar la vida de los miserables. Su posición ahora es la de un reformismo de tipo regeneracionista.
Pero la campaña fue fracaso y con ello llega el desengaño. En 1905 se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas y sienten en el alma el fracaso de los anhelos juveniles. La preocupación por España sigue siendo clave, pero ahora desde la actitud contemplativa del soñador o desde un escepticismo desconsolado.
En 1910 cada autor ha forjado ya una fuerte personalidad. Hay una serie de características que configuran lo que tradicionalmente se conoce como mentalidad del 98, además del ya mencionado idealismo. Se intensifica el entronque con corrientes irracionalistas europeas: Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard (puede hablarse de un neorromanticismo coincidente con el de los modernistas). Adquieren especial relieve las preocupaciones existenciales: los interrogantes acerca del sentido de la vida, la muerte o el tiempo producen en los escritores o en sus personajes hastío vital o angustia, en especial en Unamuno. El tema de España se enfocará con tintes subjetivos, de forma que los anhelos y angustias íntimas de los autores se proyectan sobre la realidad española. Y la historia, es otro de los campos de reflexión: al principio se acude a ella para rastrear las raíces de los males presentes, pero después se buscan los valores permanentes de Castilla y de España. Les atrajo también lo que Unamuno llamó “intrahistoria”: la vida callada de los millones de hombres sin historia que, con su labor diaria, han hecho la historia más profunda”. Y junto al amor por España, el anhelo de europeización, aunque con el tiempo dominará en casi todos ellos la exaltación casticista.
En la evolución ideológica los noventayochistas, Azorín derivó a posturas tradicionalistas, Maeztu se convirtió en el adalid de la derecha nacionalista; Unamuno, en constante contradicción, se encerró cada vez más en sí mismo y después de una postura ambigua ante el alzamiento, pronunció su famosa proclama “vencerán pero no convencerán”. Baroja se recluye en un escepticismo radical. Valle, por el contrario, se acerca a posturas progresistas cada vez más radicales y la evolución ideológica de Machado le lleva cada vez a la izquierda.
La Generación del 98, como fenómeno estético, lleva a cabo una renovación literaria a principios del siglo XX que rechaza la estética precedente, con significativas excepciones: Maeztu siente afinidad con Galdós, y valora con criterios modernos a Bécquer y a Rosalía. Se toma a Larra como precursor y sienten veneración por algunos clásicos: Fary Luis, Quevedo o Cervantes y la literatura medieval, en especial el Cantar de Mio Cid, Berceo, el Arcipreste de Hita o Manrique.
Con una clara voluntad antirretórica quiere ir a las ideas, al fondo, de ahí el sentido de la sobriedad y el cuidado del estilo: desprecian por igual el prosaísmo y el exceso de retórica. Amplían el léxico español con palabras tradicionales o terruñeras que toman del habla de los pueblos o de las fuentes clásicas. Como ya apuntamos, el subjetivismo se convierte en un rasgo esencial, de ahí que el lirismo impregne un gran número de páginas que desvelan el sentir personal de cada autor (intimismo). Frente al tema de España, se mezclan amor y dolor, de ahí que junto a la visión de atraso y pobreza, encontremos cada vez más una exaltación lírica de los pueblos y del paisaje, fundamentalmente de Castilla, en la que vieron la cuna de la nación, de la tradición literaria y de la cultura, que tiene como máximo exponente a Don Quijote. Su atracción por lo austero de las tierras castellanas supuso una nueva sensibilidad.
Además, innovaron en el campo de los géneros literarios: se observan profundos cambios en la novela y se configura el ensayo moderno. Menor éxito tuvieron los intentos de renovación en el teatro, a excepción de Valle.
La estética y el espíritu noventayochista se manifiesta en todos los géneros literarios: novela, poesía, ensayo y teatro. Sus principales representantes son:
  1. Miguel de Unamuno (1864-1936)
Considerado el guía de los noventayochistas, estuvo en constante lucha con los demás, fundamentalmente contra la ramplonería, y consigo mismo: varias crisis de fe le hicieron hundirse en los problemas de la muerte y la nada, y su eterno debate entre fe e incredulidad llenarán sus páginas de angustia.
Cultivó todos los géneros literarios y todas su obras se hayan vertebradas en torno a dos ejes temáticos fundamentales: el tema de España y el sentido de la vida humana.
Su inmenso amor por la patria le arranca su famoso grito “me duele España”. En su ensayo En torno al casticismo, analiza el carácter nacional a través de la intrahistioria y plantea otras cuestiones fundamentales del 98: la valoración de Castilla, la articulación de españolismo y europeización… Vida de Don Quijote y Sancho es una interpretación muy personal de la obra cervantina en la que llega a la conclusión de que los males de la patria residen en que ya no hay Quijotes. Cambia sus anhelos de europeizar España por el de españolizar Europa. El tema de España estará presente en otros ensayos como Por tierras de Portugal y España, Andanzas y visiones españolas, en cientos de artículos y en buena parte de su obra poética.
El tema del sentido de la vida humana cobra acentos muy personales en este autor. Su pensamiento existencial también se vierte en ensayos, novelas, teatro y poesía, así como en artículos. En el ensayo Del sentimiento trágico de la vida nos muestra su miedo a la Nada, al anonadamiento tras la muerte, lo que supone la angustia de despertar a la trágica condición humana. La inmortalidad se convierte en una idea monomaníaca, de ahí su hambre de Dios, pero la razón le niega la esperanza. Los mismos temas aparecerán en La agonía del cristianismo. Unamuno contribuyó con éstos y otros ensayos a la creación de la retórica del ensayo español.
En cuanto a su obra poética, despreció la rima y prefirió el verso libre. Entiende la poesía como una asociación poética de las imágenes, con una rima interna y robusta de pensamiento y con un argumento lírico. Su estilo es sobrio, denso conceptualmente. Su temática: la inmortalidad, la identidad del ser, la intucición como forma de conocimiento... Destacaremos Poesías, Rosario de sonetos líricos, El Cristo de Velázquez y Cancionero.
En su terato representó directamente los conflictos íntimos, así en Fedra, Raquel encadenada, La esfinfe, Soledad y El otro.
Pero prestaremos más atención a la novela, dada la renovación del género que supusieron sus obras, cauce de los conflictos existenciales. Comenzó, sin embargo, con una novela histórica o intrahistórica, que necesitó más de doce años de preparación (novelista ovíparo), Paz en la guerra. Amor y pedagogía ya es una novela ideas (novelista vivíparo). A su siguiente novela, Niebla, la subtitula nivola como reacción a la crítica: se trata de una naracción breve en la que apenas hay descripciones, el diálogo juega un papel fundamental y sus personajes son agonistas, anhelosos de serse, que luchan por su existencia contra la muerte y la disolución de su personalidad. Después, vendrán otros dramas: Abel Sánchez (cainismo), La tía Tula (maternidad) o San Manuel, bueno, mártir (un cura pierde la fe pero guarda las apariencias para procurarles la felicidad a sus feligreses). También escribió cuentos y novelas cortas como Tres novelas ejemplares y un prólogo.
2. Ramón María del valle Inclán (1866-1936).
Después de publicar sus Sonatas empieza a alejarse del Modernismo para preocuparse por el pueblo, los oprimidos y el la situación de España. Comedias bárbaras son tres obras teatrales en las que recupera Galicia pero ahora con toda su miseria: personajes violentos, extraños o tarados, y todo ello presidido por Don Juan de Montenegro, tirano que representa un mundo heroico en descomposición. El lenguaje se vuelve más fuerte y hasta agrio, pero musical y brillante. Esta tendencia se acentúa en la trilogía de novelas La guerra carlista en la que, junto a resabios modernistas, aparece un lenguaje desgarrado y bronco, acentuado por un léxico rústico. En las novelas de la última etapa, como Tirano Banderas o el ciclo de novelas históricas El ruedo ibérico, el estilo, como en los esperpentos, es desgarrado, agrio en su humor, con una fuerte carga crítica, pero sigue siendo una prosa de cuidada elaboración.
Tras esta etapa de transición llega el esperpento, cuyo máximo exponente es su obra teatral Luces de bohemia. Pone su estética al servicio de las ideas del 98: lo trágico y lo grotesco se mezclan para dar como resultado una estética que pretende ser la superación del dolor y la risa. Deforma la realidad para realizar un profundo análisis crítico de la sociedad.
3. José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967)
Su pensamiento se centra en la obsesión por el tiempo, la fugacidad de la vida, una melancolía que fluye mansamente unido al deseo de apresar lo que permanece por debajo de lo que huye o de fijar en el recuerdo las cosas que pasaron. Es un contemplativo y un espíritu nostálgico que vive para evocar. Es el mejor ejemplo de compenetración novenatyochista con el paisaje castellano. En sus novelas se difumina la línea divisoria entre novela y ensayo, apenas hay trama argumental, mero pretexto para hilvanar una galería de personajes fracasados y sensibles. Autor impresionista atento a la belleza de lo nimio. Su estilo fluye lento, con un lirismo contenido: precisión, claridad y uso de la palabra justa y la frase breve; técnica miniaturista en sus descripciones.
Sus tres primeras novelas son de carácter autobiográfico y de ella toma su pseudónimo: La voluntad, Azorín y Confesiones de un pequeño filósofo. En su segunda etapa recupera a los grandes clásicos y culmina su percepción del tiempo como en Castilla. Intentó renovarse con las vanguardias, pero después volvió al tema del tiempo.
4. Pío Baroja (1872-1956)
Dos son las notas que caracterizan la personalidad de este autor: pesimismo e individualismo.
Se dedicó casi en exclusiva a la novela. Sus personajes, son siempre un reflejo del autor. Anheló ser un hombre de acción, pero era un ser abúlico, de ahí que encontremos personajes en los que se proyecta este ideal de hombre de acción que siempre quiso ser, y otros, como Andrés Hurtado, se muevan por el mundo con esa monomanía deambulatoria tan característica en Baroja.
Su concepción de la vida se inscribe en el pesimismo existencial: el escepticismo preside la raíz de todas sus ideas. El mundo carece de sentido, la vida es absurda y no alberga ninguna confianza en el hombre, lo que explica el hastío vital de muchos de sus personajes.
De su primera etapa destacaremos Camino de perfección y dos trilogías La raza (El árbol de la ciencia, La dama errante y La ciudad de la niebla)y La lucha por la vida (La busca, Mala hierba, Aurora roja). En la segunda vuelve con otra trilogía, Las ciudades, y una tetralogía, El mar, de la que destacaremos Las inquietudes de Shanti Andía. Entre 1913 y 1935 se consagró a Memorias de un hombre de acción. Sus últimos años los dedicó a sus memorias, Desde la última vuelta del camino.
5. Antonio Machado (1875-1939)
Pensaba que la poesía es sobre todas las cosas una honda palpitación del espíritu. Su estancia en Soria le marcará para el resto de su vida: allí se enamora de Leonor, con la que se casa en 1909. Pero 3 años más tarde fallece prematuramente y abandona Castilla, aunque su corazón queda en “el alto espino”, cementerio en el que reposa su esposa. Baeza, Segovia, Madrid, Valencia, Barcelona y finalmente Collioure, donde fallece en el 39. En su obra se distinguen varias etapas marcadas por los acontecimientos de su vida.
Soledades, un libro inmerso en el Modernismo pero lejos de lo deslumbrante y lo exótico, debido a su fuerte influencia simbolista, será ampliada en 1907 en Soledades, galerías y otros poemas, en el que se puede ver que su poesía se personaliza, se depura va eliminando lo modernista y da entrada al paisaje castellano.
En su tercera etapa, coronada por Campos de Castilla (1912) el autor se define a partir de su preocupación por España y el paisaje castellano es el máximo protagonista y en el que se basa su reflexión sobre el hombre. Todo el libro es un itinerario temporal que va desde Castilla la Vieja hasta Andalucía pasando en el centro de este viaje por la muerte de Leonor. Vamos de una Castilla vivida, a una Castilla recordada y meditada. Predominan como temas meditaciones sobre la muerte y la existencia de Dios, sátiras y proverbios morales.
En su etapa final, de 1912 a 1928, disminuye su cultivo de la poesía. Destaca en este momentos Nuevas canciones y Poesías completas. Aparecen elementos de carácter elegíaco por la muerte de Leonor y vuelve a u poesía el paisaje andaluz.
Desde este momento hasta su muerte, Machado escribe poesía de circunstancias como La muerte fue en Granada y escribe lo que podríamos denominar un “diario de ideas” en su Juan de Mairena, Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. Además publica bajo el seudónimo de Juan de Mairena algunos escritos en revistas de la época. Por último, hizo algunas de teatro en colaboración con se hermano Manuel como La Lola se va a los puertos o Juan de Mañara.


TEMA 5. EL NOVECENTISMO Y LA VANGUARDIA.
Contexto histórico.
El siglo XX comienza, según Hauser, tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918). España, pese a su neutralidad, también sufrirá hondos cambios a partir de la misma fecha. La crisis de 1917, con sus conflictos sociales, significa el fin de los partidos turnantes. Frente a la vieja oligarquía se alza con fuerza una creciente pequeña burguesía reformista, a la vez que las masas obreras ganan protagonismo. La decadencia de la Monarquía llevaría al golpe de estado de Miguel Primo Rivera en 1923. El cambio fue aceptado en un principio por los intelectuales, aunque después se opondrán al convertirse en una dictadura que prohíbe los partidos y pone fin al parlamentarismo. Tras el paréntesis de la dictadura (1923-1930), las nuevas fuerzas políticas propiciarán el advenimiento de la Segunda República (1931), aunque la pugna entre estas nuevas fuerzas y el viejo bloque dominante explicará los avatares de la República y el desencadenamiento de la Guerra Civil (1936-1939).
Históricamente la literatura de Vanguardia es la que corresponde a la posguerra que siguió a 1918, aunque algún movimiento como el Futurismo o el Cubismo sea inmediatamente anterior. Durante 10 años el viejo continente disfruta de una de una visible prosperidad y reina el optimismo: se siente el deseo de olvidar los horrores de la guerra y se practica una literatura de “evasión”, momento que Ortega llamó “la deshumanización del arte”. El clima es semejante en España, que había permanecido neutral a la contienda y que, pese a los cambios operados, vivió un periodo de relativa tranquilidad que coincide con los felices años veinte, el cansancio de lo bélico y las vanguardias artísticas europeas, aunque ya se están gestando los movimientos radicales que darían lugar al fascismo italiano y al nazismo alemán.
Sin embargo, esta situación dura aproximadamente hasta 1930: la depresión económica de Occidente, producto del Crack del 29, coincide con una honda crisis espiritual en la que naufragan el optimismo y los ideales que se habían forjado en la década anterior. La crisis afecta también a España, cuya descomposición no favorecía alegres evasiones. Se llega a tal extremo deshumanizador que a partir de los años treinta la literatura se debate entre el nuevo arte y la literatura de compromiso. En España, el estallido de la Guerra Civil impondrá el compromiso en toda actividad creadora.
LA GENERACIÓN DEL 14.
Los autores novecentistas configuran la segunda generación literaria del siglo XX, inmediatamente posterior a la Generación del 98. Tienen, por tanto, nuevas orientaciones ideológicas y estéticas que no son ni las de la Generación del 98 ni las del Modernismo (aunque autores como Juan Ramón Jiménez se iniciaran en la estética modernista), pero no suponen aún la ruptura radical de la Vanguardia, con la excepción del pionero Ramón Gómez de la Serna. Fue Eugenio D'Ors quien acuñó el término Novecentismo.
El Novecentismo se gesta en la primera década del siglo XX. El 1910 se fundan el Centro de Estudios Histórico y la Residencia de Estudiantes, encaminada a la formación de una clase rectora consciente, leal e informada. Ortega y Gasset insiste en rigor científico en los estudios históricos y en la formación de una minoría preparada para el ejercicio de su misión rectora, dos de las preocupaciones clave de esta generación, que presenta dos direcciones: hacia la minoría intelectual y hacia la educación de la mayoría de los españoles.

Ideología del Novecentismo.
En lo político, la mayoría procedía de reformismo burgués. Hombres como Ortega, Azaña o Marañón defendieron los ideales republicanos.
En lo cultural, aparece un nuevo tipo de intelectual: se imponen la pulcritud (VS bohemia modernista), una sólida formación universitaria (VS el autodidactismo noventayochista) y un examen sereno, objetivo, o al menos distanciado de los problemas: la claridad racional (VS posturas irracionalistas o exaltadas). Muchos tuvieron una vocación magistral orientada a la formación y educación de la mayoría a través de la cátedra, la prensa... Reaccionaron contra actitudes decimonónicas (antirrealismo y antirromanticismo) y se sintieron europeístas, atendiendo a lo universal (VS casticismo: Ortega y Gasset dijo de los españoles que es una raza “que se muere por instinto de conservación), lo que también les llevó a una preferencia por lo urbano frente a lo rural.
El problema de España sigue patente, pero con tintes menos patéticos, por reacción al pesimismo noventayochista, aunque pervive la concepción “castellanocéntrica” de España en autores como Ortega y Gasset. Son temas frecuentes la idea de la revolución desde el poder (heredera del regeneracionismo) y un elitismo cuya expresión máxima será la España invertebrada de Ortega.

Estética del Novecentismo.
Supone una superación tanto del Modernismo como de la Generación del 98 y un rechazo al Romanticismo y al Realismo trivial: se huye del sentimentalismo (se refrena lo dionisíaco y se potencia lo apolíneo), con lo que se abandona el tono apasionado y vehemente como el de Unamuno. Tres principios presiden la labor creadora: pulcritud, distanciamiento y equilibrio. Se crea bajo un imperativo de selección, lo que da como resultado una literatura para minorías, y se impone el intelectualismo para evitar lo sentimental. Todo conduce a un arte puro, que es mero placer estético, dado que tanto el arte como la literatura son creación, no reflejo de valores extrínsecos (de ahí el antirrealismo, antirromanticismo y antinoventayochismo). Este arte ha de liberarse de las contaminaciones demasiado humanas y ser intrascendente, fuente de goce intelectual, sin otra función social o redentora.
Se cuidan obsesivamente el lenguaje y el estilo, presidido este último por una idea de “tensión” (huida de lo fácil y desmañado). Conciencia de obra bien meditada, “bien hecha”.
Géneros literarios.
1. El ensayo.
Los ensayistas ocupan un lugar prioritario en esta generación. Destacaremos, entre todos:
Ortega y Gasset. Guía y maestro de la generación, funda en 1913 la “Liga para la Educación Política”, en 1915 la revista “España” y en 1923 la “Revista de Occidente”, que recoge las nuevas corrientes europeas y españolas de todos los ámbitos del pensamiento y la creación.
Máxima figura de la filosofía española del siglo XX, recogió en la España invertebrada su postura europeísta y su denuncia del aislamiento de nuestro país. Nos centraremos en sus ideas estéticas, expuestas en La deshumanización del arte. En este ensayo, constata la existencia de un nuevo arte pictórico, musical y literario, la Vanguardia, un arte que resulta minoritario e impopular porque la masa no lo entiende, debido a que es un arte puro: si en el siglo XIX se valora el arte por lo que tenga de humano y real, ahora sólo se valoran las calidades formales. De ahí la tendencia a la deshumanización, que relega las emociones humanas en favor de la pura emoción estética. Es, por tanto, un arte intelectual que no se basa en el contagio emocional. Por ello la poesía es antirromántica, pura creación verbal cuyo instrumento fundamental es la metáfora. Tiende a convertirse en juego, lejos de todo patetismo, de ahí la ironía y hasta un pirueteo cercano a lo deportivo. En Ideas sobre la novela lleva a cabo un análisis del género narrativo, mientras que Meditaciones del Quijote es un ensayo sobre los géneros literarios.
Eugenio D'Ors. definió a la nueva generación como europeísta, antibohemia, universitaria y laica. Obras: Glosario (anotaciones breves); Tres horas en el Museo del Prado y Lo barroco, que le dieron autoridad como crítico de arte; Oceanografía del tedio es la cima de su prosa, cuidada, limpia y de gran plasticidad.
Gregorio Marañón.

2. Novela.
Gabriel Miró. Gran capacidad para captar sensaciones y sentido lírico, en sus obras la acción se convierte en mero soporte para descripciones impresionistas. Domina el lenguaje, lleno de imágenes vivísimas, de emoción y belleza. Insinúa sin mostrar explícitamente. Estilo denso, gran detallismo, uso del estilo nominal, abundancia de sinestesias y ritmo lento. Obras: Las cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel, El obispo leproso.
Ramón Pérez de Ayala. Comienza con un relato autobiográfico de corte noventayochista y evoluciona hasta la novela intelectual. Obras: Tinieblas en las cumbres, A.M.D.G, Luz de domingo.
Otros autores: Wenceslao Fernández Flores, Benjamín Jarnés.

3. Ramón Gómez de la Serna es imposible de encasillar, ejemplo de escritor puro. Para él, el mundo es un circo grotesco, sólo descriptible en términos de humor, aunque con un poso de amargura. Encarna el espíritu de vanguardia al estar en perpetua ruptura con los convencionalismos. Atendió a todos los géneros, menos a la poesía lírica. Su creación más personal son las greguerías (Humorismo + Metáfora = Greguería), publicadas por primera vez en 1910 en la revista “Prometeo”. Son apuntes breves que encierran una pirueta conceptual o una metáfora insólita, algunas son chistes y otras se acercan a la máxima filosófica. En el ámbito de la novela, supone la superación del canon tradicional realista-naturalista por su ingenio, su humor y los personajes estrafalarios; la acción es escasa, a menudo irreal y están llenas de greguerías que sorprenden al lector. Obras: Piso bajo, El doctor inverosímil. Escribió un teatro simbólico e insólito. Obras: La utopía, Los medios seres.

4. Poesía.
Los poetas tienden a una depuración estilística: son los años de superación del Modernismo que Pedro Salinas llamó “del cisne al búho”. La poesía de esta generación está presidida por la figura de:
Juan Ramón Jiménez. En 1900 se fue a Madrid a “luchar por el Modernismo”. Rubén Darío le influirá en este primer momento lírico impregnado de Romanticismo que luego repudiaría. En sus diversas estancias en Madrid frecuentó la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes. Se casó en NY en 1916 con Zenobia Camprubí. Residieron en Madrid hasta que estalló la Guerra Civil; a partir de entonces residirán en varios países hispanoamericanos hasta que en 1951 se asientan definitivamente en Puerto Rico, donde murió, dos años después de ganar el Premio Nobel.
Lleva a cabo la superación del Modernismo mediante un trabajo constante de depuración poética y gracias a una sensibilidad abierta a todo movimiento renovador. Es un poeta consagrado a su obra, aislado por su hiperestesia, que vivió en una persecución inacabable de belleza y palabra fundamental. Su poesía es minoritaria (“A la minoría, siempre”), de gran dificultad y hermetismo.
Su obra está presidida por un triple sed: de Belleza (expresión de un goce exaltado de lo bello, entreverado de melancolía e incluso de dolor), de Conocimiento (poesía como modo de penetración en la esencia de las cosas) y de Eternidad (como posesión inacabable de Belleza y verdad; preocupación angustiosa de la fugacidad de las cosas e idea muy particular de Dios, al que identifica con la Naturaleza, la Belleza absoluta o la propia conciencia creadora). Sus temas constantes: belleza, poesía, amor, eternidad, Dios.
Su obra se puede clasificar en varias etapas, aunque todas ellas son formas diferentes de acercamiento a lo inefable:
--Etapa sensitiva: de los comienzos a 1915. Sus primeros versos son muestra de un postromanticismo becqueriano y un tono adolescente, pero se aprecia pronto la impronta del Modernismo, como en Almas de violeta, Ninfeas. En 1903 escribe su primer gran libro, Arias tristes, poesía “vestida de inocencia”, sencilla de formas, contenida, transparente de emoción. Acento becqueriano evidente: sentimiento de soledad y melancolía y temas como el paso del tiempo o la muerte son propios de este neorromanticismo que penetra en el espíritu modernista o de un intimismo simbolista, que le aleja del Modernismo más ornamental y sonoro.
De 1908 a 1915 encontramos títulos como Elejías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Sonetos espirituales: adopta los ropajes del Modernismo pero de un Modernismo intimista orientado hacia la contemplación y la confesión sentimental. Pero también compone libros de estilo más sencillo que presagian la inminente depuración del lenguaje poético: El viaje definitivo, Primavera amarilla. Su obra en prosa Platero y yo combina rasgos modernistas con rasgos de voluntad de pureza.
--Época intelectual: “Más se fue desnudando”(1916-1936). Estío (1915) da paso a una sensibilidad. Diario de un poeta recién casado (1916) supone la ruptura con el Modernismo: poesía desnuda en la que elimina todo lo anecdótico y tiende a la concentración conceptual y emotiva. Son poemas breves, densos, en versos escuetos y preferentemente sin rima o leves asonancias y también poemas en prosa que influirán en la poesía de vanguardia.
Siguen otros libros: Eternidades, Piedra y cielo, Poesía..., en los que continúa el proceso de depuración e interiorización que se traduce en una gran dificultad. llevado por la sed de conocimiento su palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad. La estación total corona esta etapa: anhelo de abolir el tiempo y de llegar a una posesión total de la belleza, la realidad y el propio ser.
--Época suficiente (1936-1958). Encontramos títulos como En el otro costado, Dios deseado y deseante, Animal de fondo. “Espacio” (poema incluido en la primera) es su obra cumbre de esta etapa: representa la síntesis definitiva de una visión panteísta de la la naturaleza, con la que acaba fundiéndose. Poema de gran riqueza rítmica y metafórica.
Servirá de faro a los poetas puros y a los jóvenes del 27, y ya en la segunda mitad del siglo serán los “novísimos” los que recuperen la estima que había perdido durante la guerra.

Otros poetas contemporáneos: Tomás Morales, Mauricio Bacarisse, Juan José Domenchina y José Moreno Villa.

En este momento Europa ya vive inmersa en las Vanguardias, que pronto llegarán a España. A partir de entonces hay fundamentalmente dos tendencias poéticas, que a veces se dan en un mismo autor, incluso fundidas la una con la otra: por un lado, continúa la tendencia de poesía pura al modo juanramoniano; por otro, la influencia de las vanguardias europeas hace que los autores experimenten nuevas formas de poesía y den cabida a nuevos temas poco habituales en el género.
Los poetas de la Generación del 27 aunarán estas dos tendencias, entre otras, y darán a la literatura española la Segunda Edad Dorada de la literatura española.

  LAS VAGUARDIAS. EL ARTE NUEVO.
El vanguardismo, tanto en Europa como en España, constituye una etapa de enorme interés: un bullir de experiencias que supone una ruptura y conduce a una fecunda renovación del concepto de la literatura y del lenguaje poético.
En 1920 el Modernismo está totalmente superado. En Europa, fundamentalmente en Francia, soplan aires nuevos. La expresión del arte de “vanguardia” expresa bien la actitud combativa de sus corifeos. El movimiento se escinde en numerosos “ismos”: tras el futurismo italiano, vienen cubismo, dadaísmo y surrealismo en Francia; imaginismo en Inglaterra y en los EEUU; ultraísmo y creacionismo en España e Hispanoamérica.
Si la literatura novecentista había supuesto una depuración e innovación en el ámbito literario, los movimientos de vanguardia suponen una auténtica ruptura —quizá la más radical que se ha dado en la historia de las artes y de las letras­. Todas ellas suponen un ejercicio de experimentación creadora, coexisten en pugna y se suceden unos a otros rápidamente. Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al arte escénico o al cinematográfico, a las letras e incluso al pensamiento (aunque no todos abarcaron todas las manifestaciones artísticas).
En este momento de experimentación renovadora se rechaza todo o casi todo lo anterior        —aunque sólo en teoría—, aunque fundamentalmente se repudian Realismo y Romanticismo, tan cargados de humanidad, de sentimientos y de realidad. Los autores vanguardistas, sobre todo en sus inicios, fueron doctrinalmente muy radicales. Y una de las consecuencias de este radicalismo creador fue que los géneros que más necesitaban apoyarse en la realidad como la novela o el teatro, cedieron terreno al género que lo permite todo: la poesía.
Las características de la literatura vanguardista pueden resumirse en los siguientes puntos:
·Afán de originalidad: en esta ruptura total con lo anterior se buscan un más allá inexplorado (como el futurismo o el ultraísmo) o un “más acá” anterior a toda cultura: la humanidad primitiva, el mundo del niño... La innovación se produce tanto en el lenguaje (palabras inusitadas en el lenguaje poético) como en la métrica (se prescinde del verso y de la rima, de ahí la preferencia por el verso libre) o en los temas: los grandes temas como la vida, la muerte, el amor Dios..., se abandonan o se abordan sin trascendencia, con ingenio o incluso con humor.
La exhibición del sentimiento se considera de mal gusto y la falta de sentido lógico les lleva a abolir signos de puntuación, la distinción entre mayúsculas y minúsculas...
·Hermetismo: buscan la impopularidad, como Góngora o Juan Ramón (“A la minoría, siempre.”). Se trata de un arte minoritario. El artista se convierte en un profesional, en un técnico, un virtuoso cuyo oficio es “hacer” poemas.
·Autosuficiencia del arte: el arte aspira a convertirse en una entidad dotada de vida independiente y autónoma (al romper el vínculo con la realidad). La poesía se convierte en poesía pura, inmanente, sin elementos no poéticos (es decir, humanos, como sentimientos, anécdotas...).
·Antirrealismo y antirromanticismo: se elimina la referencia a lo humano y se elude la confesión personal. “El poema no dice, es”.
·Sobrerrealismo: del naufragio de la historia y la realidad salvaron el mundo infantil, promesa de futuro y reino de la incoherencia, una etapa de la vida imaginativa aún pura, sin contaminaciones, en la que la mente funciona de un modo primitivo y elemental; y el mundo de los sueños y del subconsciente (principalmente el Surrealismo), que contiene fuerzas que escapan al dominio del hombre. 
·Intrascendencia: el arte debe carecer de toda finalidad extraestética, de toda trascendencia moral, social o filosófica.
·La metáfora: como recurso capaz de apresar y expresar asociaciones sin referirse a lo real.
·Escritura onírica: automatismo psíquico puro. El Surrealismo propugna trasladar el dictado puro de la mente con ausencia del control de la razón.
·Atomización: ya señalamos antes que para el poeta vanguardista la creación es un “hacer”; sin embargo, los surrealistas, al querer quebrantar los nexos lógicos, practicar la incoherencia y entregarse al azar, la convierten en un “deshacer”, que quiere ser reflejo del carácter fragmentario del mundo y de las visiones oníricas que lo expresan. Ortega diría gráficamente: “El espejo de la belleza se ha roto en mil pedazos”.
LOS ISMOS INTERNACIONALES.
FUTURISMO
Nace en 1909, año en que el escritor italiano Marinetti publica su primer manifiesto vital e iconoclasta en un periódico francés: Manifiesto técnico de la literatura futurista. Resueltamente antirromántico (“¡Matemos el claro de luna!”), exalta la civilización mecánica y técnica: “Un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia.” Se tratarán temas como el avión, la máquina, la energía eléctrica, el deporte... El estilo busca el dinamismo, la rapidez verbal, rompe con la sintaxis para dejar “las palabras en libertad”, lleva a cabo innovaciones tipográficas y crean palabras de manera arbitraria.  No dio frutos notables ni en Italia ni en el resto de Europa, salvo en Rusia.
CUBISMO
Nace hacia 1907 como escuela pictórica, pero el llamado cubismo literario arranca en 1913 gracias a Guillaume Apollinaire y a otros poetas franceses. Se propone descomponer la realidad para proceder a composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. Defiende lo intelectual sobre lo sensorial, se elimina lo anecdótico y desprecia lo sentimental. A ello se añaden  (sobre todo los famosos Caligramas de Apollinaire) especiales disposiciones tipográficas de los versos que forman “imágenes visuales”. Éste y otros artificios como el “collage” serán aprovechados por posteriores movimientos de vanguardia.
DADAÍSMO
Encabezado por Tristán Tzara surge en Suiza durante la Primera Guerra Mundial en 1916. Su nombre, elegido al azar abriendo un diccionario con un cuchillo, es el de un balbuceo infantil. Es un movimiento de rebeldía pura que  se levanta contra la lógica, contra el sentido común y contra las convenciones estéticas o sociales. Rompen con la coherencia del discurso y vuelven al primitivismo e ilogicismo de la infancia. Surge de un rechazo a la “racionalidad” que condujo al absurdo de la guerra. Preparó el camino para el Surrealismo.
SURREALISMO
Surge de la decadencia del Dadaísmo y convierte su risa jovial en protesta literaria, metafísica y social. Su principal representante es André Breton, que publica en 1924 el Manifiesto surrealista.  No sólo es una renovación estética, es una renovación integral: una total liberación del hombre de los impulsos reprimidos en el subconsciente (Freud) por una razón sumisa a convenciones morales y sociales, y de la represión que ejerce sobre el hombre la sociedad burguesa (Marx). La vida no es más que la cara más gris de la realidad y hay que conquistar la verdadera vida, acceder a una realidad más alta, la superrealidad que se halla amordazada en lo más hondo de las conciencias. En el ámbito literario, quieren alejar la razón del proceso creador para que la escritura sea fruto del subconsciente. El resultado fueron textos herméticos, que hicieron ver la necesidad de introducir una técnica que elaborara lo que dicta el subconsciente. Influyó en escritores como Lorca, en pintores como Dalí y en cineastas como Buñuel.
EXPRESIONISMO
Surge en Alemania y en literatura su máximo representante fue B. Bretch, que combinó lo grotesco y lo patético, lo lírico y lo realista.
EXISTENCIALISMO
En este ismo se debate el sentido de la existencia, la eternidad, los problemas de identidad.... Tiene conexiones con autores como Unamuno,  Ortega o Machado.
LA VANGUARDIA ESPAÑOLA
La crítica continúa dudando de la existencia de una auténtica producción artística vanguardista en España. Los vanguardistas españoles se resistieron a ser encasillados en una u otra tendencia, pero lo cierto es que se puede hablar de manifestaciones vanguardistas en la producción de muchos autores. Los límites cronológicos de la Generación de las Vanguardias son 1920 y 1939. A pesar de que la crítica se ha centrado en estudiar y destacar la producción de los poetas de la Generación del 27, lo cierto es que hubo otros autores en los que encontramos rasgos vanguardistas. Los antecedentes de esta generación: Ramón Gómez de la Serna ,(que con la publicación del Manifiesto futurista de Marinetti en la revista Prometeo abrió el camino del arte nuevo en España, principalmente del Ultraísmo, con su prosa y sus greguerías), Juan Ramón Jiménez (que influirá en las manifestaciones de vanguardia que tienden a la poesía pura) y Ortega y Gasset (que con su Deshumanización del arte llevó a cabo la confirmación teórica del impulso renovador y que acogió los escritos de los jóvenes escritores vanguardistas en la Revista de Occidente.)
La vanguardia hispana se caracteriza por combinar e integrar rasgos de distintos ismos.
Sin embargo, también hubo una tendencia clasicista que surge en torno a la figura de Góngora, debido a la elaboración técnica a la que sometía sus escritos. Los autores de esta tendencia crearon novísimos cancioneros y romanceros en los que mezclaron ritmos tradicionales con imágenes vanguardistas (Lorca o Alberti). A medida que el arte se rehumaniza, se tiende a incluir elementos populares.
ULTRAÍSMO
Su primer manifiesto aparece en 1919 en la revista Cervantes: defienden la creación de imágenes mediante metáforas y rechazan lo anecdótico y sentimental. Su nombre indica la voluntad de ir “más allá” del Novecentismo  imperante. En la línea del antisentimentalismo y la deshumanización, incluye los temas maquinistas y deportivos, busca imágenes nuevas, recurre a disposiciones tipográficas al modo de Apollinaire y suprime la puntuación en los escritos. Supone el resumen en España e Hispanoamérica de los movimientos de vanguardia “alegre”.
Su principal promotor fue Guillermo de la Torre con sus “poemas visuales” Hélices. Destacan también obras de otros autores: Imagen, de Gerardo Diego, y Urbe, de César M. Arconada. También se considera cercano a este ismo el Romancero gitano de Federico García Lorca. En Argentina entró en contacto con el Expresionismo alemán en la obra de J.Luis Borges.
  CREACIONISMO
Fue iniciado en París por el poeta chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy, pero fue el primero el que lo dio a conocer en España. Querían un arte que no imitara ni tradujera la realidad, su máxima poética: la creación de la realidad en el poema. El poema será un objeto autónomo, creación absoluta, no imitación: “¿Por qué, cantáis la rosa, ¡oh, poetas? / ¡Hacedla florecer en el poema!”
SURREALISMO
Posiblemente el país europeo donde la repercusión del Surrealismo fue mayor, a pesar de que se discuta su existencia por no existir una conciencia de grupo ni un manifiesto teórico, pero las manifestaciones poéticas son amplias y de gran calidad. Fue conocido tempranamente a través de la traducción del Manifiesto en 1925; a ello hay que añadir las vistas de Bretón a Barcelona y la de Aragon a la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde vivían, entre otros, Buñuel, Lorca o Dalí. El poeta Juan Larrea jugó un papel fundamental en la difusión del Surrealismo en nuestro país.
El Surrealismo español no fue ortodoxo: no practicaron la escritura automática ni llegaron a la pura creación inconsciente, y en sus poemas se percibe siempre una intencionada línea creadora como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo fue una liberalización de la imagen y un enriquecimiento del lenguaje poético. Fusionó, además, Ultraísmo, Creacionismo y la tradición autóctona.
El Surrealismo significó la crisis del ideal de poesía pura y deshumanización que había prevalecido durante unos años. Lo humano, e incluso lo social y lo político, penetran de nuevo en la literatura precisamente por los cauces de la expresión surrealista: así lo prueban las trayectorias de Lorca, Alberti y Neruda.
En el vanguardismo español se aprecia una clara evolución que va desde la depuración de la realidad y el objetivismo al subjetivismo final de los años treinta. En esta evolución hacia lo subjetivo grotesco y absurdo juega un papel fundamental el Surrealismo y las greguerías de Ramón Gómez de la Serna (operación mental que subraya relaciones remotas que despiertan la hilaridad y la sospresa).
En cuanto a los géneros literarios, ya dijimos en la introducción que fue LA LÍRICA el que mejores frutos dio. En el periodo de entreguerras domina la poesía pura, que fue cultivada por autores Salinas, J.Guillén, Lorca, Alberti, Aleixandre, Gerardo Diego, Cernuda o Emilio Prados. La rehumanización llegará en los años treinta de la mano de la influencia del Surrealismo: destaca el uso del verso libre y del versículo (verso largo que basa el ritmo en el juego semántico de paralelismos), la eliminación de la lógica y las creaciones metafóricas. Esta influencia se aprecia en Poeta en Nueva York (Lorca), Sobre los ángeles (Alberti) o Espadas como labios (Aleixandre, así como en la obra de Cernuda.
En el ámbito de la prosa, la NOVELA sigue los pasos que había marcado Ramón: humorismo e irracionalidad, frases breves y ligazón caprichosa. Su prosa tiene rasgos que se usarán en la poesía vanguardista. Destacan sus obras La viuda blanca y negra y El gran hotel
También se dio una tendencia realista de tipo social que mezcló la captación del lenguaje coloquial con el nuevo arte, pero sin caer en el realismo tradicional.
Una segunda etapa correspondería a la narrativa vanguardista, desarrollada durante la dictadura de primo de Rivera. Son obras libres de compromiso que incorporan el estilo metafórico de la poesía. Destacan autores como Benjamín Jarnés (El profesor inútil), Mario Verdaguer (La isla del tesoro) o A.Espinosa (Crimen), que incluyen en sus obras elementos surrealistas y ultraístas.
Durante los años veinte y junto a todos ellos, también hay autores que se oponen al arte deshumanizado y cultivan poesía y novela cercana al realismo social como F. De Cossío o J.Díaz Fernández.
En el TEATRO se da un movimiento de renovación dramática que va desde Tic-tac de Claudio de la Torre hasta Escaleras de Gómez de la Serna, pero no triunfaría entre el público. Continúa la producción de autores consagrados como Benavente o Muñoz Seca. El teatro novecentista de Gómez de la Serna no arraigó y tan sólo triunfó Lorca con sus dramas poéticos y tragedias rurales, pero no con sus creaciones vanguardistas cercanas al Surrealismo El público y Así que pasen cinco años. De atmósfera surrealista es también El hombre deshabitado de Rafael Alberti.

TEMA 6. LA POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 27
Contexto histórico.
Los “felices veinte” constituyen una época de relativa tranquilidad en toda Europa, tras la Primera Guerra Mundial, que propició el desarrollo de una intensa vida cultural y la experimentación de nuevas formas artísticas. En España, el golpe de estado de Primo Rivera supuso el comienzo de una dictadura que gozó del consenso popular: el desarrollo económico y la paz social marcan este primer momento. Pero cuando pasa esta euforia económica vuelve de nuevo el descontento. Los años treinta se abren con una crisis económica y social que deriva de la crisis económica mundial de 1929. Así, en 1931 se proclama la República. Es el momento conocido como bienio progresista, pero el gobierno se desgastó y la derecha se hizo con el poder en 1933. Su reacción contra las medidas del gobierno anterior provocó una revolución popular que preparó el triunfo de un Frente Popular de izquierdas y el posterior golpe militar de derechas. El alzamiento nacional supuso el comienzo de la Guerra Civil (1936-1939) y un paréntesis de varios años para la vida cultural del país.
La Generación del 27.
El conjunto de poetas que se escalonan desde Salinas a Altoaguirre ha recibido muchos nombres en la historia de la literatura. Nosotros usaremos Generación del 27 por el acto conmemorativo del tercer centenario de la muerte de Góngora que organiza en 1927 el Ateneo de Sevilla. Por la gran afinidad entre ellos, pronto constituyeron un grupo de auténticos amigos que, aun careciendo de un programa común, sintieron el mismo deseo de pureza y de renovación lírica. La Residencia de Estudiantes, con sus tertulias y actividades culturales, el Centro de Estudios Históricos y los cafés madrileños, fueron punto de encuentro y enriquecimiento para todos ellos.
Profesores universitarios y escritores como Alejandro Casona o F.García Lorca, que con la compañía teatral “La Barraca” quiso dar a conocer nuestro teatro clásico por toda España, tomaron pronto medidas para acercar la cultura al pueblo.
Colaboraron además en las mismas revistas. Las más importante fueron la Revista de Occidente, que publicó varios libros fundamentales del grupo, y La Gaceta Literaria, pero hubo muchas más: Litoral (fundada por Altoaguirre y Prados), Verso y prosa, Cruz y raya (dirigida por Bergamín), Caballo Verde para la poesía (dirigida por Neruda)...
Sin embargo, la Guerra Civil sumió al país en el dolor y terminó con esta intensa vida literaria y cultural, de ahí que, a excepción de Lorca, muerto en 1936, y V.Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso, que permanecieron en España, los demás marcharon durante o al finalizar la contienda al exilio al igual que otros muchos intelectuales. Este partida supone un giro artístico en su producción: comienza la rehumanización.
Los poetas del 27, aunque en conexión y dependencia respecto los movimientos vanguardistas europeos, no extremaron la posición novedosa y conjugaron en sus obras tradición y revolución (vanguardia), desarrollándose a su modo. Respecto a la Vanguardia, bebieron de la influencia de varios ismos, pero nos centraremos en la influencia del Surrealismo, Creacionismo y Ultraísmo. De la generación precedente, Juan Ramón Jiménez servirá de faro a los que cultivaron la poesía pura; de la poesía de Ramón Gómez de la Serna, que con sus greguerías había abierto el camino de la Vanguardia, recogerán el uso de la metáfora y la tendencia lúdica y evasiva; y Ortega y Gasset será en mentor y defensor de estos jóvenes renovadores de la poesía que vieron publicadas sus obras en la Revista de Occidente y que habían leído con entusiasmo la deshumanización del arte. De la tradición literaria española, junto a Góngora, debido al carácter deshumanizado de gran parte de su obra y de la importancia que en ella adquiere lo conceptual sobre lo emotivo, y a los poetas gongorinos, se sintieron atraídos por la obra de Manrique, Garcilaso, Fay Luis, San Juan, Quevedo o Bécquer. especial interés suscitó Lope de Vega, sobre todo por sus poemillas de corte popular.
1. La poesía de la Generación del 27
Calificada esta etapa como segunda “Edad de Oro” de la literatura española, la mayoría de los poetas cambiaron su modo de hacer poesía a lo largo de 40 años aunque algunos, como Guillén, fueran fieles a una línea determinada. A pesar de la heterogeneidad dentro del grupo, a grandes rasgos se aprecia una evolución paralela que parte de la intrascendencia de la Vanguardia para llegar, después de varias fases, a un compromiso humanizado o político. En una primera etapa que se prolonga más o menos hasta 1928 ó 1929, se aprecia en ellos un afán de pureza y desnudez, que le vino de la mano de Juan Ramón Jiménez, que les lleva al cultivo de una poesía en la que están ausentes lo narrativo y la hojarasca retórica. Perfección técnica, depuración expresiva o desdén por lo demasiado humano (aunque sólo en teoría). Consideraban el poema como obra artística autónoma y autosuficiente, y sintieron el anhelo de precisión y exactitud léxica. Fueron acusados en sus comienzos de herméticos y fríos debido a la contención en la expresión del sentimiento y el intelectualismo, pero el propio Guillén apostó por el poema “con poesía y otras cosas humanas”, y su predilección por la poesía popular (tan impregnada de “impurezas sentimentales”) los aleja de la pureza extrema. Al matizar la influencia de las vanguardias con la herencia de la poesía moderna posterior al Romanticismo (Bécquer, Darío, Machado o Juan Ramón) sintetizaron en los poemas material sentimental con material conceptual, por lo que nunca llegaron a considerarse deshumanizados o puros.
Toda esta síntesis de influencias se aprecia también formalmente (métrica y estrofas). Tras los experimentos vanguardistas, en los que prefirieron el verso libre, el verso blanco y el versículo, a partir de 1925 aumenta el uso de estructuras métricas tradicionales como el soneto, la décima, la canción, el romance o el villancico, que se renuevan al verter en ellas una temática e ideología modernas (como las famosas décimas de Guillén o el Romancero gitano de Lorca).
Sintieron predilección por el poema breve, en el que converjieran tradición y modernidad, y experimentaron con estructuras exóticas como el haiku, que trata de describir de forma brevísima una escena, vista o imaginada.
En cuanto al lenguaje poético, la metáfora y la imagen son los recursos fundamentales de evocación y asociación. Distinguieron entre realidad poética y realidad objetiva: la poesía crea un mundo independiente o revela la esencia que hay bajo lo real. Sintieron atracción por el objeto cotidiano, que adquiere entidad poética.
La influencia del Surrealismo será fundamental en ellos a partir de la publicación del Manifiesto surrealista de Bretón. Lo adaptaron y combinaron (el Surrealismo) con el humor y lo grotesco de la poesía popular. Algunos autores acogen el Surrealismo en sus poemas con imágenes oníricas y violentas y con la exploración del subconsciente con cierto tono angustioso. La imaginación, los procesos oníricos, el humor corrosivo, la pasión erótica e incluso la crueldad son instrumentos para luchar contra la cultura burguesa y las hipocresías de un orden moral establecido. Normalmente las obras que reflejan esta corriente son resultado de una crisis personal de los poetas: ya que encontraron la posibilidad de expresar con este nuevo lenguaje sus conflictos íntimos y su rechazo a unas normas sociales caducas. Tiene, dos vertientes: como innovación poética puede conducir a un arte de preocupación social; como refugio o evasión se manifiesta en la distorsión lingüística.
A partir de loa años treinta se siente la profunda crisis histórica y la poesía se va rehumanizando, se funden de nuevo arte y vida y vuelve la poesía de compromiso social (el poeta siente que su poesía debe estar al servicio de fines sociales). Esta rehumanizaión es el resultado de la expresión abierta de los problemas íntimos, de la tendencia a alejarse de los postulados del purismo y de prestar mayor atención al mundo contemporáneo.
Tras un primer momento, que corresponde a la primera producción del grupo, en el que bajo la influencia de las vanguardias se concibe la poesía como antirrealidad, como creación de un mundo nuevo, a partir de 1929 aproximadamente y coincidiendo con la crisis de personalidad de varios autores del grupo, la poesía pasa a ser un instrumento de comunicación intersubjetiva y de reforma moral de la sociedad.
Corrientes literarias más destacables.
Neopularismo.
Se trata de una poesía popular actualizada que vuelve los ojos a los poetas anónimos del Romancero viejo y del Cancionero tradicional. A la cabeza de esta corriente están:
Federico García Lorca. Esta corriente abarca su obra Libro de poemas, Canciones, Poema del cante jondo y Romancero gitano. Con ellas penetra en las entrañas andaluzas para destacar lo hondo y profundo de esta región, no lo pintoresco. En Romancero gitano destacan las metáforas, el sensualismo y la transformación por vía poética del maltratado pueblo gitano. Exalta la dignidad de esta raza marginada y perseguida e ilustra el tema del destino trágico que aparece en toda su obra: sus personajes son seres al margen de un mundo convencional y hostil y por ello marcados por la frustración y abocados a la muerte. Es el punto más alto de la fusión de lo culto, incluso lo vanguardista, y lo popular. Tras esta obra, Lorca dará un giro al Surrealismo.
Rafael Alberti. En sus obras Marinero en tierra, La amante y El alba de alhelí compone canciones en las que se mezclan inspiración popular (estilo nominal, paralelismos, concisión, condensación expresiva a través de la elipsis, sencillez léxica...) y expresión culta. En todas ellas expresa en poemas cortos y sugerentes la nostalgia de un paraíso perdido lejos del mar. Nunca abandonó del todo el neopopularismo pero tras El alba de alhelí compone obras que se inscriben en otras corrientes del momento como el neogongorista Cal y canto o el surrealista Sobre los ángeles. Recuperará el neopopularismo en 1954 con sus Baladas y canciones del Paraná.
Poesía pura.
Jorge Guillén. Compone Cántico como expresión jubilosa de la realidad y del hombre. Su tema, la afirmación del ser y del vivir. Es un libro de poesía pura, pero después de sucesivas ampliaciones e incorporaciones de poemas, se observa en ellos una vena de sentimiento y humanidad: consigue un equilibrio entre emoción e inteligencia mediante la expresión contenida y refrena del sentimiento. La luz se convierte en palabra fundamental en su poesía. Sus décimas constituyen modelos de impecable perfección.
Pedro Salinas. Supera con La voz a ti debida y Razón de amor libros anteriores como Seguro azar y Fábula y signo. La voz a ti debida es un extenso poema amoroso que relata una historia personal y vivida desde la pasión, pasando por la unión plena, hasta el umbral de la separación, dado que la ruptura tiene lugar el Razón de amor. Se trata de un amor intelectualizado cuyo objeto puede ser la mujer o la propia poesía. Tras estas obras su poesía no cambia sustancialmente, aunque en El contemplado se abre más allá de su mundo íntimo. Entre los rasgos de su obra: intelectualismo y un permanente diálogo mediante el que los interlocutores profundizan en sí mismos y en sus contrarios y se enriquecen mutuamente. La poesía se convierte en la forma de acceder a la esencia de la realidad.
Surrealismo.
En Federico García Lorca la experiencia surrealista llega tras un cansancio del neopopularismo y un viaje a NY con Poeta en Nueva York, en el que nos ofrece una visión negativa de la ciudad y el rechazo a una civilización mecanizada que destruye la libertad del hombre y lo auténtico humano, aunque junto a ella exprese la fascinación que le produce la mezcla de razas, el cine, el jazz..., mediante elementos oníricos, de forma dislocada, sin apenas nexos lógicos. La métrica es variada. Otra obra de esta corriente es el poema elegíaco Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, en el que nos presenta en una atmósfera irreal a una figura mítica que la muerte arrastra a la nada desde la cogida del toro hasta la muerte del espíritu.
Rafael Alberti compone como resultado de una crisis espiritual, religiosa, amorosa y estética Sobre los ángeles, en la que el surrealismo es vía de expresión de sus obsesiones, angustias y contradicciones internas, y en la que los ángeles son objetivaciones poéticas de fuerzas oscuras que le oprimen y a cuyo arbitrio se encuentra. Al final el poeta acepta el proceso como una experiencia vital aleccionadora.

Vicente Aleixandre se dio a conocer con una obra de tono tradicional, Ámbito, pero tras la lectura de Freud dará un giro al Surrealismo con Pasión de la tierra, poemas en prosa en los que expresa su deseo de fundirse con la naturaleza, lo que le lleva a la defensa de lo elemental, lo desnudo, lo auténtico, y a atacar las normas y trabas sociales que limitan la libertad y los impulsos espontáneos del hombre. Comparte el dolor del universo pero también el goce de la vida, a la que desea libre de inhibiciones. En Espadas como labios y La destrucción o el amor el amor aparece como fuerza destructora que paradójicamente conduce a la fusión con lo cósmico. Destacan la presencia de elementos oníricos y una expresión afectada de ilogicismo. En Sombra del paraíso su poesía se hace más clara y comunicativa.
Luis Cernuda. Dentro de las varias etapas de su obra recogida en el volumen La realidad y el deseo, el Surrealismo ocupa la segunda de ellas con obras como Un río, un amor y Los placeres prohibidos. El Surrealismo le ofrece una puerta abierta para expresar sin inhibiciones su mundo interior (amor, nostalgia, insolidaridad..., sentidas como un romántico) y su rebeldía frente a las convenciones sociales y artísticas.
Otros poetas.
Autores como Gerardo Diego, Emilio Prados o Manuel Altoaguirre son difíciles de clasificar debido a la heterogeneidad de su obra.
Gerardo Diego. Su obra sorprende por su inusitada variedad de temas, de tonos y de estilos. En síntesis presenta dos direcciones: la poesía de vanguardia y la poesía “clásica” o “tradicional”. Ambas han sido cultivadas paralelamente por el autor, aunque con un progresivo dominio de la segunda. Su primer libro, El romancero de la novia, está impregnado aún de tono becqueriano, pero este año empiezan ya sus experimentos de vanguardia: destaca como representante español del Creacionismo. Así en Imagen y Manual de espumas. A la misma línea vanguardista corresponde la Fábula de Equis y Zeda. Y por los mismos años también prosigue su obra de corte tradicional: Versos Humanos, SoriaViacrucis o Versos Divinos...
Emilio Prados. Sus comienzos están marcados por un doble signo: las formas populares y la influencia de Juan Ramón. Así en los poemas que van de Tiempo a Cuerpo perseguido. También hay en él una etapa surrealista que coincide con un momento de crisis: La voz cautiva y Andando, andando por el mundo. Sigue una breve etapa de poesía política con obras como Llanto en la sangre o Cancionero menor para los combatientes. En el exilio se hace punzante su nostalgia de la tierra española. En Jardín cerrado se encierra en su intimidad y ahonda en los problemas existenciales.
Dámaso Alonso sigue una trayectoria muy diferente a los demás. Inicia su obra con Poemas puros, que le revelan como un “pionero” de la poesía pura. Pero su obra más importante es Hijos de la ira, poesía existencial que supone en realidad una autobiografía espiritual del poeta, la más desnuda confesión de su desamparo, a la vez que un grito de protesta contra el odio, la injusticia y la podredumbre.
Miguel Hernández. Poeta que no puede clasificarse como miembro de la Generación del 27, pero su corta vida de 1910 a 1942 hace difícil su inclusión en cualquier movimiento. En 1933 publica su primera obra importante Perito en lunas como aprendizaje de técnicas modernas. Comienza su poesía amorosa que evoluciona hasta El rayo que no cesa que supone su consagración, de tono neopetrarquista. En su poesía toca temas como la religión, el amor y otros de carácter existencial. También encontramos en su creación la vertiente de poesía social motivada por los acontecimientos de la guerra como se refleja en Viento del pueblo y en El hombre acecha.

Con la Guerra Civil y la posterior Guerra Mundial, los poetas del 27 fueron zarandeados por los acontecimientos, llevados al exilio o asesinados, como Lorca. Pero no podían menos que hacerse eco angustiado de las circunstancias y denunciar a través de sus versos. Muestra de esta protesta e indignación son obras como Clamor de Guillén o la posterior Hijos de la ira de Dámaso Alonso.

CONTENIDO NO EXIGIDO EN LA PRUEBA PAU.
2. Novela de la generación del 27.
Desde tiempo atrás, el género de la novela se encontraba en crisis porque las posibilidades que brindaba a comienzos del siglo XX el canon realista-naturalista eran ya muy escasas. Los novelistas del 98 habían intentado otra novela, Miró y Pérez de Ayala, por su parte, continúan el intento que culmina en cierto modo en Ramón Gómez de la Serna. Tales son los antecedentes españoles de los novelistas del grupo Nova Novorum , así llamados por la colección que sacó algunos de sus libros. Fueron ellos, junto a diversos ensayistas, periodistas y críticos los cultivadores de la prosa de la Generación del 27.
Hay una serie de novelistas que cultivan el humorismo ramoniano y ofrecen en sus relatos una presentación dislocada de la trama y de los personajes. Así, Jardiel Poncela sorprende al lector dejando en sus novelas páginas en blanco (porque en ese momento los personajes guardan silencio) o jugando con el formato (por ejemplo reduce el tamaño de la letra para indicar que los personajes hablan en voz baja) y la disposición tipográfica. También cultivaron este tipo de novelas Mauricio Bacarisse, Antonio Espina, Pedro Salinas y Benjamín Jarnés.
Bacarisse evolucionó desde el Modernismo al arte de Vanguardia. Entre sus obras destaca Los terribles amores de Agliberto y Celedonia , caracterizada por el propio autor como relato erótico-burlesco en el que pretende demostrar la supremacía de la sugestión verbal y la superioridad de los mitos de la realidad sobre los de la fantasía.
Antonio Espina es ejemplo del escritor ingenioso, de humor desgarrado y chocante. Importante biógrafo, mostró sus dotes narrativas en Pájaro Pinto (conjunto de seis relatos) y Luna de copas y defendió la superación de la realidad por vía de la fantasía.
La excelente prosa narrativa de Pedro Salinas nos ha dejado obras como Vísperas del gozo (conjunto de relatos), Volverla a ver y Mundo cerrado. Crea personajes que esperan que ocurra un hecho pero en circunstancias imprevisibles que provocarán un goce estético o intelectual, nunca carnal. Abundan las comparaciones, los epítetos y las imágenes.
Benjamín Jarnés rechaza el tipo de novela que reproduce la realidad sin más. Admira de sus contemporáneos a Azorín y a Miró por la elegancia al primero y por la sensualidad al segundo. Escribió novelas de escasa peripecia, con pocos personajes y situaciones inverosímiles. Predominan en su lengua juegos de ingenio, metáforas al modo ramoniano y digresiones. Destacan sus novelas Mosén Pedro y Teoría del zumbel.
3. Teatro de la Generación del 27.
A partir de 1926 se produce en España un teatro distinto del imperante consecuencia de la necesidad de renovación dramática. Este momento abarca desde el estreno de Tic-tac de Claudio de la Torre hasta el estreno de Escaleras de Gómez de la Serna.
En 1927 García Lorca estrena Mariana Pineda en verso, a la que siguieron tres farsas en prosa (Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, La zapatera prodigiosa y El Retabillo de Don Cristóbal); en su etapa neoyorquina y surrealista escribe Así que pasen cinco años y El público, pero el teatro de Lorca que triunfa se corresponde con sus tragedias rurales Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. En ellas Lorca pinta personajes desgarrados por hondas pasiones que los llevan al desenlace trágico.
El primer estreno de Rafael Alberti fue El hombre deshabitado de atmósfera marcadamente surrealista. En la época del exilio destacan Noche de guerra en el Museo del Prado y El adefesio.
 

TEMA 7. EL TEATRO ANTERIOR A 1939. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS MÁS REPRESENTATIVAS.

Desde principios del siglo XX van relegándose paulatinamente las formas del drama romántico, lleno de pasiones desmesuradas y lenguaje altisonante y afectado, cuyo mejor exponente fue José de Echagaray (1832-1916). El espectador comienza a interesarse por historias de la realidad cotidiana que le atañen más directamente, pero rechaza lo que se aparta de los temas tradicionales tratados con la técnica de siempre, de ahí que hubiera tres tendencias que tuvieran éxito comercial mientras que autores más inquietos estéticamente que ensayaron procedimientos novedosos no llegaron al gran público.
TEATRO QUE TRIUNFA
1. TEATRO REALISTA
Llamada también “alta comedia”, continúa la tendencia realista de la segunda mitad del siglo XIX. Es el teatro burgués por excelencia: sus temas oredominantes son las costumbres sociales, se desarrolla en un marco urbano y se dirige a la media y alta burguesía. Decorados, mobiliario, vestuarios y todo el atrezo son elegidos para producir un realismo escénico que refleje fielmente los ambientes cotidianos.
Máximo representante: Jacinto Benavente. Comenzó su carrera denunciando los defectos y convenciones de la clase media y alta, atacando el arribismo y la hipocresía., lo que le granjeó la admiración de los jóvenes escritores del momento por su carga crítica y su renovación del lenguaje teatral, pero su obra El nido ajeno (1894), tuvo muy mala acogida por parte del público por lo que en adelante el autor prefirió ir acomodando la temática de sus obras a los gustos y preocupaciones de la sociedad. Se convirtió en una especie de cronista de la buena sociedad, escenificando con tono condescendiente sus prejuicios e intolerancias, actitud que no le perdonaron los intelectuales de la época. Entre sus obras destacan los dramas rurales La malquerida y Señora ama, y otras que están en la línea de la llamada “comedia de salón” como La noche del sábado, Rosas de otoño..., pero su obra maestra es Los intereses creados, farsa que utiliza los personajes y el ambiente de la vieja comedia dell'arte, pero que encierra una cínica visión de los ideales burgueses, aunque prudentemente edulcorada.
Benavente hizo un teatro sin grandilocuencia, con una fina de presentación de ambientes cotidianos y una “filosofía” trivialmente desengañada. Destaca su habilidad escénica, su ingenio y la fluidez de sus diálogos. Su línea fue seguida por Gregorio Martínez Sierra, Manuel Linares Rivas o más modernamente Luca de Tena o Calvo Sotelo.
2. TEATRO EN VERSO.
Hacia 1910 comienza a elaborase un teatro en verso de signo antirrealista, heredero del teatro romántico de mediados del siglo XIX, y modernista por su lenguaje y la presentación de ambientes y personajes. Con resonancias del teatro del Siglo de Oro, su temática principal fue el drama histórico. Su postura es anticrítica y apologética, en oposición a la Generación del 98: se exaltan personajes y situaciones de la España medieval e imperial, idealizando y mitificando la grandeza del imperio español. Se trata de un teatro briullante pero vacío, puro ejercicio de virtuosismo dramático. Un teatro verdaderamente poético requerirá el ingenio de un Valle o un Lorca. Sus máximos representantes fueron:
Eduardo Marquina (1879-1946), que ensalzó los valores tradicionales de valentía, nobleza, nostalgia del pasado imperio y patriotismo en En Flandes se ha puesto el sol y Las hijas del cid.
Francisco Villaespesa (1877-1936). En El Alcázar de las perlas, Abén Humeya y otras, evoca la España árabe, el mundo oriental y la historia de España, y se ambienta en lujosos salones habitados por atractivas princesas.
En este estilo modernista harán también teatro los hermanos Machado, coautores de La Lola se va a los puertos obra ambientada en la Andalucía popular del cante jondo.
3. TEATRO CÓMICO
Toma la tradición de los pasos de Lope de Rueda, los entremeses y los sainetes. Engloba dos géneros que alanzaron gran éxito entre el público: la comedia costumbrista y el sainete (fue a finales del siglo XIX la modalidad característica del “género chico”, en la mayoría de corta de extensión; ahora se amplía y va perdiendo la parte musical). representantes:
Carlos Arniches (1886-1946). Su obra original se clasifica en dos garndes grupos:
--Género chico: sainetes de ambiente madrileño, como El Santo de la Isidra, Los guapos o La Doloretes. Interesantes por su habla castiza (creada en parte por el autor), los personajes son tipos populares tratados con gran fuerza expresiva y rasgos melodramáticos, la comicidad se logra con graciosos diálogos y el chiste fácil.
--Tragicomedia grotesca: funde lo risible y o conmovedor, con una observación de las costumbres más profunda y una actitud crítica ante las injusticias. Un buen ejemplo es La señorita de Trevélez.
Los hermanos Quintero, Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944). Nos presentan en sus sainetes una Anadalucía artificial, edulcorada y sin asomo de problemática, que no representa en absoluto la Andalucía real. Las obras están pobladas de tipos andaluces, simpáticos, bondadosos, con sabor local y cierto sentimentalismo. Dominan la técnica teatral logrando la comicidad con situaciones disparatadas, juegos de palabras y lenguaje fluido, gracioso y ocurrente. Conciben el teatro como producto de consumo. Diferenciaron entre sainete (un sólo acto que refleja tipos y costumbres populares) y comedia (al menos dos actos y refleja tipos y costumbres no populares). Escribieron unas 200 obras entre entremeses, juguetes, sainetes, zarzuelas, comedias y dramas, de las que destacaremos: La reja, Abanicos y panderetas, El patio, Las de Caín.
Pedro Muñoz Seca (1881-1936). Destaca en el terreno de la parodia: creó un nuevo género llamado astracán, degeneración de un híbrido teatral que mezcla elementos del juguete cómico y del melodrama cómico de costumbres. Son piezas descabelladas sin más objetivo que levantar la carcajada. Destaca La venganza de Don Mendo.
No podemos dejar de mencionar el teatro lírico. El género chico tuvo una vida breve. En Madrid y Barcelona había muchas salas de este género. Es un teatro de consumo con estructura fija, dominado por las voces del elenco. El sainete y otros géneros se adaptaron con partes cantables. Con su declive, la zarzuela recobró prestigio y su repertorio se renovó. Desde los 30 vuelven a estrenarse nuevas obras aunque con menos éxito.

B. TEATRO INNOVADOR Y MINORITARIO.
Se alejan del realismo dominante y ensayan nuevas fórmulas dramáticas. Entre ellos, se alzan Valle Inclán y Lorca.
1. TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 98
Unamuno. Cauce de expresión para los conflictos humanos que le obsesionan (muerte, angustia, inmortalidad...). Son dramas de ideas con un diálogo denso y sin concesiones a las exigencias escénicas, personajes a los que confiere un carácter filosófico o simbólico, y todo ello presidido por la concepción unamuniana de la obra como “desnudez”. Destacaremos La Raquel encadenada, Fedra, El otro o La esfinge.
Azorín. Quería renovar el teatro apartándolo de la realidad, lo que se traduce en un teatro antirrealista (que permita aflorar el mundo del subconsciente lo maravilloso) y subjetivo, en la línea de lo irreal y simbólico. Destaca Old Spain y La guerrilla. Diálogos animados y vivos. Su mejor obra: Angelita sobre su obsesión por el tema del tiempo.
Valle Inclán. Su teatro tiene una clara vocación de ruptura, tanto en la forma como en la temática, lo que le convierte en una de las cumbres del teatro europeo del siglo XX. En su obra, al igual que en la novela, se observa un proceso de evolución que va desde los dramas “decadentistas” de raíz modernista hasta el esperpento, aunque este desarrollo no es lineal. Podemos dividir sus obras en:
--Tres obras varias (estética modernista): El Marqués de Bradomín, Voces de gesta, Cuento de abril. La primera es una adaptación parcial de Sonata de otoño que inicia la técnica de múltiples lugares de acción, técnica que se deriva del origen novelesco de la obra.
--Etapa de transición: las comedias míticas. En esta etapa cabe destacar: la trilogía de las Comedias bárbaras, llamadas así porque su técnica es teatral y por las violentas pasiones que perturban a sus sombríos y malditos personajes, así como por la visión apocalíptica del mundo. Supone un alejamiento de los ambientes esteticistas del Modernismo y la primera muestra de su “teatro en libertad” (libertad de imaginación creadora). La acción se sitúa en Galicia. Muestra la descomposición de una sociedad arcaica y rural. Divinas palabras, que también tiene Galicia por escenario, se puede incluir ya en la estética del esperpento por su tema y sus características.
--Las farsas: las obras de este ciclo aparecen recogidas bajo el título Tablado de marionetas para la educación de los príncipes. Elige la farsa para ridiculizar personajes y situaciones, lo que supone un paso más hacia el esperpento, por cuanto tiene de antirrealista y de situaciones caricaturescas y extravagantes. También hay que destacar La Marquesa Rosalinda, obra que entrecruza elementos procedentes del teatro de marionetas con otros de la commedia dell’arte y del entremés, dando origen a una farsa sentimental y grotesca, que es superación y homenaje de la visión modernista.
--Los esperpentos: el esperpento se constituye en un método fustigador contra una determinada sociedad: pretende comunicar el sentido trágico de la vida española a través de una estética deformadora: física, espiritual, de lenguaje y de acción (el espejo cóncavo).Valle Inclán plantea una particular tensión dramática: belleza y sangre, alegría y crueldad, técnica y absurdo, vida y muerte. El esperpento supone la superación del dolor y de la risa. Los personajes, se transforman en marionetas, en fantoches. Las obras están teñidas de sarcasmo y mordacidad, lo que hace más ácida la crítica. Los títulos más destacados: Luces de bohemia (destacar las novedosas y litearias acotaciones del autor y la gran variedad de registros lingüísticos que recoge, que van del más culto al más vulgar) y tres piezas breves recogidas en Martes de carnaval.
Jacinto Grau. Coetáneo a la Generación del 98 pero con una estética próxima al Novecentismo, realiza un teatro eminentemente intelectual, esbozando en sus obras planteamientos filosóficos y trascendentales. Entre sus títulos, destacaremos El hijo pródigo, El conde Alarcos y su mayor éxito, El señor de Pigmalión.
2. TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 14.
Aunque, como ya hemos señalado, sea un autor difícil de clasificar, el inigualable Ramón Gómez de la Serna combinó elementos simbolistas, modernistas, dadaístas y presurrealistas. Reacciona contra la burguesía puritana y vulgar. Los medios seres, Escaleras.
3. TEATRO DE LA GENERACIÓN DEL 27.
Federico García Lorca. Es el suyo un teatro poético. Para Lorca el teatro es “la poesía que se levanta del libro y se hace humana”, con lo que defiende la necesidad de un teatro vivo que refleje las tragedias que constituyen la vida cotidiana del pueblo, un teatro que tiene que ser emoción y poesía “en la palabra, en la acción y en el gesto”, un teatro totalmente humano pero con una recreación poética que vaya más allá de la realidad, que la trascienda. Un teatro, además, con una clara y firme voluntad didáctica, educativa, pues está destinado a elevar el nivel cultural de sus destinatarios, el pueblo. Lorca, además, concibe el teatro como un espectáculo total en el que se unen poesía, música, baile y coreografía, ya que, en su opinión, la novedad del teatro viene asociada a la “plástica”. Un buen ejemplo de esta concepción dramática es Bodas de sangre.
Lorca toma influencias del teatro modernista (la estructura de dramas en estampas, preferencia por el mundo rural), del teatro clásico español ( fusión de música y danza), y del teatro de títeres (como lugar de encuentro de una dramaturgia primigenia y popular).
Su temática: el mito del deseo imposible, el conflicto entre la realidad y el deseo, el choque del autoritarismo y la libertad.... aunque el elemento neurálgico del universo lorquiano es la frustración. Lorca lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas por la soledad o la muerte, amores marcados por la esterilidad, y en varias obras todo ello aparece encarnado en personajes femeninos.
Sus personajes funcionan como arquetipos, como esencias, de ahí su preferencia por los personajes femeninos (encarnan más dramáticamente el ansia de libertad en una sociedad patriarcal y machista).
En cuanto al lenguaje, de nuevo conviven poesía y realidad: habla de un claro sabor popular y poderoso aliento poético. Destaca por la densa presencia de símbolos, metáforas y comparaciones.
En cuanto al estilo, hay que poner especial atención a su uso del verso y la prosa. Sus dos primeras obras están escritas totalmente en verso: El maleficio de la mariposa y Mariana Pineda. En prosa escribió La casa de Bernarda Alba (una prosa profundamente poética). En el resto de sus producciones combinó prosa y verso.
En la evolución de su teatro la experimentación es el elemento determinante. Partiendo del drama modernista, adopta las posibilidades escénicas de la Vanguardia y los recursos de la tradición popular en busca de la expresión adecuada para desarrollar todo el conflicto temático de sus obras:
Teatro modernista: Mariana Pineda, escrita en verso.
Etapa de las farsas: entroncan con formas populares del teatro de títeres. Escribe farsas para guiñol (Retablillo de Don Cristóbal), farsas para personas (La Zapatera prodigiosa, Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín). Su farsa, al revés que Valle, intenta engrandecer a sus personajes por su dimensión trágica.
Criptogramas: denominación que incluye El público y Así que pasen cinco años. El propio Lorca las calificó como “comedias imposibles”. Alto grado de experimentación: rupturas de lógica espacio-temporal, desdoblamientos de personalidad, multiplicación de interpretaciones posibles... Se sitúan en una línea superrealista.
Neopopularismo: destacan sus tragedias Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba. Su secreto consistió en eliminar los estratos superficiales y ahondar allí donde la superstición, las faenas de la tierra y las relaciones humanas se hace rito.
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores no es tragedia rural pero está montada sobre valores populares. Es un drama urbano (Granada) que simboliza la frustración femenina: su protagonista consume lenta e inútilmente su vida esperando al amado ausente.
Hay que destacar la creación de “La Barraca”, con la que realizó una entusiasta labor representando en los pueblos españoles obras de nuestro teatro clásico.

Otros autores del 27 o coetáneos a esta generación:
Alberti: El hombre deshabitado, El adefesio, Noche de guerra en el Museo del Prado.
Miguel Hernández: Obras con matiz político: Pastor de la muerte. (lo meto aquí, aunque no sea realmente del 27)
Salinas: El director, La cabeza de Medusa.
Jardiel Poncela: Supone la renovación del teatro cómico: sus obras se acercan al teatro del absurdo. Eloísa está debajo de un almendro.

4. EL TEATRO DE EVASIÓN: ALEJANDRO CASONA.
Dirige antes de la guerra varios grupos para difundir el teatro clásico. Rasgos: Ingenio dramático, simbolismo y gran calidad en su lenguaje. Obra: La sirena varada. En Nuestra Natacha rompe con la estética del teatro poético y gana en contenidos críticos. Otras obras: La molinera de Arcos, Los árboles mueren de pie, Prohibido suicidarse en primavera. Aciertos: ilusión y fantasía mezclados con misterio e intriga, ambientación.
5. TEATRO TESTIMONIAL Y REALISTA: MAX AUB.
Su trayectoria supone una constante experimentación.
Teatro de vanguardia: cuando está triunfando Benavente, escribe un teatro innovador y de minorías. Trata aspectos existenciales (problemas de comunicación, lo objetivo y o subjetivo). Tiende a lo discursivo en detrimento de la acción. Obras: Crimen, Narciso, Jácara del avaro.
Teatro de urgencia: De baja calidad. Pedro López García.
T. de testimonio: inmerso en el exilio se siente solidario con los otros exiliados, abocados y víctimas de la tragedia universal, la guerra, la injusticia, el odio y la deshumanización. Consigue en esta línea sus mejores obras: Cara y cruz, No, Morir por cerrar los ojos, Deseada.











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