TEXTO 3
Todas las lenguas tienen formas especiales
para codificar diferentes tipos de elementos de la situación: los deícticos.
Entre ellos se encuentran no solo los pronombres personales de primera y
segunda personas en todas sus formas, los demostrativos, los posesivos, y
muchos adverbios de lugar y de tiempo; debemos contar también los morfemas de
tiempo de la flexión verbal y las fórmulas de tratamiento. Además, habría que
añadir todas las formas anafóricas y catafóricas, es decir, aquellas que se
usan en el discurso para hacer referencia a algunas partes del propio discurso.
Por todo ello no es de extrañar que más del noventa por ciento de  las oraciones de una lengua contengan
unidades de este tipo.
         Una
vez más, nos encontramos con que una parte importante de la interpretación de
un gran número de enunciados depende decisivamente de los factores
extralingüísticos que configuran el acto comunicativo: conocer la identidad del
emisor o destinatario y conocer las circunstancias de lugar y tiempo de emisión
se ha convertido en un requisito imprescindible para conseguir una
interpretación plena. Y una vez más, también resulta evidente que solo desde
una perspectiva pragmática se podrá tener acceso al tipo de información
necesaria para lograr este objetivo.
Mª Victoria Escandell: Introducción a la pragmática.
TEXTO 4.
Los resultados de la prueba de selectividad de este año revelan, al 
menos en Cataluña, que la media de alumnos ha obtenido un suspenso en 
matemáticas aplicadas, en ciencias sociales, en lengua y literatura, en 
física y química. La estadística de que dispongo no indica qué 
asignatura es un coladero de tal calibre que ha permitido que el 87% de 
los alumnos presentados haya aprobado con una nota media de 5,8.
El fenómeno no es nuevo ni nos pilla desprevenidos y las 
voces que reiteran la gravedad de la situación lo hacen con aire 
desesperanzado. El mundo es cada día más competitivo y nosotros más 
incompetentes. Supongo que se refieren a nuestra incompetencia en el 
terreno de la ciencia y la tecnología, cosa que a mí me preocupa poco. 
Que la mayoría no pase el examen de química tiene una importancia 
relativa. Sólo se necesita un número determinado de químicos para 
atender las necesidades de la comunidad. Al resto nos basta con saber 
que el detergente de la lavadora no debe ingerirse.
Más preocupante es el pobre resultado obtenido por los 
estudiantes en el apartado de lengua, porque considero importantísimo 
que todo el mundo sea capaz de entender y expresar de palabra y por 
escrito ideas que vayan más allá de lo visceral y lo estrictamente 
deportivo, y esto, aunque nadie lo crea, sólo se aprende estudiando. 
Pensar que una cosa es hablar y escribir y otra distinta la gramática es
 un error muy extendido. Para comprobarlo sólo hay que acudir a los 
medios de difusión, donde advertirá que, aparte de algunos 
profesionales, el ciudadano se expresa como un protozoo. En el lenguaje 
oral, los gritos y los desplantes, algunos acentos locales, la imitación
 de defectos físicos y un casticismo barato disimulan la magnitud de la 
catástrofe. Por escrito, ni eso. Frente a esta situación, los políticos 
encogen sus anchos hombros. La enseñanza es un problema insoluble: 
alumnos reacios, profesores deprimidos, presupuesto insuficiente y un 
plan de estudios enmarañado e ineficaz. Sí, el resultado es malo, pero 
otros años fue peor. El mismo razonamiento que se aplica, por estas 
mismas fechas, a los incendios forestales. Y expuesto con un rigor y una
 elocuencia que en la prueba de selectividad sacaría, con suerte, un 3 
pelado.
          
MENDOZA, Eduardo: Selectividad. EL PAÍS, 12-VII-2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario